Teatrito de Saló

Teatrito de Saló

A mediados de 1840 se construye en Motril el llamado Teatrito de Saló. La inauguración de este nuevo marco escénico no supuso una ruptura total y absoluta con su antecesor dado que ocasionalmente todavía continuaron programándose en él algunas obras lírico-dramáticas de renombre.

Fue una familia de rancio abolengo y bien arraigada en Motril, los Saló quienes erigen este teatro llevados por su desmedida afición a ese sugerente y atractivo mundo de las artes interpretativas. Precisamente uno de sus miembros, Enrique Saló, había debutado como tenor en algunas óperas de moda, aunque su éxito no llegó a traspasar el ámbito local. El teatro quedó emplazado edificio de la actual calle del teatro, concrétamente en la esquina que confluye en la calle Hernández Velasco y que por paradojas de la vida, todavía conserva al menos el nombre, a modo de reivindicación de la memoria histórica que en su día atesoró éste romántico salón.

Como todos los teatros, el de Saló, gozaba de abonos de temporada que permitían reservar las localidades en todas las funciones programadas. Por norma solía existir una entrada general que el precio oscilaba en torno a los cuatro reales, la misma cantidad que se fijaba para los asientos de lunetas, es decir, para los espacios centrales frente al escenario. Luego estaban los palcos y plateas que como lugares preeminentes y de lujo tenían asignadas unas cantidades cercanas a los treinta reales. En el teatrito de Saló se estrenó, en consonancia con los gustos imperantes de la época, el clásico drama romántico del Duque de Rivas “Don Álvaro o la fuerza del Sino”. La función estuvo a cargo de la renombrada compañía de Coronado, que incluía en sus papeles estelares a la primera actriz Lutgarda Pérez. La prolongada temporada teatral de estos actores en nuestra ciudad permitió contemplar entre otros, el exitoso melodrama “Los Perros del Monte de San Bernardo”, que dejó un grato sabor y regusto en el público motrileño.

El Teatro de Saló también fue elegido por las fuerzas vivas de Motril para homenajear al gran tenor motrileño Juan Pedro Castro y Ocete. Este aclamado representante del género lírico, triunfador en los más significativos escenarios nacionales, visitó la ciudad que lo vio nacer y allí ofreció antes a sus paisanos una memorable función de despedida. Agradeció por el trato y las reiteradas muestras de cariño, quiso devolver la diferencia en ese solemne acto fijado para la tarde del domingo, día 17 de febrero de 1867. Arias y romanzas de célebres operas como “ Don Pasquale”, “Aroldo”, “Elixir d’amore”o “due foscare” fueron declamadas por el t3enor ante el delirio de los espectadores que abarrotaban el patio completamente de butacas.

Años mas tarde, el Teatro de Saló cobrará mayor actividad si cabe en la vida cultural de la ciudad al ser concertado como sede para una recién creada sociedad artístico-literaria que será conocida en Motril con el nombre de “El Liceo”.