Los recursos metodológicos en el acompañamiento emocional

Vamos avanzando, tiempo atrás las emociones no tenían ni lugar ni sentido en la escuela.

Esto ha ido cambiando, además de pedagogías que llevan décadas trabajando teniendo en cuenta la emoción, las neurociencias hoy en día ya demuestran desde este paradigma científico que no hay aprendizaje sin emoción.

Pero la cuestión en este artículo es si estamos pudiendo dimensionar lo que implica realmente el acompañamiento de las emociones más allá de los recursos o actividades específicas y si es lo mismo hablar sobre la emoción, que acompañarla cuando esta se presenta en la experiencia del /la niño.

Me centro en el ámbito escolar porque como psicóloga, además de asesorar y acompañar equipos y proyectos educativos, acompaño como terapeuta a niños y familias en momentos de dificultad o sufrimiento, y observo mucho cómo nuestras criaturas se van desarrollando y van construyendo su mundo afectivo-emocional-relacional entre la familia y la escuela como ámbitos en los cuales transcurre su vida cotidiana.

El cuento, un taller, un recurso o actividad específica sobre emociones: ¿es suficiente para brindar un acompañamiento emocional a los niños en las escuelas?

Observo que el mundo de las emociones es un mundo que nos moviliza como adultos.

A nosotros no nos educaron teniendo en cuenta nuestras emociones. En nuestra escolarización seguramente a muy pocas personas se nos preguntó cómo nos sentíamos con esto o con aquello dentro del ámbito escolar.

Entonces frente a este vacío de nuestra propia experiencia nos cogemos a herramientas externas que nos ayuden a tener mayor control del tema, que nos ayuden a lidiar con la angustia del “no saber qué hacer” con la emoción intensa de los niños.

De hecho, los adultos estamos habitualmente excesivamente preocupados por nuestro hacer con las criaturas, y muy poco ocupados en nuestro ser y estar con ellos, en nuestra actitud.

Tiempo atrás escribí un artículo al que puedes acceder aquí si te interesa el tema.

Respondiendo a la pregunta anteriormente enunciada, mi respuesta es no, no es suficiente que nombremos las emociones, que las identifiquemos con colores, con caras, con pegatinas, con peluches, con canciones… mi respuesta es que no es suficiente!

Pero ¿porqué no es suficiente “trabajar” sobre las emociones?

Porque el mundo emocional no lo podemos simplificar en un color, en una expresión facial o en una canción.

El mundo afectivo emocional es mucho más profundo, intenso y rico… y corremos el riesgo de que los niños pierdan (y con razón) el interés por el tema.

Si impartimos o “trabajamos” las emociones como si fueran contenidos meramente cognitivos o racionales y las sacamos de su contexto se convierten en algo sin afecto, sin vida, por lo tanto algo muy poco cercano a la experiencia de los niños pequeños que viven tan conectados con su presente.

A mi modo de ver El Monstruo de Colores no es un libro que se caracterice por emocionar a las criaturas, más bien es un libro que habla, que nombra, que clasifica las emociones… Y esto quiere decir que para algunos niños en momentos concretos será un recurso que les permitirá “ordenar” su mundo interno. Soy la primera que he utilizado y utilizo este cuento para dar metáforas a niños sobre su mundo interno intenso en momentos puntuales.

Es un libro precioso, que ofrece muchas metáforas para comprender y nombrar lo que nos sucede. Es una gran herramienta si la ponemos en el lugar de recurso, no de fin en sí mismo.

El problema es que las emociones pertenecen al mundo interno y al mundo relacional (inteligencias intra e interpersonal si pensamos en el paradigma de las inteligencias múltiples), no tanto a la esfera de la razón y el pensamiento.

Entonces sería interesante que los adultos que acompañemos a los niños podamos ofrecerles entornos ricos en experiencias relacionales y emocionales que les permitan crecer y desarrollarse en el lenguaje emocional y no tanto espacios para pensar o aprender aspectos cognitivos de éstas.

Cómo visualizamos este avance, este paso más allá de los recursos concretos:

. Comprendiendo que la emoción la tendremos que acompañar de forma transversal en la escuela y no en un sólo momento puntual del día o de la programación semanal.

. Acompañando la emoción cuando surge o se despliega espontáneamente en las experiencias internas o vinculares de los niños. Cuando un/a niño está triste, acompañaremos la tristeza. No en el taller del lunes a la mañana cuando propongamos hablar sobre esta emoción.

. Trabajando como adultos con nuestro mundo interno, con nuestras propias emociones, para ofrecer así un entorno relacional claro y rico en cuanto al lenguaje emocional, en cuanto a reconocer mis propias emociones y no proyectarlas en las criaturas.

. Observando cómo nosotros como adultos expresamos nuestras propias emociones con los niños, ayudándoles a ampliar su abanico de posibilidades de expresión, de conocimiento de sí mismos y de la otra persona cuando transita por diversos estados emocionales.

. Dejando los recursos, herramientas, propuestas para momentos en los que observemos que a la criatura le faltan imágenes, metáforas o palabras para expresar lo que sucede en su mundo interno, y no imponiendo estas imágenes, metáforas, formas o colores desde fuera.

. Nuestra palabra, nuestro recurso, nuestras metáforas, se las “prestamos” al /la niño cuando las suyas no le alcanzan para explicar su mundo interno o su experiencia, pero la intención es que éstas puedan surgir de él o ella, de su interior, a partir de estar en un entorno rico emocionalmente.

Una visión esperanzadora…

Acompañando desde hace tantos años los cambios que se están dando a nivel educativo y observando el gran movimiento que han generado tanto los proyectos privados de Educación Libre como posteriormente proyectos educativos públicos de referencia como Congrés Indians, El Martinet, Els Encants y otros … siento que vamos caminando a buen paso.

Cada escuela, cada proyecto, cada equipo a su ritmo, pero sí observo que entre todos vamos sintiendo la necesidad de llegar a fórmulas más amables con el mundo afectivo-emocional de las criaturas y también con nuestro propio mundo emocional como adultos.

Cada vez más se acercan escuelas en proceso de transformación que detectan que no sólo es necesario cambiar las aulas por ambientes, los libros por material que posibilite la experimentación… Detectan la necesidad de hacer un cambio en el sistema de actitudes a través del cual acompañamos a los niños como maestros, educadores.

Cada vez más los equipos identifican la necesidad de darle mayor profundidad a este cambio metodológico tan intenso que estamos viviendo en las escuelas y esto sí que implica que la educación está viva, en movimiento, repensándose e intentando llegar a cubrir las necesidades auténticas de la infancia.