Esa noche volvió a soñar que sus padres caminaban por un campo de cebollas y que Nívea iba sin cabeza, de modo que así supo todo lo ocurrido sin necesidad de leerlo en el periódico ni de escucharlo por la radio. Despertó muy excitada y pidió a Férula que la ayudara a vestirse, porque debía salir en busca de la cabeza de su madre.
Isbel Allende: La casa de los espíritus