ESCRITOS I

EN LA PATAGONIA


LA LLEGADA AL BOLSON


...El Bolsón. Cálida luz en medio de las montañas patagónicas, un valle de gracias y sonrisas de jóvenes con rostros radiantes y rosados, rostros de manzanas frescas y andar despreocupado. El valle –con ondulaciones–continuaba hasta el lago Puelo, partido por un brazo de agua con el apropiado nombre de río Azul, pues azul es allí el color de la vida.

Un siglo atrás, ese valle, habitado por ovejas y vacas, con cerros cubiertos de rosa mosqueta, zarza mora y sauco, fue cediendo terreno a granjas de fruta fina, o sea, frambuesas, frutillas, boisenberries y cerezas. Un valle que, por la inmigración de todo Argentina y del exterior, se fue poblando de casas y edificios con techos a dos aguas para hacer frente a la nieve y a la lluvia de largos inviernos.

El pueblo poseías un boulevard central que corría de norte a sur, con buena cantidad de rosales. Su nombre, conforme con la antigua costumbre de engrandecer al machismo militar, no podía llamarse de otra manera que Avenida San Martín, el considerado héroe máximo de la nación Argentina. Nada extraño en un país que no honraba a aquellos como Belgrano o Mariano Moreno, que supieron crear una conciencia local, cuando España, cayó bajo el poder napoleónico; y el territorio era una pobre colonia ambicionada por ingleses y franceses. Menos se pensó en un Sarmiento, el gran educador, o una mujer: Alicia Moreau de Justo, todos luchadores por la argentinidad. Pero ¿quién está consciente de la invisible conciencia?

Charlie y Carina llegaron a ese pueblo patagónico semidormidos,

ilusionados y con el nombre de una mujer anotado en una servilleta de

papel, quien les podía alquilar una cabañita de madera. Su nombre era María Magda y sabían que vivía en Villa Turismo. Los datos eran pobres y, para su sorpresa, el pueblo no era nada pequeño. Consultaron en la terminal de ómnibus. La joven que vendía boletos les dijo que tenía una vaga idea de quién podía ser, pero era mejor que fueran a la oficina de Correos y consultaran allí.

A ambos les llamó la atención la cara rara que puso el empleada. Con ojos de lechuza, girando sus cuellos en todas direcciones, se dirigieron al Correo. Sus rostros semejaban la de dos niños abriendo regalos en Día de Reyes. No ignoraban detalle, ni exclamaciones.

–Mirá esa montaña, parece un largo serrucho y aquellas del otro

lado tienen algo de nieve –comentó Charlie.

–Fijate la cantidad de rosales y la variedad de colores en la calle.

–Fue la respuesta de Carina.

–¡Esto es una maravilla! –exclamó Charlie–. ¡Parece otro país!

Llegaron al amarillento edificio de Correos, sobre la avenida San

Martín, donde una empleada les explicó cómo llegar hasta la casa de la famosa María Magda.. .



Del libro:" Bajo el Etereo Arcoiris del Pi-Holismo" © Pietro Grieco