Jules Verne es un caso paradójico dentro de la literatura universal. Inmensamente popular en vida, relegado tras su muerte al cajón de los novelistas de aventuras juveniles, y redescubierto en torno a 1950 por sus cualidades literarias y la profundidad de su pensamiento, recibe, ahora, en el centenario de su muerte, los reconocimientos que no consiguió quien enriqueciera la imaginación de millones de lectores sin ser admitido en la Academia francesa, una de sus mayores frustraciones. Nuestro retrato del creador subraya el valor de su obra sin descuidar a la persona que se oculta tras ella, con sus contradicciones y sus ambigüedades. Las principales novelas de Jules Verne aparecen entre 1863 y 1886: Cinco semanas en globo, Viaje al centro de la Tierra, Los hijos del capitán Grant, La isla misteriosa, Michel Strogoff, Un capitán de quince años, Tribulaciones de un chino en China, De la Tierra a la Luna, Veinte mil leguas de viaje submarino, Escuela de robinsones o La vuelta al mundo en ochenta días. No son los únicos títulos, pero sí son suficientes para convertirle en el creador imaginativo y fecundo que todos conocemos.
Se abordan aspectos biográficos y de la obra creativa del autor con mayor profundidad. Hoy nadie duda de su calidad literaria. Se ha convertido en una referencia para los procesos de formación del yo y su explicación acerca de que la mayoría de sus historias han sido compuestas cuando la mayoría de las personas están durmiendo, debe ser tomada en sentido literal y en el figurado también. Es uno de los autores que mejor proyecta sobre la escritura las angustias y los deseos del ser humano en formación, siempre que se entienda que el ser humano nunca termina de formarse, y que sus angustias y sus deseos le acompañan toda la vida. Por ello, reducirlo al creador de la "novela de la ciencia" o al de los "viajes extraordinarios" es empobrecerlo. Jules Verne ha dejado de asombrar con sus invenciones para empezar a conmover con su sensibilidad, y sus obras, cien años después de su muerte, se han vuelto universales e intemporales, es decir, inmortales.