Síntesis: desafíos para seguir avanzando

Tras nuestros encuentros de 26 de mayo y 1 de junio, venimos trabajando en una propuesta para avanzar nuestra reflexión sobre CIUDADANÍA RESPONSABLE, PARTICIPATIVA E INCLUSIVA. Gracias al trabajo realizado por todas y todos, identificamos los siguientes desafíos:

Primer desafío: democracia y participación ciudadana

Aunque hay muchas personas que se movilizan en el ámbito de sus comunidades, por lo general, nuestras sociedades están desencantadas de nuestras instituciones formalmente democráticas, pero poco creíbles.
El descrédito tiene cuatro orígenes principales:
1. la propia complejidad del sistema democrático, con sus equilibrios y separación de poderes, que resulta difícil de entender para una población más acostumbrada a ciertos caudillismos; En cierta manera, es un problema de cultura de ciudadanía. Parecemos demasiado entregados a que venga alguien y lo arregle todo, como si cambiar al presidente supusiera cambiar totalmente el país. Tendemos a una cultura política mesiánica.
2. la falta de resultados en la mejora de las condiciones de vida y la prestación de servicios públicos; si no conseguimos trabajo, si los hospitales funcionan mal o son muy caros, si las calles están sucias, si la electricidad o el agua llegan mal, si los precios se disparan… ¿de qué nos sirve la democracia?
3. el permanente enfrentamiento entre las instituciones por afianzarse en el poder; En vez de gestionar el bien común, nuestra clase política se enfrenta ya a través de los partidos o de personalismos fuertes sin más objetivo que derrotar al adversario y hacerse con el poder.
4. la corrupción es muy general y se acentúa por la presencia del crimen organizado en las esferas de poder. La tradicional corrupción (quien gobierna roba) se ve ahora agudizada desde la presencia de organizaciones mafiosas que compran poderes o matan a adversarios. Corrupción e inseguridad van de la mano.

Segundo desafío: derechos humanos

1. La larga marcha a favor de los derechos humanos durante la segunda mitad del siglo XX costó muchas víctimas y se concretó en mejoras con la caída de los gobiernos militares.
2. Sin embargo, constatamos que ahora mismo hay retrocesos o situaciones que nunca mejoraron:
  1. La desigualdad económica creciente hace que muchas personas de nuestras sociedades no tengan acceso a condiciones de vida razonables. No se trata de que todo el mundo viva en la riqueza y el derroche, pero sí con condiciones más homogéneas para el momento en que vivimos: problemas con la vivienda, la atención a la salud, la seguridad ciudadana, el empleo de calidad, la seguridad alimentaria, etc.
  2. Las desigualdades étnicas tienen consecuencias también para los derechos culturales y políticos de buena parte de la población. Aunque se ha avanzado, todavía hay muchos problemas con el reconocimiento de las culturas originarias - indígenas y sus modos de organización, propiedad y participación, con su acceso a los servicios públicos, incluida la educación de calidad o la atención sociosanitaria, y con su presencia en los foros de toma de decisiones sociales. Del mismo modo, tenemos dificultades semejantes con buena parte de la población afrodescendiente.
  3. Además, en la actualidad constatamos el retorno de gobiernos que usan las detenciones ilegales, la tortura, la manipulación de las elecciones, la prohibición de asociaciones libres, etc. Aunque muchos gobiernos tienen comportamientos atentatorios, aquí resaltamos aquellos que tienden a posturas totalitarias o autoritarias: Guatemala, Nicaragua, Venezuela, Cuba; o aquellos donde todo se asemeja a un estado fallido, como Haití. Pero, por supuesto, se da en muchos otros lugares.
  4. En cuarto lugar, desde hace años constatamos los sacrificios que supone la lucha por los derechos medioambientales. Tan deteriorados para muchas comunidades, suponen también la persecución de quienes trabajan en su defensa: indigenistas, periodistas, medioambientalistas, líderes comunitarios.
  5. Finalmente, la búsqueda de una igualdad real de derechos y deberes entre hombres y mujeres sigue siendo una asignatura pendiente. Violencia contra la mujer, estructuras familiares patriarcales, condiciones laborales, dificultades mayores para acceder a los puestos de toma de decisiones, prestaciones económicas, trata de personas, etc. En este campo, además, tenemos dificultades para comprender posiciones de difícil diálogo, como la de derechos y salud reproductiva y su vinculación con la interrupción del embarazo. Temas que necesitan claridad y reflexión. Finalmente, los derechos vinculados a la diversidad sexual están también presentes.

Tercer desafío: comunicación de calidad

Partimos del convencimiento de que sin comunicación de calidad, se hace imposible la democracia, la participación ciudadana y la defensa de los derechos humanos.
Aunque la radio sigue siendo el medio más usado y más creíble para obtener la información importante para la vida, la cultura comunicativa de las redes genera tal volumen que podemos hablar de saturación, la dificultad para discernirla se asemeja a una intoxicación (infoxicación) en la que podemos jugarnos nuestra credibilidad y capacidad de incidencia.
En síntesis, señalamos estos desafíos:
1. Los nuevos medios permiten un mayor acceso a la emisión de mensajes de desigual calidad. El aumento de las entidades y personas emisoras de comunicación no generan mejor información sino más volumen hasta saturar nuestra capacidad de discernimiento para distinguir la relevancia de la información o la calidad y verosimilitud de misma o de los mensajes que meramente distraen. En cierta manera, todo esto deshumaniza la comunicación y se parece más a ese ruido que genera la ciudad y que casi me pasa inadvertido cuando circulo por ella.
2. El aumento de los emisores hace difícil posicionarte con un mensaje que se oiga y que resulte relevante: subimos el volumen. El aumento de las entidades y personas emisoras es, a su vez, el aumento de mensajes. Por lo normal, para hacerse ver y oír en medio de tantos emisores, tendemos a “subir el volumen” (llamar la atención mediante mensajes atractivos, seductores, chocantes, escandalosos). De ese modo, aumenta el gasto y el desgaste del emisor, pero no la calidad del mensaje.
3. El aumento del volumen provoca cambios en nuestros comportamientos como consumidores - emisores de comunicación: inhibición o hiperactividad. En ocasiones, nos inhibimos ante la bulla y privatizamos nuestra comunicación; en otras ocasiones, generamos y aceptamos los mensajes que se muevan mejor en los medios (cortos, sin matices ni profundidad, estéticamente llamativos o provocativos). Es decir, la saturación conlleva cierto deterioro tanto de la escucha como de la participación.
4. Finalmente, el deterioro de la escucha y la participación genera una pérdida de calidad que arrastra tanto nuestra identidad, de nuestra capacidad para incidir (para hacer nuestra misión) y de nuestra sostenibilidad económica, porque no se valora del mismo modo lo que hacemos y vivimos.

Cuarto desafío: espiritualidad para la misión

En el mundo plural y comunicativamente saturado, donde se globaliza la superficialidad, la espiritualidad aparece, en ocasiones, como un modo de distracción frente a la realidad, como un “espiritualismo”.
Sin embargo, una espiritualidad del discernimiento y la misión, como la que inspira a la Compañía de Jesús y sus presencias, lejos de perspectiva espiritualistas y desencarnadas, deben servir para comprometernos con el mundo que hemos recibido y el mensaje de vida del Dios de Jesús de Nazaret.
En ese sentido, el desafío se centra en cómo hacer viable, comprensible y deseable una espiritualidad que es, en buena medida, contracultural:
1. Vivimos en un contexto cada vez más plural en lo religioso, pero no por ello menos necesitado de espiritualidad. La propia palabra espiritualidad está contaminada de un significado que está lejos de la propuesta jesuita pero que es la que más suena: “espiritualismo”.
2. En tiempos difíciles y hay un riesgo de una espiritualidad de “autoayuda” muy autorreferencial. Con apariencia psicológica científica, para estar a gusto conmigo mismo, que nos haga sentir más o menos fuertes personal y comunitariamente, pero que nos distraiga de la realidad y de la misión que tenemos en el mundo y de nuestro compromiso con él.
3. Aunque desde los orígenes de nuestras emisoras, la espiritualidad ha tenido lugar en la programación, hay cierta tendencia a repetir lo mismo durante años. Y a no usar la interactividad que permiten los otros medios en una hibridación apropiada. Tenemos que añadir creatividad para que la espiritualidad no sea solo un comentario bíblico.
4. La espiritualidad puede convertirse en un tema de nuestra programación, sin embargo, el desafío está en hacer de ella un transversal de nuestra comunicación. No se trata de que hablemos mucho de espiritualidad o de que tengamos programas sobre espiritualidad. El desafío consiste en que nuestros informativos, nuestras revistas, nuestros programas musicales y nuestros mensajes se hagan desde esa espiritualidad del discernimiento para la misión que hemos recibido de nuestra matriz jesuita.
5. Corremos el riesgo de hablar de lo que no sabemos. Es un riesgo propio de la profesión periodística. En espiritualidad esto es dañino. No es posible proponer una espiritualidad que no vivimos, en ese sentido, es muy conveniente, respetando la pluralidad de nuestros equipos, hacer una propuesta de formación interna sobre espiritualidad que aproveche lo que otras instituciones de la Compañía de Jesús puedan aportarnos.

Quinto desafío: en red

Quinto desafío: en red.
1. Lo primero, es tener en cuenta de diferentes redes en diferentes niveles:
  1. Cada una de nuestras instituciones forma parte de una red más o menos local de instituciones, comunidades y presencias vinculadas a la Compañía de Jesús.
  2. Cada una de nuestras instituciones, se enreda con otras instituciones de nuestro sector (radio y comunicación) allí donde es posible.
  3. Además, muchas de nuestras instituciones están enredadas en ámbitos latinoamericanos, con otras instituciones afines en algunos aspectos.
  4. Finalmente, desde el encuentro de Caracas, de 2010, vamos dando pasos como red de radios vinculadas a la Compañía de Jesús en América Latina y el Caribe.
2. Lo segundo es que formar red no implica compartir totalmente visión, valores y misión con todos los miembros de una red, pero sí requiere puntos comunes en los que podamos enredarnos y un lenguaje que nos permita compartir también en lo que no somos tan afines.
3. En tercer lugar, la red de radios sj no excluye nuestra vinculación y compromiso con otras redes. La red de radios sj no es una institución, sino un ámbito, un dinamismo de colaboración que nos enriquece y nos hace más capaces para la misión.
4. Por tanto, tenemos un desafío de comportamiento (enredarnos) y de gobernanza (cómo hacer que esta red de sus frutos) en respeto a la institucionalidad de cada una de nuestras estaciones y a las plataformas de actuación en la que cada una participa.

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