La destilación de bebidas alcohólicas tiene sus raíces en la antigüedad. Los alquimistas árabes fueron pioneros en el uso de alambiques y alquitaras para destilar vino y obtener alcohol. Sin embargo, estos métodos no se perfeccionaron hasta finales de la Edad Antigua y principios de la Edad Media.
Con el perfeccionamiento de la destilación, el aguardiente pasó de ser una sustancia utilizada en la alquimia y la medicina a una bebida consumida socialmente. Durante la Edad Moderna, su producción y consumo se incrementaron, y surgieron diversas variedades según la región y los ingredientes utilizados.
En América Latina, la introducción de la caña de azúcar por parte de los colonizadores europeos permitió el desarrollo de aguardientes específicos de la región, como el aguardiente de caña. En Europa, se desarrollaron otras variantes, como el aguardiente de orujo en España y el schnapps en Alemania.
La colonización europea tuvo un impacto significativo en la producción y consumo de aguardiente en América. Los colonizadores introdujeron la caña de azúcar en el Nuevo Mundo, y su cultivo se expandió rápidamente en regiones como el Caribe y América Central. Esto facilitó la producción de aguardiente de caña en estas áreas.
Además, la colonización trajo consigo cambios en las prácticas de consumo de alcohol. En México, por ejemplo, la llegada de los españoles introdujo nuevas bebidas alcohólicas y modificó los hábitos de consumo existentes, llevando a un aumento en la disponibilidad y consumo de alcohol entre la población local.