Portafolio de Camilo Toruño

¡Bienvenidos!

Entrevista

Ensayo de reflexión

“Remedios, la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad…” ¿Qué viene después de esto? “…sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas…” ¿Y ahora qué? “…en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos…” ¡Las oraciones de García Márquez son maravillosas, pero tan largas!

Estaba parado enfrente de mi clase, presentando una página entera de Cien años de soledad de memoria. Una página entera, haciendo lo que menos me gusta: una presentación oral memorizada. ¿Cómo llegué aquí?

Esta experiencia de memorizar las palabras ricas de García Márquez permanece una de las más distintivas en mi tiempo estudiando español en Amherst. Fue una oportunidad de apreciar y perderme en el idioma de una manera que nunca había hecho antes. No obstante, para mí, el español significa mucho más que una oportunidad de admirar la literatura bella de Latinoamérica. El español siempre ha sido parte de mi identidad y continuará siendo el medio por donde mis intereses personales y académicos se vinculan.

Mi padre hispanohablante, nativo de Nicaragua, y mi madre estadounidense, profesora de inglés, se complementaron para inculcar una apreciación fundamental de ser bilingüe. Entonces crecí con estos dos idiomas atravesando mi vida familiar; mi madre es un modelo de excelencia de alguien que aprendió fluidamente el español en la escuela. Sin embargo, como llegué a entender a una temprana edad, estos ámbitos familiares no fueron suficientes para mi desarrollo del español en una sociedad angloparlante. Para remediar esto, durante todos mis años escolares, mi hermano mellizo y yo aprovechamos de tutores, haciendo todo lo posible para dominar el español tan bien como el inglés. Mirando hacia atrás, reconozco que uno nunca llega a dominar cualquier idioma, sino que nos dedicamos a una vida entera de aprender y mejorar nuestro vocabulario, expresiones, y lectura. Pues, así fue como llegué a Amherst con un deseo personal y académico de desarrollar mi español.

El deseo personal de mejorar mi español obviamente empieza en la necesidad de comunicarme con mi padre. Siempre entendí que para él, el español era el idioma de su corazón y sin este modo de comunicación perdería algo esencial. El tiempo que pasamos en la universidad es uno de maduración profunda y empecé a pensar más sobre mi identidad como el hijo de un inmigrante centroamericano. Comencé a hacer preguntas: ¿Cómo fue la vida de mi padre a la edad que yo tenía? ¿Cuáles fueron las condiciones que empujaron a mi padre a emigrar? ¿Cómo reconcilio el privilegio que yo tengo ahora que mi padre no tuvo? El estudio del español inspiró una excavación del pasado; fue a través de este medio que logré cristalizar la narrativa borrosa que concebí toda mi niñez. Pude mejor entender la revolución Sandinista cuándo mi padre tenía 19 años; mejor concebir los matices del subsecuente gobierno Sandinista y la intervención estadounidense de la guerra contra; mejor captar la pobreza extrema que este conflicto dejó como consecuencia. El español fue el medio por el cual pude conocer una gran parte de mi historia familiar.

Simultáneamente, el español estaba facilitando un aprendizaje de la política y literatura latinoamericana que complementó mi exploración personal. Mucho transcurrió durante mi tiempo estudiando el español en Amherst. Me eduqué en las luchas políticas y la dictadura severa de Pinochet en Chile a través de los documentales de Patricio Guzmán. Aprecié las obras de García Márquez, especialmente Cien años de soledad, que representan las historias, las políticas y las identidades subjetivas latinoamericanas en una manera tan bella y matizada que sería una tragedia simplificarlo. Leí las obras de Jorge Luis Borges y Pablo Neruda y reflexioné sobre el deber de la literatura a ser política. Viví en Buenos Aires y experimenté la realidad de cómo es la pedagogía en Latinoamérica. Yo siento una gratitud y un privilegio profundo mirando hacia atrás y apreciando la manera que fui expuesto a esta variedad de ideas, escritores, y experiencias. Debe ser claro que esto es una reducción flagrante, pero espero que les dé una idea.

Es decir, había dos narrativas durante mi tiempo en Amherst: una de reflexión intensamente personal y otra expansiva, de gran alcance. Pero, ahora, en mi último año me dedico a vincular estos hilos en mi educación y crecimiento. Mi trabajo culminante es un ensayo que explora las narrativas de asilo centroamericanas e interroga la aplicación de asilo. Quiero iluminar las experiencias de los migrantes centroamericanos y analizar las maneras en que los medios y la política no permiten que estas personas se escapen de las narrativas de víctimas y de migración forzada. Este es un trabajo donde la política llega en conversación directa a mi historia familiar y mi identidad como hijo de un migrante centroamericano. Yo reconozco los desafíos en conceptualizar una narrativa pluralista y rica de un migrante porque encontré estos desafíos en mi relación con mi padre.

En mis ojos, las narrativas son sumamente poderosas porque representan las experiencias y las ideas que son ajenas a las nuestras. El español me dio una enorme apreciación de la literatura, o sea las diferentes narrativas, de Latinoamérica. Este reconocimiento de lo que las narrativas pueden hacer – en contextos personales y con relación a nuestras sociedades – ha sido un aporte central de mi estudio del español en Amherst. Me siento agradecido por lo que un idioma puede proveer y espero que vean lo que significa para mí.