Una extraña expresión que evoca sensaciones encontradas, al conjugar la alentadora motivación de la palabra tecnológica con la inusitada y desconcertante disrupción. Pero, en cierto modo, es así la disrupción tecnológica: una situación que rompe los esquemas de lo establecido con un alegato de originalidad innovadora que perturba y cambia el devenir del desarrollo humano reorientando el impulso de la creatividad a una nueva dirección.
La irrupción de una tecnología que, inevitablemente, abre un nuevo camino entre la monotonía de la tecnología dominante. Que reconduce la investigación y el desarrollo hacia caminos no explorados que desembocan en la aparición de nuevos productos y servicios.
Este término, Disrupción se utilizaba normalmente en el ámbito económico para definir un hecho que cambia las reglas del juego del mercado y afecta directamente a la sociedad en completo. Sin embargo, comienza a relacionarse directamente con la tecnología cuando en 1997 Clayton M. Christensen, profesor del Harvard Business School Press publica su artículo “The Innovator’s Dilemma” y cómo “Cuando las nuevas tecnologías hacen que las grandes empresas fracasen” donde un producto novedoso, o una tecnología emergente, puede trastocar a toda una industria asentada y dominante. Donde empresas emergentes, que desarrollan tecnologías emergentes, acaban convirtiéndose en líderes y expulsando del mercado a otras que ya fueron dominantes y bien asentadas al no adaptarse e innovar.
De ahí lo de disrupción, en cuanto al sentido de rotura o interrupción brusca del mercado. Un cambio en las reglas del juego.
A colación de esto último, hay que recordar también el concepto de “Destrucción creativa” del austriaco Joseph Schumpeter, para describir sus teorías sobre la manera en la que el emprendimiento funciona como estímulo al sistema capitalista.
Un ejemplo bastante actual del proceso que definía Clayton M. Christensen podríamos encontrarlo en la irrupción de una empresa emergente con una tecnología propia, que revolucionó el mercado de los automóviles: Tesla. La evolución que ha tenido esta compañía desde su fundación, en 2003, como Tesla Motors, para el desarrollo de automóviles que no dependen de combustibles fósiles, ha sido espectacular.
En efecto, Tesla Motors supuso una disrupción tecnológica en el mercado de los automóviles eléctricos, cuando en aquel entonces la propia General Motors acababa de retirar del mercado y destruir todos sus modelos EV1. Con un mercado que agotaba la vía del motor eléctrico, surge Tesla y se convierte rápidamente en un referente que impulsa la tecnología de almacenamiento y propulsión eléctrica.
En 2010 sale a la bolsa Tesla Inc. a un precio de cotización de 17 USD, y 7 años después alcanza una cotización en Nasdaq de 361 USD, con una capitalización bursátil superior a Ford Motor Company.
Pero, tal como comentaba Clayton M. Christensen en su artículo, la consolidación en el mercado como empresa dominante, y la evolución de una tecnología que ya no aporta valor al usuario lleva a la crisis. Cuando la tecnología ya no es innovadora, los usuarios tienen la percepción de continuidad, y mejoras en la evolución que no aportan nada nuevo.
Así, Tesla no consigue ser en la actualidad el revulsivo que fue, la tecnología que aporta ya no es disruptiva, y comienza la crisis.
Encontramos, por ejemplo, este reciente titular:
«Las ventas de Tesla se hunden un 30% respecto a diciembre y las acciones se desploman un 8% en Wall Street»
Mark Zuckerberg, por todos conocido como el propietario de Facebook, dijo en 2012 estas palabras que ilustran lo que supone la disrupción en el mercado tecnológico:
"Muévete rápido y rompe cosas. A menos que estés rompiendo cosas no te estás moviendo lo suficientemente rápido"
Mark Zuckerberg, 2012.
Aunque en numerosas ocasiones esta expresión se haya malinterpretado, de manera deliberada, lo que viene a presentar es la idea de inquietud de una mente emprendedora que busca nuevos caminos para romper la monotonía de lo establecido.
Una mente que busca la disrupción tecnológica que cambie el mundo.
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