Diana Lobo es poeta y fotógrafa de Cali, Colombia, con formación en Licenciatura en Literatura de la Universidad del Valle y actualmente cursa una Maestría en Crítica y Difusión de las Artes en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) en Buenos Aires, Argentina. Ha obtenido diversos reconocimientos, como el primer puesto en el IX Concurso de Poesía Inédita de Cali 2014 con su poemario Expulsión del Mundo y el segundo puesto en el XIX Festival Internacional de Poesía Inédita Cali 2019 con Anomalías. Sus obras han sido publicadas en antologías como Palabras que Emigran (2015), Nueva Poesía Vallecaucana (2020) y Vórtice Lírico (2020), además de revistas como Monolito (México). En 2020 lanzó la antología de autor Anomalías con la editorial Seshat. Ha participado en diversos encuentros literarios a nivel nacional e internacional.
Cuando Diana Lobo reflexiona sobre la importancia de la escritura en su vida, menciona inmediatamente las múltiples formas que esta puede adoptar. Para ella, la escritura no se limita únicamente a las palabras, la poética o el lenguaje escrito, sino que también abarca otras maneras de expresión, como pintar, tomar fotografías y explorar diversas formas artísticas. Lobo describe su relación con la escritura como algo transitorio y versátil. En ciertos momentos, puede sumergirse profundamente en el acto de escribir, mientras que en otros períodos se encuentra explorando otras vías creativas. “La escritura ha sido una compañía en diferentes etapas de mi vida”, señala, refiriéndose a cómo esta ha estado presente en momentos cruciales, casi como una obsesión. Más allá del cliché de expresar emociones, Lobo ve en la escritura una herramienta para aferrarse al mundo, para conectarse con él y comprenderlo.
Para Diana, la escritura ha sido una amiga constante, aunque no siempre activa. Reconoce que no es alguien que escriba de forma diaria o sistemática, pero sabe que la creación siempre retorna, de una manera u otra. Esta relación libre y fluida con el arte y la escritura le permite encontrar en ella un refugio y un medio para integrarse a la vida.
“Escribir me hace sentir que puedo estar en el mundo, que puedo funcionar con las cosas y comprender lo que me rodea”, afirma Lobo. Esa conexión es, para ella, la esencia de la importancia de la escritura: su capacidad de acompañar, transformar y dar sentido a la experiencia humana.
Diana Lobo reflexiona sobre su recorrido en el mundo literario, que, según sus propias palabras, no ha sido un camino lineal. Aunque ha consolidado una trayectoria con varios reconocimientos, incluyendo participaciones en festivales y publicaciones en antologías, la poeta señala que aún se encuentra en un proceso constante de construcción. “Es curioso”, comenta, “porque, aunque en Cali hay quienes me reconocen como escritora y poeta, siento que todavía estoy buscando nuevos procesos de publicación”.
Lobo admite que ha optado por un camino literario más independiente, alejándose de los espacios oficiales de publicación. Esto, explica, responde a una necesidad personal y política: “Siempre me ha interesado escribir sobre la diversidad sexual y lo político, y esto a veces implica un cierto distanciamiento de los espacios tradicionales, que, no podemos negarlo, siguen siendo patriarcales y dominados mayoritariamente por hombres”. Sin embargo, resalta que este enfoque le ha permitido trazar un recorrido único, aunque reconoce que aún le falta mucho por explorar.
Cuando se le pregunta sobre su obsesión en la escritura, Diana Lobo lo tiene claro: “Creo que lo más importante es reconocer aquello que te moviliza, esa obsesión interna que te impulsa a escribir una y otra vez sobre ciertos temas, aunque parezca que se repiten”. Para la poeta, esta constante búsqueda es lo que permite tejer una línea propia, una voz autónoma como creadora. Además, comparte un consejo para quienes comienzan en el mundo literario: “La publicación puede ser una trampa. Muchas veces, los concursos y las expectativas externas condicionan lo que se espera de la escritura. Es importante priorizar esas obsesiones personales, trabajar con paciencia y entender que el arte no es inmediato. No se trata de escribir algo y volverse famoso al instante”. Lobo concluye la entrevista reafirmando su visión sobre la escritura: “Es un trayecto de toda la vida, un proceso vital. Las grandes plumas de la literatura no se forjan de un día para otro. La escritura es tiempo, paciencia y, sobre todo, autenticidad”.
Diana Lobo habla con entusiasmo sobre el movimiento cultural y poético que se ha fortalecido en Cali y el Valle del Cauca, regiones donde ha podido observar de cerca la evolución y efervescencia artística de las últimas décadas. Desde su perspectiva, se está viviendo una auténtica apertura para las voces femeninas, algo que considera profundamente significativo. “Es como si se hubiera abierto un dique que estuvo cerrado durante muchos años, incluso décadas. Ahora las voces de las mujeres están surgiendo con una fuerza y una diversidad que antes no habíamos visto”, señala. Lo que más le sorprende y celebra Lobo es la diversidad de propuestas que están surgiendo. “Veo mujeres por todos lados: publicando, organizando eventos, participando en recitales. Y no solo se trata de poesía o literatura, sino de un diálogo constante entre las artes. Estas creadoras pasan de la música a la escritura, de la poesía a las artes visuales, generando un cruce interdisciplinar que enriquece cada una de sus obras”, reflexiona.
Además, subraya que esta ola de creatividad no se limita a expresar las vivencias femeninas en un sentido tradicional. Según Lobo, estas nuevas voces no solo escriben desde su condición de mujeres, sino que lo hacen desde un lugar profundamente político, social e histórico. “Estas autoras están reflexionando sobre sus propias historias, sobre su entorno, pero también sobre aquellas mujeres que no tuvieron voz, aquellas que quedaron silenciadas en la historia familiar y colectiva. Es un trabajo de memoria precioso que está ayudando a reconstruirnos como sociedad”, afirma. Para Lobo, este fenómeno no solo refleja una apertura artística, sino también un cambio significativo en la forma en que las mujeres se ven y se piensan a sí mismas. “No se trata solo de narrarse, sino de mirarse desde múltiples perspectivas, de replantearse y deconstruirse como sujetas. Esto no solo enriquece la literatura, sino que también cuestiona y transforma las formas tradicionales de entender la identidad femenina”, explica.
Al recordar el pasado, Lobo reflexiona sobre cómo hace tan solo quince años era difícil encontrar este tipo de iniciativas lideradas por mujeres. “Era un panorama completamente diferente, más limitado, y muchas de nosotras no teníamos acceso a estos espacios ni posibilidades de crear comunidad. Hoy, en cambio, veo una proliferación de voces feministas y autoras que están creando desde un lugar colectivo y personal a la vez. Es algo maravilloso y necesario para el desarrollo del panorama literario”, destaca. obo celebra la riqueza de esta nueva generación de escritoras y creadoras, destacando no solo su talento, sino su capacidad para generar nuevas preguntas y caminos dentro del arte. “Es increíble ver cómo estas mujeres no se limitan a un solo género ni a una única perspectiva. Están dialogando con todas las artes y creando nuevas formas de entender el arte y la literatura. Este es un momento histórico para las mujeres en la escritura, y me siento profundamente agradecida de ser testigo de ello”, concluye.
El río de las Tumbas
Yo no sabía
sí aquello que bajaba
por el río Cauca
era una efigie natural,
o el cuerpo moribundo
de las ilusiones.
Yo no sabía
que ese animal inofensivo
picoteaba
y picoteaba
encima de nuestra historia.
Heráclito decía
que no es posible descender
dos veces por el mismo río.
No sabía,
que el río es diferente,
pero sus muertos
siempre son los mismos.
No importa
si tenía nombre, si tenía madre,
si tenía entre sus pertenencias
solo un número telefónico.
El río siempre trae de todos modos, un secreto.
Alguien que empuñó su mano,
y miró fijamente a los ojos
antes de apretar el gatillo.
Los pescadores cuentan
que todos los días caen desde lo alto
y que hay un lugar sagrado,
en el que desembocan todas las ilusiones.
Las familias esperan impacientes
su llegada,
las familias buscan una seña
que identifique sus ilusiones
desaparecidas.
Yo no sabía por ese entonces,
que el río,
podía ser
fosa
y
al mismo tiempo, alimento.
(El título Río de las Tumbas es un “plagio” de una película colombiana del año 1964 del director Julio Luzardo)
Los rotos
Me gustan las personas rotas,
son, sin excusa.
A sus almas vagas del tiempo,
se les reconoce en el rostro,
lo rotas,
lo partidas,
me gustan los rotos,
sobre todo los que en cada sitio dejan un trozo de sí mismos,
se rompen como cristal que no conoce del fin,
me gustan los invisibles que nadie ha invitado a sus fiestas,
los partidos por su vida, los que han recibido puñetazos,
los que siempre rompen sin prudencia.
Los que se rompen cuando ven a alguien morir,
y no pasan de largo como el montón,
me gustan porque se les nota en la cara;
la desfiguración,
la ruptura de la piel,
me gustan los rotos, los rompidos, los fracturados.
Metaficción III
Quisiera verte tendida
en ese lugar donde lo incierto reina,
desnuda,
solo si eso te libera de los compromisos
del pudor público.
Quiero verte mecer
entre aguas,
como animal bípedo.
Sos una pez beta,
lubina libre.
Encendés la madera
de mirarla.
Quién habría creído que
siglos atrás habrías
sido quemada por la hoguera.
Quisiera verte tendida
entre la noche que repite
voces de luciérnagas
y sapos cantores
Verte convertida en jaguar,
solitaria,
en está selva humana,
citadina.
Quémalo todo
y vuelve a crearlo.
Escribí un poema
que libere a las muertas.
La expulsión del paraíso
Tendríamos que deshacernos de la vestidura de los cuerpos,
los reproches del mundo;
tendríamos que regresar al paraíso
infinito,
y desprendernos del mundo y sus ecos ruidosos.
qué bueno sería deshacernos
y ser otra vez en el paraíso.
Abandonar ataduras
y lanzarnos a un vacío sensual,
como si el tiempo y su rutina
no carcomiera lo íntimo.
Tendríamos que volver a nacer,
ser color
ser cuerpo.
Tendríamos que ser otra vez
las expulsadas
de la memoria sagrada.
Tendríamos que ser ahora
las que comen de la manzana prohibida.
Y que el cielo siga tronando
y ese dios nos castigue,
por no acatar la regla.
Y si yo fuera Eva,
comería mil veces
de esa manzana,
y si fuera Lilith,
exigiría la expulsión del paraíso,
volvería a ser la bruja, la puta, la maldita,
y condenaría al mundo a su propio hoyo
de asco,
sus sacrificios;
y a todos sus infiernos artificiales.