Disipan el temor a una crisis mundial

A más de 10 años de la Gran Recesión, los analistas contemplan lejana la idea de una nueva crisis de tal magnitud, pese a la situación comercial entre Estados Unidos y China. ¿Qué tan diferente es el panorama en la actualidad respecto a 2008?

Foto: ElSemanario.com
José Luis López
21 de febrero de 2019

La economía global es tan frágil, que en un determinado momento se tienen expectativas catastróficas a causa de las tensiones que puedan tener las dos naciones más influyentes, China y Estados Unidos, provocando aumentos progresivos en las tasas de interés de los Bancos Centrales de todo el mundo, pero en otro lapso de tiempo se indica que las condiciones globales se encuentran mejor, debido a que el presidente Trump no ha twiteado nada negativo contra su mayor rival comercial, porque se descarta un segundo cierre de gobierno por desacuerdos en el Congreso estadounidense y porque la tasa de interés de la Fed no subiría, de modo que los mercados se encuentran tranquilos.

Natixis, banco de inversión francés, señala que el temor de una recesión a nivel mundial se está diluyendo por una mejora en las conversaciones comerciales entre los Estados Unidos y China, a la par de que el plan de la Reserva Federal (Fed) es no incrementar la tasa de interés en los próximos meses. El beneficio será, por un lado, evitar una guerra comercial entre estas potencias económicas y, en cambio, atraer las inversiones y el comercio entre ambos países para otorgar a los consumidores productos a precios más competitivos; a su vez, dado que se proyecta que el crecimiento y la inflación de Estados Unidos se mantengan constantes, la Fed no tendría incentivos para aumentar su tasa de interés, logrando que la deuda de los países y las empresas tampoco incremente.

Sin embargo, hay que tener en vista que han pasado poco más de 10 años desde que ocurrió la Gran Recesión, durante 2008, y que al tomar en cuenta a los ciclos económicos, podemos considerar que la economía global está en un periodo de auge, en el que el crecimiento de Wall Street durante más de nueve años ha sido constante y es el periodo de mayor desarrollo en 200 años para dicho distrito financiero al tener un alza de 325% acumulado de 2008 a 2018; en paralelo, también hay que considerar que hay tasas de interés elevadas e incentivos fiscales a las empresas, por lo que las firmas se encuentran en un gran momento. Posteriormente, cuando concluya el periodo de auge, lo que se espera es una etapa de decadencia, en la que se existirá una inevitable caída y la quiebra de empresas, pérdida de empleos y reducción del consumo, contagiando a los demás sectores de la sociedad, como se señala en La crisis que se avecina.

Los expertos dicen que no existen las condiciones para que una crisis a nivel mundial exista en el corto plazo, pues el crecimiento de las naciones desarrolladas y en vías de desarrollo es constante, los aranceles que podría imponer Trump no han asustado a los mercados, las tensiones entre China y Estados Unidos se han relajado, la inflación no ha sido un problema en los últimos años, las empresas tienen pocas restricciones a los negocios y los bancos centrales tienen un buen margen de maniobra en el momento en que estos índices resulten negativos.

Por tanto, se niega que una crisis mundial se acerque, porque se asegura que no existe la suficiente evidencia ni tensiones para que este fenómeno se presente. Pero estas opiniones no son muy distintas a las que existían en los meses previos a la crisis que inició en octubre de 2008 y no se reconocía la problemática en el mercado inmobiliario, que fue la que la generó. En meses cercanos, los analistas no encuentran atemorizantes los efectos de un aumento en los conflictos comerciales, porque Donald Trump ha puesto su atención en otros temas, aunque la realidad es que su gobierno analiza activamente la aplicación de aranceles de hasta 25%, que incluirían a naciones como Japón, Alemania, Corea, Inglaterra, Italia y Suecia de forma directa.

Pese a lo anterior, hay que recordar que estamos en una época de fragilidad en la economía, en parte por la inestabilidad y los impulsos de algunos jefes de Estado, que con una simple declaración pondrían a la economía a temblar.