Para llamar la atención del alumnado y motivarlos a que quieran seguir aprendiendo, es efectivo utilizar metodologías activas y creativas, en las que ellos mismos pongan en práctica los conocimientos que aprenden o que sientan curiosidad por las explicaciones que siguen. Para ello, en la enseñanza de Física y Química, es útil realizar experimentos que puedan explicarse con leyes y conceptos físicos que formen parte del currículo.
En esta sección mostramos varios experimentos o actividades que sirven de ejemplo.
En el siguiente vídeo podemos ver una aplicación de la Tercera Ley de Newton en la que además se trabaja la inteligencia cinestésico-corporal.
El llavero misterioso
Este llavero está formado por un lazo de color con seis abalorios transparentes (imagen izquierda). Cuando se expone a la luz del Sol, estos abalorios de tiñen de un color morado. Esto sucede gracias a un material que forma parte del plástico, el cual reacciona con la radiación ultravioleta, como puede verse en la imagen en la que tenemos al pato Donald disfrutando de los rayos de Sol (imagen derecha).
También podemos ver en la imagen de abajo, que estos abalorios presentan la propiedad de fosforescencia: son capaces de almacenar energía de la radiación UV e ir emitiendo parte de esa energía en otras longitudes de onda del espectro visible.
Aquí podemos ver un pequeño experimento que sirve para explicar el concepto de impulso de una fuerza, aplicando también el concepto de fuerza de rozamiento.
En otra sesión, realizamos diferentes experimentos para explicar fenómenos relacionados con las propiedades de los fluidos:
En este, construimos flores de papel con los pétalos plegados sobre sí mismos. Cuando se introducen en una cubeta con agua, podemos ver que gracias a la tensión superficial del agua, los pétalos se despliegan y las flores se abren por completo.
En este caso, fabricamos barcos de plastilina, para comprobar qué geometrías favoceren la fuerza de empuje en el agua, viendo cuáles flotan y cuáles no.
Este experimento consiste en un cubo lleno de agua, del cual atamos una cuerda.
Si tiramos de la cuerda y hacemos girar el cubo en un plano vertical, podemos apreciar que hay una velocidad de rotación mínima para la cual el agua no se derrama del cubo.