Leónidas Lamborghini

Quevedo frente al espejo

—Mírate de boludo

en el espejo; bolas tristes, bolas

del que no pudo o pudo

pero no quiso; a solas,

míratelas son, sí, tus tristes bolas.


Te pesa, son pesadas,

con un pensamiento que da muerte

y no vida; allí, colgadas,

como tu mala suerte

que abominas, como abominas verte.


No escupas al espejo

sin embargo; y síguete mirando

en tus bolas, añejo:

ya no recuerdas cuando

un día fueron felices, desovando.


Míralas sin gemidos,

sin pena, sin dolor, con una risa:

tan plenas han sido

alguna vez, desliza

al menos una mueca si agonizan.


Flácidas, agrietadas,

un bulto innecesario que te inclina

a huir hacia la Nada,

esperma que declina

como, sin pausa, tu país en ruinas.