Hacé click en la imagen para leer el cuento de Pablo De Santis

Lo que nos inspiró...

A partir de este cuento hicimos nuestras historias

El mundo inesperado

por Inés Alderete

El hombre que durante días inundó los periódicos con su noticia, aquel accidente que sufrió mientras su paseo se vio interrumpido por un bocinazo y una ruidosa frenada, subió al ascensor que la vida misma lo condujo. El ascensorista con el que se encontró allí fue la persona a la que le contó los momentos más emocionantes de su vida.

Cuando llegaron hasta el último piso y salió de aquella jaula metálica, se chocó con algo que jamás imaginó: una paz que nunca iba a tener en la tierra, dejó los miedos atrás y enfrentó una nueva vida.

La sorpresa

por Ciro Colombo

Entró en el ascensor. Una gota caía de su frente. El temor, la adrenalina invadían su mente, mientras tanto los pisos aumentaban junto con los nervios.

El ascensorista le preguntó: “¿estás preparado?” Él, con todo lo que corría por su cuerpo, le respondió con un suspiro: “no lo sé, pero lo quiero probar”.

Pasaba el tiempo y se acercaban más al último piso, lugar donde descendería. Sentía mucho calor. De repente llegaron. El joven se retiró del ascensor y caminó solo hasta el borde más alto, sintió el viento traspasar su piel. Tomó coraje y se deslizó por el tobogán a la piscina. Fue la mejor fiesta a la que asistió en su vida.

Detrás de la puerta

por Lautaro Depetriz

No recuerdo cuándo un niño de 10 años subió a un ascensor. Tampoco recuerdo si se trataba de un hotel o no. Sí sé que estaba exhausto y le pidió al ascensorista que por favor lo llevara a su destino, sea cual sea. Quien me contó esta historia me dijo que le preguntó:

- ¿Cómo te llamas?

- Me llamo Tomás, pero me dicen Tom

El ascensorista le dio un consejo:

- Cuando lleguemos al último piso toca la última puerta de color amarillo.

Ya olvidé cuánto tiempo tardaron en llegar, pero hay algo que no puedo sacar de mi recuerdo: el trabajador, antes de que el niño bajara, le pidió que le dejara un recuerdo. Él accedió y le dijo algo así como:

- Esta canica fue la que me hizo ahogar y llegue hasta aquí.

¿Hasta qué piso?

por Alan Domínguez

Un hombre cargado de tanto peso caminó por la vereda. A su izquierda, vio una puerta de madera que decía: “Ascensor”. Esto le llamó la atención y curioso tocó el botón rojo y parpadeante para llamarlo.

Cuando el elevador abrió sus puertas, mostró en su interior a otro hombre con cientos de arrugas que tuvo el aspecto de ser el encargado de manejarlo. El curioso que presionó el botón quedó asombrado y sin pensarlo preguntó:

- ¿Hasta qué piso llega este ascensor?,

-No se sabe, se cree que es infinito.

Perturbado dio un paso adentro del ascensor y afirmó:

-Entonces lléveme al piso que más le guste.

-Bueno, si usted lo dice…

Luego de varios minutos, el ascensor se detuvo y el hombre le preguntó al ascensorista:

- ¿Ya llegamos?

-Emmm…. - con un aire de misterio respondió.

En ese momento se cortó la luz, pasaron pocos segundos hasta que la oscuridad terminó: el ascensorista ya no estuvo más, pero apareció una mujer. Ella saltó para atacar al hombre y nuevamente la luz se apagó.

El elevador se empezó a mover y de pronto se abrieron las puertas: allí estaba otra vez la vereda por la que iba caminando antes de subir a ese espacio maldito.

Abrió sus ojos y se levantó.




Ilusiones en el ascensor

por Federico Escudero

Subí al ascensor y me recibió un ascensorista muy amablemente. Me dijo lo siguiente:

-¿A que piso va usted, querido?

Y le respondí

-Voy al último piso.

Nos quedamos un buen rato en silencio sin decir una palabra. La situación era un tanto incómoda. No me podía quedar callado sin decir nada y entonces le pregunté:

-¿Le gusta trabajar en esto?

Y él me respondió:

Si, no la paso mal. Hablo con las personas y así mato el tiempo.

Empecé a ver una niebla que se esparcía más y más. Escuché ruidos y golpes como si el ascensor se estuviera cayendo. Yo, confundido, me caí al suelo, me golpeé fuertemente la cabeza y me desmayé.

Al despertar encontré una nota en el suelo que decía: “para llegar a tu destino abrí la puerta metálica que se encuentra en frente tuyo”.

Yo tan obediente fui y abrí la puerta y entonces…

Casa nueva, vida nueva

por Matías Garro

Había una vez un ascensorista que transporta personas. Un día subió un pasajero viejo con la ropa rotosa, petiso y de mirada profunda, el ascensorista le preguntó sorprendido:

- ¿¡A donde va caballero!?

- A mi casa - dijo el hombrecito sin mirarlo.

- ¿Cómo a su casa?

- ¡Sí! mi nueva casa que está en el último piso.

- Ahora entiendo, con gusto lo llevo - respondió el ascensorista, quien le pidió que le contara su día, alguna anécdota interesante o cualquier noticia para evitar el silencio incómodo que había en el lugar.

- Con gusto le cuento - dijo animadamente el pasajero. Se sacó el sombrero que traía, se acomodó ligeramente el cabello y se apoyó contra la pared metálica del ascensor. - Hace poco menos de tres años tuve un accidente, algo terrible. Los diarios y noticieros durante días expusieron mi foto y hablaron de mi situación. Desde entonces no puedo estar tranquilo, voy de aquí para allá. Y adivine qué…

El ascensorista movió la cabeza para que continuara con la historia.

- Hoy encontraron al culpable, por fin puedo estar en paz...Pero, ¿por qué piso iremos?

- Como llegando al cielo - bromeó el ascensorista.

- Por fin encuentro quién me traslade de la tierra al cielo.

- ¿Quién?

- Pues usted.

El gato y el ratón

por Soledad Gutiérrez

En un edificio oscuro y amplio se perseguían por las escaleras y los pasillos una gata y un ratón. Durante una noche, este último decidió subir al ascensor para alejarse de su enemiga. El roedor se preguntó a dónde lo llevaría ese ascensor y una vez que llegó al lugar más conveniente para vivir tranquilo extrañó algo: correr desesperadamente para proteger su vida.

Lejos uno de otro, la gata lamentó que cada vez que ella se acercaba al ratón él pensara que se lo iba a comer, cuando en realidad solo buscaba conocerlo de cerca y confesarle su secreto: lo amaba profundamente.

El loco ascensorista

por Sofía Herrera

Todo comenzó de niño.

Él era temeroso y solía vivir en un edificio muy alto que le gustaba mucho porque le fascinaba subir por el ascensor a cualquier hora. Cada vez que estaba mal o tenía miedo salía corriendo de su departamento y sólo se calmaba subiendo y bajando pisos en aquella jaula metálica.

Así fueron pasando los años y cada vez más tiempo pasaba encerrado en el ascensor, era un lugar especial para él. Todas las personas se habían acostumbrado a verlo en ese estrecho lugar y muchos de los vecinos que lo conocían lo llamaban “el loco ascensorista”.

A él no le importaba lo que la gente murmuraba o creía sobre su pasión, tenía una historia extraña que lo había enloquecido: su padre, el dueño de un viejísimo edificio, apareció muerto dentro del ascensor en el último piso. El hijo, al recordar esa historia, se encerraba en ese pequeño mundo gris hasta que el destino lo atrapó y no lo dejó escapar.

Hasta el día de hoy el ascensor recorre todos los pisos, pero nadie se anima a subir hasta lo más alto; aún no le encuentran explicación a lo que le sucedió a aquellos hombres.



Las escaleras

por Mauro Juárez

Un hombre entró por la puerta de una antigua cripta con un hueco en el hemisferio derecho de su cráneo. Dentro del sitio, encontró a un desconocido que lo invitó a bajar las escaleras que se encontraban detrás de un velo rojo. La persona aceptó y empezó a bajarlas precavidamente.

Luego de unos minutos, el señor le preguntó al extraño qué hacía en ese lugar. Él le respondió que se quedaba en la puerta de la cripta para invitar a las personas a descender. El individuo se preguntó por qué no se terminaban nunca las escaleras, a lo cual el misterioso personaje le respondió: “recordá cómo llegaste aquí, mirá tu mano derecha”. De manera temerosa, el visitante observó y encontró un arma sin balas, sacudió su cabeza con fuerza y un casquillo rebotó en el piso.

Con un arma en la mano derecha y un casquillo en la izquierda continuó su descenso para encontrarse.



El ascensor de la Muerte

por Mateo Llorente

El señor sacó de su bolsillo un reloj de oro muy valioso y se lo dio. El hombre no entendió por qué, pero se sintió muy bien al dejarlo.

- Llegamos - dijo el ascensorista.

El señor, al salir del ascensor, sintió que se le fue la fiebre y se dirigió a unas puertas doradas ya que no había otro lugar al que ir. Cuando su mano tocó el picaporte la alarma sonó.

El hombre era viejo y pálido como si tuviera fiebre. Se encontraba en un lugar todo blanco que parecía no tener final. De repente, vio un ascensor y fue hacia él.

Casi sin darse cuenta, el ascensor se abrió y entró. Quiso ir al último piso, pero el botón no funcionó. De pronto, una persona vestida de negro salió de una sombra, apretó el botón y el ascensor empezó a moverse.

- ¿Quién es usted? - preguntó el hombre.

- Soy el ascensorista - le dijo

Pasó un tiempo, el hombre se aburrió y decidió preguntarle:

- ¿Hace mucho que trabaja aquí?

- Más tiempo del que imagina.

- ¿Es aburrido?

- Un poco, veo muchas personas - misteriosamente le preguntó - ¿Tiene algo que ya no quiera?

El señor sacó de su bolsillo un reloj de oro muy valioso y se lo dio. Él no entendió por qué, pero se sintió muy bien al dejarlo.

- Llegamos - dijo el ascensorista.

El viejo, al salir del ascensor, sintió que se le fue la fiebre y se dirigió a unas puertas doradas ya que no había otro lugar al que ir. Cuando su mano tocó el picaporte la alarma sonó.





Una nueva vida

por Carla Mentesana

El día que las nubes bajaron hasta la tierra e inundaron la ciudad, dos hermanos que no superaban los 7 años de edad subieron a un ascensor viejo, oxidado y muy ruidoso. Quien los recibió, la ascensorista, les comentó:

- Niños están por llegar a un bello lugar donde no hay odio ni maldad.

- Será lindo, pero extrañaremos mucho a nuestra familia - respondió el mayor.

- No se preocupen ¿Qué recuerdan de ella?

- Solo momentos de alegría, viajes, fiestas...

La niña dijo:

- Yo solo recuerdo estar en el hospital, de allí nada más.

- ¿Recuerdan a sus padres?

Ellos no respondieron y se miraron desconcertados. Entonces la ascensorista les dijo:

- Ellos se encuentran bien y están en el lugar al que ustedes se dirigen.

Emocionados, el mayor expresó:

- ¡Qué lindo! pero ¿cómo haremos para encontrarlos?

Ella respondió:

- No teman, les afirmo que allí todo se encuentra.





El mundo del amor y la paz

por Aldana Oviedo

Un hombre con su perro subió a un ascensor, allí se encontró con el ascensorista, un hombre de apariencia amigable.

-Hola - le dijo al caballero.

En su voz se notaba el cansancio, pero aun así continuó con la conversación.

-¡Qué lindo es tu perrito! - dijo quien manejaba el ascensor mientras le rascaba la cabeza al animal.

-Sí, suele estar alegre, pero ahora está...triste - dijo el hombre desconcertado.

-No te preocupes, todos los animales que vienen aquí están tristes - le contestó él.

Un silencio llenó el ascensor durante unos segundos, entonces se atrevió a preguntar:

-¿Es lindo allá arriba?

-No lo sé, nunca crucé las puertas… pero se dice que sí - respondió - hasta el momento nadie ha decidido regresar.

El ascensor se detuvo, por fin habían llegado. El pasajero y su mascota descendieron y cruzaron una enorme puerta de bronce.





El ascensorista

por Oriana Perrier

Aquella tarde las hojas descoloridas de otoño hacían juego con el teclado del viejo ascensor. En este momento, un hombre subió al elevador. Anciano ya el ascensorista y, con su desteñido uniforme, le consultó al pasajero a qué piso lo llevaba, aun sabiendo su destino.

El hombre respondió: “al último, por favor” . El ascensorista intento abrir el diálogo: “lindo día, ¿no es cierto?”. El pasajero respondió con amabilidad: “sí… aunque los hubo mejores, pero es lo que hay”.

Una vez llegado a destino se tomó el atrevimiento y sonrojado le consultó: “¿tendría algún recuerdo para dejarme?”. Aquel caballero sonrientemente hurgó en su bolsillo y le dejó un billete de un dólar junto con una foto de la selección argentina campeona del mundial ´78.



Al más allá

por Candelaria Rapacchi

La mujer desanimada y con miedo subió al ascensor. Cuando llegó al final del recorrido descendió en medio de una penumbra que la espantaba. Vio un precipicio oscuro y decidió dejar el miedo que la invadía atrás. Se arrojó a la nada y tuvo un sentimiento raro, entonces abrió los ojos y estaba… ¿rebotando?



Story Trailer del cuento Último piso


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