Es aquella cuyo objetivo es el de mejorar las habilidades sociales y de comunicación del niño, esto se logra trabajando en el desarrollo de una inteligencia emocional y relacional, además se trata de apoyar académicamente, si hiciera falta, principalmente en las áreas de lecto-escritura y matemáticas.
Todo lo anterior funciona para conseguir que el niño sea capaz de desarrollar y construir una autoestima sana y adaptarlo a la etapa evolutiva en la que se sitúa.
Algunas de las señales personales que pueden indicar la necesidad de terapia son:
Bajo rendimiento escolar
Problemas de conducta, como rabietas, agresividad, ira en exceso, etc.
Problemas de lectura o lenguaje
Dificultad para mantener la atención con o sin hiperactividad
Conductas obsesivas y repetitivas
Timidez o problemas de relación social
Existen también factores externos, tales como:
Separaciones, divorcios y dificultades familiares
Proceso de duelo
Traumas infantiles
Bullying y acoso escolar
Cambios culturales
La gran diferencia de la terapia de adultos es que aquí se emplea como método principal el juego.
El juego: es el lenguaje de los niños, por lo que para que el niño sea capaz de aprender y comunicarse este es muy necesario. Además es muy útil para representar sus deseos, miedos, conflictos, problemas o preocupaciones.
También se hace uso de elementos como la colaboración de la familia, la cual utiliza la participación de la familia tanto como para mejorar la comunicación como para conocer los avances y recibir las indicaciones y actividades para que el niño pueda continuar reforzando en casa.