El periodismo en la encrucijada:

unidos somos más fuertes


Elsa Tadea


Tengo 31 años, llevo diez años trabajando y solo tres con contrato indefinido. A los 18 el periódico universitario me abrió las puertas a aprender en qué consiste una redacción periodística. Mi primera oportunidad profesional llegó a mis manos a los 21 años y desde entonces he tenido la gran suerte de casi no interrumpir mi vida laboral.

Una ‘dicha’ que no muchos jóvenes de mi edad han podido aprovechar para aprender y desarrollarse en una profesión que bien sabemos todos que se cultiva practicando.

Y desde entonces… más de una década en el mundo profesional y solo más de tres con un contrato indefinido. Sorprendentemente me siento muy afortunada.

La situación a la que nos enfrentábamos los recién licenciados es similar a la de los actuales graduados. Hace no tanto la precariedad se relacionaba con la crisis económica, sin embargo, las frágiles e inestables condiciones se han mantenido con el paso de los años. Cientos de jóvenes salen de las universidades para enfrentarse a un trabajo como becario o falso autónomo, sustituyendo a un redactor sin tener ni su experiencia ni sus condiciones. Lamentablemente el hartazgo de la posición de los veteranos ha provocado el desinterés en formar a las nuevas generaciones, lo que suponía la mejor de las escuelas.

Sostengo que la queja es una débil forma de expresión si no se propone asimismo remedio para ella. Eso es lo que me han enseñado en casa: defender el periodismo y luchar por la dignidad de una profesión en la que solo puedes sobrevivir con vocación. He tenido una gran maestra. Elsa González, mi madre, me ha instruido (lo sigue haciendo) para aprender a dialogar y conciliar entre los que mantienen posturas diferentes. Pero sobre todo a proporcionarle ética y valor a la verdad en una profesión intoxicada por el intrusismo, la fugacidad, el morbo y la falta de experiencia en las nuevas tecnologías.

Precisamente por todo ello defiendo la necesidad de dignificar la profesión desde la universidad, acercando los órganos deontológicos. También en el ejercicio del periodismo gracias a la creación de un Colegio de Periodistas, porque unidos somos más fuertes.

Los profesionales de la información, jóvenes y veteranos, deben verse amparados por un organismo de peso establecido en otras actividades como la medicina o la abogacía. Una institución que no solo vigile el intrusismo o las buenas prácticas del empleador, sino también del empleado; que alerte de la mala praxis de medios y periodistas. En la época de las ‘noticias falsas’ es necesario recordar que nos debemos a los ciudadanos que esperan de nosotros conocer la realidad sin retoques.

Confieso que me ha entristecido comprobar cómo gran parte de mis compañeros, profesionales en gabinetes de comunicación, así como en distintos medios, reconocían que habían abandonado la APM en los últimos años. Una sangría provocada no solo por el incremento económico del servicio médico sino por la falta de utilidad que se percibe de manera errónea.

La asociación, con el cambio que está en tu voto que se produzca, y el futuro colegio deben mejorar la difusión de su actividad, así como intensificar sus servicios y actividades que supongan un beneficio para el desarrollo de la labor periodística como, por ejemplo, a través de encuentros o desayunos informativos con personalidades de la sociedad civil.

Llegados a este punto, entiendo que la verdadera motivación que me lleva a presentarme con la candidatura de Periodistas por el Cambio es la necesidad de refundar la APM, de convertirla en un organismo de prestigio y transparencia. Estas son las bases de la candidatura encabezada por José Antonio Vera, en la que veteranos y jóvenes unimos fuerzas por el cambio porque, al igual que pretendo hacer con esos compañeros desencantados, lo principal es devolver la ilusión. Y por todo eso, te pedimos tu voto.

¡Tu voto es necesario para conseguir el cambio!