Primera parada
Desempacando la mochila, o de la acción necesaria de revisar lo que se ha ido guardando en proceso de enseñanza aprendizaje, como forma de reflexionar sobre lo sucedido, transformar vivencias en experiencia y potenciar la intervención pedagógica.
Es el momento, entonces, de recordar lo que guardamos durante el camino, en esta aventura que implicó el desarrollo de la secuencia didáctica Prácticas ludo-corporales en el territorio. Lo abordaré en el mismo orden en que aparecen las cuestiones en el relato.
- Cómo reducir riesgos en los recorridos por fragmentación de un grupo con capacidades disímiles; cómo abordar la falta de solidaridad de algunos estudiantes.
Uno estas dos inquietudes porque pienso que en este caso están emparentadas, quizá sean hermanas gemelas. Si se es solidario, no se deja a nadie atrás, se es capaz de acoplar el ritmo personal al de los compañeros que se les dificulta el tránsito por determinados terrenos.
En este caso es necesario, al inicio de la sesión, hacer más énfasis en el carácter recreativo de la actividad, plantear con mayor claridad los propósitos de la misma, en los que se incluirá la práctica de valores de convivencia como la solidaridad. Además, debe enfatizarse sobre los riesgos que trae la fragmentación del grupo, y asumir una posición más rigurosa ante el incumplimiento del acuerdo de los puntos de reagrupamiento.
- Cuestionamientos sobre el sentido de la norma en el juego escolar.
Incluyo aquí la pregunta: cómo intervenir lo del rompimiento de acuerdos.
Es indudable que las prácticas ludo-corporales, especialmente el juego, sirven como escenario para la formación ciudadana. Durante una práctica aparentemente inocente como el juego, los sujetos incorporan normas y comportamientos que socialmente se consideran relevantes. El juego posibilita que el individuo abandone paulatinamente su egocentrismo y se convierta en un ser social con sentido colectivo. En palabras de Arboleda (1996)
El juego representa una importante herramienta de la cultura para introducir a sus individuos al universo normativo corporal. Las maneras permitidas, los puntos de contacto, los gestos y comportamientos admitidos y requeridos se ofrecen en formas de juego con las cuales se perfila un lenguaje ético corporal. p. 11.
Si bien es cierta la validez del juego para la incorporación del sujeto en la sociedad reglada, las normas de estos, deben también ser sometidas a consideraciones, e incorporar un espíritu flexible y adaptable a los contextos y situaciones. Como lo analizaba anteriormente, si la norma es una construcción humana, está sujeta a equivocaciones y, por tanto, no sería racional aplicarla a rajatabla. Esto implica la formación del pensamiento ético y crítico de los estudiantes para que identifiquen cuándo el incumplimiento de una pone en riesgo la integridad de una persona o de un colectivo, o deviene en detrimento de un bien público o privado; y cuándo solo afecta el desarrollo de un juego o de una actividad.
La formación ciudadana en las prácticas ludo-corporales ha de incorporar necesariamente la reflexión por parte de profesores y estudiantes sobre el sentido de las normas, asimismo comprender que la consolidación de esa ciudadanía “se da en la tensión entre autonomía y democracia, entre los intereses individuales y las expectativas colectivas y ello deviene en una necesaria insistencia en la búsqueda del bien común (…)” (Arboleda 2010 p. 15).
El análisis anterior, permite inferir que la intervención pedagógica dependerá del pacto o acuerdo grupal que se ha quebrantado. Indudablemente, las normas relacionadas con la integridad no deberán negociarse.
- ¿Valentina debe asistir a este tipo de caminatas, o deben asignársele actividades diferentes?
Tomo a préstamo una idea de Piedad Bonnett, Valentina es aquí, un nombre conjetural para rostros nacidos de otros rostros. Podría ser Pedro, Julián, Margarita.
En este caso, sigo con la firme convicción de que la escuela debe brindar oportunidades para el desarrollo de las capacidades de todos los estudiantes, y si bien deberán tenerse en cuenta algunas adecuaciones según las necesidades, también estamos en la obligación de proponer procesos y ambientes educativos inclusivos, que en algunos casos implica que los estudiantes avanzados en determinado campo, acoplen su ritmo al de los estudiantes que presentan dificultades; esto, además, lleva implícito aprendizajes de tipo relacional y emocional, para todos.
- Qué posibilitaría, desde lo pedagógico, la participación de egresados en este tipo de recorridos.
Involucrar a los diferentes miembros de la comunidad educativa en los procesos pedagógicos escolares se circunscribe en las propuestas de formación situada e impacta positivamente en el aprendizaje de los estudiantes, a la vez que genera ambientes de apropiación del proyecto pedagógico y mejora el sentido de pertenencia hacia la institución. Los egresados pueden se referentes para los estudiantes y convertirse en un apoyo para los profesores en los procesos del aula. De igual forma, deberían tenerse en cuenta los padres, madres de familia y personajes de la comunidad que pueden aportar desde su saber y desde el conocimiento del territorio.
- Tiempo limitado de las clases, que obliga a la postergación de las reflexiones grupales.
Como lo planteaban los estudiantes, una de las falencias de la secuencia didáctica desarrollada, fue el tiempo de las clases, que desde luego está sujeto a directrices institucionales. La duración de las sesiones obliga a resignar algunas fases o a suprimir actividades. En este sentido la transformación pedagógica no solo depende de las acciones del profesor; situación compleja si se tiene en cuenta que la tendencia es a darle prioridad a las áreas que son evaluadas en las pruebas externas como: matemáticas, ciencias naturales, lengua castellana y ciencias sociales.
- Dilema que genera la realización de actividades en la naturaleza, debido a la contraposición entre su valor pedagógico y los riesgos que se corren en las salidas.
Aunque se hacen cuando las pólizas de la secretaría de educación del departamento están actualizadas, esto no disminuye en el riesgo de que ocurra algún accidente y de que el profesor y la institución sean demandados. A pesar de los riesgos que se corren, en este dilema me inclino por las posibilidades formativas del entorno, creo que es necesario revisar la excesiva normatividad que sobreprotege a los niños y adolescentes, que podría devenir en la formación de futuros adultos faltos de carácter, vulnerables y débiles. Es prudente, desde luego, tomar las medidas de prevención de riesgos, pero sin irse al extremo de encerrar a los estudiantes en una burbuja protectora que terminará aislándolos de la vida misma.
- Proyecto de aula en conjunto con ciencias sociales, que permita el conocimiento profundo del territorio, involucrando aspectos socioculturales, históricos, económicos y la biodiversidad.
A pesar de las evidencias, nuestro sistema educativo insiste en fragmentar el conocimiento, en parcelarlo en asignaturas inconexas, en limitar el espacio y el tiempo del aprendizaje. Cada vez se hace más necesaria la incorporación de un modelo que permita el desarrollo de proyectos de aula que integren saberes y que respondan a las particularidades del territorio. En este sentido, la institución en la que trabajo, está dando pasos en la transformación curricular que implica, a su vez, la incorporación de metodologías activas. Para que este modelo funcione, requiere del cambio de algunas normas educativas estatales, de lo contrario el avance será lento y tortuoso.
- Idea de hacer lecturas cortas en los puntos de reencuentro durante los recorridos por el territorio.
Ya el filósofo Fernando González, en su Viaje a pie, nos mostraba cómo caminar y reflexionar compaginan perfectamente; aportan en la construcción de un sujeto sensible y consciente del universo del que hace parte. ¿Por qué no pensar en la unión de caminata y literatura? Es posible que, en este mundo actual de ritmo vertiginoso y cambio constante, lo que se necesite sean espacios de serenidad y detenimiento.
Caminar, ha sido una práctica subvalorada en la educación física escolar. Quizá sea el momento de incorporarla a la escuela como medio para formar sujetos diferentes; Gallo (2012) afirma que “La práctica corporal del caminar está relacionada con mirar, con abrir los ojos, con estar atentos, con generar una nueva mirada, lo cual no es sinónimo de adquirir una perspectiva o una visión determinadas, (…) equivale a desplazar nuestra mirada” (p. 833). Es alentador pensar que una práctica aparentemente simple, se convierta en alternativa para reconectar a los humanos con la naturaleza, les permita, de manera simbólica y literal, poner los pies sobre la tierra y mirar horizontes diferentes, extrañar lo naturalizado.
Por su parte, el acercamiento a la literatura, les aportaría a los estudiantes un sinnúmero de elementos para visionar otros mundos posibles y alimentar emociones distintas. Recuerdo que el año anterior, como parte del proyecto transversal de tiempo libre, realizábamos tertulias literarias. Alguna vez la sesión la hicimos en horas de la noche, en las inmediaciones del cementerio del corregimiento, porque varios chicos y chicas querían experimentar sensaciones distintas con la lectura. En esa oportunidad leímos cuentos de Horacio Quiroga y el poema El cuervo de Edgar Alan Poe. El matrimonio de Caminar y Leer, promete.
- El juego sin más pretensiones que el disfrute.
La escuela es una institución secuestre, según Foucault. Secuestra el cuerpo de los estudiantes (también el de los profesores), lo regula, lo controla, le maneja el tiempo y el espacio, le dicta lo que debe y lo que no. En la lógica de disciplinamiento y control, el currículo escolar, en sus diferentes manifestaciones, busca “labrar los cuerpos necesarios” (Moreno 2009 p. 160). Pero la escuela, no solo ha secuestrado los cuerpos de niños, jóvenes y profesores, también a secuestrado al juego, lo ha metido en cintura, lo ha regulado y estandarizado, lo ha despojado de su esencia lúdica para convertirlo en el prostituto de las distintas áreas que lo utilizan y lo manosean con el pretexto de que se debe aprender jugando.
Como la escuela no se puede dar el lujo de perder su estatus de seriedad, ha vuelto serio al juego. Ahora tiene que llevar propósitos. Es un juego interesado, interesante; un prostituto que se pasea por las aulas con corbata y frac; ha dejado sus desaliñadas y polvorientas ropas en las barriadas, en los campos, en los ríos. Está bien, me resigno a que las matemáticas, las ciencias y otras, lo usen como dispositivo de aprendizaje; pero la educación física debería liberarlo de vez en cuando, debería devolverle su identidad, su carácter lúdico.
En una clase propuesta por el grado décimo, jugaron fútbol amarrados por parejas (un pie de uno, sujetado a un pie del otro), uno de los chicos asumió el rol de árbitro. Las parejas no paraban de reírse y de caerse. Ante las numerosas caídas y unos cuantos golpes, el árbitro decidió cambiar el juego, ante esta decisión María protestó: “¿Pero, por qué paramos si estábamos pasando tan bueno, si nos estábamos riendo tanto?”
En ocasiones hay que jugar por jugar, sin más pretensiones que el juego mismo, que el placer que proporciona. Es necesario retomar el hedonismo derivado del juego, que de por sí, en el mundo contemporáneo, se convierte en una manera de resistencia contra el utilitarismo e instrumentalización del cuerpo y de las acciones humanas; jugar por jugar se convierte (sin quererlo), en una apuesta ética, estética y política.
Concluyo aquí este relato del viaje que ha significado el desarrollo de la secuencia didáctica “Prácticas ludo-corporales en el territorio”. Dejo como provisionales todas las ideas aquí expresadas, pues la maleabilidad y la provisionalidad, deben ser las características de nuestras concepciones y prácticas. Concluyo este relato, pero la resignficiación de la práctica pedagógica continúa.
Ángela I. Toro López