Pironio y Mar del Plata

Extractos de la carta pastoral del 26 de mayo de 1972,


Pienso que hoy la Iglesia –nacida fundamentalmente de la Pascua de Jesús– tiene que ser entre nosotros, aquí en Mar del Plata, “la Iglesia de la Pascua”. Es decir, la Iglesia que sólo proclama que Cristo murió y resucitó. Que sigue viviendo entre nosotros y peregrina con nosotros hacia el Padre.[...]Una Iglesia orante que, en la Liturgia, se hace fuente fecunda de apostolado y acción de gracias al Padre en la perfecta ofrenda de la Eucaristía (SC 10). Una Iglesia enviada al mundo, encarnada y sumergida en la historia, en diálogo salvador con todos los hombres, especialmente con los pobres, con los jóvenes, con los obreros, con los que sufren.


así como no habrá Iglesia Particular en Mar del Plata sin una comunión profunda con su Obispo– tampoco habrá Iglesia Particular si al Obispo lo dejan solo o si él intenta acaparar “toda la misión salvífica de la Iglesia” (LG 30). La responsabilidad es de todos. La Iglesia es Pueblo de Dios: sacerdotal, profético y real. Y en ella todos somos partícipes de una común dignidad cristiana, de una común vocación a la santidad, de una común responsabilidad apostólica.



Hoy quisiera comprometerlos a ustedes a que todos juntos hagamos de nuestra Diócesis una “Iglesia Pascual”. ¿Qué sería una Iglesia Pascual? tres características que me parecen esenciales y urgentes: una Iglesia Pascual es una Iglesia en esperanza, una Iglesia en comunión, una Iglesia en misión. Pero antes quisiera aclararles una cosa. Una Iglesia Pascual no es precisamente una Iglesia triunfalista. Al contrario, es la Iglesia de la cruz y la esperanza, de la muerte y la fecundidad, del anonadamiento y de la exaltación. Una Iglesia Pascual es esencialmente una Iglesia pobre. En otras palabras, una Iglesia Pascual es signo e instrumento del Señor Resucitado. Es decir, una manifestación cotidiana de Jesucristo


La esperanza cristiana es creación y compromiso. Por qué tenemos miedo? ¿Por qué decimos siempre que la Iglesia se quiebra o desmorona? ¿Por qué nos convertimos con frecuencia en lastimosos “profetas de calamidades”? No tengamos miedo. Es una hora difícil y crucificante, pero providencialmente rica y fecunda. Es hora de esperanza: de posibilidades inmensas, de dolor muy hondo, de fecundidad en la cruz. Yo quisiera iluminar siempre nuestra Iglesia Particular de Mar del Plata con la serena luz de una esperanza pascual.


una Iglesia “encarnada” en su medio como “sacramento universal de salvación” (LG 48). Una Iglesia que les habla a los hombres de Mar del Plata en su lenguaje propio. Pero que sólo les cuenta lo siguiente: las maravillas de Dios y las exigencias del Evangelio. Lo cual, por supuesto, tiene dimensiones muy concretas: dignidad del hombre, libertad, justicia, paz, amor. El Evangelio tiene –por intrínseca esencia religiosa– reclamos muy humanos.



Homilía de la toma de posesión


Les deseo de corazón estas tres cosas: paz, alegría, esperanza. Se las deseo a todos ustedes que ya “son mí alegría y mi corona (Flp 4, 1).

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Yo quisiera que esta Iglesia Particular de Mar del Plata fuera de veras la Iglesia de la Pascua: Iglesia de cruz y de esperanza, de donación y de servicio, de testimonio y Profecía, de salvadora comunión en el Espíritu.

Por eso la ponemos bajo el signo del acontecimiento de Pentecostés. Y que sea de veras la Iglesia del Señor Resucitado: que no se apoye en los bienes materiales ni en los poderes temporales ni en el talento humano de sus pastores. Que transparente de veras al Señor, sea una auténtica comunidad de hermanos y se inserte cotidianamente en el mundo como fermento y levadura de Dios.