“Mi marido y yo nos sentimos renovados y animados. Rezamos juntos en familia todos los días para superar muchas luchas"
-Sra. Gantirung Reang, Parroquia de San Pablo, Kumarghat, NE de la India.
"Gracias por enseñar a los alumnos del colegio a rezar el Rosario en sus casas cada día. Ahora, por las tardes, puedo oír a las familias vecinas rezar también el Rosario"
-Fathima Mynsong, Parroquia del Buen Pastor.
"Hemos organizado sesiones del rezo del Rosario en línea y compartido testimonios inspiradores de personas cuyas vidas han sido tocadas por el milagro de nuestra Madre María" -Bangladesh Center
"Nuestros programas han inspirado a muchas familias a vivir en paz y construir hogares 'felices, sanos y santos'. Los participantes han encontrado respuestas a sus crisis y sienten que el rezo del Rosario es una fuente de paz en sus familias."-Centro en Bangladesh
"¡Ahora puedo atestiguar con certeza que fue Dios quien me dirigió a este lugar! Nunca había pensado, ni siquiera por un solo día, que necesitaría ayuda de... personas como ustedes. Debo confesar que he sido una persona orgullosa. Pero Dios me hizo humilde porque todas las personas que yo creía que podían reconciliarme con mi marido o al menos ofrecerme una solución legal, trabajaron en vano. En cada intento, chocaban contra una dura roca. Una vez, llena de lágrimas, decidí compartir lo que estaba pasando con una amiga mía, la Sra. Suzan de Wanyange. Entonces ella me preguntó si estaría dispuesta a venir y compartir con los miembros de Holy Cross Family Ministries. Al principio, dudé porque todos los que creía que podían ayudarme ya habían fracasado. Además, conociendo a la persona con la que estaba tratando, no creí que iba a aceptar venir aquí o incluso escuchar a alguien en quien no confiaba. Mi otro temor era que pensara que le estaba contando a todo el mundo nuestros problemas, por lo que temía que solo empeoraría las cosas. Pero cuando la Sra. Suzan insistió y me pidió que lo intentara, decidí venir.
Para abreviar, cuando llegué y compartí mi experiencia con las personas asignadas para acompañarme, la forma en que me hablaron cambió mi actitud de repente. Lo mismo le ocurrió a mi marido cuando lo invitaron a la oficina del ministerio el se mostró muy abierto, y esta apertura por parte de ambos -que nunca había ocurrido antes- condujo a nuestra reconciliación, que nunca creí posible. Dios es grande. No hay nada que Él no pueda hacer, ¡absolutamente nada! Mi marido incluso me confesó que esto era cosa hecha; ya había conseguido otra esposa y le había alquilado una casa en Busia, en la frontera».
-Sra. Waipa, Parroquia de Bugembe