Introducción

Uno de los resultados de la despoblación y arraigo del sistema patriarcal en el medio rural, es el elevado nivel de masculinización, lo que en la práctica se traduce en escasas oportunidades para las mujeres en el acceso al empleo, el reparto y la propiedad de las tierras, el acceso a los puestos de responsabilidad y de la toma de decisiones., etc. Las mujeres continúan relegadas a la esfera privada y el trabajo de cuidados y su participación en la esfera pública sigue estando, en muchas ocasiones, en un segundo plano. Este contexto da lugar a que las mujeres de los pueblos sufran una doble discriminación: por su condición de mujeres y por ser habitantes del medio rural. La discriminación y falta de oportunidades de las mujeres rurales se incrementa para aquellas mujeres que presentan condiciones de mayor vulnerabilidad (mujeres migrantes, mujeres gitanas, mujeres con diversidad funcional, etc.)

Por otro lado, la desigualdad de género persistente en el medio rural genera el caldo de cultivo potenciador de la violencia de género en estos territorios. Según el Estudio “Mujeres víctimas de Violencia de Género en el Medio Rural”, publicado en el año 2020 por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, un 61,35% de las mujeres encuestadas eran conocedoras de casos de violencia de género en el medio rural. Los datos sociodemográficos de este estudio confirman que las mujeres víctimas de violencia de género del medio rural conviven con factores de riesgo y situaciones de vulnerabilidad comunes: viven en general en entornos donde son habituales los modelos patriarcales y las creencias sexistas y discriminatorias de género.