La crisis que se avecina

En este 2018 se cumplen 10 años desde la Gran Recesión y, aunque gobiernos y empresas mantienen expectativas de crecimiento económico, lo cierto es que la siguiente crisis está próxima y las señales ya están presentes.

José Luis López
25 de agosto de 2018

En octubre de 2008 se marcó el inicio de la Gran Recesión, llamada así por la dimensión de la crisis y que incluso ha sido equiparable a la Gran Depresión de 1929, ambas con inicio en Estados Unidos. Esta crisis comenzó por la explosión de la burbuja inmobiliaria, en septiembre, con la quiebra de Lehman Brothers, dejando centenares de secuelas en todo el mundo por la cercanía de los mercados globales, sumiendo a millones en el desempleo, el despojo de lo que habían sido sus hogares y la incertidumbre sobre el futuro, mientras que algunos gobiernos y empresas tuvieron mayores problemas para saldar sus deudas.

La política monetaria que emprendió el banco central de Estados Unidos, la Reserva Federal, para intentar solucionar la crisis y la búsqueda de la reactivación comenzó con una reducción sustancial a su tasa de interés, promoviendo un menor costo financiero para el crédito, buscando que las inversiones crecieran, el dinero comenzara a circular en la economía y que las personas obtuvieran empleo, para incrementar el consumo y el bienestar, manteniendo esta política por varios años.

Ha pasado casi una década desde estos sucesos, periodo en el cual algunos sectores han resurgido más fuertes de lo que solían hacer, como Wall Street, con poco más de nueve años en crecimiento constante, el periodo de mayor desarrollo en 200 años y con un alza de 325% acumulado durante el periodo, lo que representa que la economía estadounidense está en un periodo de crecimiento y que ha superado los efectos de la gran recesión, debiéndose a diversos factores, como la ya mencionada política monetaria de bajas tasas de interés, el desempleo a niveles aceptables (promoviendo que tanto salarios como inflación se mantengan bajos), la confianza en los mercados y recientemente en los incentivos fiscales para las empresas que ha motivado el gobierno estadounidense, manteniendo expectativas positivas y prometiendo estabilidad en el resto del mundo.

Sin embargo, es aquí donde terminan las buenas noticias, pues las condiciones favorables han comenzado a cambiar. El primer signo de precaución está dado por el nivel de desempleo, que se encuentra en sus niveles más bajos y cerca del pleno empleo, lo que presiona al alza el consumo y, por ende, a la inflación; el siguiente pasó lo ha tomado la Reserva Federal, que para reducir la posibilidad de una inflación fuera de los niveles esperados, ha aumentado su tasa de interés a 2%, comenzando a desincentivar a las inversiones e incrementando el ahorro, además de encarecer las deudas y disminuir la dinámica de la economía en expansión; en tanto, las empresas y los gobiernos verán que sus deudas crecen y que resulta más complicado cumplir con sus obligaciones financieras; finalmente, la política fiscal del presidente Trump, caracterizada por los incentivos positivos a las empresas, no tendrá efectos duraderos, pues algunos modelos macroeconómicos señalan que será entre 2020 y 2022 que el impulso económico por los impuestos bajos se terminen. Es en estos años donde la política monetaria y fiscal deberían coordinarse para una desaceleración del crecimiento de la economía calculada, o que pase lo opuesto y que no haya forma de detener una crisis, como la de 2008.

Ahora bien, ¿por qué es ahora que se comienza a retomar la idea de una crisis? Por el concepto del ciclo económico, que marca la pauta de una economía y que señala los momentos de auge, crisis, depresión, recuperación y nuevamente el auge. De tal forma, cuando se está en el punto más alto, en la cresta de la curva, lo siguiente es caer y cuanto más alto se encuentra, peor es la caída, añadiendo que este ciclo ya ha resultado demasiado largo.

Hay quienes señalan, incluso los más optimistas en Wall Street, que la crisis no va a esperar al 2020 o después, sino que podrá estar presente en los meses por venir. La crisis tendrá consecuencias para todos, no solo para los que se han hecho aún más millonarios en esta década dorada para el mercado bursátil, sino para aquellas familias que nunca vieron que este boom positivo tuviera algún beneficio a sus cuentas bancarias o que no han podido recuperar sus hogares luego de 2008.

No puede predecirse cuando ocurrirá ni qué sector sea el primer afectado, pero mientras esto no ocurra, todos podemos estar relativamente tranquilos.