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La Universidad Estatal de Arizona propone reemplazar la “objetividad pasada de moda” por una mejor articulación de otros valores

Ha publicado una extensa guía con recomendaciones para transformar el periodismo

Por Laboratorio de Periodismo

La Walter Cronkite School of Journalism and Mass Communication de la Arizona State University y la Stanton Foundation han publicado una extensa guía que analiza los problemas que están atravesando los medios en cuanto a falta de confianza y ofrece varios consejos para producir contenidos en los que la gente pueda confiar.

Segun los profesores Leonard Downie Jr. y Andrew Heyward, el concepto tradicional de “objetividad” periodística está obsoleto porque «la desinformación, exacerbada por las redes sociales, ha distorsionado la percepción del público de la realidad».

Los autores del informe consideran que no se restaurará la creencia en el valor de la información justa apelando a la objetividad, sino fortaleciendo otros criterios. «Eso requiere una nueva visión de cómo lograrlo: una visión que reemplace la «objetividad» pasada de moda con una articulación más relevante de los estándares periodísticos», indican.

Estas son las seis líneas que propone el estudio para reemplazar la objetividad y producir contenidos en los que se pueda confiar, respetando los valores clásicos del periodismo:

Según el informe, «en la medida en que sus valores y prioridades editoriales influyan en la selección de historias, peso, ubicación, enfoque de los temas e incluso el tono, reconocerlo puede crear una conexión más auténtica entre sus periodistas y el público. Un valor que creemos que vale la pena declarar en voz alta es el apoyo a las instituciones democráticas, que están bajo ataque en múltiples frentes. Las noticias confiables son esenciales para mantener una democracia saludable».

Laboratorio de Periodismo, Fundación Luca de Tena, España.

La invasión algorítmica se apodera del periodismo

Por Adolfo Plasencia

Uno de los impactos más grandes de la automatización por software, es el de la que se ha dado en llamar IA generativa, que está impactando de lleno en la maquinaria de producción de los mass media y el trabajo periodístico. O sea, en lo que en EE.UU. llaman 'la maquinaria de producción de las noticias', en la que el lenguaje es su núcleo central. Por eso, es lógico que esta tecnología se aplicara pioneramente en ese ámbito, y con intensidad, desde hace varios años.

Lo que está ocurriendo con la introducción de la IA generativa (en realidad machine learning predictivo) en algunas redacciones plantea dilemas inquietantes. Por ejemplo, ¿aplicar la IA generativa al ámbito de las redacciones periodísticas lubricará su maquinaria y aumentará su productividad, y/o la oxidará como actividad humana? ¿Convertirá su aplicación a escala industrial en innecesaria la labor de muchos de los periodistas en las redacciones de medios? ¿Va a ser automatizado el trabajo de los periodistas a gran escala? Son grandes preguntas que afectan al papel del periodismo en sus audiencias, y por extensión, en las sociedades democráticas.

El impacto de la IA generativa en la función periodística se había silenciado desde el principio, ya que a muchos editores y empresarios de medios no les convenía hablar de impacto de la inteligencia artificial en las 'tripas' de su sistema editorial, pero un incidente casi fortuito lo ha sacado a la luz.

Parece algo nuevo, pero no lo es. Hay antecedentes. Un diario tan conocido como The Guardian, publicó por primera vez en la historia, oficialmente, un artículo editorial de opinion (op-ed) firmado por una máquina, o sea por el software GPT-3. Fue el día 8 de septiembre de 2020 y lo tituló: 'Un robot escribió todo este artículo. ¿Ya tienes miedo, humano?'. Dos años después, ha publicado un artículo que comenzaba con el título: 'El bot de IA ChatGPT asombra a los académicos con sus habilidades de redacción y su usabilidad'.

Vaya por delante que la apariencia del texto generado por GPT-3 es tal que puede resultar difícil determinar si ha sido escrito o no por un humano, lo que tiene tanto ventajas como riesgos. 31 investigadores e ingenieros de OpenAI presentaron el 28 de mayo de 2020, en el paper original de presentación de GPT-3, un documento en el que advertían seriamente sobre los peligros potenciales de GPT-3 y hacían un llamamiento a la investigación para mitigar los riesgos. En abril de 2022, The New York Times describió las capacidades de GPT-3 como un artefacto capaz de escribir prosa original "con una fluidez equivalente a la de un humano".

Pero según un científico especializado, este software no es puramente inteligencia artificial sino simplemente una "proeza estadística" ya que ha sido entrenado como sus predecesores, no posee comprensión alguna sobre sentido ni significado de las palabras que emite. Se limita a predecir estadísticamente la siguiente palabra más probable que va en cada frase, basándose en sus datos de entrenamiento, que, además, pueden ser incorrectos.

Pero hace pocas semanas todo se ha acelerado alrededor de la IA generativa. En ese contexto, un usuario de Twitter ha mostrado que el uso de IA generativa se estaba generalizando en los medios de manera muy discreta. Y una investigación posterior reveló que muchos artículos publicados se han 'generado' (no sé si se puede llamar a esto 'redactado'), usando ChatGPT, o GPT-3, desde noviembre de 2022. Así se ha descubierto que el prestigioso medio digital de noticias tecnológicas CNET estaba usando inteligencia artificial generativa para 'escribir' y publicar artículos sobre finanzas personales, usándola sin previo aviso ni explicación a los lectores.

Los artículos detectados (73 en total) trataban temas como '¿Qué es Zelle y cómo funciona?' (Zelle es la red de pagos digitales de EE.UU. propiedad de Early Warning Services, a su vez propiedad de bancos como Bank of America, Truist, Capital One, JPMorgan Chase, PNC Bank, U.S. Bank y Wells Fargo). Dichos artículos solo tenían un pequeño 'descargo de responsabilidad' al final en el que se leía: "Este artículo se ha generado utilizando tecnología de automatización y ha sido editado y comprobado por un redactor [humano, se entiende] de nuestro equipo editorial". La autoría de estos artículos era de "CNET Money Staff" sin ninguna indicación de que habían sido creados por una IA generativa.

Obviamente, la información ha generado un revuelo considerable. Y ante ello, el redactor jefe de CNET tuvo que salir a la palestra para defender por qué esos artículos fueron 'escritos' por una IA generativa antes de publicarlos. Para quitar hierro al asunto, CNET usó una expresión eufemística: "Ayuda de la IA", afirmando que, "si bien el motor de IA compiló el borrador de la historia o recopiló parte de la información para la narración, cada artículo de CNET -y publicamos miles de historias nuevas y actualizadas cada mes–, es revisado, verificado y editado por un editor [humano, se supone] con experiencia en el tema antes de que lo publiqluemos. Esa seguirá siendo nuestra política, independientemente de las herramientas o tecnologías que utilicemos para crear esos artículos."

A pesar de que los citados 73 artículos se habían publicado como hechos por un periodista (humano), sin avisar al lector de ello, culminó la defensa de la actuación de su medio CNET, declarando: "Nuestra reputación, 'basada en hechos comprobados' como fuente objetiva e imparcial de noticias se basa en la transparencia de nuestra forma de trabajar y de las fuentes en las que nos basamos." Y concluye: "¿Haremos más cambios y probaremos cosas nuevas mientras seguimos aprendiendo y comprendiendo las ventajas y retos de la IA? La respuesta es sí."

Ya está comprobado, y además reconocido por los creadores de Open AI, que las IA generativas como ChatGPT no comprenden la diferencia entre verdadero y falso, ni el significado de términos o palabras. ¿Cómo entonces el lector se podrá fiar que lo que dice un artículo publicado, –reconocido por CNET que ha sido redactado por una IA generativa–, si la máquina que lo ha escrito no distingue entre verdadero y falso? ¿Puede un software así comprobar hechos si no distingue si algo sucedió o no? Lógicamente, no puede. La frase 'basada en hechos comprobados' hace que sea papel mojado al respecto una historia escrita por una IA generativa.

¿Pueden apoderarse la 'IA generativa' de la maquinaria periodística?

A pesar de ello, el uso de estas tecnologías en los medios de comunicación o mass media –por usarla terminología de McLuhan y no incluyo en ellos a las redes sociales–, casi parece inevitable e irreversible. Las noticias también son un negocio. Después del citado suceso de CNET, ha salido también a la luz que muchos medios importantes ya estaban comportándose igual y usando profusamente la IA generativa en diversas facetas como una "simple ayuda tecnológica más".

Por ejemplo, The Associated Press (AP), que fue una de las primeras en aprovecharla para la creación de contenidos. Lleva utilizándola desde 2014 para generar resúmenes de los informes de resultados de las empresas que cotizan en bolsa. Esto les permite –afirma su editor–, "proporcionar a los lectores información clave de forma rápida y precisa, 'liberando' a los reporteros para realizar otras tareas"–señalan en su página web–, y añaden que esto "distraía del periodismo de mayor impacto". Donde ponen 'liberando' también cabría el término 'sustituyendo'.

Pero esta tecnología ya se está probando en los medios para más cosas e incluso está midiendo la rentabilidad del uso de las máquinas de software en sustitución del trabajo de periodistas humanos. Por ejemplo, en la relación de los medios y las redes sociales. El South China Morning Post ha declarado que ahorra recursos humanos equivalentes al trabajo realizado por 3,9 empleados (periodistas especializados) a tiempo completo, al utilizar la IA generativa para agilizar la gestión de sus redes sociales.

Según Digital Content Next la IA generativa está cambiando el funcionamiento de las redacciones y la edición de los medios y pone algunos ejemplos. Ya se usa en el análisis de audiencias, publicidad programática o creación automatizada de historias. También imitando a las grandes plataformas globales que usan tecnología de recomendación personalizada –pilar de Amazon, Spotify o Netflix–, se ha empezado a usar en la prensa escrita el machine learning y sus algoritmos para personalizar las recomendaciones de contenido.

(VER GRÁFICO)

Gráfico de Sesgo Mediático de una aplicación interactiva algorítmica de Comscore, que muestra un posicionamiento de medios basado en datos con el que adaptar al usuario las noticias (y la publicidad) desde el punto de vista que le resulte más satisfactorio mediante filtros algorítmicos. Tiene niveles de 'miembro' y de usuario profesional. 

Periodismo algorítmico de gran pureza

The Washington Post, ahora propiedad del fundador de Amazon, Jeff Bezos, va más allá y utiliza la IA generativa para personalizar las noticias que ofrece en función de los intereses y preferencias de los lectores. Verbigracia: eso hará que cada lector del periódico lea una noticia diferente y perversamente adaptada a lo que estadísticamente a él le 'gustaría' leer, cosa que facilitan los datos que ha regalado a los mismos algoritmos que le bombean incesantemente información, la desee o no.

Este tremendo enfoque personalizado ya lleva algún tiempo siendo usando por el WPost en su app para móviles, en sus newsletters y, ahora, en la página de inicio. Probablemente es una evolución que puede conducir a periódicos con una trayectoria histórica muy prestigiosa hacia tener una conducta con la audiencia muy similar a la que tienen las redes sociales con sus usuarios, en busca del engagement (enganchamiento adictivo) radical en todos los sentidos.

Esta algorítmica se está usando para cosas que no hubiéramos imaginado antes. Por ejemplo, para lo que, otra vez eufemísticamente, se llama "dar forma a los contenidos que se leen y se ven", como es el caso del filtro de noticias positivas de Pink News. Su propósito es que le lleguen, personalizadamente, a cada determinado lector (ya convertido en usuario), solo las que con muy alta probabilidad el considera que son 'noticias positivas'. Bueno, las que el algoritmo generativo, que no distingue entre verdadero y falso, considere 'positivas' para ese lector en concreto. Es decir, darle al lector lo que a el más le gustaría oír, o leer (¿les suena?, en política se hace desde tiempo ha). No sea que una noticia desagradable amargue el día a ese lector.

Es una estrategia propia de las redes sociales aplicada a la prensa, que como ya sabemos, porque está demostrado, causan aceleración, polarización y neutralizan grandemente la capacidad de decisión del usuario. Por supuesto, las aplicaciones de la tecnología generativa no han hecho sino comenzar a llegar, y ya se están probando el sustituir a periodistas humanos, con la comprobación automatizada de hechos dentro de lo que se llama ya cobertura basada en 'datos', en lugar de basada en 'hechos'. Los datos con mucho más maleables que los hechos, como bien sabemos.

Los productivos robotperiodistas

Me pregunto ¿Vamos a empezar pronto a llamar a ciertos algoritmos 'periodistas no-humanos? Pues parece que sí. Por ejemplo, a la herramienta.algorítmica propia que ha creado la empresa del Washington Post llamada Heliograf, que lleva ya tiempo generando automáticamente actualizaciones breves de noticias del periódico de varias frases.

O la desarrollada por las empresas tecnológicas Automated Insights y Zacks Investment Research, que ha conseguido una productividad tal a Associated Press, que está generando automáticamente casi 4.000 artículos sobre los beneficios de las empresas estadounidenses cada trimestre, unas doce veces más de lo que creaban antes los periodistas y redactores (humanos) de AP.

La prestigiosa agencia internacional de noticias también crea en estos contextos (para nuestra tranquilidad) una pequeña fracción de estas 4.000 noticias, a las que los redactores (no algorítmicos, añaden "el toque humano" ofreciendo –dice— "interpretaciones" más matizadas.

El 'periodismo algorítmico' –a estas alturas ya le podemos llamarlo así sin titubeos– está en plena explosión y su expansión ya no se orienta solo a deportes y finanzas, aunque la audiencia de deportes es la que parece más 'asequible' para estas herramientas. Por eso, Associated Press ha añadido la información deportiva a sus actividades periodísticas automatizadas para las que sus editores y reporteros de béisbol configuraron la plataforma Wordsmith con la ayuda de la empresa tecnológica Automated Insights.

Uno de los 'robotperiodistas' más eficaces y populares en California es Quakebot, del que es autor el redactor de Los Angeles Times, Ken Scwenkie. Según Business Insider, Quakebot es un sistema automatizado que reside en los servidores de Los Angeles Times, que recibe correos electrónicos del servicio geológico de EE.UU., después pasa esos datos por una lista de comprobación de información y luego determina algorítmicamente, y autónomamente, si son de interés periodístico en función de la 'magnitud'. Vaya usted a saber qué entiende el algoritmo generativo por magnitud si no comprende ningún significado–.

A continuación, él mismo –si es que podemos hablar, también eufemísticamente, en tercera persona en este caso– analiza el contenido del correo electrónico y lo introduce en el sistema de gestión de contenidos de Los Angeles Times. Las 'entradas' o post publicadas se estructuran mediante una fórmula estadística basada en entradas anteriores. Es un planteamiento próximo al de toda la vida de muchos economistas: el presente se cuenta siempre en función de las estadísticas del pasado. No vendrá mucha innovación por ahí.

Periodismo 'aumentado' algorítmicamente

Como señala Andreas Graefe, autor del informe del Tow Center for Journalism, 'Guía del Periodismo Automatizado, el periodismo automatizado es especialmente útil para generar noticias 'rutinarias' –habituales, en muchos casos– sobre temas repetitivos para los que se dispone de datos limpios, precisos y estructurados. También destaca el potencial de los algoritmos para generar grandes volúmenes de noticias con rapidez, potencialmente orientadas desde múltiples ángulos predeterminados y personalizadas según las preferencias del lector.

Según el informe, la automatización en periodismo también tiene limitaciones y efectos negativos que hay que considerar cuidadosamente a medida que más y más organizaciones y empresas utilizan la inteligencia artificial generativa –en realidad machine learning predictivo y de probabilidad–, para 'aumentar' su periodismo.

Pero llegados a este punto, emerge ya una pregunta, un dilema que parece inevitable: ¿nos va a importar si lo escrito es de mucha calidad, el que no haya sido escrito y creado por un autor humano concreto? ¿O nos va a dar igual?

En fin, el periodismo automatizado aumentado algorítmicamente ya esta aquí de un modo que parecería que no vamos a poder rechazar, ni evitar... Al parecer,  los impactos negativos de esta tecnología algorítmica sobre los lectores, las personas (también hay implicadas en todo esto 'tecnopersonas', como bien dice Javier Echeverría), y sobre nuestras sociedades democráticas, tendremos que detectarlas empíricamente y probablemente por dolorosas prueba y error.

Dada nuestra experiencia humana con el impacto que ya conocemos de las redes sociales sobre individuos y colectivos humanos, lo que se nos viene encima no pinta bien, que no nos pase nada. Sin embargo, en este caso, no se trata de un fenómeno climático extremo. Es una producción humana y cualquier consecuencia de ella, como sucede con todas las demás, no era, ni es, inevitable. Pero eso no quiere decir que consigamos evitar esta deriva que nos está invadiendo.

Adolfo Plasencia, periodista y escritor español. De elespañol.com

Enseñanza y tecnología en la post-presencialidad

Por Mariana Ferrarelli

Desde sus inicios las prácticas educativas y el diseño de propuestas y proyectos tanto en la escuela como en la universidad estuvieron atravesados por las tecnologías más diversas: desde el propio edificio con aulas y pupitres, la tiza y el pizarrón, hasta las múltiples pantallas y dispositivos que hoy habitan las aulas. Eso por poner ejemplos materiales de lo más cotidianos y dejar afuera un montón de procedimientos y modos de gestión áulica e institucional que también implican desarrollos tecnológicos en el plano simbólico y cultural.

Lo cierto es que la crisis sanitaria y la virtualización de emergencia que supuso para las prácticas de enseñanza dispararon numerosas reflexiones y experiencias sobre el sentido de integrar tecnologías en el diseño de propuestas y materiales didácticos. Las preguntas pasaron de centrarse en el por qué, para abordar el cómo y los sentidos pedagógicos de tal inclusión. Para este giro que renovó la perspectiva con que se enfocan las tecnologías en el aula (ver bonus track 9: Ravela y otrxs, 2022), desde hace un año y medio vengo proponiendo la idea de post-presencialidad: el objetivo es poner énfasis en que la vuelta física a las aulas (porque del «aula» nunca nos fuimos) no puede encontrarnos haciendo lo mismo que hacíamos cuando nos tocó confinarnos en marzo de 2020.

Con post-presencialidad busco denominar y a la vez llamar la atención sobre una nueva etapa y la voluntad explícita de construirla poniendo en valor aprendizajes desarrollados y compartidos durante la virtualización de emergencia (ver bonus track 1: Agulló y otrxs, 2022) en un arco temporal que inicia en 2020 y concluye en 2022. Hablamos de voluntad pedagógica, pero también institucional y política. Porque lo que ocurre en las aulas es decisión del colectivo docente y, a la vez, resultado de líneas que se piensan y se deciden institucionalmente.

Pensar en clave de post-presencialidad implica proponernos como docentes e instituciones reflexionar profundamente sobre cómo transformar las prácticas a partir del ensayo masivo que implicó la intensificación del uso de tecnologías digitales en las aulas, con sus luces y sus sombras. Toda trama tiene un revés. No hay escenarios perfectos y siempre hay un costo de oportunidad en las decisiones que tomamos: cuando se elige una opción de trabajo, se dejan fuera otras alternativas, y así sucesivamente. Optar por expandir las clases por redes, y apostar por llevar las producciones del alumnado al mundo extra áulico implica ingresar en entornos datificados y plataformas que no siempre persiguen los mismos objetivos universales y transversales de la educación que imaginamos (ver bonus tracks 4 y 7, por ejemplo).

Dimensiones de la post-presencialidad

Entonces, ¿cómo volvemos? La vuelta a la presencialidad plena el año pasado fue un ensayo para resistir el cansancio y la inercia de los dos años anteriores, con sus excepcionalidades y sus brechas. Este año nos enfrenta al desafío de tomar decisiones concretas —didácticas, administrativas, políticas— para repensarnos en la complejidad de un mundo en donde lo físico ya no puede separarse de lo digital (ver bonus track 2), y en donde no podemos volver iguales a como nos fuimos a casa en 2020 y como fuimos volviendo entre 2021 y 2022. 

Un punto de partida es pensar en cómo se transformaron algunos aspectos del trabajo y la subjetividad docente a partir de los aprendizajes logrados. Propongo cinco dimensiones para reflexionar y sostener acciones posibles desde y hacia el aula:

Sostener estos formatos de trabajo expande y enriquece la mirada sobre el aula y el rol de quienes la habitan. Promover el diálogo y la interdisciplina es imprescindible para afianzar decisiones que contemplen a todos los actores involucrados.

Despapelización, diversificación y participación: claves para la gestión institucional

Respecto de la transformación de algunas perspectivas sobre la gestión institucional, se requieren definiciones globales en al menos cuatro aspectos clave del quehacer diario:

Luego de tres años de pandemia necesitamos reflexionar sobre el camino recorrido y pensar estrategias para el futuro inmediato (ver bonus track 3): en el primero nos confinamos y ensayamos maneras de no dejar a nadie atrás (ver bonus track 8); el segundo nos encontró con la intermitencia de la vuelta a clase, las brechas y los formatos variables de lo híbrido; en 2022 volvimos a encontrarnos. Este año nos halla experimentadxs con la vuelta física al aula: no perdamos la oportunidad como docentes e instituciones de acompañar las transformaciones que nuestras comunidades necesitan y demandan para navegar la complejidad y expandir los horizontes de lo dado.

Bonus tracks para seguir aprendiendo


Mariana Ferrarelli. Licenciada en Ciencias de la Comunicación y Magíster en Metodología de la Investigación Científica. Docente de grado y posgrado, y consultora tecnopedagógica. Miembro de la Red Alfamed Argentina. Publicó recientemente el libro Enseñar en la universidad desde perspectivas inquietas, como compiladora, y el artículo Alfabetismos aumentados: Producir, expresarse y colaborar en la cultura digital. Cátedra Unesco-Amidi.

Un ecosistema en plena “mediamorfosis”

“La transformación digital dibuja un escenario de desafíos y oportunidades, con un mercado superpoblado de voces y unos medios en continua adaptación a los cambios de comportamiento de la ciudadanía”.

Por María Pilar Perla Mateo

Los colegios, las carreteras, el alumbrado urbano, los parques..., como servicios esenciales que han de estar disponibles para todos los ciudadanos sin excepción, se definen como bienes comunes. Y para subrayar la indiscutible importancia de la información verificada y fidedigna, este mismo concepto fue el elegido para protagonizar este año el Día Mundial de la Libertad de Prensa: ‘La información como bien común’. De este modo, en palabras de Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, se pretendía "llamar la atención sobre el papel esencial de los periodistas libres y profesionales a la hora de elaborar y difundir esa información, luchando contra la información errónea y otros contenidos nocivos".

Los fundamentos de la profesión periodística no han cambiado, pero los canales y las herramientas no dejan de evolucionar. El periodismo siempre ha sido una profesión en adaptación continua, pero el nacimiento, en 1989, del lenguaje html, los mimbres de internet, fue el inicio de una cascada de cambios rápidos y globales, marcados por la transformación digital, que han configurado un nuevo ecosistema. Un escenario retador y apasionante, donde la sociedad está más informada que nunca, en un mercado de la atención superpoblado de voces que compiten por interesar a la ciudadanía, cuyo comportamiento evoluciona a un ritmo veloz.

Existe "una clara tendencia de transformación mediática, de trasvase de consumo de los soportes clásicos a los digitales", resume Carmen Marta-Lazo, catedrática de Periodismo de la Universidad de Zaragoza. Asistimos a lo que, hace ya dos décadas, Roger Fidler denominó ‘mediamorfosis’, "es decir, se están produciendo transformaciones en los medios, derivadas de los avances tecnológicos y de las necesidades sociales", explica.

Según los últimos datos del Estudio General de Medios (EGM) publicados por la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC), el medio con mayor audiencia y penetración en España es internet, seguido de cerca por la televisión. Ligeramente por detrás, encontramos la radio y, a cierta distancia, revistas y diarios.

En las últimas décadas, "el crecimiento de internet ha sido exponencial, lo que ha repercutido progresivamente en una disminución del tiempo destinado a los medios en sentido clásico", analiza. "La más afectada en cuanto a decrecimiento del número de lectores ha sido la prensa en papel. En los últimos diez años, la caída de los diarios ha tenido un descenso acumulado mayor al 50%. Las revistas también han visto disminuir su demanda, pero su caída ha sido menos acusada". En contrapartida, "los medios ‘online’ han incrementado el consumo diario hasta llegar a triplicarlo. Por lo que respecta a la radio y la televisión, han perdido cuotas de audiencia, pero de modo menos considerable". Marta-Lazo opina que la pandemia les afectó en positivo, "al lograr convertirse en una fuente de información y entretenimiento".

El epicentro de este terremoto se encuentra en las tecnologías de la información y la comunicación, que han renovado la forma de comportarse de los consumidores.

Internet, el medio que canaliza los principales impactos mediáticos, tanto desde el punto de vista informativo como de entretenimiento, "da respuesta al consumo basado en el ‘ya’ y el ‘ahora’; todo se encuentra a golpe de ‘clic’, en cualquier momento o lugar", destaca Elena Capapé, vicedecana del área de Comunicación de la Facultad de Comunicación y Ciencias Sociales de la Universidad San Jorge (USJ).

A ello se añade, apunta Marta-Lazo, que "los modos de consumo también han cambiado considerablemente en los últimos años por las posibilidades que permiten los soportes móviles, que cada vez adquieren más protagonismo por la potencialidad de acceso global a todo tipo de contenidos desde cualquier lugar, la rapidez en la descarga y las posibilidades de interacción entre los usuarios". Ya en 2014, el ‘smartphone’ superó al ordenador portátil como dispositivo de acceso a internet.

Como resultado, para Capapé se puede afirmar que "el ecosistema está virando hacia internet como principal canalizador mediático: prensa digital, radio ‘online’, ‘podcast’, revistas, cine, etc."

Internet es, desde 2021, según reflejan los datos del EGM, el medio que concentra mayor audiencia, y parte de la explicación reside precisamente en que "los usuarios lo utilizan, no solo para informarse, sino para trabajar, estar en contacto con seres queridos, jugar en línea, comprar, gestionar sus cuentas digitales, acceder a servicios de la administración, etc.", enumera Capapé. De este modo, internet se ha convertido en la herramienta que aglutina y da respuesta a las principales necesidades del público.

Las preferencias de los usuarios pueden rastrearse en el desglose que el EGM hace de cada medio: el sitio web que ha recibido más visitas únicas en el segundo trimestre del año ha sido Youtube, con casi 30 millones de visitantes. Facebook y Spotify le siguen en segundo y tercer puesto. A partir de la cuarta posición, en el ranquin se abren paso los periódicos digitales.

Pero, a pesar de que, según el Eurobarómetro publicado en julio, las plataformas ‘online’ de noticias, redes sociales y blogs se sitúan ya entre las fuentes elegidas para estar al día, no recogen mucha confianza de la ciudadanía. En Europa, y en España (45%), los medios audiovisuales de carácter público reinan como la forma más fiable de seguir la actualidad, también en su formato ‘online’. La prensa escrita también cuenta con mucha confianza entre la ciudadanía española, casi al mismo nivel que la televisión y la radio (44%).

Transformación digital

Al mismo tiempo, internet es también para los medios de comunicación "una vía y una herramienta más en la que apoyarse". La profesora de la USJ señala que "está posibilitando la transformación de los modelos y su digitalización"; esto genera "tanto oportunidades para la producción de nuevos formatos como la necesidad de reinvención y debilitamiento de otros".

La transformación digital ha llevado nuevos perfiles profesionales a las redacciones: diseñadores web, técnicos, analistas y científicos de datos, especialistas SEO o expertos en redes sociales y márquetin digital. Así, los datos de navegación de los lectores ayudan a los medios a conocer mejor sus gustos y necesidades, por lo que la oferta informativa se vuelve cada vez más personalizada.

En este contexto de transformación, es imperativo para los medios adaptarse a nuevos soportes y nuevos formatos. Los propios canales y soportes digitales permiten crear esos nuevos formatos de contenido que hacen que la comunicación se vuelva multimedia.

Para Carmen Marta-Lazo, "en la actualidad, asistimos a una retroalimentación entre medios, cada uno influye en el desarrollo y los avances de los otros". Pone como ejemplo que "los nacidos ya bajo el paraguas de internet se están alimentando de lo que tradicionalmente ha funcionado bien en los medios, como pueda ser el uso de sumarios o el reparto por secciones; al igual que los que han migrado sus contenidos a la red se están valiendo de formatos de éxito como el ‘podcast’ o las píldoras de vídeo". En su opinión, "la convivencia de unos y otros enriquece enormemente los avances y la búsqueda de innovación en estructuras narrativas, las convenciones estilísticas y las modalidades de interacción".

El caso del ‘podcast’ es un ejemplo de adaptación a los nuevos usos y consumos. Mientras "la radio en sentido clásico es poco demandada por los jóvenes, este formato cada vez tiene más éxito entre esta franja de público. Ha conseguido dar respuesta a las necesidades sociales: contenidos de breve duración en un mundo acostumbrado a la rapidez; posibilidades de descarga fácil para dar respuesta a la inmediatez; y temáticas de amplio alcance generalistas y especializadas, para todo tipo de públicos", indica.

Pero esta transformación digital no significa la desaparición brusca de los medios clásicos que, interpreta Marta-Lazo, "coexistirán en el tiempo mientras siga habiendo demanda por parte de los públicos con mayor edad que siguen acostumbrados a ese tipo de usos más tradicionales, por ejemplo, en papel". Además, "continuarán adaptándose a las nuevas demandas, con mutaciones en su evolución hacia los soportes digitales más innovadores". En esta dirección se enmarca "la búsqueda de nuevas fórmulas de suscripción en el caso de contenidos informativos, que están empezando a tener resultados, como sucedió en el caso del pago por visión de contenidos de ficción".

Una audiencia fragmentada

En el escenario actual, se está produciendo una clara segmentación de públicos, con una fragmentación por tipos de consumo. La catedrática de la Universidad de Zaragoza precisa que, "a medida que aumenta la edad, más se consume en soportes tradicionales: en papel en el caso de la prensa y en televisor en el de los contenidos audiovisuales, y mayor es el consumo de contenidos generalistas". Por su parte, las franjas de público más joven, siguen una tendencia inversa: "Los soportes más preciados son los dispositivos móviles, los contenidos especializados y que generen interacción en redes sociales". Y otra tendencia que se pone de manifiesto es que "las audiencias, acostumbradas a la descarga gratuita, son exigentes a la hora de pagar, lo cual hacen por contenidos exclusivos o de calidad, que les aporten un valor añadido".

Precisamente, la gratuidad en el consumo de productos periodísticos digitales ha sido una de las causas más determinantes del cambio del comportamiento del consumidor, unida a la posibilidad de acceso a contenidos a través de nuevos canales como los buscadores o las redes sociales. Como cifra global, de acuerdo con los datos de Kepios, los usuarios de las redes sociales casi se duplicaron de 2.300 millones en 2016 a 4.200 millones en 2021.

El nuevo modelo de negocio basado en contenidos bajo suscripción es el resultado de un cambio global en el sector, que busca un modelo que favorezca una mayor independencia y permita seguir apostando por la calidad.

Es la respuesta a la crisis que afrontan los modelos de negocio tradicionales de muchas instituciones mediáticas de todo el espectro. La pandemia ha acelerado el declive de la viabilidad económica de los medios de comunicación. El informe de referencia ‘Tendencias mundiales en libertad de expresión y desarrollo de los medios’ publicado este año por la Unesco recoge cómo "los medios de comunicación luchan por conseguir esos clics que suponen ingresos publicitarios, y muchos ven aún más reducido su espacio por la proliferación de nuevas voces en la red y por los algoritmos de los intermediarios digitales. El ecosistema digital ha desencadenado una avalancha de contenidos competidores y ha convertido a las grandes empresas de internet en los nuevos guardianes".

En el escenario actual, prosigue el informe, los ingresos publicitarios se han desplazado rápidamente de los medios de comunicación a las empresas de internet. Google y Facebook (la actual Meta) reciben aproximadamente la mitad de todo el gasto global en publicidad digital. 

Mientras tanto, según los datos de Zenith, en los últimos cinco años los ingresos publicitarios de los periódicos se han reducido a la mitad a escala mundial; si se analizan los últimos diez años, "la asombrosa cifra de pérdidas es de dos tercios".

El futuro del papel ha sido analizado en el ‘Informe sobre la industria de las publicaciones periódicas’, un trabajo que analiza la situación actual, tendencias, impacto social y económico en España en el contexto europeo en el que han participado 28 investigadores, especialistas en el estudio del mercado periodístico, pertenecientes a las universidades de La Coruña, Santiago de Compostela, Vigo, Carlos III de Madrid, Jaume I, Autónoma de Barcelona, Málaga, País Vasco y Castilla La Mancha; bajo la coordinación de Valentín Alejandro Martínez Fernández (UDC), Francisco Campos Freire (USC) y Óscar Juanate y Boga (UDC).

El estudio concluye que las ediciones en papel no están heridas de muerte y podrán sobrevivir en la sociedad digital, siempre y cuando se adopten las actuaciones necesarias para facilitar su adaptación al nuevo comportamiento del consumidor de productos informativos y de entretenimiento.

"Quizá no quepa hablar de diarios y revistas con la visión que ahora tenemos; parecería más apropiado referirse a los contenidos, pues estos serán los que realmente sostengan y animen la transformación del modelo actual de las empresas periodísticas", aseguran. De forma tajante, "el contenido es lo que importa. En la manera de hacerlo para llegar a sus demandantes, tanto en lo referido al formato como al soporte, es donde estriba el reto".

Entendiéndolo así, cambiar la cultura de la gratuidad en el consumo de contenidos no se ve como un imposible. El éxito de los modelos de negocio de nuevas plataformas de pago para el consumo de productos musicales y audiovisuales les lleva a pensar que el público sí está dispuesto a pagar, siempre y cuando los contenidos que se le ofrezcan capten su interés. A nivel mundial, "los sistemas de pago digital empiezan a destacar, combinados con las ediciones en papel y la protección de la circulación, para no deteriorar los ingresos de publicidad".

Desde su punto de vista, el futuro de la edición en papel pasa por la hibridación de los productos informativos y de entretenimiento editados en papel con aquellos dirigidos y canalizados a través del ámbito digital. Hasta el punto de que "si actualmente las ediciones en papel soportan a las digitales, en un futuro no muy lejano estas últimas serán las que mantengan a las primeras, en una clara complementariedad donde el papel desempeñará un claro rol de generador de valor añadido".

La desinformación es señalada en este estudio como "un importante talón de Aquiles de la red digital, con el consabido impacto negativo en las sociedades democráticas".

Desinformación a gran escala

Para valorar el alcance de esta amenaza, pensemos, por ejemplo, que en septiembre de 2020 circulaba en Twitter más de un millón de mensajes con información inexacta, poco fiable o engañosa relacionada con la pandemia. Desde el inicio de la pandemia hasta agosto de 2021, Meta eliminó más de 20 millones de mensajes en Facebook e Instagram que daban publicidad a información errónea relacionada con la covid-19. Según el Eurobarómetro publicado en julio, un 61% de la población europea cree haber estado expuesta alguna vez a noticias que no se ajustaban a la realidad. En España, este porcentaje sube hasta el 79%, 18 puntos por encima del dato europeo.

A Carmen Marta-Lazo le alarma ver cómo las redes sociales "contienen un tráfico muy elevado de información falsa, sin contraste ni rigor informativo. Hasta su nacimiento, la elaboración de información solo recaía en los periodistas, cuyos criterios de selección y fundamentación de las noticias son profesionales. La apertura a todos los públicos a la posibilidad de crear contenidos hace que se haya desvirtuado".

Ante este panorama, y "teniendo en cuenta las derivaciones que puede tener la gran cantidad de contaminación informativa y los sesgos que transmiten las redes sociales", la investigadora de Unizar considera que es necesario alfabetizar mediáticamente a la ciudadanía "para que sepan discernir entre lo que es verdadero, lo que está tergiversado y lo que es falso".

El peligro no es menor. "La capacidad de generar desinformación a gran escala y atentar contra los hechos establecidos científicamente es un riesgo existencial para la humanidad", observó el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, en su informe ‘Nuestra Agenda Común’. "Al tiempo que defendemos a capa y espada el derecho a la libertad de expresión en todo el mundo, debemos alentar también a las sociedades a que lleguen a un consenso con base empírica sobre el bien común que constituyen los hechos, la ciencia y el conocimiento".

Con la pandemia, cuando el acceso a una información de calidad se convirtió literalmente en vital, hemos comprobado hasta qué punto nuestras sociedades necesitan periodistas y profesionales de los medios de comunicación que informen a los ciudadanos en un mundo cada vez más complejo. No obstante, según refleja la Unesco en su informe ‘Tendencias mundiales en libertad de expresión y desarrollo de los medios’, "la pandemia también ha puesto en evidencia –y con frecuencia ha agravado– las amenazas que pesan sobre los medios de comunicación, desde la fragilidad financiera a los ataques a la libertad de prensa".

Fundamentado en un análisis basado en datos, el informe de la Unesco concluye que en el mundo "el periodismo independiente –aquel que privilegia el interés público por encima de las agendas políticas, comerciales o de facciones– está en peligro. La rápida erosión de los modelos empresariales en los que se basaba la sostenibilidad de los medios de comunicación ha agravado una crisis que afecta a la libertad y la seguridad de los periodistas en todo el mundo. La respuesta mundial que se dé a estos retos en el próximo decenio será decisiva para la supervivencia de una esfera pública democrática".

La existencia de unos medios de comunicación libres, plurales e independientes sigue siendo tan relevante como siempre. Por ello, la Declaración de Windhoek+30 de 2021 sobre la información como bien común (adoptada este año en el Día Mundial de la Libertad de Prensa para, ante los desafíos actuales, reafirmar los principios de la Declaración de Windhoek de hace treinta años, en la que las Naciones Unidas se comprometieron a impulsar unos medios de comunicación libres, plurales e independientes) reconoce "la necesidad urgente de abordar tanto la viabilidad económica de los medios de comunicación –cuya sostenibilidad se ve sometida a grandes tensiones– como la transparencia de las empresas de internet en cuanto al modo en que tratan el contenido que ofrecen".

En un contexto complejo y pleno de desafíos, la información se confirma como un bien común global, es decir, al alcance de todos, siempre que el periodismo refuerce su papel esencial en las sociedades democráticas, alcanzando la viabilidad y logrando conectar con las nuevas generaciones.

En quién confiamos para informarnos

Si se afina el tiro y se le pregunta a la gente cómo se informa, encontramos que la televisión es el principal canal para mantenerse al día para el 76% de la ciudadanía en España. Así lo refleja la ‘Encuesta sobre medios de comunicación y noticias 2022’ realizada por Ipsos para el Parlamento Europeo. A mucha distancia, la radio ocupa el segundo lugar (36%), seguida muy de cerca por las plataformas de noticias ‘online’ (35%) y las redes sociales y blogs (31%). La prensa escrita es elegida por un 20%.

Aunque crece el uso de las redes sociales para seguir la actualidad, sigue siendo un canal que se usa mayoritariamente para el entretenimiento (el 54% declara que las usa para chatear con sus amigos y familiares, un 48% para ver contenido en foto y vídeo y un 40% para enterarse de lo que están haciendo sus conocidos).

Este Eurobarómetro bucea también en un tema clave: la confianza. La forma considerada más fiable de seguir la actualidad es a través de los medios audiovisuales de carácter público (45%), también en su formato ‘online’, y a través de la prensa escrita, impresa y digital, casi a la par de la televisión y la radio con un 44%.


De El Heraldo, España.

La seguridad digital de los estudiantes universitarios

Por Francisco Javier Rocha Estrada, Carlos Enrique George Reyes y Leonardo David Glasserman Morales

“Las conductas de alto riesgo en el ciberespacio siguen prevaleciendo, debido a que no se ha desarrollado plenamente una cultura de la ciberseguridad”.

El ciberacoso, las noticias falsas y el acceso a datos personales mediante diversas estrategias de engaño, son cada vez más frecuentes en internet. Así lo revela la información de una encuesta aplicada a más de 17,000 personas en el año 2020, cuyos resultados se comparten en el sitio U-Report México tu voz cuenta. De acuerdo con cifras del INEGI (2022), en México existen 84.1 millones de usuarios de internet, de los cuales el 30.2 % (25.4 millones) son jóvenes entre 12 y 24 años. La vulnerabilidad digital de este sector de la población es uno de los temas más preocupantes. Aunque crecieron utilizando las nuevas tecnologías y podrían sentirse inmunes a los peligros en internet, sus conocimientos están más orientados a las áreas del entretenimiento y a la socialización, mientras que en cuestiones de seguridad no necesariamente toman las debidas precauciones y sus estrategias para afrontar los desafíos que conlleva un uso seguro de la red están poco desarrolladas.

Aunado a lo anterior, muchos de los jóvenes pasan la mayoría del tiempo conectados sin monitoreo sobre lo que hacen en internet. Por ello, las posibilidades de ser víctimas de un delito son muy altas, pudiendo desencadenar padecimientos como estrés, ansiedad, depresión, alteraciones de sueño, ira, irritabilidad, entre otros (Rodríguez de Dios et al., 2016). 

Seguridad Digital Para Todos es un curso gratuito sobre temas como la protección de datos, la identidad digital, la privacidad, sexting, el ciberacoso, etc., para adquirir los conocimientos básicos y utilizar internet de forma segura”.

Pese a todos los esfuerzos, las conductas de alto riesgo en el ciberespacio siguen prevaleciendo, principalmente debido a que no se ha desarrollado plenamente una cultura de la ciberseguridad como lo demuestran los principales hallazgos de la encuesta (U Report, 2020):

El 56 % desconoce qué es un virus o código malicioso

Un 70 % no sabe cómo identificar cuando su celular o computadora está infectada

El 25 % nunca actualiza su equipo o pocas veces lo hace

Un 30 % descarga archivos de sitios no seguros

El 67 % desconoce qué es el proceso de doble autenticación

Un 13 % se conecta siempre a redes wifi-públicas o frecuentemente

El 31 % guarda sus contraseñas en una hoja de papel y el 20 % en notas del celular

Un 19 % mantiene sus redes sociales para el acceso público

El 28 % acepta a desconocidos en redes sociales siempre o muy seguido

Un 38 % no conoce sus derechos referentes al uso de datos personales en internet

El 22 % comparte noticias tras solamente haber leído el título

Un 18 % no revisa la fuente de dónde proviene una noticia

El 57 % desconoce cómo detectar noticias falsas

Un 63 % ha practicado sexting

El 29 % ha sido presionado para enviar contenido sexual

Un 17 % de las personas que sextearon lo hicieron con desconocidos

El 57 % de las personas que no sextearon recibieron mensajes sin consentimiento

Un 47 % ha sido víctima de ciberacoso

El 72 % del ciberacoso se da por redes sociales

Un 43 % de los acosadores son desconocidos

Estas situaciones se hicieron más notables durante el periodo de distanciamiento social por la pandemia de COVID-19, ya que las personas trasladaron sus entornos laborales, académicos y de recreación a espacios virtuales para continuar con sus actividades diarias. 

Muchos tuvieron que aprender a utilizar herramientas tecnológicas basadas en internet. Si bien, esta migración les permitió adquirir capitales de conocimiento digital, también los expuso a riesgos hasta ese entonces desconocidos. Esto nos deja como lección reconocer que no es suficiente saber utilizar los dispositivos y aplicaciones, sino que se requiere conocer cómo afrontar los peligros inherentes de navegar en internet y usar con precaución las plataformas de comunicación e intercambio de datos, con el fin de garantizar la seguridad de los usuarios (Tomczyk, 2019).

La necesidad de la seguridad digital

La seguridad digital debería ser vista como una disciplina que permita la protección de activos de información digital que sirva para crear una cultura de la ciberseguridad, ya que a través del conocimiento y tratamiento de amenazas que ponen en riesgo la información que es procesada, almacenada y transportada por los sistemas que se encuentran interconectados, se pueden minimizar riesgos a los que están expuestos los usuarios, tales como el robo de identidad, el acceso a noticias falsas y material no deseado. La seguridad digital está orientada tanto a los sistemas como a los usuarios y es la capacidad para gestionar, evitar y limitar los peligros de las amenazas digitales (Ghafir et al, 2018).

La atención que recibe el tema de la seguridad digital a nivel mundial cada vez es mayor. Sin embargo, muchos de los programas académicos desarrollados por instituciones educativas enfocados en este tema, son optativos o solamente están orientados a las carreras de informática. Aún y cuando las nuevas tecnologías ya tienen presencia en todo tipo de profesiones y actividades, lo que demuestra un déficit en los conocimientos con los que cuentan los usuarios y los que deberían de tener para reducir los peligros de la red (Wang & Zhou, 2017). A causa de lo anterior, los jóvenes continúan expuestos a los riesgos por el desconocimiento de la ciberseguridad y en el mejor de los casos, deben buscar por su cuenta alternativas confiables para adquirir estas competencias.

El curso “Seguridad Digital Para Todos”

Ante estas necesidades, investigadores del Grupo de Innovación Educativa en la línea de Desarrollo y Uso de la Tecnología en la Educación (DUTE) del Tecnológico de Monterrey, implementaron una estrategia para fortalecer las habilidades de seguridad digital en los jóvenes por medio de un curso en línea autodirigido y gratuito, el cual incluye videos, infografías, foros, actividades y archivos descargables. Esta modalidad fue seleccionada por su amplio éxito en los últimos años y porque representa una alternativa de formación en los tiempos y horarios que el participante decida. Después de tres meses y medio de su lanzamiento, el curso ha superado las tres mil inscripciones, cuenta con una valoración de 4.11/5.00 y han participado personas de 56 países, hablantes de 14 idiomas (ver Imagen 1).

Por la tasa de aceptación identificada, se tomó la decisión de relanzar este curso ampliando los contenidos, incluyendo los temas de ciudadanía digital, construcción del conocimiento, identidad digital, privacidad, sexting, ciberacoso y protección de datos, los cuales han demostrado ser fundamentales para la seguridad digital. El curso tiene una duración aproximada de tres horas, es gratuito, está abierto al público en general, fomenta el aprendizaje autónomo, no tiene un límite de participantes, se accede a través de internet, no cuenta con requisitos previos de conocimiento y los estudiantes pueden avanzar a su propio ritmo.

El curso “Seguridad Digital Para Todos” se aloja en la plataforma Udemy por su popularidad y fácil acceso, además, representa una opción de aprendizaje dirigida a cualquier persona que quiera adquirir los conocimientos básicos para utilizar internet de forma segura. Si bien, este curso se puede considerar una primera línea de defensa ante los riesgos de la red, es necesario mantenerse actualizados adquiriendo nuevos conocimientos, ya que cada día surgen nuevas amenazas digitales y la mejor forma de evitar convertirte en una víctima es ser consciente y saber cómo reaccionar ante ellas. 


Reflexión

Es imposible evitar los peligros derivados del uso y la exposición en internet, así como tampoco es viable restringir el uso de las tecnologías emergentes, dado que existe un riesgo que por ello se caiga en exclusión digital. Por lo tanto, las medidas de prevención deben estar orientadas hacia el desarrollo de una alfabetización en seguridad digital de las personas, ya que, con una buena formación en este tema podrán desarrollar los conocimientos necesarios para afrontar las amenazas digitales en una época donde las tecnologías son indispensables para participar activamente en la sociedad.


Acerca de los autores

Francisco Javier Rocha Estrada

Estudiante Doctorado en Innovación Educativa. Miembro del subgrupo de Desarrollo y Uso de la Tecnología en Educación (DUTE) del Grupo de Innovación Educativa.

Carlos Enrique George Reyes

Líder del subgrupo de Desarrollo y Uso de la Tecnología en Educación (DUTE) del Grupo de Innovación Educativa. Profesor de la Maestría en Emprendimiento Educativo.

Leonardo David Glasserman Morales

Director de la Maestría en Emprendimiento Educativo. Miembro del subgrupo de Desarrollo y Uso de la Tecnología en Educación (DUTE) del Grupo de Innovación Educativa. Investigador adjunto del Grupo Interdisciplinar de Investigación (IRG) de Razonamiento para la Complejidad (R4C) del Instituto para el Futuro de la Educación.


Referencias 

Ghafir, I., Saleem, J., Hammoudeh, M., Faour, H., Prenosil, V., Jaf, S., Jabbar, S., & Baker, T. (2018). Security threats to critical infrastructure: the human factor. The Journal of Supercomputing, 74(10), 4986-5002. https://doi.org/10.1007/s11227-018-2337-2  

Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (2022). Estadísticas a propósito del día mundial del internet (17 de mayo). https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2022/EAP_Internet22.pdf

Rodríguez de Dios, I., Igartua, J., & González, A. (2016). Development and validation of a digital literacy scale for teenagers. ACM International Conference Proceeding Series, 1067-1072. https://doi.org/10.1145/3012430.3012648

Tomczyk, L. (2019). What do teachers know about digital safety? Computers in the Schools. 36(3), 167-187. https://doi.org/10.1080/07380569.2019.1642728 

U Report (2020). Ciberseguridad. https://mexico.ureport.in/opinion/4746/ 

Wang, J., & Zhou, H. (2017). Embedding Information Security Literacy in College Education. International Conference on Social science, Education and Humanities Research (ICSEHR 2017), 48-51. Atlantis Press. https://doi.org/10.2991/icsehr-17.2017.12

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Edición por Rubí Román (rubi.roman@tec.mx) - Editora de los artículos Edu bits y Webinars - "Aprendizajes que inspiran" - Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación del Tec de Monterrey.

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Comunidad Atenea: una red de aprendizaje colaborativo para docentes

 En marzo de 2020, se creó la Comunidad Atenea, un espacio de aprendizaje colaborativo para docentes de Latinoamérica que hoy reúne a casi 16.000 maestros y ofrece 740 horas de oportunidades de formación abiertas y gratuitas.

 Por Carolina Giménez y Bárbara Erzen

El advenimiento de la pandemia impuso el distanciamiento social obligatorio, y muchas escuelas de la región latinoamericana tuvieron que cerrar sus puertas como medida de prevención. Por este motivo, la continuidad pedagógica ha sido una de las principales preocupaciones. Inmersos en un contexto de incertidumbre y estrés y con poca formación en el uso de herramientas digitales, pero con una gran convicción y tenacidad, los maestros asumieron el desafío de impulsar clases virtuales para mantener el vínculo con sus estudiantes. Un desafío que, en soledad, sin dudas se torna más complejo. “Siempre pensé que el docente trabaja muy solo, puertas para adentro. Y lo que necesitaba era ser parte de una comunidad. Justo a tiempo, llegó Comunidad Atenea”, afirma Silvina desde la ciudad de Mendoza.

Como menciona Silvina, Comunidad Atenea llegó en marzo del 2020: una red social abierta y gratuita de aprendizaje colaborativo para docentes de Latinoamérica. Un espacio donde los maestros comparten buenas prácticas educativas, se inspiran a partir de sus pares, planifican sus clases y se conectan con docentes de toda la región. Pero, sobre todo, un espacio de encuentro de docentes para docentes. Una comunidad que, hoy en día, reúne a casi 16.000 maestros y ofrece 740 horas de oportunidades de formación abiertas y gratuitas. Las buenas prácticas compartidas por los docentes son fuente de inspiración y ya fueron replicadas más de 4.500 veces por colegas de la comunidad, sin perder de vista la adaptación al contexto particular de sus escuelas, y alcanzando así a más de 174.000 estudiantes.

“Ser parte de esta comunidad es una experiencia muy inspiradora. El aprender haciendo y pensar en voz alta con diversidad de ideas, ya que somos docentes de distintos países, áreas y niveles. El trabajo con otros fomenta el entusiasmo y me hace crecer emocionalmente”, nos escribe la docente Noemí desde Argentina. “Una enorme experiencia que no es transitoria. Feliz de ser parte de este maravilloso grupo humano”, afirma María desde Ecuador. Al leer mensajes como el de Noemí y María, sentimos que estamos caminando en la dirección adecuada: impulsar una comunidad de aprendizaje colaborativo entre docentes de Latinoamérica con sentido de pertenencia.

En los últimos años han surgido infinidad de plataformas para docentes. Entonces, ¿qué factores hacen posible que Comunidad Atenea sea una comunidad de docentes con fuerte sentido de pertenencia? A continuación, describimos estos ingredientes:

1. Participación voluntaria

Comunidad Atenea está conformada por docentes que, por decisión propia, desearon ser miembros de esta comunidad. El maestro que participa en nuestros talleres o laboratorios en vivo lo hace porque quiere estar allí, porque lo/a motiva aprender junto a otros docentes. Una investigación de la Universidad de Stanford ha identificado que tener un sentido de propósito compartido y participación voluntaria son elementos clave en la conformación de una red de docentes poderosa. Asimismo, otros estudios apuntan a que las redes de maestros que involucran oportunidades de desarrollo profesional informal y vínculos entre pares son más proclives a apoyar las necesidades integrales de los docentes.

 

2. Colaboración, retroalimentación entre pares y metacognición

Creamos la #ExperienciaAtenea, una experiencia de aprendizaje colaborativo de cinco días. Cada semana, se propone una nueva temática para enriquecer las prácticas de enseñanza y aprendizaje. Así, los docentes se convierten en protagonistas de un espacio de formación y encuentro que se desarrolla a través de diferentes plataformas (YouTube, Zoom y WhatsApp) a través de las cuales colaboran, se brindan retroalimentación y reflexionan sobre lo aprendido juntos. SUMMA ha identificado a estos tres componentes como los más efectivos de las prácticas educativas. Asimismo, un estudio realizado en escuelas secundarias de Gran Bretaña concluyó la importancia de la retroalimentación entre pares para la contención emocional de los docentes. Las encuestas de satisfacción de la #ExperienciaAtenea muestran que el 98 % de los docentes egresados considera que estos espacios les brindan mucho y bastante en términos de motivación y de oportunidades de colaboración con colegas.

 

3. Confianza y aprendizaje basado en el hacer sin miedo al error

El #LaboratorioAtenea es un espacio de encuentro de un mes donde los docentes pueden explorar y experimentar juntos en un ambiente de confianza donde el error es parte del aprendizaje. La analogía con el laboratorio fue elegida en virtud de que es un lugar donde la teoría y la práctica se unen y los docentes aprenden haciendo y reflexionando con otros. ¿Por qué este énfasis en la noción de confianza? Primero, es importante recordar que la rapidez con la que se desencadenó la pandemia produjo que los docentes debieran adoptar las TIC de la noche a la mañana. Por un lado, diferentes investigaciones sostienen que la falta de confianza de los maestros en el uso de la tecnología constituye una gran barrera para su implementación en el aula. Se ha comprobado que este temor a cometer errores frente a sus estudiantes a menudo conduce a que no se animen a experimentar diversas herramientas digitales que podrían enriquecer sus clases. Por su parte, varios autores remarcan la importancia de desarrollar un liderazgo  basado en la confianza como aspecto clave para impulsar la innovación escolar. Cabe destacar que las encuestas de satisfacción de los #LaboratorioAtenea muestran que el 98 % de los docentes egresados considera que estos espacios les brindan mucho y bastante en términos de herramientas prácticas.

 

4. Celebración docente

Sin dudas, el factor crucial de una comunidad de aprendizaje docente es el vínculo cercano, cálido y humano entre sus miembros. Para promover este tipo de lazos, impulsamos un clima de alegría y celebración de la profesión docente como la más importante de todas –pero no siempre reconocida como tal–. Y sus frutos pueden verse con claridad en las producciones colaborativas de los miembros de nuestra comunidad. Por ejemplo, como cierre de año, organizamos unas “Olimpiadas” en las que, por equipos, los docentes debían crear entre todos “su himno”, lema y estandarte. El equipo de los “Educadores sin fronteras” (conformado por más de 150 maestros de toda la región) compusieron un rap que fue interpretado por el hijo de una docente y que nos sigue emocionando cada vez que lo escuchamos “Este es un mensaje para la comunidad, para el que dijo que este año está perdido, estamos demostrando que a la distancia se puede educar para seguir luchando y no darnos por vencidos. Gracias Comunidad Atenea por ser la solución y no los problemas”.

Quienes impulsamos Comunidad Atenea creemos en el poder de las comunidades de aprendizaje docente basadas en la confianza, la colaboración y la experimentación. Así, descubrimos juntos el potencial de la tecnología en Educación y promovemos aprendizajes significativos en nuestros estudiantes.


Carolina Giménez (carolina.gimenez@varkeyfoundation.org) es Directora de Tecnología Educativa de Fundación Varkey. Ha trabajado durante más de diez años desarrollando soluciones creativas e innovadoras para resolver desafíos educativos. Es co-fundadora de Comunidad Atenea, una red social abierta y gratuita para la comunidad de aprendizaje colaborativo de docentes de Latinoamérica.

Bárbara Erzen (barbara.erzen@varkeyfoundation.org) es especialista en generación de contenido para entornos virtuales de aprendizaje en Fundación Varkey. Cuenta con ocho años de trayectoria en el diseño instruccional de cursos online y la coordinación de experiencias de aprendizaje sincrónico. Hoy en día, es parte del equipo que impulsa Comunidad Atenea.

 

Referencias

Beggs, T. A. (2000). Influences and barriers to the adoption of instructional technology. Presentado en el Mid-South Instructional Technology Conference 2000. Retrieved from https://www.learntechlib.org/p/90470/.

Bingimlas, K. (2009). Barriers to the successful integration of ICT in teaching and learning environments: A review of the literature. Eurasia Journal of Mathematics, Science & Technology Education, 5(3), 235–245.

Bryk, A., Schneider B. (2003). Trust in Schools: A Core Resource for School Reform, recuperado de  http://www.ascd.org/publications/educational-leadership/mar03/vol60/num06/Trust-in-Schools@-A-Core-Resource-for-School-Reform.aspx Consultado el 28 de mayo de 2021.

Kidger, J., Stone, T., Tilling, K., Brockman, R., Campbell, R., Ford, T., Hollingworth, W., King, M., Araya, R., Gunnell, D. (2016). A pilot cluster randomized controlled trial of a support and training intervention to improve the mental health of secondary school teachers and students – the WISE (Wellbeing in Secondary Education) study. BMC Public Health, 16(1), 1060-y. doi:1060.

Lieberman, A. (2000). Networks as learning communities: Shaping the future of teacher development. Journal of Teacher Education, 51(3), 221-227. doi:10.1177/0022487100051003010.

Niesz, T. (2007). Why teacher networks (can) work. Phi Delta Kappan+, 88(8), 605-610. doi:10.1177/003172170708800812.

SUMMA, Laboratorio de Investigación e Innovación en Educación para América Latina y el Caribe, Plataforma de Prácticas Educativas Efectivas, recuperado de  https://www.summaedu.org/plataforma-de-practicas-educativas-efectivas/ Consultado el 28 de mayo de 2021.

Trust, T., Krutka, D. G., & Carpenter, J. P. (2016). “Together we are better”: Professional Learning networks for teachers. Computers and Education, 102, 15-34. doi:10.1016/j.compedu.2016.06.007

Tschannen-Moran, M. (2014). Trust Matters: Leadership for Successful Schools, 2nd Edition, recuperado de https://eric.ed.gov/?q=by-product&pg=6&id=ED565696 Consultado el 28 de mayo de 2021.

 

Fuente: Instituto para el Futuro de la Educación. Observatorio Tecnológico de Monterrey.

Seis claves para que los periodistas mejoren sus habilidades en Twitter

Por Laboratorio de Periodismo 

Twitter es una fuente de información fundamental para los periodistas, además de una forma efectiva de llegar a las audiencias. Según el informe Estado del periodismo 2022 de Muckrack, el 77% de los periodistas dice que Twitter es la red social más valiosa para ellos, y una de las primeras fuentes de información a las que acude. Esto convierte a Twitter en una herramienta inmensamente valiosa para los periodistas que utilizan la plataforma para buscar y compartir sus noticias.

Pero para los periodistas que aún no hacen un uso profesional de Twitter, la curva de aprendizaje puede parecer una tarea intimidante. La Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjeros en Estados Unidos (Foreign Press), ha compartido algunos consejos y trucos que pueden ayudar a dar esos primeros pasos. Algunas de las informaciones se han adaptado en este artículo para el mercado español.


1-Aprender a buscar tweets por ubicación

Twitter puede ayudar a filtrar los Tweets por ubicación y todo lo que se necesita hacer es encontrar e incluir la latitud y la longitud de una ubicación (lo que se puede hacer fácilmente online). Una vez que tenga esa información, puede filtrar fácilmente por distancia desde esa ubicación. Esa es una herramienta poderosa para tener en su arsenal, especialmente cuando emerge una nueva historia o cuando está tratando de encontrar una respuesta más local a un evento determinado.

Pasos:

1. Ir a twitter.com.

2. En la barra de búsqueda en la esquina superior derecha, escriba lo que desea buscar y luego presione Entrar.

3. Vaya a Filtros de búsqueda en la parte superior derecha y en Ubicación, introduzca las coordenadas.

o bien, directamente, con estos códigos:

política geocode:43.26270,-2.92530,100km


En donde política es la palabra clave, geocode las coordenadas, y 100km, el radio desde esas coordenadas. En este caso, Twitter devolverá resultados de la palabra clave política, tomando como epicentro Bilbao, y un radio de 100 kms.

Aquí, los resultados de la búsqueda

En esta web hay más información.


2-Aprender a usar Tweetdeck 

Twitter ha descrito a Tweetdeck  como “su navegador personal para mantenerse en contacto con lo que está sucediendo ahora”. “Tweetdeck consta de una serie de columnas personalizables que se pueden configurar para mostrar la línea de tiempo de Twitter del usuario, menciones, mensajes directos, listas, tendencias, favoritos, resultados de búsqueda, hashtags o todos los tweets de o para un solo usuario”, dice  el periodista. Rahaman Abiola, quien señala que la función permite a los periodistas “supervisar varias cuentas simultáneamente”.

Tweetdeck brinda a los periodistas y medios de comunicación la capacidad de monitorear a sus competidores, o las agencias gubernamentales y otras organizaciones que usan la plataforma para lanzar comunicados de prensa. 


3-Entender cómo funcionan las listas de Twitter

Las listas de Twitter son selecciones de cuentas de Twitter. Al ayudarlo a crear y organizar su contenido, hacen que sea mucho más fácil para los seguidores y usuarios de Twitter encontrar lo que ha publicado. Las listas de Twitter se pueden organizar en torno a un tema, ubicación u organización en particular.

“Luego, puede agregar o eliminar más personas de la lista con el tiempo, y revisarla cada vez que quiera ver qué personas de esa lista han compartido en Twitter”, dice Radcliffe, quien agrega que “las listas son muy útiles si quiere esquivar en un tema de vez en cuando, sin necesariamente seguir a todos estos usuarios todo el tiempo”.

Se puede crear una lista propia, o seguir alguna que se mantiene activa y actualizada, y que coincida con nuestros intereses.

Aquí, un ejemplo de lista sobre Futuro del Periodismo.


4-Usar los hilos de Twitter para desglosar historias

Los hilos de Twitter ayudan a los periodistas a desglosar historias complejas para su audiencia a medida que se desarrollan. Son bastante valiosos si está tratando de contar los detalles y narrar una historia más grande durante períodos de tiempo más largos.

Damian Radcliffe, profesor de periodismo de Carolyn S. Chambers en la Universidad de Oregón, señala que los periodistas se benefician cuando utilizan un enfoque más «deliberativo» en los hilos de Twitter.

“Al mantener su hilo visualmente atractivo, debe intentar utilizar el espectro completo de herramientas creativas a su disposición. Use imágenes, gráficos, GIF, memes, videos, etc., así como citas/paráfrasis, de diferentes longitudes”, dice. “Asegúrese de vincular a otras personas que twittean sobre este tema, etiquetando personas y lugares relevantes para alentar los retweets. Esto incluye a otros periodistas y fuentes oficiales”.

Radcliffe señala que ser más intencional al compartir enlaces y numerar tweets más largos dentro de un hilo (lo cual es muy útil para los usuarios de Twitter que encuentran o siguen su contenido fuera de secuencia) también es importante y puede contribuir a mejorar la relación que los periodistas tienen con Twitter.


5-Aprender a usar la función de búsqueda inversa de Twitter

En ocasiones queremos ver las reacciones a una información, por lo que los usuarios pueden haber desvelado. Aquí es donde la función de búsqueda inversa de Twitter puede resultar útil. Todo lo que se tiene que hacer es publicar la URL de la información original en la barra de búsqueda y presionar Enter y Twitter mostrará todas las noticias en que esa URL específica aparece en Twitter, tanto si se ha acortado como si no. Aquí, un ejemplo.


6-Ponerse al día de lo que se ha perdidoTwitter Moments permite seleccionar historias que están sucediendo en todo el mundo utilizando una variedad de fuentes diferentes en la plataforma de redes sociales. 

Los periodistas pueden usarlos para compartir respuestas a historias en las que han trabajado y pueden obtener contenido de otros usuarios, periodistas o no, para ofrecer a los seguidores una imagen más completa de una historia determinada.

Twitter Moments puede ayudar a los periodistas a considerar la narrativa de la historia que intentan contar, por lo que el orden de los tweets importa. Un título atractivo y una imagen de portada ayudan si está tratando de atraer al público.


De Laboratorio de Periodismo, Fundación Luca de Tena.

Pantallas de audiencia: control de la agenda mediática

El algoritmo sustituye al periodismo


La reconversión tecnológica ha convertido las redacciones de todo el mundo en centros de control llenos de pantallas con números y cifras que presiden y ordenan el trabajo diario de los periodistas. Ahora, en las redacciones se habla más de números, de algoritmos y de porcentajes que de periodismo.


Por Lucía Méndez

Evgeny Morozov, el profesor bielorruso que -como tantos otros- es un arrepentido de la adoración tecnológica después de haber pertenecido a esa iglesia, recorre el mundo dando charlas sobre los cambios que internet está provocando en la sociedad y en el comportamiento de cada uno de los seres humanos. La locura del solucionismo tecnológico es su libro de mayor éxito y lo publicó en 2015. Las reflexiones de Morozov sobre la búsqueda de la perfección tecnológica y la máxima eficiencia incluyen a los medios de comunicación como uno de los escenarios centrales en los que las cuestiones profesionales, éticas y morales chocan con el imparable avance de la reconversión tecnológica, que ha convertido las redacciones de todo el mundo en centros de control llenos de pantallas con números y cifras que presiden y ordenan el trabajo diario de los periodistas.

El profesor -que fue cocinero antes que fraile- acuña la palabra “memeficación” del espacio público para definir el destacado papel de los llamados “memes” en el contenido de los medios de comunicación tradicionales. “El problema general de la ‘memeficación’ de la vida pública es que cuando las decisiones editoriales se toman con el ojo puesto en lo que podría o no convertirse en un éxito online, lo que se informa y cómo se informa siempre será afectado. El académico experto en medios C.W. Anderson señala que la última generación de sitios de noticias suele pensar en los lectores como audiencias algorítmicas. La generación anterior de editores de noticias consideraba que sus audiencias eran fundamentalmente deliberativas e intentaba que sus lectores participaran en debates que los mismos medios consideraban de interés público, más allá de si se trataba o no de lo que la audiencia deseaba. Al menos en teoría, eran conversaciones y debates resueltos por la fuerza del mejor argumento, no sobre la base de cuántas visitas recibía cada uno de ellos”.

De la teoría a la práctica. Miles de periodistas que pueblan las desconcertadas y aturdidas redacciones se sentirán plenamente identificados con estas reflexiones de Morozov, que no son más que un ejemplo de los muchos ensayos que existen acerca del cambio civilizatorio que supone la aparición de internet y sus consecuencias.

En algún momento del siglo XX, el periodismo entró en una crisis de transformación permanente, continua y diaria de la que aún no ha salido. Algunos profesionales, teóricos, gurús, directivos de medios y analistas del optimismo sostienen que lo más importante del ejercicio del periodismo es el contenido, no el contenedor encargado de alojarlo. Así, el venerable papel y la web contemporánea serían la misma cosa. No podemos engañarnos. La revolución digital ha transformado no solo el contenedor, sino también el contenido; y ha alterado por completo las reglas del ejercicio profesional y las buenas prácticas contenidas en la lista de mandamientos elaborados por las asociaciones profesionales de todo el mundo.

La prensa ha dejado de ser el lugar donde los periodistas situaban las noticias jerarquizadas de acuerdo con sus criterios profesionales para convertirse en el contenedor de las historias que los lectores exigen para pagar por los contenidos. Así lo resume Mark Thompson, presidente de The New York Times en su libro Sin palabras. “El efecto más importante que tuvieron tanto la nueva tecnología como la apertura de las industrias mediáticas fue trasladar mucho más poder a las manos del público. Redactores, directivos y propietarios se veían obligados a afrontar una difícil elección: darle a un público más poderoso e inquieto lo que quiere ver y oír, mantenerse fiel a un conjunto preexistente de principios y objetivos o lanzarse a la búsqueda de un punto medio que marcase un equilibrio entre los dos extremos”. No estamos hablando de algo abstracto. Estos son los dilemas concretos que cada día afrontan los medios de comunicación a la hora de ordenar sus contenidos.

Y, de momento, va ganando la tesis del mercado: quien paga manda. Quien paga tiene la posibilidad de intervenir en los contenidos. Quien paga puede exigir que se le proporcionen las noticias de la forma que el consumidor prefiera. Quien paga puede incluso exigir que las opiniones de los diarios sean las suyas propias. El lenguaje y la visión del periodismo han cambiado. Ahora, los lectores son usuarios o consumidores. Ahora, las informaciones, entrevistas y reportajes son narrativas. Ahora, en las redacciones se habla más de números, de algoritmos y de porcentajes que de periodismo.

La adoración de la tecnología y la esclavitud del periodismo dependiente de las audiencias algorítmicas han alcanzado su máxima expresión en la propuesta lanzada por el director del diario británico The Daily Telegraph. Chris Evans ha anunciado que estudia pagar a sus periodistas en función del número de suscriptores y la cantidad de clics que consigan sus noticias. Con absoluta y aterradora naturalidad, el director del periódico elogia el sistema que puntúa con estrellas a los periodistas en función de los lectores que genera, ya que está sirviendo a la empresa editora para determinar qué es lo que mejor funciona a la hora de atraer, comprometer y retener suscriptores. La propuesta ha originado el escándalo correspondiente y ha sido rechazada por los periodistas del Telegraph y del resto de los periódicos británicos. Pero esa idea está ahí, dando vueltas.

Ya no se trata tanto de buscar y escribir las noticias según el criterio profesional de los periodistas, sino de ser capaz de adornar y exhibir los contenidos de forma que llamen la atención del consumidor. Un consumidor que, a su vez, puede decidir cuáles son las noticias más relevantes, cómo han de ir situadas en las páginas del diario y hasta qué sueldo deben cobrar los redactores. Periodistas educados y condicionados -como en el experimento de Pavlov- a base de estímulos para producir clics. No valgo lo que valen mis noticias, valgo lo que valen mis clics. Cuántos más clics, más valioso soy. Y para eso lo de menos es si la historia que cuento está bien o mal escrita, tiene relevancia política, social, cultural o mundial, o no la tiene. Lo importante es que la historia “funcione”, entendiendo por funcionar que haya muchísimas personas que hagan clic y algunas de ellas se suscriban gracias a la capacidad del periodista para envolverla en papel de plata y a las ignotas reglas del algoritmo. La palabra divina para las empresas editoras es “conversión”. Una conversión es un lector que paga por leer un artículo. Oro puro en este momento para cualquier diario ante la debacle de la inversión publicitaria y el hundimiento de las cifras de difusión.

Lograr una conversión no es nada fácil. Hay que llamar la atención del público y eso, en este momento, es decir muchísimo. Los cerebros de los usuarios están sometidos a una cantidad ingente de estímulos y no hay tiempo para detenerse en tantas ofertas. Según algunos estudios, las personas de esta época solo podemos mantener la atención en un programa de televisión durante 19 segundos de media. El tiempo medio de permanencia en los textos de un diario no llega a 60 segundos.

Para que mucha gente se suscriba, hay que epatar con el título, asombrar con el texto, encandilar con el diseño, saber de nuevas narrativas, estimular la hormona de la dopamina y abrir el apetito del consumidor para que saque de una vez su tarjeta de crédito y pague por el contenido que antes leía gratis. El último reto. Para conseguir el pago, es necesario asombrar con fuegos artificiales y técnicas propias del espectáculo, de la publicidad o del marketing. La lógica del mercado aplicada al ejercicio del periodismo. O, más bien, la lógica del supermercado. Noticias, informaciones, entrevistas y reportajes situados en los lineales de los diarios como productos bien envasados e iluminados en busca de clientes que los echen en el carrito y paguen por ellos. Las noticias más vendidas producirán mayores réditos a los fabricantes. Más salario a los periodistas y más satisfacción a directores como Chris Evans, un director bien adaptado a la era del solucionismo tecnológico.

Los informadores, antaño personas centradas en buscar fuentes, hablar con ellas y redactar las informaciones, van camino de convertirse -muchos ya lo son- en una clase especial de celebridades que se pelean por las conversiones y que tienen sus fans correspondientes para jalearlos en las redes sociales. O, por el contrario, existen profesionales del periodismo que sufren a sus propios odiadores a través de insultos y descalificaciones en las redes sociales si no se ajustan a lo que los usuarios quieren de ellos. Los periodistas no son ángeles ni ascetas capaces de situarse por encima del qué dirán. Las opiniones de los antaño lectores y hoy consumidores les interpelan al minuto y, por tanto, pueden condicionar su trabajo diario. La posibilidad de opinar en tiempo real sobre el trabajo diario de los periodistas afecta, y de qué manera, al ejercicio profesional del periodismo. Todos conocemos casos de periodistas que opinan, exactamente, lo que sus fans exigen que opinen. Y que dirigen sus crónicas hacia lo que sus lectores más fanáticos les exigen.

En realidad, la propuesta de Evans de pagar a los redactores por la cantidad de clics que sean capaces de generar no es una simple ocurrencia de una noche de insomnio o una tarde de tormenta de ideas consigo mismo. Hasta este lugar hemos llegado por el camino que los medios de comunicación tomaron al encontrarse en medio de la tormenta perfecta que amenaza con tragárselos. Primero, fueron las noticias más leídas. La clasificación, la lista, los gatos, los memes, los trending topics y los vídeos virales. Las audiencias millonarias de las webs de los diarios en abierto emborracharon a editores, directores, subdirectores, redactores jefes y periodistas sin graduación. Después, llegó el periodismo ciudadano. Cualquiera podía ser periodista con un teléfono móvil en la mano. Pim, pam. Con activar la cámara y el sonido, arreglado.

Más tarde se instalaron pantallas en las redacciones que contenían la clasificación de las noticias más vistas. Imposible no sentir un cosquilleo en el estómago cuando la noticia más vista la firmas tú. Imposible no sentirse un inútil cuando tu noticia se sitúa -horror- en la cola de la lista de preferencias del público. El cliente siempre tiene razón. Si te coloca al final, es que igual no sirves para el periodismo. Jill Abramson, ex directora ejecutiva de The New York Times, relata en uno de sus libros que los nuevos medios y tecnologías llegan a provocar trastornos psicológicos como el de un redactor que le contaba a su psiquiatra su obsesión con Chartbeat, un programa informático de presencia obligada en todas las redacciones del mundo, que muestra en tiempo real cuántos clics tienen las noticias de una web y cómo se están leyendo. Así, los periodistas pueden acabar siendo adictos a los clics de sus informaciones, consultando las pantallas de forma compulsiva.

Apareció también de la red una figura llamada SEO (Search Engine Optimization). Dícese del experto en elegir las palabras clave para que las noticias de la web sean colocadas en las primeras posiciones en el motor de búsqueda de Google. Este es el primer objetivo al que las empresas periodísticas dedican sus mayores recursos. De repente, los periodistas cedieron la competencia de titular las noticias a un personaje llamado SEO. Y las pantallas de audiencias, clics y conversiones en tiempo real pasaron a ser el altar mayor del templo de los diarios. El lugar sagrado hacia donde se dirigen todas las miradas de los responsables de la redacción a todas horas. Si algo funciona, dale tralla. Si algo no funciona, por trascendente que resulte para la humanidad, bájalo. Para que funcione algo, cámbiale el título varias veces al día, que el público enseguida se cansa y exige novedades para seguir atento a la pantalla.

Los expertos en el periodismo digital y los gurús contratados por los medios para buscar nuevos modelos de negocio consideran a menudo que todas las reflexiones que alertan acerca de los riesgos de la revolución tecnológica para el ejercicio del periodismo son fruto de la romántica nostalgia de un mundo que ya no existe. El llanto por el final de una forma de hacer periodismo que ha de cambiar, sí o sí. Tal vez tengan razón. Lo que antecede es la realidad. Sin aditivos. Una realidad a la que estamos sometidos todos los periodistas, los de antes y los de ahora. Resistirse a los cambios es inútil. Pero, tal y como dice Morozov, no estaría mal “hallar la fortaleza y el coraje para liberarnos de la mentalidad del valle del silicio que nos hace ir en busca de la perfección tecnológica”, porque corremos el riesgo de encontrarnos con periodistas ayunos de razonamientos morales y medios de comunicación dirigidos por personas que únicamente piensan en la rentabilidad financiera. Es decir, no en el periodismo, sino en el algoritmo.


Lucía Méndez, periodista de El Mundo, España. De la web www.cuadernosdeperiodistas.com

Incomunicaciones

Por Adalid Contreras Baspineiro

Este artículo bien podría haberse titulado entropías comunicacionales, término que, del mismo modo que incomunicación, alude a la sobrevaloración de la autoestima acompañada de una ilusión de comunicación, en paralelo a la ausencia, la degradación, la distorsión o la pérdida de escucha, de diálogo y de comunicación. Ambos términos reflejan la afectación negativa que se hace a la puesta en común de sentidos, imaginarios y prácticas de convivencia social cuando se elige el camino de la confrontación discursiva sin otro fin que la propia confrontación.

 

Del ruido al mensaje

Recordemos que la entropía comunicacional tiene tres acepciones. La primera, que Claude Shannon define en su “teoría matemática de la comunicación”, como el desorden que se produce en el proceso de circulación de un mensaje por las interferencias o ruidos que impiden llegar con fidelidad desde el polo emisor hasta el receptor. Esto ocurre por ejemplo en eventos en los que los gritos y las silbatinas desencajan los ambientes, los discursos, y a sus emisores, provocando como reacción otras entonaciones que buscan acallarlas, y con las que al conjugarse hacen una sinfonía de ruido estridente que deja al mensaje encapsulado en segundo plano.

Con frecuencia estas interferencias se convierten en el mensaje, que los medios recogen en sus informaciones, los analistas en sus interpretaciones y la población en sus percepciones. Nociones como “sesión bochornosa”, o “reunión caótica”, con sus particulares imágenes, sonidos y actos se convierten en el mensaje, dejando al mensaje real secundarizado latiendo en el fondo de las aguas del ruido y de las interferencias.

 

Rehacer el sentido del mensaje

Otra versión, la de Norbert Wiener y su teoría del feedback, dice que dada la incertidumbre que produce el mensaje en su recorrido, es necesario retroalimentarlo desde las subjetividades que ocurren en la recepción para equilibrar la información, dado que la pérdida de energía se repone con nueva energía. Estos procesos son comunes en ambientes donde en lugar de superar los acumulados históricos que separan, se los deja crecer negando el ejercicio de la reconciliación a cambio de naturalizar la diferencia que se valora como un don identitario. Por esto, en todos los polos del campo político se aprecian adjetivadores que atizan el conflicto con gestos, palabras y acciones, haciéndose predecibles contribuyentes tanto del espectáculo mediático, como del distanciamiento que perturba y no hace creíble la posibilidad del encuentro en los inevitables entrecruzamientos de la vida.

Los polos en conflicto exhuman conflicto que se puede encontrar en el campo de la recepción con resistencias que labran sus resignificaciones con la idea de paz, o pausa, o democracia, o pacto político. Cuando esto ocurre, y suele ser frecuente, la nueva energía implica otro modelo de encuentro, más relacional, con debates argumentados que, a contracorriente de ideas desestabilizadoras, o autoritarias, reman hacia los consensos, sabiéndolos complejos. Cambia la dirección del conflicto porque no se dirige a profundizar más conflicto, sino a generar encuentros sin negar las tensiones diferenciadoras que son reflejos de ideologías encontradas.

 

Relacionalidades

La tercera comprensión la sugiere Daniel Prieto Castillo en su propuesta de la mediación pedagógica, afirmando que la entropía no es sólo la pérdida de energía del mensaje, sino la pérdida de comunicación misma, porque las narrativas se llenan de elementos perturbadores que degradan el valor y los sentidos del discurso, ganando el desorden y el caos en la tensión de las representaciones sociales, culturales, políticas y espirituales. Cuando esto ocurre, se producen aislamientos que se materializan en soledades de cada sujeto fortaleciendo sus propios territorios discursivos y sus zonas de confort, mientras contribuyen así a debilitar el tejido social porque en lugar de tender lazos que aporten a hilvanar las partes, las polarizan.

Esta forma de incomunicación se engrosa con el manejo publicitario que pretende hacer creer que las propuestas se posicionan saturando el ambiente de mensajes que circulan en un solo sentido. Crean una ilusión de comunicación. En las relaciones sociales y políticas hacer comunicación de este modo, además de vacilarse en autoengaños que refuerzan la autoestima triunfalista del emisor y sus iguales, equivale a pretender generar empatías mirando el mundo desde el ombligo con la quietud de flujos discursivos que no dialogan, o de posicionamientos que no encandilan, mientras que en la otra vereda se producen desconocimientos, fatigas, fobias, distorsiones y rechazos que amplían las brechas que separan.

Esto vale tanto para los oficialismos como para las oposiciones. La comunicación es siempre cuestión de dos o más en diálogo constituyendo sentidos de sociedad. La comunicación política son las batallas simbólicas por formas de poder que impulsan colectividades organizadas. Y la incomunicación es el cultivo del conflicto entre dos o más que amamantan las divergencias y el propio conflicto.

 

Tensiones que comunican

En la sociedad de la incomunicación el desorden es su forma de conducta, la confusión su escenario, el caos su cotidianeidad política, la división su herramienta, el ensimismamiento su identidad, la imposición su narrativa y la entropía su forma de vida. Esto en los términos tradicionales de la entropía equivaldría a la parte de la energía que se derrocha porque no sirve para producir, sino para diseñar un círculo vicioso de confrontaciones. En la vida política las provocaciones generan más provocaciones, las protestas sin propuestas parapetan posiciones, y las propuestas sin consensos generan desconfianzas, haciendo irreconciliables a dos polos que se quitan energía entre ellos y, lo que es más preocupante, le restan vitalidad a la democracia y a las causas comunes.

El opuesto de este esquema es la comunicación que encamina sociedades de convivencia, o sea la cultura del diálogo que prioriza la resolución pacífica de conflictos, así como la capacidad de escuchar y la voluntad de respeto al otro, para dinamizar encuentros con alteridades, o si se quiere, sociedades con causas compartidas tejidas desde las diferencias.

Comunicación no es sinónimo de homogeneidad, sino de alteridad y de capacidad para procesar, simbólicamente y en las prácticas sociales, las exigibilidades de derechos, las reivindicaciones de demandas, las propuestas de leyes y de políticas en el marco de la deliberación, por más distintas y encontradas que sean las posiciones. La protesta es un derecho y una forma de comunicación, así como la propuesta es un deber y un dinamizador de intercambios discursivos. Hay que saber canalizarlos en otro sistema de relaciones, donde la intolerancia de paso a la puesta en común de ideas, ideologías, imaginarios, realidades, logros, demandas, propuestas, frustraciones y esperanzas, porque la incomunicación es a la sociedad lo que la depredación es a la naturaleza. 

 

Adalid Contreras Baspineiro, sociólogo y comunicólogo boliviano, ex Secretario Ejecutivo de OCLACC (actualmente SIGNIS ALC).

Del neoliberalismo en la universidad a la universidad postneoliberal

Más allá de que la ideología neoliberal se enseñe en las aulas, el sistema universitario es en sí mismo un mensaje neoliberal: lo que vale es el éxito individual, la sumisión a los criterios de autoridad y la “excelencia” académica.


Por Víctor M. Quintana S.

A partir de una afirmación del Presidente Andrés Manuel López Obrador sobre la deriva neoliberal de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha brotado un intenso debate nacional. Coincidimos con la afirmación de que las universidades públicas no son espacios homogéneos. Son espacios de confrontación, de lucha de visiones diversas del ser y del quehacer de la propia universidad, de su relación con su entorno, de su inserción en la dinámica social de la Nación.

Dentro de ellas, hay ejemplos admirables de pensamiento crítico, de generación de conocimiento socialmente relevante, de compromiso con los grandes problemas nacionales y con los sectores más excluidos, de producción científica, tecnológica y artística en la doble vía del nacionalismo y el universalismo.

Pero junto a esa encomiable práctica universitaria, hace varios lustros que se han impuesto una visión y una práctica contraria a la anterior. Un sistema neoliberal de concebir y operar la universidad.

El neoliberalismo, entre otras cosas, es una forma de relación social, una matriz de relaciones sociales. Privilegia el individualismo, el mérito personal sobre el comunitario, los valores ligados al éxito económico o político, la competencia sobre la colaboración, la desvinculación del mundo de las carencias, de los no derechos. Este esquema relacional se ha impuesto en las universidades públicas con diversas coartadas: la productividad, la eficiencia, la competitividad, etc. Permea lo laboral, lo académico, lo extra académico.

Comenzó por la devaluación de facto del trabajo de docentes e investigadores, no así de los altos funcionarios. Como en los paquetes de ajuste estructural se pusieron topes salariales tajantes, se estancó, o de plano se revirtió, el poder real del salario. Se amputaron o ni siquiera se reconocieron los derechos de los maestros “de horas sueltas”. Los sindicatos perdieron su fuerza de negociación y la única vía para el mejoramiento de las percepciones fue el mérito individual.

Para complementar el salario, el personal docente tuvo que empezar a hacer “méritos académicos”: acumular puntos por clases impartidas, investigaciones, tutorías, trabajos de administración escolar, publicaciones. El puntismo sentó sus reales y el fantasma de los estímulos empezó a recorrer todos los campus. Para mejorar sus percepciones, cada año o cuando más cada dos años, maestras y maestros tuvieron que empezar a realizar una desaforada carrera por reunir constancias de sus actividades docentes, investigativas o administrativas, publicar en revistas arbitradas, que son pocas y con largas filas de espera.

Las actividades extra académicas, o de relación con la comunidad, o de enriquecimiento de la relación maestro-alumno son las que más sufren por el poco puntaje que aportan para la mejoría de las percepciones. No necesariamente quienes reúnen más puntos realizan un mejor trabajo académico: algunos han desarrollado una enorme competencia para llenar formatos y presentar lo mismo con ligeras modificaciones. Por otro lado, hay maestras y maestros que prefieren renunciar a dichos estímulos para no verse involucrados en esta lógica malsana.

Las instancias colectivas, como los cuerpos académicos, algunas veces se convierten en mafias que funcionan para asegurar que sus miembros tengan suficientes oportunidades de asegurar puntos para los estímulos o para el Sistema Nacional de Investigadores: acceso a cátedras, a viajes y foros nacionales e internacionales, a publicaciones. Fuera de esos cenáculos no hay salvación.

Los criterios que validan el trabajo de investigación, sobre todo, se tornan academicistas y elitistas. Las ponencias en foros internacionales “de pares” y las publicaciones en revistas “de alto nivel” priman sobre proyectos de involucramiento en la resolución de problemas sociales. Las publicaciones “científicas” se sobrevalúan y se resta valor a los trabajos de extensión y de divulgación. Se va así constituyendo una campana de cristal académica, autorreferente, poco permeable a los procesos de las comunidades, sobre todo las más excluidas.

Como una buena parte del ingreso de las y los académicos depende de los estímulos y de su participación en el SNI, buscan posponer su jubilación lo más que pueden para no quedarse con el “sueldito pelón”, como muchos dicen, con razón. Se da así una gran longevidad académica en detrimento de las nuevas generaciones, que están tocando la puerta por tener acceso a una plaza. No hay mecanismos que ofrezcan jubilaciones dignas y aseguren formas de participación y de aporte a quienes se retiran para que se abran más lugares a las y los jóvenes.

Más allá de que la ideología neoliberal se transmita o se enseñe en las aulas, el sistema universitario es en sí mismo todo un mensaje neoliberal: lo que vale es el éxito individual, la sumisión irrestricta a los protocolos y criterios impuestos por la autoridad, la “excelencia” académica, la vinculación rentable con el “sector productivo” que atraiga recursos para la universidad, no necesariamente con los excluidos.

Los gobiernos neoliberales asfixiaron la educación superior creando instancias artificiales de “acreditación”, las mismas que han operado para volver el trabajo académico estéril socialmente hablando. Se van destruyendo comunidades y solidaridades.

Hasta ahora la lógica de la participación y la organización desde abajo de académicas y académicos conscientes, de formas de relación con los sectores excluidos, no ha podido revertir la imposición cotidiana de este sistema neoliberal en nuestras universidades públicas. No depende sólo de ellas y de ellos. Se requiere un manotazo en el escritorio por parte de las autoridades para terminarlo. Pero, sobre todo, se requiere un debate nacional amplio, abierto, donde se pueda discutir ir e ir construyendo consensos sobre lo que puede ser la Universidad Postneoliberal.


De Alainet.

Trucos sencillos para aumentar la participación en clase — 

Observatorio | Instituto para el Futuro de la Educación

Por Mary Ann Meinecke

Ideas sencillas para involucrar cognitivamente a los estudiantes en un modelo presencial, híbrido o virtual.

La pandemia aún no llega a su fin, por el contrario, los casos de COVID-19 van en aumento a poco tiempo de iniciar el siguiente ciclo escolar 2021-2022. No sabemos con seguridad si regresaremos o no a las aulas de forma presencial. De hecho, uno de los principales desafíos que enfrentan líderes académicos y docentes es prepararse ante posibles escenarios para arrancar el año escolar. Principalmente se analizan tres modalidades: presencial o híbrida con los protocolos sanitarios correspondientes o clases 100 % virtuales sin sacrificar el bienestar físico y mental de quienes participan.

Después de 17 meses de pandemia, estudiantes y profesores se esfuerzan por mantenerse concentrados y comprometidos con las clases virtuales. Los profesores buscan constantemente herramientas que motiven a los alumnos en su proceso de aprendizaje. Aunque podemos encontrar una gran variedad de aplicaciones y programas en Internet, podríamos sentirnos un poco abrumados al momento de decidir qué técnicas, estrategias, métodos o aplicaciones utilizar en clase. En este artículo, les comparto ideas sencillas para involucrar cognitivamente a los estudiantes, ya sea en un modelo de aprendizaje presencial, híbrido o virtual.

“La pandemia sigue en curso y los casos de COVID-19 van en aumento. Ante el inminente inicio del nuevo ciclo escolar, el desafío para todos los educadores es estar preparados para enseñar en diferentes escenarios: clases presenciales, híbridas o 100% virtuales, sin sacrificar nuestro bienestar físico y mental”.

Me gustaría comenzar con una interesante reflexión de Gray y Madson (2007, p. 85) sobre la fábula de la jarra y el vaso. “Antes de todos los tiempos, en una escuela no muy lejana a la nuestra, una jarra intentaba enseñar a un vaso. La jarra quería enseñarle todo lo posible, así que, vertió en el vaso todo lo que tenía con una gran velocidad. El vaso atrapó algo de agua, pero mucha se perdió en la mesa. La moraleja de la historia es que el aprendizaje no es lo que se vierte de la jarra, sino lo que cae en el vaso". El agua que queda en el vaso es lo que el alumno realmente aprende, retiene y puede aplicar en diferentes situaciones. Esta fábula encierra una poderosa idea para que los profesores reflexionemos sobre cómo los alumnos están aprendiendo, reteniendo y aplicando nuevos conceptos.

 

Consejos para hacer más atractivas tus clases

De la pandemia he aprendido algunas lecciones, pero también de mi experiencia docente y como aprendiz de vida. A continuación, les comparto algunas ideas para hacer sus clases más atractivas desde el punto de vista cognitivo, más eficaces y productivas.

1) Hacer un diagnóstico

Antes de presentar un nuevo tema averigua qué saben los alumnos. Es como lo que haría un mecánico cuando revisa un carro, antes de sacar piezas y partes, primero lo conecta a una máquina y realiza un diagnóstico. Esto puede ser tan simple como una encuesta rápida antes o durante la clase. También puedes preguntar a los estudiantes al azar para que compartan brevemente lo que saben sobre el tema de la semana, escriban o dibujen algo relacionado. "Ayuda a los estudiantes a relacionar lo que están aprendiendo con lo que ya saben" (Grey y Madson, 2007), eso es crucial para la memoria y el significado de la nueva información, también ayuda a activar los conocimientos previos del alumno.

Hacer un diagnóstico rápido me ha servido para impartir mejores clases, organizar mejor las actividades de la semana y también permite que los alumnos recuperen conocimientos previos.

2) Consultar qué se hizo en la última clase, sesión o semana

Hacer que los alumnos recuperen la información guardada fortalece la memoria. Pide a dos alumnos que cuenten brevemente lo que se discutió o se vio en la última sesión o en la última semana. Por ejemplo, ¿cuáles fueron las tres ideas o conceptos más importantes de la última clase? Esto ayuda a los alumnos a centrarse en la clase y en las actividades, mediante el recuerdo y los conocimientos previos. Según Karpicke (2018) "una recuperación repetida exitosa, fomenta una mejor retención, más que una sola".

3) Comunicar claramente las expectativas del curso

Con todas las distracciones del aula virtual, presencial o híbrida, los estudiantes necesitan entender claramente lo que se espera de ellos, en cuanto a la asistencia, la entrega de tareas, el trabajo en el grupo, el encendido o apagado de la cámara, los resultados de aprendizaje del curso, cómo ponerse en contacto con el profesor y todo lo que se espera de ellos en la clase. Por ello, es importante comunicar claramente las expectativas del curso, la semana e incluso por clase. Publica los resultados u objetivos de aprendizaje y la hoja de ruta o plan para alcanzar esas metas. Es mucho más fácil mantenerse motivado y tener éxito cuando se sabe exactamente lo que se espera de uno, por qué y hacia dónde va.

 

Por ejemplo, este último semestre de verano, impartí un curso intensivo de un mes sobre educación bilingüe para futuros profesores. Desde el primer día de clase, se discutieron los objetivos del curso, las políticas, las actividades, los temas e incluso el proyecto final. Un par de estudiantes estaban un poco nerviosos la primera semana porque no nos conocíamos y con el factor adicional de que el curso se impartía en inglés (la primera lengua de los estudiantes era el español), también era la primera vez en el aula híbrida. Como resultado, los primeros días fueron una puesta en común de los resultados de aprendizaje que había previsto que alcanzarán los estudiantes, así como las actividades, los temas y el calendario. Los estudiantes tenían una hoja de ruta clara y entendían hacia dónde iba el curso, con esto el nerviosismo desapareció y fue una experiencia agradable con estudiantes muy motivados que maximizaron su aprendizaje.

4) Hacer pausas

Nuestra atención en una clase puede variar, ya sea por cansancio, por distracciones u otras razones. Por ello, considera la posibilidad de hacer pequeñas pausas durante la clase, esto ayuda a dividir el material en trozos más manejables. Ten en cuenta la siguiente estadística de la plataforma MOOC edX: “el tiempo promedio de atención en cualquier vídeo alcanza un máximo de 6 minutos, independientemente de su duración. Los tiempos de interés y curiosidad disminuyen a medida que los vídeos se alargan". (Guo, 2013)

Si es así en los videos, imagínate durante una conferencia de 20 minutos, cuánto han retenido realmente los alumnos. Recuerda el ejemplo de la jarra que vierte agua en un vaso al principio de este texto.

 

Por otro lado, Gray y Madson mencionan que un profesor puede hacer tres pausas en una clase de 50 minutos e incluso mencionan que los estudiantes obtienen mejores resultados en los exámenes cuando los profesores utilizan este procedimiento de pausa. Ahora bien, esta recomendación se escribió en el 2007 basándose en cursos universitarios en los que un profesor universitario hablaba la mayor parte del tiempo en la clase. Hoy en día, ese modelo de clase ha cambiado y se ha transformado en un modelo más centrado en el alumno, sin embargo, la idea de las pausas sigue siendo una gran idea. Gray y Madsen sugieren dar a los estudiantes 2 minutos para discutir sus notas durante estas pausas; actualizando esto a la clase en línea, podrías enviar a los estudiantes a salas de descanso en parejas durante 2 minutos para discutir.

5) Asignar roles durante el trabajo en grupo

Según el Centro para la Enseñanza y el Aprendizaje, asignar a los estudiantes diferentes roles durante el trabajo en grupo, puede proporcionar varios beneficios, como la responsabilidad de completar el trabajo y una descripción clara de lo que cada estudiante debe hacer para mantenerse en la tarea (nota: los roles pueden rotar a lo largo del mes o incluso del semestre). Hay una gran variedad de roles, algunos de ellos son: el que interroga, el que reflexiona, el que visualiza, el que resume, el líder y otros. Tú eliges el número de alumnos y los roles que mejor funcionan en tu asignatura.

6) Propicia la retroalimentación entre los estudiantes

La retroalimentación es esencial para nuestro rendimiento en el aula o en el trabajo. La retroalimentación a los estudiantes da forma a su aprendizaje y rendimiento en el curso. Dado que un profesor suele tener más de 100 alumnos, la espera de ese feedback puede durar muchos días. Así que la idea es acelerar ese proceso a través de la retroalimentación entre pares, mientras los estudiantes desarrollan su pensamiento crítico, su lenguaje y sus habilidades de retroalimentación.

 

¿Qué es la retroalimentación entre pares? Es cuando los estudiantes hacen comentarios sobre las actividades, los discursos, los vídeos, las redacciones y otros trabajos de sus compañeros de clase. No se trata de dar una calificación, sino de comentar los puntos fuertes, débiles y poco claros del trabajo de un compañero. Considera el uso del protocolo de retroalimentación cálido-frío. Según Sackstein (2017) "La retroalimentación entre pares da a los estudiantes el control sobre su aprendizaje, aumenta su compromiso y autoconciencia como aprendices, y libera al profesor para proporcionar apoyo específico donde se necesita".

7) Realiza actividades tipo: Piensa o escribe - Reúnete en pequeños grupos - Comparte

Con esta técnica clásica el profesor plantea preguntas y luego da a los alumnos 1 o 2 minutos para pensar o escribir sobre ellas. A continuación, se envía a los alumnos a una “sala de debate” por parejas para que discutan. Esta actividad funciona mejor en salas de debate en línea, ya que los alumnos están aislados en sus propias salas privadas para hablar. Mientras los alumnos están en las salas de reunión, el profesor puede asignar una pestaña en Google Sheets o una diapositiva en Google Slides para que los alumnos escriban sus ideas. De este modo, los alumnos se responsabilizan de demostrar que han participado. Cuando se cierran las salas de descanso y los estudiantes vuelven a la sala principal y el profesor puede revisar la actividad.

8) Pecera

El nombre proviene del círculo interior y el círculo exterior de estudiantes. El círculo interior son los que están en la pecera y el círculo exterior de estudiantes son los observadores. Si tienes un grupo grande de estudiantes, prueba utilizar esta técnica de la pecera para discusiones o debates en profundidad. Aquí tienes un vídeo de su uso en el aula presencial, pero también puedes adaptarlo al aula online. Puedes adaptarla para que 2, 3 o 4 alumnos debatan o tengan una discusión en profundidad sobre un tema y el resto de la clase observe y dé su opinión. Además, también se puede utilizar en grupos pequeños o en salas de reunión de 2 a 4 alumnos, en los que 2 estudiantes debaten o discuten y los otros 2 observan. Así, los alumnos pueden cambiar los papeles de orador y observador.

9) Auto-reflexiones o encuestas anónimas

Considere la posibilidad de utilizar auto-reflexiones o encuestas anónimas para que los estudiantes reflexionen y evalúen su aprendizaje, para que sean conscientes de sus procesos de aprendizaje. Ayude a los estudiantes a sentirse dueños de su aprendizaje mientras reflexionan y evalúan su aprendizaje y el curso. Algunas preguntas posibles son ¿En qué actividad has aprendido más? ¿De cuál actividad has aprendido menos? ¿Qué es lo que todavía te cuesta trabajo comprender? Una ventaja añadida para el profesor es llevar un registro de las actividades que son eficaces y las que necesitan un ajuste para mejorarlas.

Otras ideas son hacer que el aprendizaje sea significativo, conectar emocionalmente con tus alumnos, encontrar sus intereses y más.

En resumen, la lista anterior no es exhaustiva, más bien se trata de algunos consejos que le ayudarán en su camino hacia una participación más eficaz de sus estudiantes. No dudes en compartir tus ideas en la sección de comentarios más abajo.

 

Acerca de la autora

Mary Meinecke (mary.meinecke@udem.edu) tiene más de 20 años de experiencia docente. Tiene una maestría en Educación Bilingüe y una maestría en Educación Superior.  Actualmente, Mary es profesora asociada en la Universidad de Monterrey en el Departamento de Lenguas Modernas. Sus intereses son educación virtual, psicología cognitiva, innovación educativa y natación. 

 

Referencias

 

Edición por Rubí Román (rubi.roman@tec.mx) - Observatorio de Innovación Educativa. Tecnológico de Monterrey.

El mayor ataque contra el periodismo crítico

Por Mónica González

La pandemia del covid-19 sigue anclada en nuestra tierra. No quiere soltar esa amarra tan férrea como invisible que ata al virus y sus nuevas variantes a nuestros miedos y debilidades institucionales, profundizando desigualdad, autoritarismo, violencia y pobreza. Y allí estamos, en ese cuadro de muertos y contagios que encabezan Estados Unidos y Brasil, y más atrás Argentina, Colombia, Perú, Chile, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Paraguay (países que tienen al menos cifras, aunque su metodología o muestreo puedan ser cuestionados). 

Nada de ello atemoriza a jóvenes de varios de nuestros países que una y otra vez manifiestan su protesta desafiando contagio y represión y, a veces, la muerte. O el riesgo de quedar ciegos, una nueva forma de represión policial que causa estragos allí donde la protesta arrecia. 

Saber quiénes son, de dónde vienen, qué reclaman, sienten, cómo viven, cómo fue su infancia, cuál es el origen de la ira profunda de aquellos hombres y mujeres jóvenes, algunos niños, que invaden las calles de muchas de nuestras ciudades, con violencia muchas veces, pero siempre con ira, es una pregunta del buen periodismo que busca respuestas allí donde se puede: en la calle.

Hurgar y descifrar la ira callejera y contarla a través de diversos formatos es clave en estos días en que se busca diseñar a toda máquina políticas públicas correctas y subsidios precisos en empleo, educación, alimentación, capacitación, nuevo ordenamiento urbano y, por cierto, políticas de salud mental para control de drogas y depresión que requieren con urgencia los jóvenes que habitan poblaciones marginales. Precisamente aquellas zonas donde se anidó la ira.

Por eso se entiende la consulta que llega a nuestro consultorio de un periodista colombiano: “Nuestros jóvenes de la denominada primera línea se han convertido en protagonistas de las noticias durante las protestas recientes contra el Gobierno de Colombia. Sin embargo, el noticiero de televisión Noticias RCN anunció al aire que no los entrevistará, porque en ese canal no entrevistan ‘encapuchados’. La presentadora acotó: ‘Los encapuchados no caben aquí’. ¿Qué pensar de esta postura editorial? ¿Va contra la ética periodística entrevistar a personas que cubren su rostro?”.

La respuesta no es simple. No estamos ante un blanco o negro: escoge. De partida, los medios privados son dueños de decidir su línea editorial, escoger a quiénes entrevistan y a quiénes no, pero no tienen derecho a mentir, tergiversar, manipular.  ¿Cuál es el límite entre manipular y ocultar, entre mentir y omitir? Tenue, difuso, ambiguo. Desgraciadamente, la manipulación y la omisión u ocultamiento de lo relevante en una sociedad no tiene control de ningún órgano con autoridad para imponer sanciones a quienes violan un derecho clave:  acceso oportuno a la buena información. Y así estamos.

Porque esos jóvenes encapuchados seguirán siendo protagonistas de la primera línea de las protestas, aunque el canal de TV tal o cual no los entreviste. Y no por ser invisibles a los medios que decidan silenciarlos dejarán de hacer uso de capucha y violencia. La experiencia indica que detrás de cada capucha hay una historia: ojos de hambre de amor y pan; huellas, cicatrices que hablan de golpes, abusos, violencia. Y como bien sabemos, aquel que se cría en la violencia le cuesta entender que el amor, el cariño y la palabra tienen su lugar. ¿Significa eso avalar saqueos, incendios, destrucción? Por ningún motivo. Pero la forma de combatir esa violencia no es ocultar a sus protagonistas. Tampoco convertirlos en héroes.

No se trata de poner un micrófono y dejar que cada cual diga lo que se le antoje. Eso no es periodismo. Nunca lo ha sido. Y eso vale para los encapuchados y también para quienes transmiten mensajes de odio, discriminación, clasismo, poder omnipotente, impunidad. 

 Ojos, oídos y labios bien cerrados

Si hay algo común en nuestros países son los medios de comunicación que prefieren no ver, no escuchar y no difundir ciertos hechos que impactan en la sociedad. Presiones, censura, autocensura o comodidad están el origen.  Y a veces, porque el miedo copa tus sentidos -y es tan potente como la cooptación- cierra ojos y oídos.

Eso acaba de ocurrir con el periodismo en casi toda América Latina al enterarnos de uno de los mayores escándalos de nuestra historia reciente: Proyecto Pegasus. La acuciosa investigación de 80 periodistas de 17 medios asentados en 10 países que nos reveló que al menos 180 de nuestros colegas de 50 países fueron seleccionados como “blancos” de espionaje por selectos clientes de NSO Group, empresa de ciber vigilancia israelí creadora del software Pegasus.

La mega investigación pudo acceder a los registros de más de 50 mil números de teléfonos celulares escogidos por los clientes de NSO Group. Los 180 periodistas fueron seleccionados desde 2016 como “blancos” de espionaje por 12 clientes (diseminados en 21 países) por cuenta de 10 países que compraron el software Pegasus.

Fue precisamente en enero de 2016 que la periodista mexicana Carmen Aristegui recibió más de 20 mensajes de texto con links sospechosos. A fines de 2014, su programa radial Aristegui Noticias, el de mayor sintonía en su país, reveló el escándalo “La Casa Blanca de Enrique Peña Nieto”. El reportaje mostró cómo el entonces presidente mexicano se hizo de una mansión en Lomas de Chapultepec, avaluada en US$7 millones, construida por el Grupo Higa, empresa que se benefició de millonarios contratos de obras públicas en ese país.

En 2017, nuevas investigaciones (informe de CitizenLab) descubrió que no solo habían espiado a Carmen Aristegui, sino a su hijo Emilio, a su hermana Teresa, a los periodistas del equipo de Aristegui Noticias que participaron en el reportaje: Sebastián Barragán, Daniel Lizárraga, Rafael Cabrera y Salvador Camarena. Lo mismo ocurrió con Karina Maciel, productora del programa de Aristegui en CNN en español y su asistente: Sandra Nogales, quien sabía todos los movimientos de la periodista y cada uno de sus contactos. 

Si entonces Pegasus requería para capturar la información de un celular que el “blanco” hiciera clic en un enlace malicioso, ahora el software no requiere intervención alguna para obtener pleno acceso a la cámara, micrófono, servicios de mensajería instantánea, correo, fotos o llamadas. El software Pegasus puede aspirar todo el contenido de un celular sin que su propietario se percate que se lo están pirateando.

Eso fue exactamente los que le ocurrió a la periodista Khadija Ismayilova, de Azerbaiyán. Su agudo trabajo de investigación que develó la corrupción del presidente Ilham Aliyev (en el poder desde 2003) y de su familia la llevaron a prisión entre 2014 y 2016, acusada injustamente de fraude fiscal. En mayo de este año debió dejar su país y partir a Turquía, pero el espionaje siguió con su teléfono capturado por Pegasus. Escucharon cada una de sus conversaciones, y ella, su familia y las fuentes que le enviaron información fueron espiadas. 

Este capítulo de horror también tiene muerte: el periodista saudí Jamal Khashoggi, feroz crítico de la familia real de su país, ingresó al consulado de Arabia Saudita en Estambul (Turquía) el 2 de octubre de 2018. Nunca más salió: fue asesinado en su interior. Dos semanas después, Citizen Lab de la Universidad de Toronto reveló que un amigo de Khashoggi, Omar Abdulaziz, era “blanco” de Pegasus meses antes. Aunque NSO Group negó participación en su desaparición y asesinato, la forma de operar es la misma que utilizan los clientes que compran Pegasus: infectan gente cercana a un “blanco”. La investigación periodística reveló que el malware Pegasus fue instalado en el celular de la prometida de Khashoggi, Hatice Cengiz y también en el celular del hijo de Khashoggi, Abdullah. Arabia Saudita compró el software Pegasus en US$55 millones y tiene contrato con NSO.

Entre los periodistas encapsulados como “blancos de espionaje”, figuran profesionales de Mediapart, Le Monde y Canard Enchainé de Francia; The Guardian y Financial Times (su editora Roula Khalaf), de Londres; The Washington Post, The New York Times, Wall Street Journal y Al Jazeera. 

La investigación fue liderada por Forbidden Stories y contó con el aporte de expertos de Amnistía Internacional (Laboratorio de Seguridad). El resultado impacta: miles de intervenciones ilegales en dispositivos de 600 dirigentes políticos, 180 periodistas, 85 defensores de derechos humanos, 65 empresarios, abogados y diplomáticos. Catorce jefes de Estado habrían sido afectados por el espionaje de Pegasus: Emmanuel Macron de Francia, Barham Salih de Irak, Cyril Ramaphosa de Sudáfrica; los primeros ministros Imran Khan de Pakistán, Mostafa Madbouly de Egipto y Saad-Eddine Othmani de Marruecos. El número de Charles Michel (Bélgica), actual presidente del Consejo de la Unión Europea también está en los registros de Pegasus revelados por la investigación periodística. 

Marruecos merece atención especial. No solo el número del monarca de Marruecos figura en los registros de Pegasus, también los de los editores Taoufik Bouachrine y Soulaimane Raissouni (arrestado el 22 de mayo 2020), quienes han denunciado la corrupción del régimen. Acoso similar ha sufrido Hicham Mansouri cofundador de la Asociación Marroquí de Periodistas de Investigación. Debió huir de Marruecos en 2016 tras amenazas legales y físicas: en 2014 fue golpeado por dos desconocidos, un año más tarde agentes de inteligencia armados allanaron su casa y fue arrestado por “adulterio”. Tras 10 meses de prisión en Casablanca se fue a Francia, donde obtuvo asilo. Cinco años después sigue siendo “blanco” del gobierno marroquí. 

Mención especial merece el presidente de México Andrés Manuel López Obrador (gobierna desde diciembre 2018): sus teléfonos y el de 50 familiares (su esposa, hijos y hasta su cardiólogo) y colaboradores figuran intervenidos entre 2016 y 2017, cuando AMLO lideraba oposición a Enrique Peña Nieto (2012-2018). La licencia que le compró México a Pegasus venció en 2017 y aparentemente no fue renovada. En su registro aparecen al menos 15 mil números telefónicos mexicanos, allí figuran más de 25 periodistas, entre ellos, Marcela Turati y Alejandra Xanic, ambas de 5º Elemento, especialistas en investigar masacres del crimen organizado y corrupción; y Cecilio Pineda, asesinado tras denunciar vínculos entre políticos y criminales en el Estado de Guerrero.

NSO Group se ha defendido afirmando que solo vende su Programa Pegasus a gobiernos y agencias de inteligencia para combatir crimen organizado y terrorismo. Agnes Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional, los rebatió y acusó: este es un “ataque mayor contra el periodismo crítico”. Y agregó: “cifras muestran claramente abuso generalizado, poniendo en peligro la vida de periodistas, la de sus familias y asociados, socavando la libertad de prensa y cerrando medios críticos”. 

NSO fue creado en 2010 por Niv Carmi, Shaley Hulio y Omri Lavie (Carmi y Lavie pertenecieron a la Unidad 8200, equipo de élite dedicado al uso de la más alta tecnología del Ejército de Israel). Han vendido software a unas 60 agencias militares y de inteligencia en 47 países, desde Panamá a Tailandia. 

México, Panamá y El Salvador aparecen entre los gobiernos que han comprado el Programa Pegasus. Es solo lo que sabemos por ahora. Si Pegasus ha sido utilizado para atacar, acorralar, asfixiar, eliminar el periodismo independiente y crítico, urge saber qué otros gobiernos del continente disponen de Pegasus para espiar al buen periodismo. La lista la tiene el Gobierno de Israel, pues los contratos extranjeros de NSO deben ser aprobados por el Ministerio de Defensa de Israel. Pero es casi imposible que la entreguen. Aun cuando esto se haya convertido en un problema internacional y de seguridad grave. 

Somos nosotros los que debemos difundir esto, vocearlo, advertir el peligro. En ello se nos va mucho de nuestro futuro. 

A la luz de esta realidad la consulta que nos hace un colega de Ecuador muestra el estado en que se desarrolla gran parte de nuestro periodismo: “Solicité una entrevista con un ministro de Estado en el Ecuador y me pidieron ‘el listado de preguntas que se realizarán’. En periodismo jamás se hace eso, argumenté. Y mencioné que denota desconocimiento del oficio entre colegas de instituciones públicas”.

¡Bravo, colega!, cuánta razón tienes. Con Pegasus o sin Pegasus no hay que dejar caer las reglas mínimas de la ética del buen periodismo.

 

Mónica González, miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo, defensora del lector del periódico El Faro, y fundadora del Centro de Investigación e Información Periodística (CIPER), con sede en Santiago de Chile. 

Marcos teóricos para entender la crisis actual

En este momento con presencia dramática del coronavirus estamos en el corazón de un caos que afecta a todo el planeta. Pero él nos hace descubrir a la Tierra como un todo y que somos también Tierra, parte consciente de ella y no sus dueños y señores.


Por Leonardo Boff

 

Toda la realidad histórico-social, por bien que se presente o por hundida en una situación de caos, demanda un marco teórico (conjunto de conceptos) para poder ser entendida, sea para enfrentar las amenazas que puede representar sea para celebrar un nuevo orden que puede surgir con sus promesas. 

El primer marco teórico sigue la ciencia tal como ha venido siendo comúnmente practicada y cuyo método se inauguró en el siglo XVIII con los padres fundadores del paradigma científico moderno. Adquirió su más clara expresión con los resultados del IPCC que hace el seguimiento del calentamiento actual y de la salud de la Tierra. Se orienta por el principio del orden. 

Los hechos sobre los cuales reflexiona son, por ejemplo, la irrupción de la Covid-19 mostrando la reacción de la Tierra contra las agresiones hechas por los seres humanos en la era geológica del antropoceno. El otro dato es el crecimiento del calentamiento global cuyo C02, como sabemos, permanece en la atmósfera más de cien años. Dada la voracidad industrialista está llegando a un límite peligroso. Hasta 2030 debe ser reducido drásticamente, en caso contrario conoceremos una dramática transformación del equilibrio de la Tierra, que amenazaría gravemente la biosfera y generaría millones de emigrados en el mundo. Otro dato es la Sobrecarga de la Tierra (The Earth’s overshoot), es decir, el agotamiento de los bienes y servicios necesarios para el mantenimiento de la vida humana y terrestre. Se está volviendo cada vez más grave como revela el último análisis, verificado el 20 de septiembre de 2020. De continuar el nivel de consumo actual, que exige una Tierra y media, puede llevarnos a altos índices de iniquidad social, especialmente entre los pobres. Están también las “9 fronteras planetarias para el desarrollo” que no deben ser superadas (climas, agua, suelo, biodiversidad, disminución de la capa de ozono, acidificación de los océanos, entre otras). Cuatro se encuentran en alto grado de degradación. A partir de la quinta puede ocurrir un efecto dominó, pues todos los factores son sistémicos y se articulan entre sí. Ahí podría ocurrir el colapso de nuestra civilización. 

Resultado final: el escenario es dramático para el sistema-vida y el sistema-Tierra, agravado por la gran ausencia de conciencia colectiva acerca de las amenazas reales que pesan sobre la humanidad en la mayoría de las personas y en los jefes de Estado. El peligro es que engrosemos el cortejo de aquellos que se dirigen hacia su propia sepultura (S. Bauman). Esa lectura lleva al pesimismo y desinterés de las personas por el factor ecológico. 

El segundo marco parte de la nueva cosmogénesis, de las ciencias de vida y de la Tierra. La categoría central no es el orden sino el caos. Aquí se utilizan las conquistas provenientes de la teoría del caos que nos proporciona una lectura más positiva y promisoria. Junto con la teoría de la relatividad de Einstein, de la mecánica cuántica de Heisenberg/Bohr y de la teoría del Caos de Lorenz/Prigogine se ha fundado un nuevo paradigma científico que interpreta de otra forma la realidad histórico-social. Todo en el universo viene de un inconmensurable caos (big-bang). Su explosión hace 13,7 miles de millones de años proyectó materia, energía e informaciones en todas las direcciones. La evolución se hace como una forma de poner orden en este caos. Así surgieron las grandes estrellas rojas. De su explosión, los materiales formados dentro de ellas fueron lanzados por todos los espacios creando las galaxias, los agujeros negros, las estrellas, nuestro sol y la Tierra y todo lo que ella contiene. Ese caos es singular: posee una dimensión destructiva (caótica) y otra constructiva (generativa). Como ha sido mostrado por Bohm, Lorenz y Prigogine, en el interior de este caos se forma siempre un nuevo orden que emerge dominante en la medida en que disminuye (sin nunca desaparecer totalmente) la destructividad del caos. Triunfa un nuevo orden, más alto y complejo que genera optimismo y esperanza de un futuro mejor para la humanidad y para la Tierra. El caos irrumpe en todos los seres, también en nosotros los humanos siempre que un orden dado ya no aborda los problemas creados. Así nosotros los humanos somos caóticos y cosméticos (ordenados), sapientes y dementes, portadores de amor y empatía y simultáneamente de odio y de exclusión. Somos la convivencia de estos contrarios. 

En este momento con presencia dramática del coronavirus estamos en el corazón de un poderoso caos, que afecta a todo el planeta y a cada uno de los seres humanos. Pero él nos hace descubrir a la Tierra como un todo y que somos también Tierra, parte consciente de ella y no sus dueños y señores. El virus ha invalidado los soberanismos tradicionales, pues el virus no respeta los límites de las naciones, nos ha hecho descubrir que nuestra esencia humana está hecha de colaboración/solidaridad y de la ética del cuidado de unos hacia otros y para con la naturaleza. Nos ha mostrado la urgencia de construir la Tierra como matria/patria común, como la Gran Casa dentro de la cual vivimos, la naturaleza incluida. La pandemia ha hecho surgir la necesidad de un pacto social planetario para que vivamos como especie en paz y con un mínimo de tensiones. Será una civilización centrada en el valor supremo de la vida, y la economía y la política deben ponerse al servicio de la perpetuación de todo tipo de vida, especialmente de la nuestra. La conclusión que derivamos de este tipo de interpretación es que un orden viejo ha entrado en caos irreversible pero que dentro de él se está gestando (no sin sufrimiento) un nuevo orden, podemos decir, una forma nueva de habitar la Tierra en sinergia con la naturaleza, con fraternidad y amor social. Esto no ocurre en un abrir y cerrar de ojos, pues el caos posee una larga historia y una lenta agonía. Pero él no promete ninguna esperanza, solo más de lo mismo, imposible de ser repetido, pues el nuevo orden tendrá más fuerza de convicción y de asumir la hegemonía en la conducción de la historia. 

Resumen de la situación: no vamos en dirección a nuestra propia sepultura sino en dirección a un nuevo tipo de mundo. El sueño de los Foros Sociales Mundiales se realizará no solo como un nuevo mundo posible, sino como un nuevo mundo necesario. Dentro de él estarán los distintos mundos culturales, chino, indio, andino, africano y brasilero con sus valores y tradiciones, mostrando la diversidad de formas de ser humano. 

¿Por dónde empezar? El Papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti dice: debemos empezar desde abajo (pues de arriba viene siempre más de lo mismo o peor), con cada uno, con cada localidad, con cada país hasta el último rincón del planeta. Todo empezará en el territorio (biorregionalismo), no como viene siendo delimitado artificialmente por la geografía política de los municipios, sino por las formas con que la naturaleza configuró el territorio con sus montañas, sus ríos, sus selvas, sus suelos, sus paisajes y principalmente con la población que durante decenios o siglos ha habitado ese lugar. Todo será integrado en pequeñas y medianas empresas de producción, empezando con la agroecología, con un nuevo tipo de democracia socio-ecológica, reconociendo los derechos de la naturaleza y de la Madre Tierra, con la participación de todos, y con políticas de disminución al máximo de la pobreza y con la integración pacífica de todos. Las tradiciones culturales, las fiestas profanas y religiosas, la veneración de los artistas, de los políticos ejemplares, de sus santos, santas y sabios formarán el territorio en el cual, verdaderamente, se puede llevar a cabo una real sostenibilidad. 

Podríamos representar a la Tierra como un inmenso tapete urdido de territorios autónomos e interligados constituyendo la nueva era de la Casa Común, de la Madre Tierra, Madre de todas las luchas y de todas las victorias, cuidada, amada y habitada por pueblos que se sienten hermanos y hermanas porque todos son hijos e hijas de la Magna Mater, o mejor, son la propia Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera. Estaremos juntos en la alegre celebración dl Misterio del mundo y del milagro de nuestra propia existencia, compartida con toda la comunidad de vida. ¿Una utopía? Sí, pero necesaria, pues hacia ahí apunta el camino de la evolución ascendente, es el anhelo de todos los pueblos y realiza también el designio del Creador.

 

Leonardo Boff, ecoteólogo, texto dedicado a las organizaciones de agroecología CAATINGA, SABIÁ y SASOP, en función de un calendario para 2022 que tiene como tema “Tierra Madre de todas las luchas”. De Alainet.

Remembranzas del siglo XX de cara al futuro

 

Por: Roberto Turcios

 

A través de la aguda mirada del historiador Roberto Turcios ha llegado un valioso texto sobre los acontecimientos que han marcado la historia contemporánea salvadoreña, titulado Siglo XX: Tendencias y coyunturas de cambio (2019), que se torna imprescindible para el que desee ilustrarse, reflexionar y comprometerse con el país.

 

“Los acontecimientos, las coyunturas y las tendencias del siglo no fueron tallados en mármol; a contrario, los forjaron las mujeres y los hombres que soñaron y sufrieron, sudando sus esperanzas y cóleras en jornadas memorables”, señala la introducción del aporte intelectual del que fuera director de la prestigiosa Revista Tendencias (1992-2000).

 

“Ojalá que estas páginas den lugar a intercambios, propuestas y correcciones que pongan de manifiesto el vigor intelectual de un nuevo siglo, pues está despuntando la tercera centuria de la República”, advierte al inicio del recorrido por cuatro etapas que comienzan con la expansión cafetalera y la evolución del régimen político hasta la transición luego de la guerra civil.

 

El libro pertenece a la Colección Bicentenario, proyecto editorial del Instituto de Formación Docente (INFOD) que articula, según sus directivos, reflexión crítica, investigación histórica y pensamiento pedagógico de cara a la conmemoración del Bicentenario de la Independencia centroamericana con el fin de potenciar la enseñanza de la historia en el sistema educativo.

 

“El texto tiene una narración de los hechos principales en las coyunturas de cambio seleccionadas, presentando para cada una, propuestas de interpretación. Las primeras se identificaron a partir de los momentos en los que hubo señales de viraje; las segundas se formularon tratando de que fueran claras, breves y se ajustaran a los indicios ofrecidos por las informaciones”, precisa.

 

El texto está integrado de la siguiente forma: El primer capítulo aborda la expansión cafetalera y la evolución de su régimen político; mientras el segundo se dedica a la crisis y la dictadura. El tercer capítulo desarrolla el régimen autoritario, su estrategia de desarrollo y sus coyunturas de cambio, hasta la configuración de la crisis histórica, en 1978. El proceso de la guerra y los planteamientos en torno a la solución política, junto a la disputa de tres bloques políticos ideológicos forman el contenido del cuarto capítulo. El quinto ofrece un panorama sobre las negociaciones, las características de los Acuerdos de Paz y la reforma constitucional. El último capítulo presenta la configuración del final de un siglo político; según esa propuesta la implementación de los Acuerdos de Paz impulsa el despliegue pleno de la transición a la democracia, con base en procesos inéditos, como la desmilitarización. Bajo ese enfoque, la transición y un nuevo modo de desarrollo, basado en las privatizaciones, constituyen la clausura de un siglo. (Pág. 13)

 

En la consideración final, Turcios afirma: “El siglo político terminó en forma impresionante, clausurando la mayor guerra con el reconocimiento al diálogo y a las negociaciones. El sedimento, sin embargo, siguió lleno de intolerancia. Otra etapa, otro siglo, comenzó con disputas por el Gobierno sin que los adversarios se agarraran a balazos”.

 

“Antes no había ocurrido nada igual. Así transcurrió la fundación de la democracia en El Salvador. A un lado, los jóvenes comenzaban a librar las disputas de sus pandillas con la fuerza de las armas. Así comenzó el futuro, entre nuevas violencias y viejas intolerancias; dejando en el pasado los giros políticos basados en asesinatos”, continúa.

 

“Después de dos siglos de irrespeto a los derechos de la gente, aquel fue un inicio prometedor, con la lucha política abierta, sin amenazas de cárcel ni de muerte. Por primera vez fue razonable la disputado electoral en libertad; por primera vez las mujeres y los hombres pudieron aspirar al respeto de sus derechos y al ejercicio de la crítica mordaz contra todos los poderes”, concluye.

 

Roberto Turcios cuenta con una amplia producción sobre historiografía salvadoreña, entre sus están: La concentración económica en El Salvador: Un esbozo histórico (1990); Autoritarismo y modernización (1994); Los primeros patriotas (1995); Guillermo Manuel Ungo: Una vida por la democracia y la paz (2012); y su obra más reciente Rebelión. San Salvador, 1960 (2017). (G.M.)    

Recreaciones de la política pop

 

Por: Adalid Contreras Baspineiro (*)

 

La política pop se queda en la superficie y no penetra los intersticios de las estructuras sociales, cuyos recorridos se hacen de la mano de las ideologías.

 

Son momentos de desequilibrio social los que intensifican la presencia de recursos de la política pop, ya ampliamente legitimada en las rutinas electorales. Su uso fue intenso y extensivo en los inicios de la globalización que agolpó las calles con ejércitos de desocupados y dibujó miradas sin futuros. En este ambiente, los medios comerciales reinventaron propuestas de evasión social a las que se amoldó la política trasladada de las calles a los sets de televisión y cabinas radiofónicas, asumiendo sus lenguajes y su obsesión por el rating.

 

En nuestros días, en un contexto de profunda incertidumbre por la pandemia y la crisis multidimensional, las ciudadanías se someten a disputas existenciales entre el temor y la esperanza, y la política vuelve a ser jalonada por la levedad y el entretenimiento, en un compadrazgo multimedial de la televisión, las redes sociales y formas de ocupación teatralizada de las calles.

 

En este escrito analizamos el anclaje de la política en la masividad ganada por afanes de popularidad, en un mundo en el que se instaló la civilización del espectáculo, donde se habla de y se goza con la política, dejando atrás la política de la confrontación programática e ideológica en disputa por el poder.

 

¿Qué es la política pop?

 

Para comprender qué es la política pop, establecemos su realización en tres dimensiones: i) en el traslado de la política a los sets de los medios masivos amoldándose a sus lenguajes de infoentretenimiento; ii) en la cultura del espectáculo; y iii) en la ralentización del populismo.

 

El término, que forma parte ya del argot de la comunicación política, se le atribuye al italiano Gianpiero Mazzoleni, quien argumenta que existe una tendencia a tratar con los cánones de la popularidad a hechos, actores, procesos, acontecimientos y palabras de la política que tradicionalmente se desarrollaban en núcleos especializados, acercándolos a los vericuetos de la vida cotidiana y a los enjambres mediáticos, en un proceso en el que “la política y la cultura popular, la información y el entretenimiento, lo cómico y lo serio, lo real y lo surrealista, se unen en una especie de matrimonio entre la política y la televisión”.

 

En esta relación, la televisión descubre que la política puede crear nuevas audiencias, otros nichos de mercado y jugosos ingresos, mientras que los políticos se dan cuenta que pueden llegar gustosamente a un amplísimo número de personas en diferentes contextos. Y establecen un acuerdo de mutua conveniencia. El requisito para que esto funcione radica en que los políticos y la política se adapten a la lógica de la masividad, es decir de la popularidad combinada con los gustos, adoptando los lenguajes y estilos de entretenimiento, levedad, sensacionalismo, paternalismo y banalización a los que acuden los medios de comunicación ganados por afanes mercantiles.

 

De esta manera, la política y los políticos se hacen parte del show, como expresiones de la sociedad del espectáculo, que Vargas Llosa explica en la metamorfosis que sufre la comprensión de la cultura, desde un modelo mal llamado “cultura-culta” elitista, excluyente, erudita expresada en el libro, la pintura, la escultura, la música clásica y la filosofía, hasta la “cultura-mundo” que Lipovetsky establece para describir una cultura global en la que los mercados, la revolución científica y tecnológica trabajan en el eclipse de las fronteras, para hacerse en la denominada cultura de masas con fines de diversión y evasión, acudiendo a recursos en los que predominan la imagen y el sonido por sobre la palabra, la forma sobre el contenido, la estética sobre la ética, y el eslogan por sobre el programa.

 

Vargas Llosa dice que esta cultura-mundo aborrega al individuo y lo hace reaccionar de manera gregaria en una cultura del entretenimiento con recursos fabricados para la conquista de audiencias, ubicando posiciones de privilegio en el rating, socio principal del mercado, quien fija los valores de la sociedad en la civilización del espectáculo. En estas sociedades la primacía la tiene la diversión, la publicidad se convierte en el elemento ordenador de las conductas sociales y la trivialización gana estatuto estratégico en las campañas electorales.

 

En este ambiente, la organicidad social se hace con productos culturales fabricados por las industrias de la diversión para hacer olvidar todo aquello que perturba, angustia, convoca, genera criticidad, moviliza y dinamiza la exigibilidad de derechos. Con la masificación del consumo, las sociedades viven momentos de evasión y búsqueda de placer, como escapatorias de las preocupaciones y responsabilidades. Dada esta situación, distintos procesos electorales transcurren sin conocerse las apuestas de sociedad o programas de gobierno, de manera tal que los votos se licúan entre opciones que rebotan entre la simpatía y la antipatía que provocan los candidatos, los líderes y las organizaciones políticas.

 

Así dadas las cosas, y en línea de coherencia con esta tendencia, el campo político es ocupado por artistas, cantantes, presentadores de televisión, futbolistas, influencers, opinólogos, empresarios y otros personajes populares que son elegidos no tanto por sus aptitudes en la política, sino por su reconocida presencia pública o posicionamiento, eclipsando el lugar y estilos que por siglos habían ocupado los intelectuales, los doctorcitos, los líderes sindicales, los políticos y los referentes éticos de una sociedad, a no ser que éstos se acomoden a los parámetros gustosos del show demostrando sus habilidades para el baile, el canto, la cocina, los deportes y otros menesteres que operan como carnadas para captar votos.

 

En esta relación, resulta una condición más determinante que los políticos aprendan a hacer política entreteniendo, a que los personajes populares aprendan a hacer política. Por eso los cultores de la política pop dicen que cuando los políticos se presentan joviales, agradables, graciosos, naturales, cotidianos y desacartonados, entonces se hacen gustosos y simpáticos, con lo que la política se convierte en pop de popularidad, lo que, en sus concepciones, equivale a votos.

 

Precisando el traslado de la política a estas medialidades, en su extraordinaria obra La política pop, de los líderes políticos a los telepresidentes, Adriana Amado, politóloga argentina, dice que los dirigentes contemporáneos son hijos de la cultura pop basada en los estilos audiovisuales, el entretenimiento, el culto a la celebridad, el melodrama en la política, la metáfora del superhéroe y la primacía del consumismo, fabricando presidentes celebrities.

 

Esta reflexión lleva a la consideración de otro referente de la cultura pop: el populismo que, en su acepción más general se refiere a la tendencia política que pretende atraerse a las clases populares. No es nuestro propósito entrar en disquisiciones conceptuales sobre el populismo, pero es menester aclarar que en la cultura pop no rigen las concepciones que lo consideran una ideología que opone pueblos a élites con insurgencias sociales en la perspectiva de transformación del bloque histórico de poder. Tampoco se explica en los regímenes nacionalistas que proponen el desarrollo industrial con sustitución de importaciones. Por el contrario, su realización se produce en su sentido peyorativo que enfatiza en los liderazgos caudillistas, así como en el sentido degradante que sugiere Ralf Dahrendorf, al identificar populismo con demagogia.

 

De este modo, la política pop se conecta con el populismo sin ser lo mismo, apuntando a una relación íntima entre líder y medios, donde como dice Adriana Amado “el político es mensaje y medio simultáneamente, en procesos de pop-ulismo, con dirigentes que se valen de la gramática del espectáculo del entretenimiento –y el culto a las celebridades– para potenciar su liderazgo figurativamente heroico”.

 

En definitiva, la combinación entre el poder de la imagen y la personalización de los liderazgos en la política cambia las formas de comunicación y las dinámicas de las organizaciones políticas. Se sacrifica el valor de las ideologías y de las militancias a cambio del espectáculo. El fin principal de la política ya no parece ser la construcción de formas de poder, sino la atracción de electores, el posicionamiento de líderes que asemejan superhéroes más que conductores políticos, o el sostenimiento del posicionamiento de los poderes en sistemas de campaña publicitaria permanente.

 

Cerrando este punto, digamos que la política pop se explica en el politainment, anglicismo compuesto por la politic o política y el entertainment o entretenimiento, por lo que se podría asumir que se trata de un quehacer de la política siguiendo las reglas del espectáculo y la popularidad.

 

De la comedia al tik tok

 

Aunque el mismo Mazzoleni propone el término política pop por la adaptación de la política a los lenguajes de entretenimiento de la televisión, con acierto reconoce que tenía ya sus formas de expresión en la civilización greco romana, con su representación en la comedia y la tragedia, abordando teatralmente problemas de la democracia y de la vida en las polis. Por ello afirma que la política hereda una insoslayable dimensión teatral con puestas en escena de hechos, actores y contextos con los que se identifican las poblaciones, dejando sentado que una proxémica y una kinésica se extraen de la farándula, logrando que la política se comunique en clave popular, asequible, cotidiana, de fácil apropiación y que permite el involucramiento sentipensante ciudadano.

 

Las calles de nuestros países, ahora con el acompañamiento en vivo y tiempo real de los medios masivos y el internet, están pobladas de candidatos en relaciones paternales con vendedoras en los mercados; o se los ve oficiando de enfermeros en carpas que colocan en los barrios para hacer presencia preocupada en un contexto de coronavirus; juegan fútbol, bailan, cantan, bromean, circulan en bicicletas; como arlequines, con sombreritos de copa alta y los colores de sus organizaciones acompañados por infaltables batucadas recorren en patota festiva calles y avenidas; o en poses de sonrisa kolynos que ahora no se aprecian por los barbijos que cubren sus rostros encabezan bulliciosas caravanas.

 

Las variantes a esta rutina son cada vez más creativas y acompañadas de mensajes que buscan operar como moralejas. Sus expresiones son múltiples. Hace años, un candidato tenía su par en un peluche vestido de conejo cuy que caminaba siempre a su lado, robándose la atención y el cariño de los transeúntes, para transferírselos cargados de simpatía a su líder. En otra simbolización de valores, como la determinación con decisión, una candidata escaló los senderos escarpados de una montaña de nieves eternas, esperando contagiarse su ajayu (alma, espíritu, energía cósmica). En un ambiente de incertidumbres, otro candidato, sexagenario, en una demostración de los liderazgos sin miedos y sin barreras se lanzó en rápel desde la azotea de un edificio de 19 pisos. Llegó a tierra pálido y tembloroso, pero seguro de haber hecho noticia, haber demostrado que sí se puede y convencido de haber sumado simpatizantes, como es el fin de estos procedimientos contemporáneos de teatralización.

 

Siendo esta la dinámica de la acción política, Vargas Llosa alerta que, a la par, en la civilización del espectáculo el periodismo sufre mutaciones porque adopta formas de infoentretenimiento caracterizado por rebuscar notas de la farándula, de la primicia y del escándalo, asumiendo que los grandes públicos no tendrían en su perspectiva el bien común, sino la necesidad de olvidar los problemas que los acosan. Y entonces, con sistemas de información talk show de ropaje ligero y periodistas danzarines, acudiendo a titulares de noticias, testimonios, publicidad y salpicaduras de información, se lanzan a la búsqueda de complicidades con las audiencias.

 

Las programaciones de los medios masivos están llenas de espacios en los que los candidatos hablan de sus intimidades, cocinan, cantan, recitan, bailan, disputan juegos de mesa, confrontan conocimientos generales y, de paso, al final, como complemento porque los tiempos en televisión son fatales, alcanzan a mostrar un pantallazo de sus programas. Son programas de alto rating, preparados con esmero por sus productores para “humanizar” a sus entrevistados. En uno de estos programas, mientras prepara el desayuno, le otorgaron al candidato 5 segundos para responder lo siguiente: nombre 3 redes nacionales de televisión; para pasar de inmediato a indagar: ¿comunismo o socialismo? y rematar con ¿cuántas veces fuimos al mundial de fútbol? Luego las habilidades para el baile y ya, al final, a modo de despedida, 30 segundos para exponer los puntos centrales de su propuesta.

 

Son programas de alto rating para los que los candidatos se preparan buscando no aparecer impostados. Unos saben improvisar, otros no tanto. Unos gozan los programas, otros los sufren. Las personalidades histriónicas encajan perfectamente en el formato y lo amenizan. Las personalidades formales parecen no tener cabida, se los juzga como que no sirven para hacer política. Han cambiado los parámetros, se han modificado los libretos sobre el quehacer de la política y de los políticos. Los planteamientos y programas no cuentan, valen las habilidades. No se avizoran ideologías, las apreciaciones están hechas de empatías con simpatía.

 

Si con los griegos era el teatro, con los inicios de la globalización la televisión, y luego la recuperación de las calles con escenificaciones de espectacularidad, ahora la política pop se escenifica en versión online donde los algoritmos han construido tronos en los que el meme es el rey y el príncipe es el tik tok. No estoy seguro que esto funcione así, pero se ha asumido que estos recursos son símbolos de las juventudes de hoy, particularmente de las clases medias y, por eso, los candidatos se empeñan en mostrarse con looks de atuendos, peinados, poses y expresiones juveniles.

 

La política pop se ha vuelto flexible y condescendiente con la definición de las juventudes. La OMS asume como jóvenes a quienes están comprendidos entre los 18 y los 25 años; y flexibiliza la noción del adulto joven a los comprendidos entre los 26 y 30 años. Por su parte, la política pop, con una concesional actitud caritativa, pone en el escenario jóvenes de 40 y hasta de 50 años, con el justificativo que la juventud no es cuestión de edad, sino de actitud y, sumamos de apariencia, por los esfuerzos que algunos candidatos hacen con sus camisetas apretadas y logos rockeros, sus zapatos de tenis, sus aretes y sus jeans, pretendiendo exhumar juventud para ganarse empatías de apariencia con los realmente jóvenes.

 

Aunque, se debe reconocer, el prototipo ideal es aquel que tiene capacidad de ubicuidad, es decir que es joven con los jóvenes, maduro con los mayores, festivo con los danzantes, formal con los intelectuales, de ropaje típico en su relación con los pueblos indígenas, vestido de corbata en los actos formales, deportista en las maratónicas caminatas y picaditas futboleras. Los liderazgos de la política pop tienen algo de transformers, más cuando sus discursos rayan en el centro de los consensos, alejándose de los extremos de las posiciones encontradas.

 

El sentido discursivo en las redes sociales es raro, porque tanto memes como tik tok no se encasillan en los cánones tradicionales de la normalidad, sino que por el contrario buscan sorprender, desubicar y desencajar antes que mostrar certezas. En uno de nuestros países un líder indígena toca saxo al ritmo de una música moderna bien bailada por su compañera. Cosecha adhesiones por su apertura social y también detractores por su descentramiento de lo originario. En otro de nuestros países una autoridad escucha música mientras escribe en su escritorio burocrático y de repente, ganado por la nostalgia, se para y baila rítmicamente la contagiosa melodía. Unos la bailan también y otros la condenan. Nuevos cánones valóricos redefinen los sentidos de la popularidad, y de la política. Los likes son los indicadores y la producción no controlada pero empeñosa de nuevos productos por parte de quién sabe quién, son una expresión de complicidades, o de detracciones, en peligrosos juegos de un descontrol comunicativo que engrosa los ya obesos almacenes de fake news.

 

Como sabemos, las redes sociales operan como burbujas de casi-comunicación que acogen el protagonismo indiscriminado de quienes se conectan en sus celulares o portátiles, para hacerse partícipes de sistemas que conectan pero que no necesariamente comunican en sus autocomplacientes cajas de resonancia. En estos espacios se desarrolla una lógica de “política like”, en la que se persigue que los políticos protagonicen la experiencia de lograr los sitios o enlaces más visitados. El “dame un like” se ha convertido en la forma anticipatoria del compromiso personal con el voto, o en la representación melliza de la tendencia captada por las encuestas.

 

Con estas formas de comunicación política, la ironía, eje de la política pop, viaja empaquetada en pequeños productos por cables submarinos, ondas sin cable, fibra óptica, aire, mar y tierra que circulan en serie y en tiempo real, demostrando que la representación multimedial se refiere cada vez menos a la información y cada vez más a la industria del entretenimiento. Los estrategas han establecido que los ciudadanos se involucran y se acercan a la política por los caminos del espectáculo, haciéndose partícipes de debates y espacios a los que no tenía acceso. Se ha comprobado que la sintonía con los gustos y los intereses inmediato es fundamental. Lo que es difícil de explicar es que la forma contemporánea expedita de ganar fama, y de seducir votantes, sea convertirse en político pop.

 

Las empatías que generan estas formas de política pop se filtran por la identificación con simpatía, situación que sirve como pasaporte para prestarle al candidato valores subliminales no siempre ciertos, ni socialmente válidos, pero que cobran estatuto de verdad en afirmaciones tales como “será un payaso, pero trabaja como pocos”; o en imaginarios bien intencionados: “tan sencillo que es, y con tres doctorados”; o permisividades como “será un corrupto, pero hace obras”.

 

La política pop se recrea permanentemente en la naturaleza de cuanto medio aparezca, favorecida porque vivimos la era de la imagen y la sociedad del espectáculo, que se entronizan en contextos de crisis extrema como los que vivimos con la pandemia. El espectáculo y la farandulización se han tomado la política en los medios, en las redes y en las calles, porque se sabe que representan audiencia y esto significa ingresos publicitarios, por su parte, los políticos saben que la popularidad que les da la comedia, los talk shows, los rápels y los tik toks, significan votos.

 

La política pop en debate

 

La política pop está sometida a una intensa crítica, argumentándose que el state craft (arte de gobernar) se transforma en stage craft (arte de la puesta en escena), con lo que se convertiría en un recurso de trivialización, banalización o farandulización de la política siguiendo los códigos del espectáculo para obnubilar y alienar voluntades.

 

En la vereda del frente de estos cuestionamientos, Mazzoleni afirma que no se trata de una banalización de la política, sino de la adaptación del lenguaje político al lenguaje mediático, poniéndose los políticos al nivel de la gente en su vida cotidiana, y de la política articulándose con sus gustos y con sus necesidades inmediatas.

 

Lo que pasa es que la política pop se desenvuelve en el mundo de las apariencias, no en el mundo real, en la medida que no sintoniza con aquella realidad que Kosik define como la unidad del fenómeno y la esencia. La política pop se queda en la superficie y no penetra los intersticios de las estructuras sociales, cuyos recorridos se hacen de la mano de las ideologías.

 

Así mismo, la política pop camina tomada de la mano de lo grotesco entendido por Foucault como un espacio disruptivo de la normalidad que ejercen las maquinarias del poder y su visión totalitaria del mundo. Así, la política pop es una osadía inventiva que acentúa los aspectos extravagantes de la realidad, deformándola y monopolizándola en los vértices del gusto, que al mirarse desde la implosiones sociales y culturales se convierten en una ruptura de lo convencional y en la legitimación de lo irregular, burlesco, absurdo.

 

La política pop está en debate y su presencia en los procesos electorales, e incluso en algunas gestiones gubernamentales, es creciente. Se aviva con las situaciones de crisis y se proclama contemporánea de la civilización del espectáculo. Entre tanto este debate encuentre salidas, la realidad nos está demostrando que los dispositivos a los que acude la política pop, mediados por el gusto y asentados en la popularidad, son una efectiva fórmula para captar votos. También nos demuestra que no por ello aportan a generar protagonismos ciudadanos en favor de la democracia, sino que, por el contrario, desgarrando su corazón ético la debilitan, entretenidamente, es cierto, por lo que sigue siendo tarea pendiente el desafío planteado por Bertold Brecht: “hacer interesantes los intereses”.

 

(*) Adalid Contreras Baspineiro, sociólogo y comunicólogo boliviano, experto en estrategias de comunicación.

La comunicación como derecho frente a la monopolización del espacio digital

 Por Jimena Montoya (*)

 

Entre junio y noviembre de 2020 el Grupo de Trabajo de Comunicación de las Jornadas Utopías o Distopías: Los Pueblos de América Latina y el Caribe ante la era digital se reunió sostenidamente cada 15 días. A partir de las preguntas ¿Qué sucede? ¿Qué queremos que suceda?, un colectivo heterogéneo conformado por periodistas, trabajadores, referentes de medios y organizaciones comunitarias, profesionales, docentes universitarios y centros de estudio de Uruguay, Argentina, Brasil, Panamá y Chile, se adentraron en debates respecto del impacto de la digitalización en el ámbito de la Comunicación.

 

Abrieron varios interrogantes, asomaron algunas respuestas y plantearon líneas para considerar. A continuación, una breve síntesis del proceso.

 

Como punto de partida, se estableció un piso común: el ejercicio de la comunicación con un sentido político, como herramienta estratégica para apuntalar procesos organizativos, luchas populares y construcciones simbólicas; y el entendimiento de que es allí donde se juega nada más y nada menos que las construcciones simbólicas que le dan sentido a lo que pasa y son disparadoras para pensar en otros mundos posibles.

 

A la luz del devenir histórico nos vemos atravesando una nueva revolución tecnológica que, profundizada por la pandemia, impacta en todos los aspectos de nuestras vidas como una nueva fase de perfeccionamiento de los modos de acumular. También nos encontramos en medio de una disputa entre grupos de capitales fagocitándose entre sí para lograr mejores condiciones para ello, en una tendencia concentradora, que parece no tener fin.

 

En el uso y abuso de las plataformas digitales para instalar nuevas formas de consumo (que abarcan el entretenimiento y la comunicación pero también desbordan hacia la comercialización, las finanzas, entre otros usos masivos), los usuarios son el producto. La información y los datos que de esos usos se extraen, acrecientan las posibilidades de extraer valor, pero también formas de ejercer control.

 

Mientras el sistema resuelve sus crisis revolucionando las maneras de conocer para producir más, una nueva masa de desempleados con saberes obsoletos ingresa al mundo de los excluidos, el trabajo se complejiza, se privatizan los saberes y se limitan cada vez más los accesos. Nada de esto sería posible sin un sistema de control y disciplinamiento.

 

Entre 2019 y 2020 asistimos a varios estallidos sociales (Chile, Colombia, Ecuador, Estados Unidos) como un modo de desborde y resistencia a esta realidad y también experimentamos ascensos neoconservadores como el Golpe de Estado en Bolivia, o la instalación de gobiernos de derecha en Brasil y en Uruguay.

 

En el análisis de ese contexto es que aparece la pregunta por las herramientas de comunicación que tienen los sectores populares hoy en sus manos y la manera en que afrontan las transformaciones vertiginosas de esta era. ¿Cómo afecta a los medios existentes este proceso de digitalización, qué sucede respecto de las infraestructuras la producción de contenidos y su circulación?

 

De la convicción respecto de los postulados de la Comunicación Popular surgió la siguiente afirmación: “tenemos que insistir en ser capaces de producir contenidos con calidad desde los sectores populares y para los sectores populares”.

 

El desafío es, a través del fortalecimiento del trabajo en red y de la ampliación de la cobertura temática, acceder a un público más amplio, para salir de las llamadas burbujas de conversación, donde las propias agendas no alcanzan más allá del grupo que habla y piensa parecido.

 

¿Pero dónde se produce gran parte de los mensajes y los contenidos que se consumen hoy?

 

A modo de ejemplo: Facebook (empresa que hoy es dueña también de Instagram y Whats App) tiene más habitantes que cualquier país (2.603 millones de usuarios activos en el mundo en abril de este año). Gran parte de los sentidos y las imágenes construidas sobre el mundo circulan por esta vía.

 

Urge entonces pensar el acceso y la intervención de los sectores populares en esos espacios y la manera de apropiarse de estas herramientas, si el objetivo es incidir. Es fundamental en este sentido el análisis de los contenidos que allí circulan y la promoción de la participación de los más amplios segmentos sociales no solamente en el consumo sino también en su producción.

 

La radio y TV locales pueden amplificarse mediante el uso de plataformas digitales (podcast, streaming, etc). Lo importante es lograr canales de expresión e información de fuentes cercanas y confiables para los sectores populares. Un instrumento valioso para esa comunicación desde lo local es la Televisión Digital Abierta.

 

“Quienes participamos de espacios comunicacionales –dice el documento elaborado en el seno del Gurpo de Trabajo- debemos articular iniciativas que permitan hacer crecer en número nuestra presencia en ese ámbito aprendiendo a movilizarnos en el espacio digital”.

 

Colonialismo de las infraestructuras y los contenidos

 

La infraestructura de telecomunicaciones es fundamental a la hora de definir factores que van desde la igualdad de oportunidades para el acceso a los servicios basados en Tecnologías de la Información y la Comunicación, hasta el nivel de desarrollo de iniciativas innovadoras y emprendedoras en las áreas de las políticas públicas y la participación ciudadana.

 

La región tiene un 67% de la población conectada a internet. La mayoría de los países registran una penetración superior al 60% en áreas urbanas. Pero, la penetración del servicio no es equivalente a la calidad de conexión. Las empresas operadoras de telecomunicación, cuando venden servicios de internet domiciliaria o internet móvil, no están obligadas a especificar nivel de calidad del servicio. En este contexto, la ineficiencia de origen que registra el régimen regulatorio ha profundizado la crisis que generó la pandemia.

 

Tal como lo afirma Rosa Miriam de Elizalde, América Latina y el Caribe opera en un espacio digital que está colonizado. En 2018 la Cepal indicaba que “el 80 por ciento de la información electrónica de la región pasa por algún nodo administrado directa o indirectamente por Estados Unidos, fundamentalmente por el llamado ‘NAP de las Américas’ en Miami y se calcula que entre un 70 y un 80 por ciento de los datos que intercambian internamente los países latinoamericanos y caribeños, también van a ciudades estadounidenses, donde se ubican la mayor parte de los servidores raíces que conforman el código maestro de la Internet”.

 

En términos generales puede decirse que la región aún carece de infraestructura y desarrollos tecnológicos propios capaces de garantizar intercambios soberanos. La situación es similar si se habla de contenidos: El número de personas que son usuarios de la Red en la región asciende a casi 440 millones, según datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) de 2019. La región es “líder en presencia de internautas en las redes sociales”, pero “la más atrasada en la producción de contenidos locales”. Corresponde la pregunta entonces no sólo por el acceso y el consumo (qué, cómo y cuándo) sino por la producción.

 

Aún no hay, a nivel regional un canal propio de fibra óptica – afirma De Elizalde- ni una «estrategia sistémica o marco jurídico homogéneo» que permita minimizar el control estadounidense en la región, asegurar que el tráfico de la red se intercambie entre países vecinos, fomentar el uso de tecnologías que garanticen la confidencialidad de las comunicaciones, preservar los recursos humanos en la región y/o suprimir obstáculos a la comercialización de los instrumentos, contenidos y servicios digitales producidos en América Latina y el Caribe.

 

El condicionamiento que hay para las democracias depende de estas cuestiones. Si el territorio digital es la plataforma de tránsito global de datos de la vida cotidiana de los pueblos: ¿Cómo van a ser las plataformas? ¿Quiénes son los propietarios? ¿Cómo es la representatividad en el gobierno de las plataformas del pueblo, los estados y las empresas? ¿A quién delegamos la construcción y circulación de imágenes que median nuestra mirada de la realidad?

 

Algunas consideraciones propositivas

 

A sabiendas de que la disputa es con el mercado, desde el Grupo de Trabajo de Comunicación se plantea la necesidad de actuar ante estos problemas desde diferentes ámbitos de incidencia: la organización ciudadana y comunitaria, el estado y los ámbitos multilaterales.

 

El Estado debe garantizar el acceso a internet como un Derecho Humano. Sin su mediación, se hace imposible redistribuir los recursos públicos con el fin de apuntalar el desarrollo de un concierto mediático plural y diverso. Urge avanzar en legislaciones que garanticen accesos, resguarden derechos y promuevan la producción local de contenidos.

 

Las políticas públicas orientadas a la regulación de los servicios, son determinantes a la hora de asegurar la universalidad y la interconexión de las redes. Las leyes deben limitar no sólo la concentración de medios (en manos foráneas o nacionales) sino apoyar activamente la diversidad en la propiedad y los contenidos y fomentar la Comunicación Popular.

 

De igual manera, es necesaria la inversión en tecnología y educación, para garantizar que infraestructuras, herramientas y conocimiento, estén al servicio de la producción para el bien común y la formación de usuarios activos y críticos.

 

En ese camino es importante la participación articulada entre Estado y comunidad. Pensar modelos mixtos, basados en alianzas público-comunitarias para la construcción de redes, la garantía de los accesos y la gestión y que las políticas públicas apoyen y refuercen los proyectos comunitarios de internet. También debatir la propiedad y el manejo del transporte de la red y ampliar las redes satelitales estatales.

 

La integración regional, tanto a nivel de estados, como de pueblos, es un aspecto estratégico para el logro de los objetivos mencionados. Tanto para la producción como para la difusión y el acceso a contenidos es necesario lograr estándares tecnológicos comunes y también agendas compartidas.

 

En los ámbitos multilaterales es necesario fortalecer la participación ciudadana y establecer formas democráticas de gobernanza y de regulación de internet.

 

Hacia el final de estos procesos de reflexión –que deben profundizarse- aparece nuevamente el lugar desde donde se partió: No debe pensarse en ninguna de las dimensiones planteadas de manera aislada de un proyecto político, social y económico.

 

(*) Jimena Montoya, licenciada en Comunicación Social. Integra el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). http://estrategia.la/2020/12/15/la-comunicacion-como-derecho-frente-a-la-monopolizacion-del-espacio-digital/ Publicado en Internet Ciudadana No. 5. https://al.internetsocialforum.net/2020/12/14/internet-ciudadana-n-5-diciembre-2020-el-estallido-digital-del-covid-19/

Educación pública, muerte silenciosa y pandemia

 Por: Javier Suazo (*)

La Covid-19 profundizó las brechas de desigualdad en la educación, ya que más de 1600 millones de estudiantes, a nivel mundial, abandonaron las aulas porque cerraron las escuelas.

 

Cada vez se hace más necesario contar con individuos críticos y creativos que comprendan su mundo, lo cuestionen y persigan lo perfectible”

Andrews Paiva

 

Las llamadas políticas públicas universales, hace mucho tiempo desaparecieron de Latinoamérica. Cada vez más el Estado ha ido trasladando parte de las competencias, funciones y recursos en este campo a actores privados, algunos disfrazados de ONGs y otros de iglesias evangélicas. Igual, la descentralización y sus modalidades “impuras” como la desconcentración y terciarización, han acelerado este proceso, ya que los gobiernos subnacionales y locales encuentran más fácil negociar con centros de enseñanza privada para que presten este tipo de servicios, que asumir la responsabilidad que implica la enseñanza pública, garantizando acceso permanente y educación de calidad a la población.

 

Los gobiernos asignan menos recursos a los presupuestos de educación, salud y protección social, por lo que, en el caso de la educación, las familias se ven orilladas a buscar conocimiento en escuelas y universidades privadas, o simplemente, por los altos costos y aumento del desempleo y pobreza, renunciar a dicho conocimiento. La alta deserción escolar tiene explicación en esta realidad, pero también en la ausencia de nuevos enfoques y metodologías de enseñanza que utilicen al máximo recursos locales que ligan la presencia en las aulas o talleres de clase, con el trabajo material que se realiza dentro y fuera del hogar.

 

Varios países latinoamericanos, entre lo que destaca Uruguay y Costa Rica, le apostaron a la educación con políticas de cobertura universal, incluso en el marco de la vigencia de programas de ajuste económico, donde la orden del día era recortes de gastos sin excepción; prácticamente, con el respaldo de la población, convencieron a los OFIs, de la importancia de mantener o aumentar en forma vegetativa el gasto en educación. Con todo lo que ha significado el bloqueo a Cuba, la educación es uno de los pilares donde ha descansado el desarrollo a escala humana, aunque recién, por el bloqueo histórico y la crisis financiera, en lo económico se flexibilice la ejecución de políticas económicos para permitir mayor participación de inversión externa.

 

Antes del Covid-19, era evidente que, en la mayoría de los países, se apostaba a una educación acrítica, donde los valores del mercado, tecnicismo y los idiomas, eran más importantes que el humanismo. Y es que no puedan coexistir, sino que su avance se ha hecho a costo del debilitamiento de la educación en valores universales, derechos y culturas propias. Hay escuelas privadas donde se enseñanza el idioma inglés como segunda lengua, pero los jóvenes asumen que debe acompañarse con estilos de vida como en el país del norte. Como escribieron algunos miembros de la escuela de Fráncfort, “el conocimiento se constituye en la realidad y no por producción de conceptos, no hay que separar sujeto y realidad, ya que todo conocimiento depende de la práctica, de la época y de la experiencia”.

 

Con el Covid-19, la Relatora Especial de la ONU para el Derecho a la Educación, Koumbou Boly Barry, demanda que la población reciba una educación, pero una educación con pensamiento crítico. La Covid-19 profundizó las brechas de desigualdad en educación, ya que “más de mil seiscientos millones de estudiantes, de todos los sistemas juntos, a nivel mundial, abandonaron las aulas porque hubo que cerrar bastante rápido las escuelas”. El cierre se dio por decreto de las Secretarias de Educación, sin que se tuviera certeza de volver a la educación presencial, incluso después que entrara la vacuna en los países que hicieron contratos a tiempo, como Panamá, Costa Rica, Bolivia, Chile y México, no así países como Honduras que confiaron en la OPS-OMS y su mecanismo COVAX, que se retrasó y orilló a las autoridades a negociar directamente la compra de vacunas con empresas comerciales y países, incluyendo la vacuna Sputnik V, y a obtener unas 5,000 vacunas (dosis) donadas por Israel a cambio de apoyar sus propuestas de tipo político e ideológico.

 

En el caso de la educación, los países latinoamericanos debieron aprender de Uruguay, el primer país que retomó la presencialidad con mucho éxito, efectividad y responsabilidad. La valorización de sus autoridades educativas es que la educación es más que un aula de estudio, es vida, contario al encierro que es muerte. En el caso de Costa Rica, una de las justificaciones para abrir las escuelas y colegios, lo fue el ausentismo generado por la pandemia, donde muchos alumnos y alumnas se retiraban por no contar con los recursos para acompañar la educación en línea.

 

Debido a la ausencia de las comidas escolares, los niños están hambrientos y su nutrición está empeorando. A causa de la falta de interacciones diarias con sus compañeros y la reducción de la movilidad, están perdiendo su forma física y están mostrando síntomas de trastornos mentales. Asimismo, al no disponer de la red de seguridad que suele brindarles la escuela, los niños están más expuestos al abuso, el matrimonio infantil y el trabajo infantil”. (unicef.org. nicaragua/prensa 12-01-2021),

 

A ello se agrega, el problema del inmovilismo, especialmente en los colegios de secundaria y la universidad, donde las asociaciones de estudiantes y los grupos estudiantiles no han podido seguir con la lucha dentro de los centros de estudio para enfrentar las reformas educativas promovidas por los gobiernos y apoyadas por los Organismos Financieros Internacionales, caso particular del Fondo Monetario Internacional (FMI). Estas organizaciones de estudiantes siguen saliendo a las calles para protestas por la falta de educación presencial antes y durante el Covid-19, manteniéndose activas en las redes sociales; pero también lo harán una vez que se profundicen las reformas neoliberales por los gobiernos Post-Covid-19, en tanto los niveles de endeudamiento público serán inmanejables, sobre todo los pagos del servicio de la deuda externa.

 

Los procesos de innovación educativa también han sido afectados por el Covid-19, pero no aquel tipo de “innovación” que entrega 8,000 “tabletas” a niños y niñas para que puedan conectarse al internet y seguir las clases virtuales (que en mayoría son abandonadas), tal como sucede en Honduras; hablamos de aquella innovación que rescata las lenguas e idiomas ancestrales y valores comunitarios, donde se sigue con un tipo de enseñanza participativa liderada por maestros de las comunidades. En el caso de Nicaragua, la educación a distancia forma parte de este proceso de enseñanza-aprendizaje.

 

Hay evidencia que los costos por pago de maestros, materiales y servicios públicos de los gobiernos, han bajado por la pandemia, ya que, en el caso particular de la educación secundaria y universitaria, el ausentismo escolar es alto. Se argumenta que, la reingineria tecnológica en las universidades para enfrentar la demanda de la educación en línea, implica un gasto adicional, pero ello es mucho menor que el gasto de la educación presencial. A ello se debe que varios gobiernos que enfrentan problemas financieros por la caída de los ingresos tributarios, no estén muy interesados en volver a la normalidad, y sigan trasladando los costos de la educación virtual a la población.

 

Finalmente, los grupos y partidos de oposición y gobiernos deben concretar una alianza para priorizar la educación como una de las principales políticas públicas de los Estados, conjuntamente con la salud, generación de empleo masivo y el ambiente. Ocupamos asignar los recursos necesarios cada año para que se garantice una educación universal y de calidad, sustentada en un pensamiento crítico que involucre a las organizaciones sociales y comunitarias. Esta (s) políticas públicas no deben ser negociadas con el FMI y Banco Mundial, ya que es un mandato de la voluntad popular hecho gobierno.

 

(*) Javier Suazo, intelectual hondureño. De Alainet.org

Cómo vivir del periodismo freelance

 

Por Andy Hirschfeld

 

Los despidos en las redacciones se han convertido en una constante en la industria de los medios de comunicación hoy en día. Solo en Estados Unidos, en 2020 se redujeron más de 16.000 puestos de trabajo en medios locales y nacionales.

 

Sea por elección o por necesidad, está claro que cada vez más periodistas están recurriendo al trabajo freelance o autónomo.

 

Me sentí intimidado cuando comencé a trabajar como freelancer: no tenía idea de dónde buscar, ni siquiera de cómo comenzar. Y mucho menos de cómo sortear el estigma —afortunadamente en retirada—, en torno al trabajo independiente y desarrollar una comprensión de cómo ganarme la vida de manera sostenible.

 

Con las herramientas, la mentalidad y el enfoque adecuados, no solo puedes sobrevivir como freelancer, sino que también puedes prosperar. En algunos casos, es posible que te vaya mejor económicamente que trabajando fijo en un medio.

 

A continuación, algunos consejos para emprender una carrera como freelancer.

 

Cambia tu forma de pensar y tu lenguaje

 

Ser freelancer no es para todos. Trabajar por cuenta propia requiere un trajín constante. Pero puedes tener un mayor control sobre tus elecciones editoriales y desarrollar una imagen y un estándar únicos e independientes.

 

El mejor cambio de mentalidad que hice fue dejar de ver el trabajo independiente como algo temporal. Si lo ves como tal, o como un retroceso o un vacío en tu currículum, eso es lo que será, y así es como lo tratarás.

 

Esto no quiere decir que no debas postular a oportunidades de tiempo completo. Postula a vacantes que se ajusten a la progresión natural de tu carrera; en última instancia, serás un candidato más fuerte si abordas el trabajo desde esa dirección.

 

También dejé de usar la frase "medios en los que colaboro". Me refiero a esos medios como mis clientes. Esto me da un mayor control, al tiempo que ha fortalecido la confianza en mí mismo.

 

Paga y consistencia

 

Las tarifas son importantes, pero la consistencia lo es aún más. Tener clientes habituales me da cierta estabilidad, al tiempo que me permite proponer y escribir artículos más ambiciosos.

 

Cultiva una relación con un medio a través del cual puedas recibir una cantidad estable de trabajo. A esto lo llamo mi "trabajo-ancla". Tal vez no pague muy bien, pero te brinda una base sobre la que puedes construir. Mi "trabajo-ancla" es ser presentador de un programa llamado Business Brief en nombre de una startup.

 

"Siempre me siento más cómodo y más estable económicamente cuando tengo al menos uno o dos lugares para los que escribo que me dan trabajo regular. A veces eso significa tomar un trabajo que no paga muy bien, pero que te hará muchos encargos", dice el autor Thor Benson, de Nueva Orleans. "Tener esa base es importante, y luego tratas de hacer tanto trabajo como puedas. Algunos meses tendrás más trabajo y otros menos".

 

Para algunos freelancers, su principal cliente puede cambiar de mes a mes o de trimestre a trimestre. "Ahora mismo tengo clientes estables con los que puedo trabajar, que me pagan en base a tarifas y me asignan proyectos interesantes. Pero quién es mi cliente básico es algo que cambia mes a mes y trimestre a trimestre", dice la periodista Wudan Yan, de Seattle.

Conseguir clientes

 

A partir de aquí, organizo a mis clientes mediante un sistema de niveles. Los medios de “nivel dos” son aquellos en los que puedo confiar para un trabajo bastante regular, tal vez uno o dos meses cada uno. Tengo alrededor de media docena de medios que se ajustan a esta descripción.

 

En el "nivel tres" hay medios que a veces pueden aceptar mis propuestas, pero no de manera consistente. Y el "nivel cuatro" son los medios a los que aspiro; publicaciones en las que me encantaría firmar, aunque sea una sola vez.

 

A medida que trabajes de forma independiente, considera desarrollar expertise en ciertos temas. Esto puede convertirte en un periodista de referencia al que los medios recurrirán de manera proactiva cuando necesitan una historia sobre un tema determinado. Hay muchos reporteros políticos sólidos por ahí, pero no tantos que cubran vivienda, por ejemplo. Hay muchos periodistas de negocios que cubren la corrupción corporativa, pero no tantos que cubren la polémica industria adolescente.

 

Flujos independientes de ingresos

 

Establecer fuentes de ingresos independientes te dará aún más control sobre su situación.

 

Las fuentes de ingresos independientes de Yan han sido una parte exitosa y sostenible de su carrera profesional. Es copresentadora del podcast The Writers’ Co-op, con Jenni Gritters, y también dirige un negocio de coaching profesional. "Me he convertido en mi propio trabajo-ancla porque Jenni y yo obtenemos ingresos a través del podcast, y también través de mi negocio privado de coaching", dice Yan.

 

Hoy en día, muchos periodistas usan Substack para boletines, mientras que otros han optado por usar plataformas como Revue, Ghost y Patreon. Para parte de mi trabajo utilizo una plataforma llamada Happs, a través de la cual los espectadores pueden pagar suscripciones al periodista directamente.

 

"Me encanta la seguridad de tener un proyecto que está 100% bajo mi control. Nadie puede despedirme de mi boletín de noticias", dice Britany Robinson, autora de One More Question Newsletter.

 

Es probable que experimentes períodos lentos en los que los encargos son limitados. Si bien no es universal, los presupuestos de los freelancers son más limitados al final de un trimestre, especialmente durante las vacaciones y principios del año nuevo. Este es un buen momento para armar proyectos, como un boletín informativo, que generarán algunos beneficios a largo plazo. Durante mi período lento más reciente, reuní contenido imperecedero para dos boletines que publico.

 

Trabajar independientemente no es para todos, pero puede ser una alternativa gratificante a un trabajo de staff. Si te las ingenias y sabes trajinar, puedes prosperar.

 

Como me dijo una vez una de mis mentoras, la ex corresponsal de tecnología de CNN y fundadora de Dot Dot Dot Media Laurie Segall: “El periodismo no es para los débiles de corazón. Si estás obsesionado con tu trabajo, estás haciendo lo correcto".

Para los freelancers, este sentimiento es aún mayor.

 

Andy Hirschfeld es un reportero de la ciudad de Nueva York que se especializa en temas relacionados con el costo de vida. Escribe para Al Jazeera English, Observer, OZY, Salon, CNBC y otras publicaciones. También es el presentador del programa de noticias empresariales Business Brief distribuido a nivel nacional. Red Internacional de Periodistas.

 

La comunicación en la era de internet

 

Por Luis Britto García

 

Cada avance tecnológico suscita un sueño utópico y una pesadilla distópica. La invención de internet hacia 1990 generó expectativas entusiastas. Su propio comienzo fue utópico. Su creador Tim Berners-Lee se negó a registrar las patentes que lo hubieran hecho multimillonario, para ponerlas a disposición de la humanidad. Un dispositivo al principio apropiado por el complejo militar industrial como red subterránea invulnerable al ataque atómico, devino instrumento aparentemente a disposición de todos para el libre intercambio de mensajes y conocimientos. Si en la era que vivimos el bien más preciado es la información, un canal que prometiera multiplicarla y comunicarla de manera prácticamente gratuita y universal parecía puerta abierta hacia Utopía.

 

Esta perspectiva optimista fue prontamente clausurada. Así como todos los bienes a disposición de la humanidad –tierra, aguas, minerales,  organismos biológicos- no tardaron en ser acaparados, internet no demoró en caer bajo el poder y los planes de los operadores. La red concebida para transmitir mensajes no tardó en encontrar quien quisiera hacerse dueño de éstos y a través de ellos de sus emisores. En la actualidad, cerca del 70% del PIB global es producido por el sector terciario (finanzas, investigación, educación, publicidad, informática, entretenimiento) que a su vez se maneja mediante la Red. Desde el siglo pasado, Estados Unidos desarrolló el sistema de espionaje Echelon para decodificar ofertas en las licitaciones y hacer que las ganaran las empresas estadounidenses. La información, como la plusvalía, es expropiada de la sociedad que la crea, y tiende a concentrarse en un número cada vez menor de manos. Dominar la Red es dominar la economía.

 

Todo control sobre la economía deviene control social. Internet y las redes acumulan membrecías que superan con mucho a las ciudadanías de muchos de los Estados soberanos. A principios de 2021, usan internet 4.660 millones de personas: el 59,5% de la población mundial. Emplean teléfonos celulares 5.200 millones, el 66,6% de los habitantes del planeta. Están atrapadas en las redes sociales 4.200 millones de personas: el 53,6% de los terrícolas. En estas redes, sólo Facebook junta 2.740 millones de seres; You Tube, 2.291; Whats App, 2.000. Los usuarios de internet invierten en ella en promedio seis horas y 54 minutos diarios: la duración usual de una jornada de trabajo (https://marketing4ecommerce.net/usuarios-de-internet-mundo/ [6]). Estas desmesuradas clientelas son mercados inconmensurables que incesantemente aportan a sus operadores datos invalorables y reciben a cambio publicidad y propaganda.

 

Imaginemos que un servicio postal por el mero hecho de transmitir correspondencia se atribuyera el derecho de abrir todas las cartas que transmite y de utilizar su contenido libremente. Tal servicio no tardaría en ser denunciado como inadmisible instrumento de tiranía y en perder la totalidad de sus usuarios. Tal es el caso de internet. Desde los primeros tiempos, primero los gobiernos, y luego los operadores de la Red se atribuyeron abusivamente ambos privilegios. Hoy en día, el usuario puede tener la casi seguridad de que todos sus mensajes son abiertos, escrutados y utilizados para sus propios fines por las organizaciones que los transmiten y sus cómplices. Programas de análisis de contenido detectan la presencia de ciertas palabras o construcciones claves y alertan a mecanismos de vigilancia que aplican estrechos controles sobre los emisores del mensaje. En un avance del cerco, los canales instalan en los computadores de los usuarios cookies, programas espías que informan detalladamente sobre el contenido de los ordenadores y de los mensajes que emiten. Estos mecanismos acercan a todos los usuarios de internet a un mundo de control total, frente al cual parece un juego de niños la televisión de dos vías imaginada por George Orwell, que no sólo transmitía imágenes al espectador, sino que además vigilaba todos los actos de éste.

 

El espionaje emplea todo tipo de dispositivo capaz de registrar información. Edward Snowden decidió desertar de los servicios de inteligencia estadounidenses cuando advirtió que éstos espiaban los teléfonos, y que el número de dispositivos de espionaje dedicados a vigilar ciudadanos estadounidenses era mayor que el de los aplicados contra el resto del mundo. Ya es casi imposible abrir una página web sin que ésta nos informe que usa cookies para servirnos mejor –en realidad, para espiarnos mejor- y que el mero hecho de utilizar la página equivale al consentimiento para alojar un espía en el aparato del cual depende nuestra comunicación con el mundo. Algunas, de manera inocente, nos piden de entrada la clave de nuestro correo electrónico, que es como solicitarnos a la vez la llave de la casa, del auto y de la caja fuerte. Pero nuestros llamados servidores ya las tienen: en realidad somos sus sirvientes.

 

Las páginas web, las redes sociales se atribuyen explícita o implícitamente el derecho de utilizar para sus propios fines todos los contenidos que los usuarios hagan circular en ellas. Es como si un servicio postal se atribuyera la propiedad de cuantos mensajes y objetos le fueran confiados. Fácil es comprender lo que esto significa en un mundo donde el bien económico fundamental es la información. Apropiarse de la información es apropiarse del mundo.

 

Luis Britto García, escritor y catedrático venezolano.

Prosumidores

 

Por Adalid Contreras Baspineiro

 

La insurgencia ciudadana en las redes sociales ha provocado una de las modificaciones más llamativas en la cartografía comunicacional contemporánea, recomponiendo, por invasión, la relación entre un polo emisor de mensajes, tradicionalmente concentrado en un poder monopólico omnímodo compuesto por determinadas élites, medios y/o el Estado ejerciendo roles transmisivos persuasivos, y unas ciudadanías pretendidamente pasivas situadas en el polo de la recepción.

 

El factor disparador de esta recomposición curiosamente no es un elemento comunicacional, sino básicamente tecnológico, que se va tornando en dinámica sociocultural donde las nuevas generaciones nacen y se socializan en otras formas de relacionarse consigo mismas, con sus entornos y con el mundo. La incorporación del mundo World Wide Web en los procesos de comunicación ha cambiado los patrones de consumo mediático, pero también los accesos abriendo sus fronteras y, en cierto modo, ha descentrado los espacios de producción discursiva, así como la naturaleza de estos espacios.

 

Nuevos patrones de consumo mediático

 

A partir de la incorporación de la web, los nuevos nativos en el planeta son digitales. Las generaciones anteriores nos socializábamos con la prensa, la radio y la televisión cumpliendo roles de receptores conceptualmente pasivos y en realidad activos, con capacidad de resignificar los mensajes. Algunas experiencias, como la radio popular, ya transgredieron este esquema con la contundencia de la participación, del diálogo y de proyectos de sociedad inclusivos. La experiencia contemporánea, que enarbola acceso y participación es otra, distinta, tanto en las formas de consumo como en las de producción.

 

Un primer elemento que se modifica en el consumo es su desmembramiento por las facilidades técnicas de consumo individualizado, especialmente con el celular y por supuesto, también con las tablets y ordenadores. Estamos viviendo un proceso, por una parte de reubicación de las experiencias de recepción colectiva, y por otra de transición hacia formas de consumo individual. La radio o la televisión, operando como íconos de la reunión familiar, son figuras cada vez más lejanas o focalizadas en acontecimientos especiales como un buen partido de fútbol o una noticia importante. En los años precedentes, el consumo colectivo connotaba un interés creado también colectivo y un diálogo colectivo sobre un tema compartido.

 

Esta práctica está en proceso de fraccionamiento por las características del acceso individualizado, en relación o con intereses, o gustos, o estados de ánimo, o requerimientos, o urgencias, o hábitos, también individualizados. Un antecedente de estos procedimientos lo encontramos en el zapping, que permite ver televisión sin predominio del medio, sino con la posibilidad selectiva y de decisión del consumidor, en un mar diversificado de ofertas por cable y satélite. Esta práctica supera una anterior situación de enclaustramiento en un canal, un horario, un programa. Es cierto que estas son prácticas que siguen vigentes, especialmente en el consumo de los informativos y las telenovelas, así como es cierto también que, en tiempos de crisis, los medios tradicionales recuperan sus audiencias porque gozan de mayor credibilidad. Como en todo proceso de reacomodo, las prácticas comunicacionales operan yuxtapuestas.

 

En el consumo contemporáneo, como dice Carlos Scolari “las nuevas generaciones tienden a ver cosas diferentes, en diferentes medios y con diferentes modalidades de consumo (en vivo, streaming, descargas, etc.)”. Y así es este mundo de ahora, donde ya no es el medio el que une las individualidades, sino una narrativa, una historia que puede circular en youtube, o en whatsapp, o un blog, o se puede descargar para verlo en el ordenador, o conseguir el link para verlo en imagen, o escucharlo en audio, o leerlo, con la posibilidad de repetirlos si se quiere, o frenarlos a medio recorrido y rebobinarlos.

 

Como fuere, el consumidor puede acomodar la oferta de acuerdo a sus necesidades, o intereses, o estados de ánimo y, además, hacerlo circular por otros diversos medios, porque le puede parecer que el relato es importante, o gracioso, o incluso con la ilusión de estar mostrando una primicia. Es decir, que recibe y también (re)envía y (re)produce.

 

Otros patrones de producción discursiva

 

Pero acaso la recomposición más llamativa que está ocurriendo en el campo del consumo, es haber abierto además espacios de producción mixtos: fragmentados y compartidos, tanto por medios tradicionales, masivos, a los que se está dando por llamar medios predigitales, así como en los posdigitales que operan en la lógica descentrada de las redes sociales digitales.

 

Este es el lugar donde nacen los prosumidores, desarrollando procesos de remix (remezcla) y/o postproducción que ya no giran solamente en la resignificación de los imaginarios, sino también en la producción de nuevas narrativas, ya sea como arreglos, acomodos, retoques o reconfiguraciones de mensajes ya establecidos, o también con otras creaciones discursivas, o nuevos personajes o historias.

 

El término prosumidores fue propuesto por Alvin Toffler empezando los años ochenta del siglo pasado, para destacar la unión de funciones entre productores y consumidores. En su sentido contemporáneo, se caracteriza porque forja formas de exposición de las narrativas mediante sistemas crossmedia y transmedia, que no se explican solamente en las facilidades tecnológicas, sino básicamente en una actitud comunicativa que lleva a desarrollar cotidianamente, como forma cultural establecida, prácticas de apropiación, modificación y recirculación de los mensajes a los que se les otorga sus propias significaciones. Es decir, que el consumidor se incorpora en las narrativas (re)construyéndolas.

 

Crossmedia, como lo indica su nombre en inglés, significa cruzar (cross) los medios (media). Se trata de presentar con coherencia una misma historia por diversos medios, soportes, canales y plataformas que se refuerzan entre ellos, haciendo en su conjunto una unidad. Su referente inmediato son los sistemas multimedia, de los que se diferencia porque estos se basaban en la interactividad entre distintos medios trabajando un mismo mensaje, en cambio ahora la relación se basa en la convergencia integrada que permiten las plataformas digitales.

 

Por su parte, el transmedia se caracteriza porque despliega una narrativa en diversos medios, canales, plataformas y formatos actuando cada uno por separado, con sus propios lenguajes y sus públicos, sin necesidad de articularse entre ellos para darle sentido a una historia. Cada uno la cuenta independientemente a su manera. En estas condiciones ya no es la oferta comunicacional la que le da convergencia a una historia narrada en distintos lenguajes y en distintos medios, son los consumidores los que los articulan accediendo a veces a un comic, otras a un artículo de opinión, o a un video, o a un podcast, o con muñecos, o radionovelas.

 

Ocurren convergencias entre la producción discursiva de las clásicas industrias culturales con su estructura de periodistas y códigos deontológicos, y la producción discursiva de los usuarios, que no se rigen por normas y ocupan las redes sociales amparados en la libertad de expresión.

 

Destacamos cinco rasgos que caracterizan el funcionamiento de las redes sociales digitales: la autoafirmación, el voluntarismo inorgánico, el desentornillamiento, el reensamblaje social y la entropía comunicacional. La pauta para la “autoafirmación” nos la da Manuel Castells, cuando conceptualiza como autocomunicación a la capacidad ilimitada de recibir, de reproducir y de generar mensajes como estallidos de creaciones multidiscursivas, reflejando más allá de la posibilidad tecnológica, la necesidad compulsiva de los cibernautas por expresar y hacerse protagonistas, rubricando con identidad o anónimamente creaciones acumulativas de memes, videos, afiches, fotografías, canciones, grafitis, infografías y artículos que circulan y se reproducen a la misma velocidad que los acontecimientos.

 

Las redes operan libradas a formas de funcionamiento autónomo que se convierten en las bases de las explosiones de “voluntarismo inorgánico”, que al operar sin reglas ni protocolos son fabricantes de reiteraciones, intoxicación y dispersión de mensajes en una vorágine inacabable de información. En este ambiente, el “desentornillamiento” es el desplazamiento de las tradicionales formas de comunicación hacia otras de “casi interacción”, definidas así por John Thompson, porque no obedecen a los cánones de las reciprocidades interpersonales ni masivas, sino que desarrollan procesos de intercambio simbólico-digital en comunidades virtuales.

 

Más allá de este rasgo, las redes sociales tienen una inmensa potencialidad de movilización cuando sus cibercomunarios deciden tejerse y actuar en red y no solamente ser parte de una red. En las prácticas tradicionales el plantón, el bloqueo y la marcha son expresiones de multitudinarias presencias que articulan individualidades en un bloque de fuerza. Con las redes sociales los tuitazos o whatsappazos multiplican por cientos de miles los números de participantes que buscan hacer tendencia. A este rasgo, siguiendo a Bruno Latour, le llamamos “reensamblaje social”, de articulación de las individualidades en un funcionamiento de complementariedades comunitarias.

 

De todas maneras, viralizar mensajes o hacer tendencia son procesos que no están exentos de un sentido de “entropía comunicacional”, o pérdida de energía y de comunicación, porque tiende a confundirse con un efecto de ilusión autocomplaciente por la que cada cibercomunario se cree “el” autor de resultados, que sin duda se explican en una multiplicidad de otros factores, que no se quedan en el plano de las emociones.

 

Cerrando este punto subrayemos que las nuevas tecnologías han establecido no solamente nuevas formas de consumo, sino también otras formas de producción que si bien tienen su base en las condiciones tecnológicas que brindan los algoritmos, son ya formas de comunicación convertidas en hábitos y pautas culturales, especialmente en las nuevas generaciones que nacen ya a un mundo digitalizado.

 

Este fenómeno, característico de los nativos digitales, no excluye a las generaciones precedentes, que también hemos sido absorbidas por esta nueva realidad comunicativa, adoptando, inevitablemente, los dispositivos de un tiempo digitalizado, aunque nos resistamos a sumarnos a sus protocolos, típicos de una sociedad que se caracteriza por su composición socialmente fragmentada, política y culturalmente polarizada y comunicacionalmente individualizada.

 

Comunicación en debate

 

Para algunos autores, estos procesos comunicativos implican una ruptura con el difusionismo y la adopción de un sistema participativo. Contraviniendo esta afirmación, sostengo que en realidad se trata de una forma informacional renovada, estableciendo un particular sistema de casi-comunicación, porque sus dispositivos, que son generosos para el acceso y la conectividad, no garantizan per se espacios y formas de comunicación como construcción de sentidos. Conectan, pero no necesariamente comunican.

 

Son experiencias que se siguen moviendo en las dinámicas del difusionismo, ampliando el polo de la emisión a una multiplicidad de actores cuyos mensajes circulan en burbujas que se conectan con otras burbujas, donde coexisten ámbitos de consumo reconfigurados, prosumidores y fandoms o comunidades de fans que expanden ad infinitum las funciones de recreación de los mensajes.

 

Se afirma que en la ciencia ficción el consumidor es proclive a la participación y la expansión adaptativa de relatos, por ejemplo produciendo videojuegos o juegos de mesa sobre historias de superhéroes. Esto es común y también estos procedimientos han hecho ya su incursión en la política. Veamos un par de ejemplos tomados de las recientes elecciones subnacionales en Bolivia. La candidata ahora alcaldesa electa de la ciudad de El Alto con mayoría aplastante, entre otros recursos apeló a los tik tok. Le preguntaron sobre los responsables de su producción y no dudó en responder que “los chicos son sumamente creativos”. O sea, sus jóvenes seguidores que, de propia iniciativa trabajan productos que se suman, complementando, el eje de la campaña. O la experiencia del candidato y ahora alcalde de la ciudad de La Paz, quien acostumbra a utilizar diversos simbolismos, entre ellos muñecos que representan superhéroes, avengers, para analizar escenificando situaciones. En su campaña tuvo su propio muñeco, que lo representaba. Contó que fue obra voluntaria de los grupos de jóvenes que lo respaldan (fandom) y que en forma expansiva adaptan un estilo y un amoblamiento característico para captar adhesiones.

 

Son formas de casi comunicación no comparables con las modalidades legitimadas de la comunicación participativa que, como es sabido al enarbolar la democratización de la comunicación reivindica el derecho al acceso, a la participación, al diálogo y, añadimos, a la convivencia, que presupone niveles de interpelación.

 

La participación es una alternativa de respuesta a la exclusión del poder comunicar, del poder ser y también del poder tener. La participación en la comunicación horizontal, participativa, educativa y popular es indesligable del quehacer colectivo de confrontación con los poderes que impiden la propia expresión. En este sentido no es un ejercicio de expansión o de reacomodo, sino esencialmente de alteración de un orden desigual presentado como natural y legítimo.

 

A no engañarse entonces, los prosumidores no son en sí mismos sistemas participativos, sino sistemas de casi-participación que para ser plenamente participativos necesitan inscribirse en proyectos de sociedad incluyendo con legitimidad las ausencias y los silencios convertidos en presencias reivindicadores y voces con poder.

 

La participación implica la capacidad de expresión, la visibilización, la articulación de las partes en proyectos colectivos, y la capacidad de convertir lo comunitario en un espacio de transformación de lo que coarta la democracia y la vida en convivencia. Si no, en nombre de la democracia, de los derechos y de la participación se van a retomar dispositivos como el feed back o retroalimentación que hacía creer que participación era opinar sobre lo dicho. O en el caso de las narrativas transmedia, se podría confundir participación con la capacidad para reformar, añadir, adecuar o extender relatos en múltiples lenguajes y formatos.

 

Los prosumidores están ya presentes en la cartografía comunicacional. Son el resultado de las bondades tecnológicas que posibilitan accesos y de las dinámicas sociales que fragmentan. No son réplicas del proceso de los “emirec” (emisor-receptor) propuesto por la comunicación participativa y popular enarbolada por Mario Kaplún para construir sentidos históricos desde los pueblos.

 

El debate está abierto en un escenario que ha supuesto batallas académicas, luchas sociales y prácticas comunicacionales que confrontan para generar sociedades con justicia y procesos de comunicación como un inapelable derecho a la palabra.

 

Adalid Contreras Baspineiro, sociólogo y comunicólogo boliviano, ex secretario ejecutivo de OCLACC (actualmente SIGNIS ALC).

 

La amenaza creciente que enfrenta el periodismo en todo el mundo

 Por A.G Sulzberger

Nuestra misión en The New York Times es buscar la verdad y ayudar a la gente a entender el mundo. Esto adopta muchas formas, desde las investigaciones acerca de abuso sexual que ayudaron a iniciar el movimiento internacional #MeToo hasta reportajes de expertos que revelan cómo la tecnología está transformando todas las facetas de la vida moderna, además de comentarios relevantes y contundentes sobre la cultura, como cuando afirmamos que “el Aperol spritz no es una buena bebida”.

Sin embargo, en un momento en el que el aumento del nacionalismo está provocando que la gente solo se enfoque en su propio país, uno de los trabajos más importantes de The Times es destacar lo que hay allá afuera.

The Times tiene el privilegio de ser una de las pocas organizaciones noticiosas que cuenta con los recursos para dar cobertura a todas las complejidades del mundo. Eso implica la responsabilidad de ir hasta donde se encuentran las historias, sin importar el peligro ni las dificultades.

Todos los años, enviamos a nuestros reporteros a más de 160 países. Estamos en Irak y Afganistán, dando cobertura a la violencia y la inestabilidad provocadas por décadas de guerra. 

Estamos en Venezuela y Yemen, escribiendo reportajes sobre cómo la corrupción y los conflictos han provocado hambrunas masivas. Estamos en Birmania y en China, evadiendo los controles del gobierno para investigar la persecución sistemática de los rohinyás y los uigures. 

Estas misiones conllevan riesgos importantes. En años recientes, mis colegas han sufrido lesiones provocadas por minas terrestres, autos bomba y accidentes en helicóptero. Los han golpeado pandillas, los han secuestrado terroristas y los han encarcelado gobiernos represores. Cuando los militantes atacaron el centro comercial de Nairobi, se podía distinguir a nuestro periodista entre la multitud porque era el único que corría hacia donde estaban disparando. 

Después de haber dado cobertura a conflictos desde la guerra de Secesión, hemos aprendido mediante la experiencia cómo apoyar y proteger a nuestros periodistas en el campo de batalla. 

Todos los años, el presupuesto de la sala de redacción incluye financiamiento para chalecos antibalas, trajes de protección química y autos blindados. Establecemos planes detallados de seguridad para las misiones de alto riesgo, y nuestros periodistas se preparan de manera obsesiva. 

C.J. Chivers, un exsoldado de la infantería de marina de Estados Unidos que pasó años en The Times como corresponsal de guerra, se entrenó para poder cargar a su fotógrafo con el fin de llevarlo hasta un lugar seguro en caso de que le dispararan o recibiera impactos de fragmentos de bomba.

A los que dirigimos The Times nos resulta difícil no preocuparnos, pues sabemos que hay colegas nuestros en lugares donde se libran guerras, se propagan enfermedades y se deteriora la situación. Pero desde hace mucho nos ha reconfortado saber que, además de toda nuestra preparación y nuestras propias salvaguardas, siempre ha habido otra red esencial de seguridad: el gobierno de Estados Unidos, el mayor defensor de la libertad de prensa en el mundo.

Sin embargo, a lo largo de los últimos años, algo ha cambiado drásticamente. En todo el mundo, se está realizando una campaña incansable contra los periodistas debido al papel fundamental que desempeñan para asegurar que existan sociedades libres e informadas. Para evitar que los periodistas expongan verdades incómodas y provoquen que las personas poderosas rindan cuentas, cada vez más gobiernos han llevado a cabo esfuerzos explícitos, y a veces violentos, con el fin de desacreditar su trabajo y silenciarlos mediante intimidaciones.

Es un ataque internacional contra los periodistas y el periodismo. Sin embargo, lo más importante es que también se trata de un ataque contra el derecho de la gente a saber, contra los valores democráticos esenciales, contra el concepto de la verdad. Quizá lo más inquietante es que las semillas de esta campaña se plantaron aquí mismo, en un país que desde hace mucho se ha enorgullecido de ser el defensor más tenaz de la libertad de expresión y de prensa.

 

Comencemos afirmando lo evidente: los medios no son perfectos. Cometemos errores. Tenemos puntos ciegos. A veces enloquecemos a la gente.

Sin embargo, la prensa libre es parte fundamental de una democracia sana y se podría argumentar que es la herramienta más importante que tenemos como ciudadanos. Empodera a la sociedad proporcionando la información necesaria para elegir a sus líderes y vigilándolos continuamente para que sean honestos. Atestigua nuestros momentos trágicos y triunfales, y proporciona la base compartida de hechos comunes e información que une a las comunidades

 

Les da voz a las personas que están en desventaja y va incansablemente tras la verdad para exponer los actos indebidos e impulsar el cambio.

También se encuentra bajo una gran presión creciente. Durante las dos décadas transcurridas desde que comencé a trabajar en The Providence Journal, escribiendo sobre la vida cotidiana en la pequeña ciudad de Narragansett, la prensa ha enfrentado una serie de desafíos existenciales en cadena.

Colapsó el modelo de negocios basado en anuncios publicitarios que sostenía al periodismo, lo cual provocó la pérdida de más de la mitad de los empleos de periodismo del país. Google y Facebook se convirtieron en los distribuidores de noticias e información más poderosos en la historia de la humanidad y, mientras tanto, desataron accidentalmente una ráfaga histórica de desinformación. Además, un torrente en aumento de iniciativas legales —desde el enjuiciamiento de informantes hasta las demandas por difamación— se propone debilitar salvaguardas que desde hace mucho han protegido a los periodistas y sus fuentes.

En todo el mundo, la amenaza que enfrentan los periodistas es mucho más visceral. Para los periodistas, el año pasado fue el más peligroso que se ha registrado, ya que decenas fueron asesinados, cientos encarcelados y miles acosados y amenazados. Entre ellos estuvieron Jamal Khashoggi, quien fue asesinado y desmembrado por asesinos sauditas, y Maksim Borodin, un periodista ruso que murió después de caer del balcón de su departamento tras revelar los operativos encubiertos del Kremlin en Siria.

Este arduo trabajo periodístico ha conllevado riesgos desde hace tiempo, sobre todo en países que no cuentan con salvaguardas democráticas. Sin embargo, lo que es distinto hoy en día son las represiones brutales que se aceptan con pasividad y quizá incluso son fomentadas de manera tácita por el presidente de Estados Unidos.

Los líderes de este país han entendido desde hace mucho que la prensa es una de las mejores exportaciones de Estados Unidos. Claro, se quejaban de nuestra cobertura y se enfurecían por los secretos que revelábamos. Pero aun si cambiaban las políticas internas y externas, seguía en vigor el compromiso básico con la protección de los periodistas y sus derechos.

Cuando cuatro de nuestros periodistas fueron golpeados y detenidos como rehenes por las fuerzas militares libias, el Departamento de Estado desempeñó un papel crítico para conseguir su liberación. Intervenciones como esta a menudo estuvieron acompañadas de un recordatorio contundente dirigido al gobierno ofensor de que Estados Unidos defiende a sus periodistas.

No obstante, el gobierno actual ha dejado de lado el papel histórico de nuestro país como defensor de la prensa libre. Ante esta nueva postura, otros países ahora atacan a los periodistas dada la sensación creciente de impunidad.

Este no solo es un problema para los reporteros, sino para todos, porque así es como los líderes autoritarios sepultan información esencial, ocultan la corrupción e incluso justifican el genocidio. Como lo advirtió alguna vez el senador John McCain: “Si observamos la historia, lo primero que hacen los dictadores es reprimir a la prensa”.

Para que se den una idea de cómo vivimos ese retroceso en nuestro trabajo diario, permítanme contarles una historia que jamás he relatado en público. Hace dos años, recibimos una llamada de un funcionario del gobierno de Estados Unidos que nos advirtió sobre el arresto inminente de un reportero de The New York Times que vive en Egipto llamado Declan Walsh. Aunque la noticia era alarmante, la llamada en realidad era bastante común. A lo largo de los años, hemos recibido un sinfín de alertas de diplomáticos, líderes militares y funcionarios de seguridad nacional estadounidenses.

Sin embargo, esa llamada dio un giro sorprendente y angustiante. Nos enteramos de que el funcionario estaba comunicando la situación sin que lo supiera el gobierno de Trump y sin su permiso. Según lo creía el funcionario, en vez de tratar de detener al gobierno egipcio o de auxiliar al reportero, el gobierno de Trump planeaba no hacer nada al respecto y dejar que se llevara a cabo el arresto. El funcionario temía que lo castigaran tan solo por habernos avisado sobre el asunto.

Puesto que no podíamos contar con nuestro propio gobierno para evitar el arresto o para que nos ayudara a liberar a Declan en caso de que lo encarcelaran, recurrimos a su país de origen, Irlanda, en busca de apoyo. En cuestión de una hora, diplomáticos irlandeses fueron a su casa y lo escoltaron de manera segura hasta el aeropuerto antes de que las fuerzas egipcias pudieran detenerlo.


No queremos imaginar qué habría pasado si ese valiente funcionario no hubiera arriesgado su carrera para avisarnos sobre esa amenaza.

Dieciocho meses después, David Kirkpatrick, otro de nuestros periodistas, llegó a Egipto y fue detenido y deportado, al parecer como represalia por haber revelado información que le resultaba vergonzosa al gobierno egipcio. Cuando nos manifestamos en contra de esta decisión, un funcionario de alto nivel de la Embajada de Estados Unidos en El Cairo expresó abiertamente la cosmovisión cínica detrás de la tolerancia del gobierno de Trump a ese tipo de represiones. “¿Qué esperaban que ocurriera?”, comentó. “Su reportaje afectó la imagen del gobierno”.

Desde que asumió el cargo, el presidente Trump ha publicado tuits sobre “fake news” casi 600 veces. Sus blancos más frecuentes son organizaciones noticiosas independientes que están muy comprometidas con informar de manera justa y precisa. Para ser totalmente claros, se vale criticar a The Times y a las demás organizaciones noticiosas. El periodismo es una actividad humana, y a veces cometemos errores. Sin embargo, también tratamos de reconocer nuestros desatinos para corregirlos y recuperar el camino todos los días hacia los estándares periodísticos más altos.

No obstante, cuando el presidente denuncia las “fake news, no se refiere a los errores de la prensa. Está tratando de deslegitimar las verdaderas noticias desestimando reportajes justos y objetivos como fabricaciones motivadas.

De esta forma, cuando The Times reveló las prácticas financieras fraudulentas de su familia, cuando The Wall Street Journal expuso que le pagó a una estrella porno para que no hablara, cuando The Washington Post informó sobre la manera en que su fundación personal se beneficia del gobierno, pudo evadir su responsabilidad tan solo etiquetando la información como “noticias falsas”.

Aunque se ha confirmado la veracidad de todos esos artículos —y de un sinfín más que ha tachado de falsos—, hay pruebas de que sus ataques están surtiendo el efecto deseado: una encuesta reciente halló que el 82 por ciento de los republicanos ahora confía más en el presidente Trump que en los medios. Uno de los simpatizantes del presidente fue sentenciado por haber enviado explosivos a CNN, organización a la que el presidente acusa con más frecuencia de publicar “noticias falsas”.

Sin embargo, al atacar a los medios estadounidenses, el presidente Trump ha hecho más que socavar la fe de sus propios ciudadanos en las organizaciones noticiosas que intentan hacer que rinda cuentas. En la práctica, les ha dado permiso a los líderes extranjeros de hacer lo mismo con los periodistas de sus países e incluso les ha proporcionado el vocabulario con el cual hacerlo.

Ávidamente han adoptado este enfoque. Mis colegas y yo hace poco investigamos la propagación de la frase “noticias falsas”, y lo que hallamos es muy alarmante: en los últimos años, más de 50 primeros ministros, presidentes y otros líderes de gobierno en los cinco continentes han utilizado ese término para justificar distintos niveles de actividades en contra de la prensa.

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, han utilizado la frase y han impuesto multas gigantescas para forzar la venta de organizaciones noticiosas independientes a medios leales al gobierno. También la han usado el presidente Nicolás Maduro en Venezuela y el presidente Rodrigo Duterte en Filipinas, quienes han atacado a la prensa mientras encabezan represiones sangrientas.

En Birmania, la frase se usa para negar la existencia de todo un pueblo que es violentado sistemáticamente para obligarlo a salir del país. “Los rohinyás no existen”, le dijo un líder de Birmania a The Times. “Son noticias falsas”.

La frase también se ha utilizado para encarcelar a periodistas en Camerún, reprimir artículos sobre corrupción en Malawi, justificar el apagón de las redes sociales en Chad y para evitar que operen organizaciones noticiosas extranjeras en Burundi. La han usado los líderes de nuestros aliados de siempre, como México e Israel. La han aprovechado nuestros rivales de toda la vida, como Irán, Rusia y China.

La han pronunciado líderes liberales, como el primer ministro irlandés, Leo Varadkar. La han usado líderes de derecha, como el presidente brasileño Jair Bolsonaro. Al lado del presidente Bolsonaro en el Jardín de las Rosas, el presidente Trump dijo: “Estoy muy orgulloso de escuchar que el presidente use el término ‘noticias falsas’”.

Nuestros corresponsales extranjeros han vivido de primera mano cómo la acusación de dar “noticias falsas” se ha usado como un arma. El año pasado, Hannah Beech, que da cobertura al sureste de Asia, asistió a un discurso que ofreció Hun Sen, el primer ministro de Camboya. 

En medio de sus comentarios, Hun Sen pronunció una sola frase en inglés: “The New York Times”. Dijo que The Times estaba tan sesgado que el presidente Trump le había dado el premio a las ‘noticias falsas’, y nos amenazó diciendo que, si nuestro artículo no apoyaba su versión de la verdad, habría consecuencias.

Hannah sintió la hostilidad creciente de la multitud de miles de personas mientras el primer ministro la buscaba entre la gente para advertirle: “El pueblo camboyano recordará sus rostros”.

Le he planteado estas preocupaciones al presidente Trump. Le he dicho que estos esfuerzos por atacar y reprimir el periodismo independiente es lo que Estados Unidos ahora inspira en el extranjero. Aunque escuchó amablemente y expresó preocupación, ha seguido aumentando la intensidad de su retórica en contra de la prensa, la cual ha alcanzado nuevos niveles mientras lleva a cabo su campaña para obtener la reelección.

El presidente Trump ya no se conforma con deslegitimar los reportajes veraces calificándolos como “noticias falsas”. Ahora ha adoptado la costumbre de satanizar a los reporteros, llamándolos “el verdadero enemigo del pueblo” e incluso acusándolos de traición. Con estas frases, no solo ha inspirado a gobernantes autócratas en todo el mundo, sino también copiado sus ataques.

La frase “enemigos del pueblo” tiene una historia particularmente brutal. Se usó para justificar las ejecuciones masivas durante la Revolución francesa y el Tercer Reich. También la usaron Lenin y Stalin para justificar el asesinato sistemático de disidentes soviéticos.

La acusación de traición quizá sea la más seria que puede hacer un comandante en jefe. Al amenazar con procesar a los periodistas por delitos inventados en contra de su país, el presidente Trump les da a los líderes represores una autorización implícita para hacer lo mismo.

En Estados Unidos, la Constitución, el Estado de derecho y los medios noticiosos, todavía fuertes, fungen como organismos de control. Sin embargo, en otros países, los líderes extranjeros pueden silenciar a los periodistas con una eficacia alarmante.

Nick Casey, un reportero de The Times que en repetidas ocasiones fue amenazado y terminó por ser vetado de Venezuela por realizar reportajes incisivos acerca del régimen brutal de Maduro, enfatizó lo graves que pueden ser las consecuencias para los periodistas locales. “Si esto es lo que son capaces de hacerme los gobiernos a mí como reportero de The Times, ¿qué no serán capaces de hacerles a sus propios ciudadanos?”, preguntó. “Cosas mucho peores, y he sido testigo de ellas”.

En tanto nos preocupamos de los peligros que enfrentan nuestros propios reporteros, esos riesgos generalmente resultan nimios si se comparan con lo que enfrentan los valientes periodistas locales de todo el mundo. Buscan la verdad e informan sobre lo que encuentran, sabiendo que ellos y sus seres queridos pueden ser objeto de multas, arrestos, golpizas, torturas, violaciones y asesinatos. Esos reporteros son los soldados de primera línea en la batalla a favor de la libertad de prensa y pagan el precio más alto por la retórica en contra de la prensa del presidente Trump.

Los casos de intimidación y violencia de los que he hablado hoy son tan solo algunos de los que sabemos. Todos los días se están viviendo historias similares en todo el mundo, muchas de las cuales jamás saldrán a la luz ni se registrarán. En muchos lugares, hay un miedo tan grande a las represalias que se ha desatado un efecto paralizante: los artículos no se publican; los secretos permanecen ocultos; los actos indebidos siguen encubiertos.

Este es un momento peligroso para el periodismo, para la libertad de expresión y para la sociedad informada. Pero los momentos y los lugares en que es más difícil y arriesgado ser periodista son los momentos y los lugares que más necesitan del periodismo.

Un recorrido por la historia de nuestra nación nos recuerda que el papel de la prensa libre ha sido uno de los pocos rubros de consenso perdurable que han trascendido a los partidos y las ideologías durante generaciones. Thomas Jefferson escribió que “la única seguridad que tenemos es la prensa libre”. John F. Kennedy dijo que la prensa libre era “invaluable” porque “sin debate, sin críticas, ningún gobierno ni ningún país puede progresar, y ninguna república puede sobrevivir”. Ronald Reagan fue incluso más allá, pues dijo: “No hay ingrediente más esencial que una prensa libre, sólida e independiente para nuestro éxito continuo en lo que describían los Padres Fundadores como nuestro ‘experimento noble’ de autogobierno”.

A pesar de esta tradición de presidentes estadounidenses que defendían la prensa libre, no creo que el presidente Trump tenga ninguna intención de cambiar de actitud ni de poner un alto a sus ataques contra los periodistas. Si hay algo que nos enseña la historia reciente, es que el presidente quizá señalará mis comentarios de hoy y afirmará que The Times pretende llevar a cabo una venganza personal en su contra. Para ser claro, no estoy cuestionando la imprudencia del presidente debido a su partido, a su ideología ni a sus críticas a The Times.

Estoy sonando la alarma porque sus palabras son peligrosas y tienen consecuencias de verdad en todo el mundo. Sin embargo, aunque el presidente ignore esta alerta y siga por el mismo camino, hay medidas importantes que podemos tomar el resto de nosotros con el fin de proteger la prensa libre y apoyar a quienes dedican sus vidas a buscar la verdad en todo el planeta.

Todo comienza entendiendo lo que está en juego. La Primera Enmienda ha servido como estándar de oro en todo el mundo para la libertad de expresión y de prensa durante dos siglos. 

Ha sido una de las claves para un florecimiento sin precedentes de la libertad y la prosperidad en este país y, mediante su ejemplo, en todo el planeta. No podemos permitir que se establezca un nuevo marco global similar al modelo represor adoptado en China, Rusia y otros países.

Ante la presión cada vez más grande, esto significa que las organizaciones noticiosas deben aferrarse a los valores del gran periodismo —la imparcialidad, la veracidad, la independencia— y abrirse para que la sociedad pueda entender mejor su trabajo y su papel en la sociedad. 

Debemos seguir informando sobre los sucesos relevantes, sin importar si son tendencia en Twitter. No podemos permitir que nos convenzan mediante halagos o aplausos de convertirnos en la oposición o el respaldo de nadie. Debemos ser leales con los hechos, no con ningún partido ni ningún líder, y debemos seguir la verdad hasta donde llegue, sin temor ni favoritismos.

No obstante, la responsabilidad de defender la prensa libre va más allá de las organizaciones noticiosas. Las comunidades académicas, empresariales y de organizaciones sin fines de lucro, que dependen del flujo libre y confiable de noticias e información, tienen la responsabilidad de oponerse a esta campaña también. Eso es particularmente cierto cuando hablamos de gigantes tecnológicos como Facebook, Twitter, Google y Apple. Su historial de oponerse a los gobiernos extranjeros es irregular en el mejor de los casos; a menudo han ignorado la desinformación y a veces han permitido la eliminación del periodismo auténtico.

Sin embargo, en vista de que incursionan cada vez más en la creación, la distribución y los encargos periodísticos, también tienen la responsabilidad de empezar a defender el periodismo.

Nuestros líderes políticos también deben participar. Quienes fueron electos para defender nuestra Constitución traicionan sus ideales cuando socavan la prensa libre a favor de ganancias políticas a corto plazo. Los líderes de ambos partidos deben apoyar el periodismo independiente y combatir las iniciativas en contra de la prensa en el país y en el extranjero.

Aquí en Estados Unidos eso implica rechazar esfuerzos como las demandas e investigaciones frívolas que van tras las filtraciones gubernamentales con el fin de sofocar los reportajes agresivos. Y en todo el mundo eso significa oponerse al sinfín de iniciativas que tienen como objetivo atacar, intimidar y deslegitimar a los periodistas.

Finalmente, ningunos de estos esfuerzos hará una diferencia a menos que alcemos la voz. Debemos empezar a estar atentos a la procedencia de las noticias que leemos o escuchamos y a cómo se crean. Hay que encontrar organizaciones noticiosas en las que confiemos e impulsar el trabajo arduo y costoso de los reportajes originales adquiriendo una suscripción. Tenemos que apoyar a organizaciones como el Comité para la Protección de los Periodistas y Reporteros sin Fronteras, que defienden a los periodistas en riesgo de todo el mundo. Más que nada, debemos apartarle un espacio al periodismo en nuestra vida cotidiana y aprovechar la información que obtenemos para marcar la diferencia.

El verdadero poder de una prensa libre es una ciudadanía informada y comprometida. Creo en el periodismo independiente y quiero que prospere. Creo en este país y en sus valores, y quiero que los honremos y los ofrezcamos como modelo para un mundo más libre y justo.

Estados Unidos ha hecho más que cualquier otro país por popularizar la idea de la libre expresión y defender los derechos de la prensa libre. Ha llegado el momento de volver a luchar por esos ideales.

 

A.G. Sulzberger es el editor de The New York Times.

Fake news, las mentiras de la posverdad y el riesgo para el periodismo y la sociedad global

 

Por Salvador González Briceño

 

- El peligro para el periodismo se propaga desde las redes sociales.

- Instrumentos de la manipulación y el engaño desde los gobiernos.

- Los focos rojos encienden las alertas en los medios por la falsedad.

 

“Noticias falsas”, es el significado literal del término fake news. Sin más. Cualquier otra pretendida acepción o explicación pasa por ser distractor, una distorsión o engaño, como cuando el término pretende traducirse por “prensa libre”. Y no son más que viles falacias; mentiras es lo que son.

Pero ah, cuánto circulan por las redes. Por millones y con múltiples intenciones. Unas veces por negocio, otras como distractor, otras tantas con fines ideológicos y políticos, de manipulación de la opinión de la gente para ocultarle la verdad, negarla o distorsionarla. Es decir, van desde el entretenimiento hasta el encumbramiento de políticos de todos niveles del poder. Es amplio el espectro que abarca.

Incluso hay categorías, o por grandes temas, según los fines o intereses que se mueven o quiera imprimirse a las personas, para imponer una imagen distinta o de plano torcer la realidad. Son sutiles porque, en su efectividad, atacan directamente a la emoción del usuario, del público.

Las fake news resultan tan comunes como las propias redes sociales; como si fueran parte “funcional” de los celulares. Pero por lo mismo, fluyen desde el smartphone hacia los foros de amigos, tan amplios como cada asociado y su propio círculo de amistades. Corren como pólvora.

 

El uso fake de Trump

Claro que como fenómeno colectivo, las fake news se han fortalecido por su empleo en la toma de decisiones importantes, como las campañas políticas. La más reciente, la de Donald Trump, siendo candidato a la presidencia de los Estados Unidos de América. El caso tiene sus matices en México, pues el presidente Andrés Manuel López Obrador se refiere más a las “benditas redes sociales”, que a las noticias falsas.

Como sea, las fake news se posicionaron fuertemente con el uso político que les diera Trump. Fue el primero en utilizarlas, sin tapujos, asociadas a la política. El sentido amenazante y grotesco con que las empleó en sus conferencias de prensa desde la Casa Blanca, contra algunos periodistas cuyos medios lo criticaron durante su campaña electoral en 2016, lo delatan.

Por supuesto que el abanico desborda incluso la imaginación de cualquiera, sobre los alcances que poseen y la amenaza que representan las fake news. Para la sociedad en general, para el periodismo, para todos. Amenaza porque es lo contrario de estar informados, es la desinformación total.

Más bien, no hay que perderlas de vista como un mecanismo, el más grande jamás imaginado, de manipulación y distorsión de la realidad, desorientación y desinformación social. La amenaza es global. Comenzando por dificultad misma que implica descubrirla. No es tan sencillo.

Qué decir de la complejidad de temas en que se inmiscuye. Y sus métodos o técnicas (de lo que hablaremos luego). Pero atendiendo a su difusión, las fake news circulan masivamente, por millones. Al tiempo que se imponen por las dificultades de ubicación, o corroborar sus mentiras.

En la actualidad la información y desinformación van de la mano. Pareciera que ya resulta casi imposible detectarlas, no tanto por sus características como por la cantidad que rondan las redes. Se han extendido por el internet, pero son armadas voluntariamente con determinados fines.

 

El mundo al revés

Fake news, torcidas referencias de la realidad con fines económicos y políticos. Incluso el fenómeno llega hasta lo que se conoce como “posverdad”, un término moderno que pretende imponerse como filosofía en la vida contemporánea, por agentes a sueldo —promotores, “ideólogos” y “filósofos”— de la llamada globalización, por cierto, hoy en quiebra en su expresión occidental.

Por lo tanto, ni siquiera el término “posverdad” aguanta el rigor de la crítica. Porque ni se trata de algún tipo o modelo de conocimiento —en teoría no posee solidez alguna— nuevo, con un desarrollo propio; y sí en cambio es una corriente de pensamiento con muchos corifeos, pero carente de una metodología estructurada.

Cabe mencionarse esto de la “posverdad”, porque como el “mundo al revés” que representa, tanto en los EUA como en Gran Bretaña por ejemplo se ha empleado para desbaratar el establishment; al primer país le dio resultados a un Trump en campaña para ganar, al segundo país para imponer el Brexit, con todo y no da color.

Dicho sea, porque el criterio de la posverdad es que los hechos “objetivos” tienen menos influencia en la opinión pública que los que apelan a las emociones y a las creencias personales. Esa es la parte del dilema que implica su pretendida imposición. Entonces, ¿cuál verdad, tanto con las fake news como la posverdad?

Como sea, el fenómeno de las fake news es muy importante, para el periodismo por su generalización y los peligros que conlleva. Para la profesión y la sociedad globalizada por el uso masivo del internet.

Pocos estudios serios hay sobre el tema. Muchas notas periodísticas, eso sí, por lo mismo que el término incluso es de uso más o menos reciente. Apenas entre 2017 y 2018, por ejemplo, los diccionarios Oxford y Collins declararon que la palabra fake news creció en uso durante doce meses un 365 por ciento.

El dato es del libro Fake news. La verdad de las noticias falsas, escrito por el periodista español Marc Amorós García (una edición de 2018). Un análisis revelador sobre el problema que representa la fabricación y distribución, o difusión de mentiras por internet vía las redes sociales.

El autor comienza haciendo una afirmación lapidaria: “Estamos pasando de la sociedad de la información para adentrarnos en la sociedad de la desinformación”. O como dijo el papa Francisco, “los periodistas difunden fake news (y) corren el riesgo de caer en coprofilia” (literalmente, comer caca).

La desinformación, agrega el papa en entrevista para el semanario belga Tertio, “probablemente es el daño más grande que los medios pueden hacer, porque la opinión está dirigida en una dirección, desatendiendo la otra parte, la verdad”. (p. 48). Y es claro que una sociedad con una mala salud informativa está condenada “a la ceguera”; es decir, presa ciertamente de una mayor manipulación. Como dice una cita de Sánchez Ferlosio: “Vendrán más fake news y nos harán más ciegos” (pp. 14).

Las fake news son mentiras, e inmediatamente vienen las preguntas, ¿por qué las compramos, por qué existen, se difunden y viralizan si son peligrosos, alguien sale ganando con ellas? ¿Cuál es su verdad? La primera respuesta: Creer y preferir una noticia falsa es “mejor” a “una verdad (que) nos estropee la realidad”. Pero, ¿y en dónde están los periodistas ante esto? Estamos frente a un reto, arrastrados por la modalidad de un internet masivo.

 

La inmediatez

Informaciones falsas que pasan por auténticas noticias, dispuestas a “difundir un engaño, una desinformación deliberada y obtener un fin”, económico o financiero, pero también político e ideológico. Pero ¿quién las fabrica?, el autor responde: “Tú, o un robot programado por ti”. Con un tema atractivo y un titular impactante, un poco de texto para darle apariencia informativa, y ya está. “Copiar, pegar, impactar, ¿ves qué fácil es fabricar una noticia falsa?”. (p-37).

Vivir en el mundo de la información y la inmediatez tiene sus costos. La paradoja es la siguiente: “Si no lees los periódicos no estás informado, y si lees los periódicos estás mal informado”. Ese es el sentir, al menos en España. Claro que se trata de saber la verdad, no ser el primero en ir corriendo al puesto de periódicos.

Mark Twain escribió que “es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada”. Y ha existido manipulación de la gente en fenómenos de alcance mundial como el Brexit en Gran Bretaña o la elección de Donald Trump en los Estados Unidos; es decir, con fines políticos en ambos casos. Como sucede en otros muchos países.

The Sun, el diario británico publicó: “La reina apoya el Brexit”, era falso. De Trump, en 2016 circuló: el papa apoya a Trump, tampoco era verdad. Tres mil publicaciones desde cuentas falsas, que fueron vistas por más de diez millones de votantes en EEUU.

Groucho Marx dijo: “Hay tantas cosas más importantes que el dinero. ¡Pero cuestan tanto! Por ejemplo, la verdad”. La Computense confirma que “el 90% de los españoles ha compartido una noticia falsa… por diversión, porque no causa ningún daño. Un 7% por interés económico, político o publicitario…”. (p.52).

 

Los bots tienen su lugar

Aparte hay programas informáticos que comparten contenidos en redes sociales, los llamados bots, que pasan el 20% de fake news. Solo “en Twitter hay 48 millones de usuarios que son en realidad bots”; máquinas para manipular y lucrar a la opinión pública. En México, por ejemplo, un personaje que se dedica a sembrar bots, asegura tener “diez millones de bots a su disposición”.

“Invenciones o falsedades creadas para desinformar”, dice el autor. Las hay de siete tipos: parodia, engañosas, impostoras, fabricadas, falsamente conectadas, de contexto falso, manipuladas; cada con sus “ingredientes ideales” para crear noticias falsas. (pp.55-56).

Otra interrogante de las fake news es por qué las creemos. Las razones el autor las recopila en 10 puntos: Por fe, nos dan la razón, suben la autoestima, nos gustan las mentiras, nos autoengañamos, molan (joden) mucho, viene a buscarnos, no importa de dónde salen, son tramposas, emocionantes, impulsan a compartir y “se aprovechan de nuestra desconfianza en el periodismo”. (p.91).

Qué decir del cerebro, que cae en la “trampa de la verdad ilusoria”. El “cerebro etiqueta como más ciertas las noticias más repetidas. Y no podemos evitarlo”. Y eso porque: “No podemos experimentar las «cosas-en-sí-mismas», sino solamente tal como las experimentamos en nuestra mente”. (p.96). Luego entonces, nuestro cerebro no se adapta a la realidad, se autoengaña para adaptar la realidad a nuestras creencias, lo que suena muy kantiano.

Un ejemplo de alto impacto es la muerte de personalidades. Es el caso de Fidel Castro, el presidente cubano, que falleció en 2016 pero muchos no creían porque había muerto hasta 300 veces en las redes. Lo mismo que personalidades de la talla de Obama, Raphael, Bon Jovi, Rowling, Jackie Chan, también Le Clézio y Gérard Depardieu, entre otros.

 

Cómo detectar las fake

Este punto es interesante. Según estudio aplicado en España, el lector aduce pistas como las siguientes: El 29% se cree capaz de detectar si una noticia es irreal o poco verosímil; un 26% indica que por la confiabilidad del medio; si el titular de la noticia es demasiado alarmista o ridícula; por saber quién firma la noticia, el 7% se refiere al autor; un 6% tras verificar la información concluye que es falsa; por el sentido común o la lógica, solo un 3% las detecta.

Dichas señales no coinciden con el 70% de quienes navegan en internet que no distinguen una noticia falsa. Para proceder mejor, el autor muestra diez preguntas que debemos aplicar todos para detectar una posible noticia falsa.

1.     Desconfía si el sitio web tiene nombre inusual, busca detalles por las imitaciones;

2.     Mira si la noticia tiene horrores ortográficos o está mal escrita, diseño malo, sensacionalismo;

3.     Desconfía de la fuente informativa;

4.     Las fake news invocan al miedo, la indignación o buscan darnos la razón;

5.     El poder de la imagen, una foto impactante puede estar fuera de contexto;

6.     La coherencia en el tiempo, si los hechos tienen un orden cronológico;

7.     Comprobar los datos de la noticia;

8.     Si intuyes o detectas algún interés ideológico o partidista;

9.     Se ve claramente si es una broma;

10.  Preguntarse qué se gana compartiendo la información.

 

Del mismo modo: ¿Qué hacer contra las noticias falsas?

1.- “Mejor periodismo: más hechos; menos opinión”. Para el periodismo no hay alternativas: “Tiene que recuperar el poder”.

2.- Hacer lo posible para reducir su difusión. El inventor de la www, Tim Berners-Lee ha exigido a Google y Facebook que hagan avances serios contra las fake news.

3.- “Convertirnos todos en cazadores de fake news.” La mayoría de la gente no sabe reconocer una noticia falsa de una real, tampoco entiende lo que es una fuente de información, por lo que hace falta acceder a una mejor educación informativa. En otras palabras: es importante conocer sobre las noticias, “capacitarnos para convertirnos en usuarios de medios mejores y más activos”. (p. 173). Ya hay webs que cazan fake news (p.174), pero son incipientes.

4.- Terminar con la impunidad de las noticias falsas. Difamar, mentir, lucrar, manipular o atentar contra la libertad de expresión, acciones que no están protegidas por la libertad de expresión, en Alemania “se castigan con penas de hasta cinco años de cárcel”. El Parlamento europeo también está pidiendo endurecer las penas contra “los difusores” de fake news, diríamos de oficio o profesión, pero más bien debe ser contra los creadores de las noticias falsas. ¿Y el mundo?

5.- Desactivar la economía de las páginas de fake news. La mayoría lo hace con fines económicos, o ideológicos. En 2017 Facebook anunciaba que bloquearía las publicaciones falsas, pues dañan la confianza y hacen que el mundo esté menos informado.

 

¿El periodismo, en dónde queda?

Hasta los mejores están expuestos a caer en el engaño. En 2013 The New York Times reconoció haber publicado fake news, las producidas por uno de sus jóvenes periodistas estrella, Jayson Blair. Llegó a publicar 36 historias que eran mentira, y otras 70 que contenían plagio y falsedades. Las fake news se habían infiltrado en el periodismo escrito, lo que provocó la dimisión del director y el director adjunto. (p.108).

En 2017, otra historia falsa de cambio de sexo de una hija de la pareja de Angelina Jolie y Brad Pitt, hizo morder el anzuelo a El Mundo y La Vanguardia, así como muchos periódicos latinoamericanos.

El año 2013, 24 de enero, El País tuvo que retirar su tiraje de los quioscos y reimprimir a toda máquina una nueva edición. Era una foto de alguien que se parecía a Hugo Chávez, presidente de Venezuela, en esos momentos enfermo y bajo tratamiento en Cuba. “Estábamos ante la sensación de tener una exclusiva mundial”, habría dicho Luis Margáin, director de fotografía. Y fueron más las ganas de compartirlo, que verificar la imagen.

En el diario italiano Libero, el pseudoperiodista Tommasso Debenedetti publicó una serie de entrevistas todas fake, con personalidades como Gore Vidal, Günter Grass, José Saramago, Le Clézio, Dalai Lama, Lech Walesa, Mijaíl Gorbachov, Noam Chomsky y el cardenal Ratzinger, por lo que declaró: “Me gusta ser el campeón italiano de la mentira”.

En mayo de 2012 el escritor Umberto Eco difundió que: “Según la voluntad del escritor la noticia de la muerte de García Márquez será anunciada oficialmente en las próximas horas por su hermana”. La noticia impactó, pero era fake. Escrita por Debenedetti, ni era Umberto ni García Márquez se había muerto. Pero arguyó que los periodistas no confirman las noticias de las redes.

De todos estos diarios, sólo The New York Times reconoció el error de publicar fake news. Si se publican mentiras es no confirmar las fuentes, increíble para la profesión que busca la verdad. Pero sucede.

En El rumor como sustituto de la noticia, de Julieta Tarrés, sobre el rumor resume nueve razones: la falta de temas de interés, la negligencia de recolectar información, la ambigüedad de la información, la inmediatez, la no confirmación, falta de fidelidad, intencionalidad de ocultar, dar una noticia propia y el desconocimiento del hecho.

Pero “el periodismo debe ser la verdad de cada día”, dijo Calibán. Pero desde no hace mucho tiempo, dice el autor, “la verdad para el periodismo ha dejado de ser incuestionable para ser interpretable”. En 2017 también The New York Times realizó una campaña bajo el lema: “La verdad es difícil. Difícil encontrarla. Difícil de saber. La verdad es ahora más importante que nunca”.

No obstante, hay tres factores que inciden en la pérdida del valor de la verdad por los medios. 1) “La verdad ya no es intocable, ahora es personalizable. La información es al gusto del consumidor”, para crear “mi verdad” o “nuestra verdad”. 2) “La información ya no vale nada, ahora es gratis”. Con la digitalización el periodismo ha sufrido una crisis económica. 3) “Las noticias ya no se hacen para informar”, sino para darles clic.

¿Luego entonces, como se puede recuperar el periodismo? Cinco tips da el autor de Fake News. La verdad de las noticias falsas, Amorós García.

 

1.     No crear ni publicar fake news

2.     No usar el poder del periodismo por interés propio ni de nadie

3.     Ser independientes

4.     Priorizar los hechos alejándoles de toda opinión

5.     Abandonar el periodismo de declaraciones y apostar al periodismo de investigación

 

Sin embargo, no se puede ignorar la realidad, como es que los lectores ahora se informan por las redes sociales. En Estados Unidos, por ejemplo, el 62% se informa por esta vía. No obstante, sin garantías, porque ahora las noticias auténticas y las falsas tienen la misma capacidad de viralizarse. Además, ahora las noticias se reproducen dentro de burbujas de opinión creadas por nuestras redes sociales.

Aparte, hoy todos somos ya un medio de comunicación, un medio que refleja nuestra verdad. Solo que las fake news amenazan con invadir nuestra burbuja, o de hecho ya lo invadieron y bajo nuestro innegable consentimiento.

 

El mundo de la posverdad

¿Vamos o estamos en la posverdad? “Posverdad”, el diccionario Oxford la eligió en 2016 como palabra del año. “Define la circunstancia en la que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales”. (p. 183). No importa “la verdad, solo mi verdad”.

Bob Woodward, el periodista del Watergate, dice que Nixon ya practicaba la posverdad. Hoy los gobernantes actúan así: “La propaganda pasa por la desinformación: rechazar los hechos y empuñar la posverdad. Putin y Trump insisten en que la verdad es lo que ellos dicen, aunque un día sea una cosa y otro día sea otra. No hay debate posible.” (p. 184).

“Qué papel juegan las fake news en la posverdad?”, se pregunta el autor. “Las fake news son el tren de alta velocidad que nos lleva directo a la posverdad”. Hoy en día solo es verdad lo que circula en internet, la web y las redes sociales; si a esto añadimos la velocidad que “empuja a los usuarios y a los consumidores de noticias a compartir la información antes que analizarlas”, entonces estamos “perdiendo la batalla”. “Las fake news vuelan, se viralizan y nos conducen a una realidad de posverdad donde solo importa mi verdad”. (p.184).

 

Conclusión

Hacía falta un libro sobre las fake news como éste. Para el gremio periodístico, para los usuarios de internet, para los jóvenes y la sociedad en general de este mundo global. Para entender quién o quiénes están fabricando noticias falsas, y con qué finalidad, con qué periodicidad circulan. Cómo, por qué y para qué se están creando las fake news; qué fin tienen, cómo circulan y porqué es importante analizar el fenómeno.

Las fake news son mentiras, son inventos por negocio, para desacreditar o para manipular. Se distribuyen a la velocidad del internet y en redes sociales. El fenómeno es mundial, no de un solo país, por lo que las medidas previsoras deberán ser de común acuerdo.

¿El mundo está o estará dispuesto a tomar medidas? Es complicado, pero no imposible. Alemania está dando el ejemplo ya. Pese a que las fake news son creadas por todo el mundo, y no existen los rastreadores o analistas suficientes para destruirlas. Pero están los dueños de las redes sociales como Facebook o Twitter, a los que debemos exigirles el corte del cordón umbilical que son las ganancias por los retuit.

Es verdad que las personas carecen de los medios para descartar las mentiras. Pero el autor brinda algunos consejos. Solo los periodistas están o estamos obligados a identificar las fake news, y consecuentemente a no difundir sin probar su origen. De entrada, nadie debería retuitear nada de origen sospechoso, poco claro o desconocido. Ningún mensaje emotivo, una nota mal armada, una foto fuera de contexto. Es por todos para evitar estar mal informados y ser manipulados.

Son más los que se dedican a crear mentidas que verdades. Pero también es urgente atender el fenómeno, como castigar a los responsables. El libro aporta muchos ejemplos y reflexiones sobre el tema.

Es para el lector curioso, pero sobre todo para el especialista en medios. Para luchar por la reivindicación de la verdad, y evitar la desinformación a la sociedad. El tema está bien abordado para medios españoles, falta replicar el estudio para la situación de México, y de Latinoamérica.

En este mundo donde las mentiras pretenden imponerse como actores para comprender la realidad. Donde por la llamada posverdad rige la visión personal por encima de la colectiva, social o histórica. ¿Perderemos la batalla ante las fake news? El reto radica en el control social de la tecnología, no viceversa. A ver qué dice la sociedad globalizada.

 

De Alainet.

Cómo los tertulianos suplantaron a los intelectuales

En sus intervenciones había algo de provocación. Nos mostraban la realidad desde nuevas perspectivas. ¿Por qué han desaparecido las mentes más brillantes del debate público?

 

Por Fernando Vallespín

Con los intelectuales ocurre lo mismo que con la socialdemocracia: no puede hablarse de ellos sin mentar su muerte, su crisis o su lamentable estado. De hecho, les va incluso considerablemente peor que a aquella, que al menos consigue ganar algunas elecciones de vez en cuando. El final de los intelectuales se lleva cacareando desde hace unos 40 años y siguen sin levantar cabeza.

 A pesar de todo, el término sobrevive, pero desprovisto ya del aura que solía acompañarlo. En España sigue utilizándose para referirse a los miembros de algunas profesiones —académicos, artistas, literatos o actores—. Como cuando, por ejemplo, aparecen esos pomposos titulares donde se anuncia su pronunciamiento sobre alguna cuestión de actualidad. “Un grupo de intelectuales” dice esto o aquello y firman el manifiesto toda una ristra de personas pertenecientes a estas profesiones mencionadas. Pero la popularidad de algunos de ellos —pensemos en los casos recientes de Richard Gere o Javier Bardem con la crisis de los refugiados del Open Arms— no los convierte sin más en “intelectuales”; son personas populares que hacen público su loable compromiso político. Punto.

El intelectual clásico, el “verdadero”, es aquel o aquella cuya opinión cobraba una especial importancia porque estaba respaldada por el extraordinario prestigio que se había ganado en el campo en el que sobresalía, generalmente en el pensamiento, la ciencia o la literatura. Sus opiniones merecían más atención porque se supone que estaban fundadas sobre mejores argumentos. No era lo mismo lo que decía un profesor cualquiera de una universidad italiana que lo que salía de la pluma de un Bobbio o un Umberto Eco. Su capacidad para ser leídos o escuchados con atención ha sido siempre mayor que la de cualquier otro mortal. Pero, ¡ojo!, su excelencia en un determinado campo del saber no les otorgaba por sí misma un salvoconducto para obtener mayor influencia. Un buen ejemplo a este respecto, como nos recuerda Richard Rorty, es el caso de Heidegger, “el mejor filósofo del siglo XX y a la vez un facha (redneck) de la Selva Negra”. Casos de estos abundan, como cuando Foucault se pronunció con entusiasmo a favor del ayatolá Jomeini, o cuando, ya más cercanos en el tiempo, comienzan a desbarrar los Chomsky o Zizek. El buen juicio político, como decía Hannah Arendt, no está necesariamente asociado a la capacidad intelectual o al éxito académico.

De todas formas, y esto también forma parte del perfil del intelectual, en sus intervenciones siempre había algo de provocación, no se limitaban al sano ejercicio de la crítica sin más; nos desvelaban nuevas y originales perspectivas sobre la realidad y nos enfrentaban a nuestras propias contradicciones. Quizá por eso mismo muchos de ellos oficiaban como “sacerdotes impecables” (como los llamaba el teórico político Rafael del Águila), siempre del lado de la ética de la convicción y ajenos a la inevitable naturaleza dilemática de la mayoría de las decisiones políticas. Su rol no era el de facilitar la decisión al gobernante, sino el de sacudir las conciencias, aunque a veces, como en el caso de Sartre, les perdiera su partidismo, justo lo contrario de lo que nos encontrábamos en Camus u Orwell, cuya autonomía de pensamiento era marca de la casa.

Su rol no era el de facilitar la decisión al gobernante, sino el de sacudir conciencias

A algunos les gustaba la sobrerreacción, la exageración o, como en el caso de Foucault, “destruir las evidencias y las universalidades, mostrar en las inercias y restricciones del presente los puntos débiles, las aperturas, las líneas de fuerza”. Más modesta, pero por ello no menos eficaz, nos parece la posición de Habermas, para quien el atributo fundamental del intelectual es el “olfato vanguardista para las relevancias”. Para él, el punto fundamental es “detectar temas importantes, presentar tesis fértiles y ampliar el espectro de las cuestiones relevantes con el fin de mejorar el deplorable nivel de los debates públicos”. Puede que en este juego entre razonabilidad y provocación estuviese la clave que hacía que su acción pública fuera más o menos escuchada y seguida, más o menos respetada.

 

Aparece el experto

Poco a poco, sin embargo, su reinado en el espacio público fue sustituido por el de los expertos. La nueva complejidad de una política cada vez más tecnocrática hizo que nuestra comprensión de lo que acontecía requiriera del continuo recurso a especialistas de distinto pelaje. Los grandes discursos de la tutela filosófico-moral del intelectual clásico dieron paso así al “análisis experto”. Este complementaba más eficazmente las noticias del día a día que las posibles reflexiones del sabio. El mundo académico, además, pronto dejó de ofrecer generalistas y propició únicamente la especialización. Por otro lado, ya iban quedando cada vez menos de los intelectuales históricos, que estaban siendo suplidos también por los que los anglosajones llaman public intellectuals, que opinan a partir de su especialidad y su prestigio, como Francis Fukuyama, Steven Pinker, Yuval Noah Harari, ­Niall Ferguson…, y que tienen en común el estar casi siempre bajo el foco público. Muchos de ellos —no necesariamente los aquí mencionados— poseen, como señala Daniel W. Drezner en The Ideas Industry, un acceso privilegiado al “mercado de las ideas”, que no está exento de mediaciones y donde grandes intereses económicos desempeñan también su papel a la hora de promocionar unas u otras reflexiones. Eso del intelectual clásico de “decir la verdad al poder” se tornaría así en lo contrario: son los poderes fácticos los que tratan de definir cuál es la verdad buscándose los portavoces adecuados, ya sean pensadores o think tanks.

 

Intelectuales y política posverdad

El caso es que, al entrar en esta fase de política posverdad, ya no hay forma de imponer “verdades” que valgan. Vengan de los intelectuales, los expertos o los public intellectuals. No en vano, todos ellos pertenecen a una élite y eso les coloca ya a priori bajo sospecha. A menos, claro, que defiendan las posiciones que nos importan. La actual vituperación de las élites se ha extendido también a quienes tenían la función de orientarnos. Ortega se equivocaba. Ha habido que esperar a la expansión de las redes sociales para que se produjera la auténtica rebelión de las masas, aunque ahora hayan cobrado la forma de enjambres virtuales. Detrás de esto se encuentra, desde luego, el proceso de desintermediación, que ha roto con el monopolio de los medios tradicionales para ejercer su tutela sobre la opinión pública. O la posibilidad potencial de acceso directo a conocimientos que hasta ahora solo eran accesibles para un grupo de iniciados. O el predominio de los afectos sobre la cognición —“solo me parece convincente lo que encaja con mis sentimientos”—. O la enorme polarización política que se nutre de un consumo tribalizado de la información y la discusión (las famosas cámaras de eco). O la desaparición de la deliberación detrás de lo meramente expresivo.

Greta Thunberg consigue más atención que el filósofo Bruno Latour, gran experto en cambio climático

El resultado de todo esto es una pérdida generalizada de auctoritas por parte de instituciones, grupos o personas que hasta entonces cumplían esa función orientadora de la que antes hablábamos. Y entre ellos se encuentran, cómo no, los intelectuales. Porque haberlos haylos, solo que su influencia cada vez es menor en esta sociedad que se proyecta sobre un escenario cada vez más fragmentado y está dominada por una fría economía de la atención. Se atiende a quien más ruido hace, no a quienes aportan mejores argumentos; o al más feo y provocador, como Michel Houellebecq, que siempre es entrevistado con fruición; o a quienes se valen de novedosas estrategias en defensa de una determinada causa. No es de extrañar así que la ecologista adolescente Greta Thunberg haya conseguido captar mucha más atención que cualquiera de los escritos de Bruno Latour, el filósofo que más y mejor se ha venido ocupando del desastre climático.

 

La tertulianización de la opinión

No podemos olvidar, sin embargo, que la democracia ha tenido siempre una peculiar relación con la verdad. La democracia es el gobierno de la opinión, no el de los filósofos platónicos o el de los científicos. Y aunque aquellos siempre podrán ilustrarnos, al final decide la opinión mayoritaria, que no tiene por qué ser la más fundada en razón. Por eso mismo los teóricos de la democracia han abogado por la necesidad de someter las diferentes opiniones a la prueba de la deliberación pública. Y aquí es donde son bienvenidos los intelectuales, los que nos alertan sobre dimensiones de la realidad que a veces se nos escapan. El problema es que la mayoría de ellos se han dejado llevar por la polarización y se han adscrito a alguna de las partes de esta nueva política de facciones irreconciliables. Con ello pasan de ser intelectuales a convertirse en ideólogos, en racionalizadores de unas u otras opiniones. El pensamiento autónomo se desvanece o pierde su resonancia detrás del ruido de las redes. Otros se empecinan en disquisiciones pedantes digeribles solo para quienes están bien anclados en la cada vez más minoritaria subcultura humanística.

Con todo, tengo para mí que los que han dado la puntilla a los intelectuales han sido, curiosamente, los tertulianos, si es que podemos generalizar entre tan amplio y variado grupo. Por la propia dinámica del invento, el fugaz y casi improvisado análisis —el “pensamiento rápido”— y el fomento del contraste de pareceres, el mensaje que se transmite es que todo es opinable. Y sin hacer grandes esfuerzos. Incluso en aquellos temas que requerirían el recurso al conocimiento experto. ¿Quiénes son, pues, estos intelectuales —o expertos— que se atreven a imponernos una única visión de la realidad cuando yo ya tengo la de los “míos”? No es de extrañar, pues, que se esté abandonando a los otrora “sacerdotes impecables” para seguir acríticamente a líderes populistas implacables. La razón argumentativa se va supliendo poco a poco por la cacofonía de opiniones sin sustento o el refuerzo emocional de las nuevas consignas. Sí, me temo que el final de los intelectuales tiene todos los visos de ser una profecía autocumplida.

 

De El País, España.

De la libertad de expresión y la actual censura de Internet

 Por Rodrigo Bernardo Ortega

 

Uno de los bastiones fundamentales de las democracias actuales es la libertad de expresión. De hecho, es uno de los principios rectores consagrados en la Constitución de los Estados Unidos, la democracia más antigua del mundo moderno. En la primera enmienda realizada a la Carta Magna que data de 1815, se estableció la libertad de culto, de expresión, de prensa, petición (que es el derecho que permite a los ciudadanos reclamar ante las autoridades gubernamentales una compensación por agravios) y de reunión, sin la interferencia del gobierno (law.cornell.edu [6]). Esta serie de garantías resultaron fundamentales para el ejercicio práctico de la democracia y aún hoy constituyen valores centrales para el goce efectivo de los derechos.

Sin embargo, aunque todo parezca positivo sobre el papel, la realidad es bien distinta, pues la libertad de expresión (ese valor supremo de las democracias occidentales) ha sido probada una y otra vez a lo largo de la historia. En no pocos episodios, estas libertades han sido censuradas, cuestionadas, coartadas o incluso muchas personas han sido llevadas a la cárcel por tener ideas políticas impopulares (aclu.org [7]).

Baste recordar el oscuro período en la historia norteamericana comprendido entre 1950 y 1956 conocido popularmente como el Macartismo. En medio de la Guerra Fría, el senador Joseph McCarthy extendió declaraciones, denuncias y acusaciones infundadas de personas sospechosas de ser comunistas bajo epítetos como “traición a la patria o subversión”. Varios individuos durante estos años fueron llevados ante tribunales y no se respetaron los procesos legales respectivos. Este, que es sólo uno de los momentos donde se puso en cuestión la primera enmienda, demuestra lo complejo que ha sido su ejercicio, razón por la cual debe indagarse en torno a ¿qué límites y qué garantías tiene en la actualidad la libertad de expresión?

Esta cuestión toma especial relevancia debido al papel protagónico que ha tenido Internet como la moneda de cambio en las comunicaciones actuales. Volveremos más adelante sobre esto. Por ahora, es necesario mencionar que la libertad de expresión es una condición indispensable para que se den las demás formas de autonomía social. No obstante, estos derechos de manifestación tienen una serie de limitantes que varían de un país a otro, dependiendo del sistema legal. Por ejemplo, en Estados Unidos existen algunas excepciones a la primera enmienda tales como: la incitación a una acción ilegal inminente; el falso testimonio; la obscenidad; la pornografía infantil; infringir angustia emocional severa o brindar declaraciones que pongan en peligro la seguridad nacional (bbc.com [8]). Bajo el paraguas de esta última limitación, el gobierno de Estados Unidos ha justificado toda clase de abusos a la libertad de expresión de miles de ciudadanos pues ¿quién establece realmente qué pone en peligro la seguridad del país?

El caso reciente más sonado respecto a la violación del derecho a la libertad de expresión es el del periodista australiano Julián Assange, detenido de manera arbitraria en Londres, luego de que fuera retirado su asilo en la embajada de Ecuador. El fundador, editor y portavoz del sitio web WikiLeaks (un canal dedicado a la filtración de noticias de interés público) fue pedido en extradición por el gobierno de Estados Unidos. La pregunta es si la primera enmienda puede proteger a Assange. Aunque las opiniones están dividas al respecto, lo cierto es que Estados Unidos puede crear un artilugio legal para condenar al fundador de WikiLeaks so pretexto de “haber violado la seguridad nacional” (www.voanoticias.com/a/eeuu-inglaterra-julianassange-analisis-wikileaks-e... [9]">https://www.voanoticias.com/a/eeuu-inglaterra-julianassange-analisis-wik [10]...">voanoticias.com). Por esa razón, los peligros a la interpretación de las libertades y derechos están siempre latentes y sujetos en buena medida a quién lo ordena. En otras palabras, la existencia de la autonomía de pensamiento y expresión es un tema de poder y no de derechos como lo comprueba el caso Assange.

En efecto, su captura fue una operación que violó absolutamente las convenciones del derecho internacional establecidas por el grupo de trabajo de la ONU contra las detenciones arbitrarias (www.asturbulla.org/index.php/politica/derechos-humanos/38485-assange-y-l... [9]">http://www.asturbulla.org/index.php/politica/derechos-humanos/38485-assa [11]...">asturbulla.org). Pasando por encima de las leyes internacionales, los gobiernos de Ecuador, Reino Unido y Estados Unidos aplacaron a uno de los periodistas que mayores revelaciones ha hecho en los últimos tiempos a propósito de las malas prácticas en política. Por eso es claro que la persecución a Assange es una prioridad del gobierno norteamericano. En tal sentido, en su carrera a la presidencia Donald Trump manifestó: “Amo a WikiLeaks”, pero su discurso ha cambiado drásticamente y es probable que sea la principal figura política que promueva la extradición de Assange como un bálsamo para conseguir la necesaria popularidad, ampliamente requerida en estos tiempos pre-electorales. No obstante, el periodista de origen australiano parece no tener garantías para un juicio justo.

Además, según se ha podido establecer, el gobierno de Estados Unidos quiere juzgar a Assange por hacker y no por periodista. Esto quiere decir que su colaboración con Chelsea Manning (ex analista del ejército de Estados Unidos, quién filtró miles de documentos clasificados sobre las guerras de Afganistán e Irak) para descifrar una clave que les dio acceso a documentos secretos, es el motivo enrevesado que quieren utilizar para condenar al creador de WikiLeaks. Lo preocupante es que un gobierno pueda decidir quién es periodista y quien no, o incluso pueda considerar qué se puede hacer público, lo cual genera una clara violación a la libertad de expresión. Por ese motivo, el caso Assange tiene una consecuencia de fondo y es el hecho de que la promesa de libertad promulgada por Internet ha llegado a su fin (www.asturbulla.org/index.php/politica/trampas-y-medios/38489-julian-assa... [9]">http://www.asturbulla.org/index.php/politica/trampas-y-medios/38489-juli [12]...">asturbulla.org). Dicho de otro modo, el mensaje que tiene implícito la captura de Assange es que el periodismo que se atreva a denunciar, cuestionar o desafiar al poder será perseguido y juzgado. La libertad de expresión se convierte entonces en un campo restringido donde se reproducen las ideas de los poderosos sin el mínimo atisbo de crítica o cuestionamiento.

Todo este entramado ha permitido hacer una reflexión en torno a la actual censura de Internet. De hecho, es una cuestión fundamental en los tiempos que corren: ¿qué criterios utilizar para saber qué se puede prohibir y que no? En ese sentido, Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook pidió en una carta publicada por The Washington Post “nuevas reglas” para “proteger Internet de los contenidos peligrosos” e instó “un papel más activo por parte de los gobiernos” para el control de los contenidos inapropiados o lesivos. (www.lavanguardia.com/tecnologia/20190419/461672106928/redes-sociales-cen... [9]">https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20190419/461672106928/redes-soci [13]...">lavanguardia.com). Esta declaración la hace el hombre cuya empresa vendió los datos personales de millones de usuarios a diversas empresas entre ellas Cambridge Analytica, responsable de influenciar a millones de votantes en el mundo. Por esa razón, la libertad sólo es útil cuando beneficia a los poderosos, pero cuando no los beneficia, la respuesta es otra: juicio y censura. Resulta, por decir lo menos, increíble que un hombre que ha dedicado su vida a combatir los poderes oscuros de la política mundial sea encarcelado y aquel que vendió información personal de millones de personas sea considerado un héroe mediático. Parece que las prioridades en este mundo están invertidas.

Con relación a lo anterior, en el pasado mes de marzo de 2.019, el Parlamento Europeo aprobó una nueva directiva de copyright, lo cual significa un duro golpe para la libertad de expresión en Internet. Dos artículos particularmente han resultado polémicos: el primero relacionado con el uso digital de las publicaciones de prensa desde citas a enlaces, otorgando a los editores el derecho a autorizar o prohibir su reproducción, lo que brindaría un poder sin parangón a los creadores. Y la segunda relacionada con la vigilancia de contenidos protegidos por parte de las plataformas, permitiendo que “ciberpolicías” puedan monitorear a los usuarios. Para algunos analistas estas restricciones suponen el fin de una era de intercambio de conocimientos y contenidos que fue el propósito fundamental de los inicios de Internet. El hecho de que se hagan cada vez más rígidos los mecanismos para compartir la información significa, sin ambages, la limitación y control de los internautas por parte de un puñado de empresas de informática.

En efecto, esta medida viola claramente la libertad de expresión toda vez que restringe la libre circulación de información y limita las acciones de las personas so pena de ser acusados de infringir delitos virtuales. Al respecto, Simona Levi, fundadora de Xnet, “califica el monitoreo como una “gobernanza algorítmica” y aunque las medidas se circunscriben a los derechos de autor cree que se extenderán más allá amenazando a la libertad de expresión” (www.xataka.com/legislacion-y-derechos/que-propuesta-directiva-europea-co... [9]">https://www.xataka.com/legislacion-y-derechos/que-propuesta-directiva-eu [14]...">xataka.com). La tendencia de los gobiernos es a restringir al máximo los usos de Internet y a bloquear las opiniones disidentes. En consecuencia, es posible esperar que en un futuro cercano los contenidos estén cada vez más limitados y las producciones condicionadas a cumplir un marco regulatorio que no es otra cosa que la castración de los derechos y libertades virtuales.

Por ello, el debate central será determinar los mecanismos que se emplearán para establecer qué contenidos serán “infractores” de cara a lo que viene. Como otro escenario de relaciones de poder, Internet constituye un bastión de disputa entre los gobiernos y la ciudadanía. Ejemplo de lo anterior es la polémica propuesta de la primera ministra inglesa Teresa May de crear una autoridad “independiente” que limpie plataformas de contenidos considerados peligrosos. Sin embargo, ¿no es esta una forma de censura moderna? En la misma línea, en Singapur se ha presentado un proyecto de ley contra las fake news, donde se permite a cada uno de los ministros del gobierno, la corrección y la eliminación de cualquier contenido que considere falso, lo cual crea una preocupación en torno a la censura en los tiempos actuales (www.lavanguardia.com/tecnologia/20190419/461672106928/redes-sociales-cen... [9]">https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20190419/461672106928/redes-soci [13]...">lavanguardia.com). Este complejo escenario hace pensar que las batallas por la libertad de expresión se librarán en la red y es oportuno que el mundo conozca que las dictaduras y tiranías comienzan cuando una opinión contraria a la mayoritaria es ocultada, silenciada o despreciada. La censura a Internet es un primer campanazo frente a un eventual gobierno global de dictadores cibernéticos.

 

De Alainet.


Replanteamientos del nuevo paradigma periodístico

Por Genaro Rodríguez Navarrete

 

En opinión de María Susana González Reyna, profesora de Teorías del Discurso en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el periodismo del siglo XXI se encuentra frente a nuevos desafíos, como resultado de los avances de la tecnología y, de manera especial, por la irrupción de Internet y las redes sociales.

 

En entrevista con motivo de la publicación de su nuevo libro Teoría y método del ejercicio periodístico (UNAM, México, 2018), que ha coordinado, explica los pormenores de las nuevas rutinas periodísticas, la necesidad de verificar la información y la recobrada importancia de las audiencias.

Entre otros temas, insta a no descuidar el modelo de negocio para mantener la viabilidad de todo proyecto periodístico. Y en la vorágine de la información predominante, recomienda tratar de evitar la confusión entre noticias falsas y falsos acontecimientos. Asimismo, examina el estilo personal de comunicar del presidente Andrés Manuel López Obrador.

¿Qué características fundamentales tiene el periodismo del siglo XXI?

Entra en un nuevo paradigma. Me refiero sustantivamente al cambio que está ocurriendo en las rutinas periodísticas, no a la esencia del periodismo. Periodismo es periodismo, en cualquier medio, en cualquier plataforma. La esencia del periodismo sigue: recabar, seleccionar, jerarquizar, construir la noticia y difundirla. Que tiene distintas modalidades discursivas denominadas géneros periodísticos. Todos los géneros periodísticos se desarrollan a partir de la noticia. Solo la nota informativa se agota en la noticia. Esto permanece.

 

Pero dado que han cambiado los soportes, sobre todo con la aparición de Internet, ha sido como una vuelta de tuerca. El replanteamiento no se refiere a qué es el periodismo, sino ahora cómo lo hacemos. Cómo llevamos a cabo esta función. Se trata de un nuevo discurso semiótico porque no solo es la palabra; es la imagen, el audio, el movimiento, el color.

¿Parece que estos cambios se traducirán en nuevos retos para los informadores?

En el cambio de paradigma se exige al periodista nuevas habilidades y competencias que antes no se tenían. Implica no solo manejar el lenguaje de Internet, sino el lenguaje periodístico en dicha plataforma. Esto es un replanteamiento de paradigma. Ya no solo se requiere una excelente redacción escrita para ser leída o hablada; sino que incluye dibujo, simbología con la cual puedo transmitir un mensaje; muchas capacidades; habilidades asumidas ahora en el tránsito por una sola persona que escribe para el soporte papel, digital y audio. Sin embargo, esto cada vez tendrá que diversificarse, no únicamente especializarse, porque es imposible que un solo individuo lo puede hacer todo. Igualmente es importante que sea especialista en el tipo de lenguaje necesario, en función de la construcción del mensaje. Cómo voy a construir ese mensaje, qué lenguajes utilizo, además de la palabra, la imagen y el sonido. También se requieren una serie de habilidades tanto para la difusión como en la búsqueda de la información, que se ha minimizado en el periodismo informativo cotidiano porque esta llega sola.

¿Qué otras características tiene el nuevo paradigma?

Otro requisito que antes ya estaba, pero ahora es imprescindible: verificar la información. ¿Por qué? Anteriormente se trataba de verificar si lo que dijo la fuente era confiable; pero ahora, como llega de diversas fuentes no buscadas necesariamente por el periodista, exige una verificación que no se requería. Esto es un añadido al nuevo paradigma.

El nuevo paradigma del periodismo coexiste con las redes sociales digitales que no son necesariamente periodismo; pero sí son importantes fuentes de información que no se pueden subestimar. Ahí están. A veces ganan incluso en difundir, aunque no necesariamente en hacer periodismo, porque no hacen periodismo, difunden información.

Este es el nuevo paradigma: nuevas competencias, nuevas habilidades, pensar cómo rescatar la noción básica de periodismo que se abre a muchas posibilidades y múltiples e inimaginables formas discursivas.

¿Hay nuevos géneros? No lo sabemos. En lo que insisto es que debemos conocer los géneros porque son modalidades distintas, exigen también un razonamiento y un manejo de la información diferente. Tampoco es de vida o muerte encasillarse en uno u otro. El error garrafal sería encorsetar un género. Hay que dejarlo más libre, que cumpla su función: la crónica, la nota, la entrevista, el reportaje; y no mezclar información con opinión. En esto sí hay que ser muy rigurosos.

¿Se suelen confundir las cosas?

Así es. Vámonos entendiendo: si un periódico o un periodista pública en Facebook, en su blog o hace uso de Twitter para decir algo, sí está usando las redes para hacer periodismo. Una cosa es utilizar la web para hacer periodismo y otra creer que todo lo que circula en las redes es periodismo. Se trata de información circulando que no es necesariamente verídica.

¿Considera entonces que no cualquier persona con acceso a redes sociales es periodista?

Por supuesto que no. Muchas veces se comparte información, pero con qué intención. Falta allí todo el rigor del pensamiento de lo que es la profesión del periodista.

¿De modo que está a favor de enriquecer los géneros?

No solo estoy de acuerdo, lo aplaudiría. El buen periodismo es creativo, aunque no imaginativo. Encasillar al género, también maniata al periodista. Al recibir la orden de elaborar una crónica, puedo proceder, pero también percibir que hay más material como para un reportaje de profundidad. Esto es ir más allá del encargo. Significa recurrir a todas las herramientas del periodismo para construir un mensaje importante y de interés social.

¿A dónde dirigirá la atención el periodismo para salir adelante? A la audiencia, a la interactividad controlada por el medio. Es un nuevo paradigma.

Y no olvidar el modelo de negocio. Si no hay negocio, no hay nada. Habrá ideas, pero cómo difundirlas si están guardadas. Y esto no es periodismo. El periodismo difunde para dar a conocer. También se debe cuidar el control sobre los ingresos a fin eludir compromisos con los que no quiero trabajar. El modelo de negocios hay que construirlo de manera que los medios sean autosuficientes. Una de las probables fuentes serían las suscripciones. Algunos medios ya lo están intentando entre los interesados en informar y los que reciben la información. Lamentablemente todavía se recurre a la publicidad gubernamental y privada en detrimento de la independencia informativa. Internet vende y lo hace mucho más. El periodismo deberá adaptar su trabajo para coexistir con ello.

Los suscriptores participarían en dos sentidos: en lo económico y en la elaboración de comentarios. En el principio del periodismo, esto era impensable.

El modelo de involucrar más a la audiencia es un asunto de fortalecer la comunicación de la sociedad.

¿Es importante cuidar el modelo de negocio para procurar los ingresos de los profesionales del periodismo?

Totalmente de acuerdo. No se corresponde lo que gana un periodista con el trabajo que realiza y con los riesgos que corre. Creo que no hay dinero que pague el riesgo que corre. Debe haber un estímulo al buen periodista que no solo cumple y es valiente porque sabe que se está metiendo en terreno minado.   

¿Coincide en que el ejercicio periodístico es una de las actividades más precarizadas?

De siempre ha sido una profesión mal pagada. Sin reconocimiento de un estímulo económico adecuado de acuerdo a lo que se le exige y hace, y más allá, sobre los riesgos que corre. No todo periodista está obligado a correr riesgos, pero sí debe tener estímulos. Porque el periodismo que indaga, provoca, busca y va más allá de la información, no es un periodismo de todos los días, es un periodismo que tiene una calificación mayor. Debe haber un sueldo base mejor y estímulos, porque no solo se lo merece, también con eso evitas fuentes de ingreso ilícitas o no adecuadas. El periodista debe tener para vivir, mantener una familia y ver su vejez cuando ya no pueda ejercer o cuando lo despidan. Este es todo un tema que lamentablemente cuando se le ha querido entrar, lo contaminan con libertad de expresión, derecho a la información, ética periodística; rubros muy importantes que se deben defender; pero no es eso de lo que se habla. Se trata de la paga por un trabajo.

¿Esto en un contexto donde el asesinato de periodistas está a la orden del día?

Me parece muy triste y lamentable.

¿El periodista debe tener estudios superiores?

Yo estoy por ello. Creo que es mejor que el periodista esté preparado al menos con una licenciatura. Proporciona una perspectiva más amplia en todos los sentidos y capacita con más herramientas que sabrás usar mejor en el campo de trabajo. Los estudios en ningún momento sustituyen al campo laboral y la práctica. Los estudios proporcionan la capacidad de reflexión, agudizan los sentidos, el entendimiento y la expresión. Usar el lenguaje apropiado. No me refiero a lo bien dicho por la Real Academia de la Lengua. El periodismo se maneja con el lenguaje coloquial, cotidiano. Y entre más coloquial, más cerca de la gente: claro, sencillo, sin ambigüedades; llamar a las cosas por su nombre.

¿Cómo se preparan las nuevas generaciones de periodistas?

Llegan con mucho entusiasmo. Y en esta institución –la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM– estamos modificando los planes de estudio para estar a la altura de lo que la sociedad requiere.

En el país se multiplican las escuelas de periodismo, ¿cómo analizar este panorama?

Creo que debemos verlo con cuidado. Hay muchas universidades que imparten la carrera; pero el que sean muchas no quiere decir que sean buenas. El fuerte en la formación de periodistas lo sigue teniendo la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y algunas otras instituciones de educación superior de reconocido prestigio.

Por otro lado, ¿qué opina del estilo personal de comunicar del presidente Andrés Manuel López Obrador?

Me parece genial, desde el punto de vista de la comunicación. López Obrador ha estado bien asesorado desde el inicio de la tercera campaña y ahora en la presidencia, se notó un cambio radical. En las dos campañas presidenciales anteriores le faltó este tipo de comunicación, lo que le jugó en contra. Actualmente lo están aconsejando bien y le está sacando mucho provecho. Es popular. Ha sabido conectar con la gente hasta por el lenguaje que utiliza. Parece que no le interesa mejorar su dicción. Ese es su encanto. Seguirá en esa línea. Desde la campaña, en todos lados se hablaba del político tabasqueño. Ha sido el centro de conversación. Ya se posicionó.

Lo de las mañaneras, toda proporción guardada, me recuerda a los lunes con Fidel Velázquez Sánchez, el viejo líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Se convirtió en un ritual. López Obrador marca la agenda periodística del día, del comentario social y político, de seguidores y detractores. Está en las preferencias de todas las encuestas.

El ejercicio sigue el mismo ritual: los lunes con Fidel; las mañaneras con López obrador. ¿Continuaremos así todo el sexenio? Ojalá no.

Los periodistas ahora tienen la gran oportunidad de hacer otro tipo de periodismo más allá de lo informativo. Se impone indagar más sobre las decisiones anunciadas durante las mañaneras en temas como Petróleos Mexicanos (Pemex), el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM), el cierre de las guarderías, en fin. Una serie de informaciones que no han sido afortunadas e inquietan a gran número de ciudadanos.

En este contexto, la función del periodismo no es sólo estar en las mañaneras, sino en ir más allá del discurso presidencial y contrastarlo con la realidad. El deber del periodista es con la sociedad.

¿Coincide en que al presidente no le agrada la crítica?

 –No le gusta nada. No acepta la crítica y ve el mundo desde ‘nosotros’ y ‘ustedes’. Nosotros los buenos y ustedes los malos. Aquí los que queremos la Cuarta Transformación, allá los neoliberales, fifís, que han quebrado al país. Todo lo bueno de un lado y lo malo del otro.

En el discurso periodístico, memoria histórica mundial, existen muchos ejemplos de discursos en los cuales se registra una visión parecida: la sociedad confrontada entre dos grupos, los buenos y los malos, los salvadores y los detractores de la patria. Es un discurso poderoso y seductor.

Es función del periodista indagar y contextualizar las ventajas y desventajas de estos discursos. Proponer alternativas para el cambio e insistir en ellas utilizando los varios formatos discursivos y soportes de difusión de los medios masivos de comunicación.

¿El estilo de comunicar de López Obrador contrasta con el de Donald Trump?

 El discurso de Trump es autoritario y majadero y el de López Obrador es autoritario y “amoroso”. La audiencia está al pendiente todos los días de las ocurrencias mañaneras de ambos. En términos generales podría decirse que el discurso político no oficial se ha trasladado a las redes sociales digitales como chateo. Sin embargo, dependiendo de quién lo dice importa lo que dice. Si es Trump, todo mundo literalmente está esperando el tuit matutino. ¿Por qué? Porque es el líder del país más poderoso del orbe. No por otra cosa. Aunque también tiene unas ocurrencias bárbaras; dice y se desdice, es majadero, racista, apoya a la empresa.

En el caso de México, el presidente ha dicho “benditas redes sociales” porque creo que sí le ayudaron a ganar la elección y ahora en el poder también. Las redes sociales digitales van a imperar en el flujo informativo. Aclaro: no necesariamente son periodismo. Podría estar el periodismo insertado ahí. Ahora en lugar de decir ‘fulano de tal en la conferencia dijo’, se dirá ‘fulano de tal en su tuit señaló’. Y tienes a todos los políticos tuiteando sobre algún asunto. La fuente cambia. Eso es coexistir con las redes sociales digitales y hacer periodismo.

En los mensajes se advierte también cierta tendencia hacia el uso masivo de memes.

Los memes son otra cosa. No son periodismo. Es un recurso de la gente común y corriente para difundir sus ideas. Aquí va mucho de lo que se ha discutido sobre si son noticias falsas o falsos acontecimientos. Se podría reportar lo que no es cierto, cuando la noticia aspira a la veracidad. Por ejemplo, en el caso Frida Sofía [el rescate de una niña inexistente en el derrumbe del Colegio Enrique Rébsamen –en Ciudad de México–, tras los sismos del 19 de septiembre de 2017]. El militar dijo que sí estaba Frida Sofía. Entonces, la reportera no hizo la noticia falsa; él lo declaró. Y para el medio es una autoridad. ¿Cuál fue el problema de la reportera? Teatralizó el asunto. Concedemos que a ella se lo dijeron. Y, como en el caso del teléfono descompuesto o la teoría del rumor, empezó a crecer y crecer. Resulta que el primero que reveló eso fue un topo voluntario que imaginó, escuchó, inventó o se le ocurrió, y quiso ser un héroe. El escenario fluye. A la periodista le jugó en contra. Ella misma cayó en su trampa. Se agotó, se cansó, creyó en la versión, siguió; en lugar de ser más cauta, verificar y no ser heroína de tantas horas de transmisión. A fuerza quería ver qué pasaría. Se enganchó en la historia y no guardó distancia. Le hubiera convenido retirarse por un rato.

Perfil

María Susana González Reyna es doctora en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Cuenta con 52 años de docente. En 2012 recibió el reconocimiento “Sor Juana Inés de la Cruz” por su destacada trayectoria académica. Pertenece a la Asociación Mexicana de Investigadores en Comunicación (AMIC) y la Asociación Latinoamericana de Estudios del Discurso (ALED). Es autora del multicitado Manual de redacción e investigación documental; así como del libro Periodismo de opinión y discurso. También coordinó la obra Géneros periodísticos. Reflexiones desde el discurso.

 

De Alainet.

 

El tiempo de la turbopolítica

 Por Antoni Gutiérrez-Rubí

 

Nuestros políticos parece que están permanentemente agitados en la cinta de correr de un gimnasio: se mueven, sudan, contabilizan pasos y metros… sin llegar a una ninguna parte. Es la metáfora perfecta. Tan perfecta como alarmante.

 El tráfico de datos móviles en España se multiplicará por seis. En concreto hasta 6,3 exabytes (un exabyte = mil millones de gigabytes). Será entre 2017 y 2022, según el Informe Cisco Visual Networking Index (VNI), que también estima que en 2022 habrá 41 millones de usuarios móviles, el 88% de la población, y 103 millones de dispositivos y conexiones de Internet de las cosas (IoT) móviles. El informe también detalla unas cifras mareantes a escala mundial. En la edición del Mobile World Congress de este año confirmamos el dato de que dos tercios de la humanidad ya usan un móvil y que mil millones de nuevos usuarios se han unido en los últimos cinco años. El número de líneas móviles supera por primera vez a la población mundial.

 Se acortan los tiempos entre pensar, decir y hacer. La relación causal se desvanece frente a las relaciones simplemente concurrentes. La confusión nos está obcecando. Paradójicamente, en tiempos de abundancia (de información), la escasez (de reflexión) aumenta. Todo sucede en tiempo real. Cinco segundos es nuestro límite de paciencia cognitiva. La vida (y la política) en cinco segundos. Sin paciencia no habrá consciencia, ni conciencia.

 Mi amigo Francesc-Marc Álvaro, en un interesante artículo, «Democracia acelerada y periodismo bajo sospecha» (2013) ya alertaba: «Los medios se han acelerado de manera extraordinaria mientras la política sigue unida a procesos de ritmo mucho más lento y reposado, lo cual choca con las expectativas ciudadanas de respuesta automática, alimentadas de manera inercial por el discurso periodístico que –como sabemos– sustituye el presente por la actualidad». Finalmente, el tiempo mediático (y en especial el digital) ha acabado ganado la batalla: la política urgente y contingente lo fagocita todo.

«Hemos dejado de atribuirle al tiempo el valor garante de la calidad o la relevancia. Si tarda, no vale. Triste época»

 David Konzevik (economista argentino y autor de la teoría de la revolución de las expectativas) afirma que «las expectativas van por el elevador y el nivel de vida por la escalera» y esa incongruencia tiene profundas implicaciones políticas. La aceleración de nuestras vidas, a través de la pantallización, alimenta el deseo y la necesidad permanentemente, mientras la vida real es lenta. La no obtención «inmediata» provoca frustración, ansiedad y un estado permanente de agitación personal. Hemos dejado de atribuirle al tiempo el valor garante de la calidad o la relevancia. Si tarda, no vale. Triste época. En el libro Pensar rápido, pensar despacio de Daniel Kahneman descubrimos que la aceleración permanente inhibe la vinculación entre hecho, causa y consecuencia.

La aceleración de nuestro entorno relacional y cognitivo, así como la conectividad como elemento central en la construcción de valor (para las personas, las organizaciones y las ideas), provoca algunas disfunciones en la política democrática. Estas podrían ser las más significativas:

 

1. Importante / Urgente

La acción política orientada a las audiencias, permanentemente, conlleva una política de la contingencia que altera el carácter estratégico de la política. Reducir lo importante a lo urgente alimenta el tacticismo pueril que desvanece lo relevante, sustituyéndolo por lo inmediato.

 2. Conocimiento / Atención

La agitación acelerada exige competir por la atención de los electores. Esta pugna constante por la atención jerarquiza la propuesta y el contenido político a la hegemonía del efectismo superficial en toda la cadena relacional. La lucha por la atención destroza la política basada en argumentos y conocimientos.

3. Reflexión / Acción

Como consecuencia de la urgencia y de la atención extremas, la respuesta como objetivo único acaba devorando las preguntas necesarias, la acción desplaza a la reflexión imprescindible. La política queda sometida a una frenética actividad que la aleja del carácter reflexivo que toda decisión merece, y más cuando se trata del interés general.

Tomando prestadas las palabras del filósofo Daniel Innerarity, «a medida que crece la aceleración de la historia, el análisis objetivo de las situaciones tiende a ser sustituido por la futurología. La imaginación ocupa una buena parte del espacio que era propio de la observación».


De ethic.es

La disputa por la verdad

 Especialista en los temas de este ensayo, Raúl Trejo Delarbre enfoca el momento actual de la información a través de internet, con sus rasgos, agentes y clientelas que manipulan y degradan la veracidad como principio de la convivencia humana. Una epidemia de noticias falsas reafirma creencias de grupos específicos, lo mismo vía Facebook o Twitter que en los medios convencionales. Los hechos se difuminan ante la avalancha de infundios que los desfiguran y someten al imperio de prejuicios e intereses políticos, en un desafío al rigor del periodismo y su propósito esencial: la búsqueda de la verdad. 

 

Por Raúl Trejo Delarbre

Comencemos con una obviedad: las mentiras son tan antiguas como la humanidad. Falsedades, verdades a medias, versiones adulteradas, desinformación, siempre han sido recursos, y en ocasiones consecuencia, de los intentos para persuadir o confundir a las personas a través del engaño. Hace más de medio milenio Nicolás de Maquiavelo le recordaba al príncipe Lorenzo de Médicis una de las claves del veleidoso e incauto comportamiento humano: “Los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”.1 Las informaciones falsas proliferan en situaciones de crisis y/o de incertidumbre. La confusión y el miedo propician que las personas acepten como ciertas las versiones más disparatadas. La ignorancia y, por otra parte, la debilidad de las instituciones, desprotegen a los ciudadanos ante la circulación de noticias falsas. La desinformación llega a ser intencionalmente propiciada para intensificar la desazón o el disgusto de la gente. En circunstancias de discordia social y/o política las noticias falsas acentúan la polarización.

Las noticias falsas, cuando tienen éxito, es porque resultan verosímiles. A veces quienes confían en ellas tienen necesidad de creer en algo. En otras ocasiones, las versiones falsas simplemente se ajustan a las tendencias o los prejuicios de las personas. Si un ciudadano se encuentra muy irritado con el gobierno, será más proclive a creer que el presidente cometió un abuso de autoridad aunque no haya pruebas de ello. A menudo las evidencias pasan a un segundo plano y son reemplazadas por la certeza en la verosimilitud de una información.

 

Porverdad, ratificación de prejuicios 

La avasalladora abundancia de información que recibimos nos aturde tanto que, con frecuencia, no acertamos a distinguir entre hechos ciertos y falsos. En las redes sociodigitales las informaciones más variadas se confunden y, así, se trivializan. Los medios de comunicación profesionales, que han tenido la función de autentificar y jerarquizar las noticias, han sido en parte —y en algunos casos totalmente— desplazados por las informaciones en Facebook, Twitter y otras redes. Gracias a internet y sus redes adquirimos la capacidad de tener voz ante los más variados asuntos. Pero en vez del concierto de puntos de vista que requeriría un intercambio en democracia lo que tenemos, en general, es un griterío en donde sobresalen las expresiones más altisonantes. Esa confusión facilita que circulen noticias falsas. 

El filósofo Lee McIntyre, de la Universidad de Boston, ha explicado el éxito de las noticias falsas: “Somos especialmente vulnerables cuando nos dicen exactamente lo que queremos oír”.2 Las personas están dispuestas a propalar informaciones que coinciden con sus creencias aunque, si se les aquilatara con algo de frialdad o distancia, resultarían absurdas o, por lo menos, dudosas. Esa propensión a creer en versiones que favorecen nuestras preferencias, o nuestras suspicacias, se refuerza en las redes sociodigitales. Los amigos o seguidores, sobre todo en Facebook, por lo general coinciden con nuestros puntos de vista. Las informaciones y opiniones que dicen y comparten replican posiciones con las que nos identificamos. Las cámaras de eco que construimos de esa manera no se encuentran totalmente selladas al resto de la realidad. Todos tenemos circuitos de amigos, familiares, colegas en el trabajo o la escuela, con quienes contrastamos las versiones que obtenemos en las más variadas fuentes, incluyendo las redes sociodigitales. Pero cuando dependemos de ellas en nuestro consumo de noticias, hay un efecto de ratificación de prejuicios que no se encuentra en espacios más amplios. 

A esa circunstancia se la denomina posverdad. Un crítico de las consecuencias desfavorables que Facebook puede tener para nuestras democracias, el profesor Siva Vaidhyanatan de la Universidad de Virginia, explica: 

Las distorsiones que experimentan los usuarios de Facebook cuando miran al mundo a través de Facebook son ideales para engañar a la gente a fin de que crea que sus posturas y deseos alcanzan más respaldo que el que tendrían de otra manera. Facebook, después de todo, forma filtros burbuja (filter bubbles) reforzando los sesgos que confirman una versión.3

La trivialización de las informaciones auténticas y su entremezclamiento con noticias falsas se acentúa debido a tres rasgos propios de las redes sociodigitales: 1) La velocidad que alcanza la propagación de cualquier tema, pero muy especialmente la rapidez con la que circulan noticias insólitas, extravagantes o sorprendentes. 2) El carácter reticular de esa propagación. Las informaciones no circulan de manera uniforme (como sucede en los medios de comunicación convencionales) sino con mayor cobertura e intensidad entre las personas dispuestas a creerlas. Quienes consideran que las vacunas son dañinas, han consultado en línea opiniones acerca de ese asunto y han reenviado mensajes con ese punto de vista, recibirán más contenidos con esa orientación gracias a los algoritmos colocados por los sitios web que visitan, o que organizan el menú de informaciones que encuentran en espacios como Facebook y que les dan más de lo que ya han seleccionado. 3) En algunos casos esa propagación es intencional. 

Quienes quieren promover o descalificar una causa o a un personaje difundiendo noticias falsas pueden contratar servicios como los de etiquetación de contenidos en Facebook para llevar esas versiones precisamente a las personas que han mostrado interés en ellas o en puntos de vista similares.

Cuando dependemos de esas redes para informarnos es altamente posible que recibamos una sola versión de los acontecimientos encerrándonos en un entorno en el que se repiten posturas afines a las nuestras. Así es como han sido tomados, como si fueran ciertos, dislates de lo más demenciales.

 

Del trending topic al atentado

El 4 de diciembre de 2016 Edgar Maddison Welch, un hombre de 28 años que vivía en Carolina del Norte, dejó en casa a sus dos pequeños hijos, agarró tres rifles, se subió a su camioneta y manejó casi cuatro horas hasta la Avenida Connecticut, en las afueras de Washington D. C. Allí localizó la pizzería Comet Ping Pong y entró a ella disparando con una AR-15 semiautomática. Ese era el sitio en donde, según una versión propagada en las redes sociodigitales, había rituales satánicos encabezados por la candidata presidencial Hillary Clinton para cometer abusos sexuales contra niños. Aquella acusación era tan absurda que la mayor parte de los internautas que la vieron no la tomaron en serio. Pero durante varios meses fue mencionada en cuentas de Facebook y Twitter manejadas por grupos de corte conservador. Así buscaban desprestigiar a la señora Clinton que estaba en campaña por la presidencia. Los trabajadores y el propietario de la pizzería fueron acosados en redes sociodigitales. Todo eso era noticia en la prensa profesional. Sin embargo, Welch atendía fundamentalmente a las versiones que encontraba en Facebook y un día decidió acudir al rescate de los niños que él suponía secuestrados por la malvada Hillary Clinton. Por fortuna nadie salió herido cuando llegó tirando balazos. Fue detenido de inmediato y medio año más tarde lo sentenciaron a cuatro años de prisión. “Lo único que quería era hacer algo bueno”, declaró el para entonces contrito Welch.

La versión de la señora Clinton secuestrando niños y recluyéndolos en la trastienda de una pizzería resultaba tan disparatada que no hacía falta refutarla. Sin embargo, en el contexto de polarización de la elección presidencial, circuló en línea hasta volverse trending topic el término pizzagate (que, como es evidente, remeda al Watergate que conduciría a la renuncia del presidente Richard Nixon en 1974): fue parte de la jerga en esa campaña y hubo quienes creyeron que sí había trata de niños en la pizzería Comet Ping Pong. Edgar M. Welch fue uno de esos incautos y, de todos ellos, el único que pasó de la suspicacia a la violencia.

En los años recientes han circulado millares de noticias falsas que han adquirido relevancia política. Nos hemos detenido en la historia de la pizzería porque a pesar de ser tan extravagante encontró personas que la consideraron verosímil, sobre todo porque querían creer que el asunto era real. Se trata de un ejemplo de alienación —en este caso extrema— inducida por las redes sociodigitales o, mejor dicho, por las redes construidas con amigos, seguidores y contactos que comparten puntos de vista o sostienen creencias que ven reflejadas e incrementadas en tales espacios. En las cinco semanas que hubo entre la aparición de esa historia falsa y la incursión de Welch en la pizzería, el tema fue difundido en aproximadamente 1.4 millones de tuits, a través de un cuarto de millón de cuentas, según estimaciones del profesor Filippo Menczer de la Universidad de Indiana. 

La periodista Amanda Robb, de cuyo reportaje en la revista Rolling Stone tomamos estos datos,4 considera:

El arresto de Welch fue la culminación de un ciclo electoral dominado por las noticias falsas y por los ataques a la prensa legitimada. Distintos medios de comunicación habían trazado rápidamente los contornos de lo que llegó a conocerse como el pizzagate: el reclamo de que Hillary Clinton era una pedófila comenzó con una entrada en Facebook, se esparció a Twitter y entonces se volvió viral con la ayuda de plataformas de ultraderecha como Breitbart e Info-Wars. Pero no era claro si el pizzagate era una histeria de masas o el trabajo de políticos con auténticos recursos y agendas.5

En su extensa investigación, Robb documenta el uso de cuentas falsas, bots, redes sociodigitales de medios de ultraderecha y la participación organizada de simpatizantes radicales de Trump para propagar el pizzagate. Un especialista en seguridad informática, Clint Watts, le explicó a la periodista el propósito de versiones como ésa:

La meta es crear división entre las comunidades. Es hacer que no confíes en el Estado. Es erosionar el mandato de los funcionarios electos para que no puedan gobernar apropiadamente. Es hacer que la gente no quiera participar en democracia porque piensa que es corrupta. Es llevarte a creer que todo está en tu contra o que simplemente decidas no participar porque no sabes a quién creerle. Cuando no sabes a quién creer, vas a creer cualquier cosa.6

 

Entre la voluntad y los hechos

Las interpretaciones acerca de un acontecimiento pueden ser de lo más diversas. Pero los hechos son asuntos que han sucedido y de los que existen evidencias o testimonios verificables. Si ocurre un incendio, ése es un hecho, pero las versiones acerca de sus causas, si no hay pruebas concluyentes, pueden ser variadas y estar supeditadas a la subjetividad de quienes las formulan. Si en los estados financieros de un gobierno local hay un faltante de mil millones de pesos, es un hecho. Mientras no se compruebe el motivo de ese déficit, habrá quienes crean que se les pagó de más a los proveedores de una obra pública, algunos sostendrán que se trata de un error contable y otras personas considerarán que el gobernador se robó ese dinero. 

Las disquisiciones en torno a la verdad han acaparado amplios segmentos, tan creativos como en ocasiones ensimismados, en la historia de la filosofía. Varios estudiosos recientes de la posverdad recuerdan la famosa contribución de Aristóteles: “Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es falso, mientras que decir de lo que es que es, o de lo que no es que no es, es verdadero”.7 Pues sí. Decir la verdad es una acción verdadera y viceversa. La elementalidad de esa definición ratifica las complicaciones que, históricamente, ha tenido el pensamiento para precisar qué es la verdad.

Por lo general, las personas consideran verdadero aquello en lo que logran, pueden o quieren creer. La mediación de la voluntad entre los hechos y las apreciaciones que se tienen de ellos suele constituir el principal elemento de distorsión en la valoración de la verdad. Habitualmente, a pesar del desarrollo civilizatorio y por lo tanto racional que hemos experimentado, las creencias son más poderosas que las evidencias. De allí la eficacia de las religiones. Los fieles a una creencia son precisamente eso: personas que han decidido tomar por ciertos los dogmas que sustentan al cuerpo de ideas, o de relatos, que articulan una religión. No en balde, las religiones son credos: están legitimadas por las creencias de las personas que se identifican con ellas.

Más allá de esas expresiones de fe, y sin que confundamos a unas con otras, se pueden reconocer otros motivos para sostener creencias. Hay quienes creen en la idoneidad de una causa política, en las cualidades de una persona, los valores de un país (o los que son considerados como tales) o en la preeminencia de un equipo de futbol, entre muchos otros asuntos posibles. Cuando depositamos nuestra fe en una causa deportiva sin arremeter contra quienes no comparten esa convicción, no le hacemos daño a nadie. Los mexicanos estamos persuadidos de que la controvertida jugada de Rafael Márquez sobre Arjen Robben el 29 de junio de 2014, en el juego de nuestra selección de futbol contra Holanda, de ninguna forma era penal. Esa convicción fue señal de fidelidad nacional a una causa y, así, de identidad. Los holandeses tuvieron otra convicción y además ganaron el partido; ellos tuvieron una apreciación de la verdad y nosotros, otra.

Los hechos tienen un carácter intrínsecamente verdadero aunque se les aquilate con diversos matices y filtros. Sin embargo, la concepción más aceptada considera que a la verdad se le reconoce de acuerdo con la imagen que tenemos de ella. El Diccionario de la Real Academia Española  indica que la verdad es:

1. Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente. / 2. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa. / 3. Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna. / 4. Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente. / 5. Cualidad de veraz. 

La Honorable Academia considera que la verdad depende del cristal con que se le mira. La primera de esas acepciones antepone la subjetividad a los hechos objetivos. Según esa postura, es verdadero aquello que concuerda con la impresión que nos hemos formado de una cosa o situación. Sólo la cuarta acepción, al considerar que se trata de un “juicio o proposición que no se puede negar racionalmente”, toma en cuenta la razón como elemento para dilucidar qué es la verdad. Cuando se le supedita a la valoración de las personas, la verdad queda tamizada por la voluntad, los recelos o los dogmas de

cada quien.

Esa dificultad para identificar la verdad circunscribe la capacidad de los medios para comunicarla. Las noticias, reconocidas como un género distinto de la opinión, tendrían que ser hechos puros y duros. Sin embargo, la reconstrucción de cualquier episodio puede estar cargada de subjetividad y, entonces, el periodismo no ofrece hechos sino versiones de ellos. Entre quienes manejan y a veces entre quienes estudian los medios de comunicación hay ideas acerca de la verdad que dificultan la plena difusión y, entonces, la comprensión de los hechos como tales. En la investigación acerca de los medios de comunicación se ha extendido la tesis de que la realidad es socialmente construida, de modo que los hechos quedan relativizados e incluso reemplazados por las creencias de las personas. Una cosa es que cada quien lea y aquilate, o decodifique los acontecimientos, a partir de su experiencia, intereses y contexto. Gracias a esa diversidad tenemos apreciaciones muy variadas ante un mismo asunto. Otra cosa es llegar a la patraña de que la verdad plena no existe porque cada quien la construye a partir de su universo simbólico. Desde luego, hay marcos culturales, políticos, personales, que imponen distintas maneras de reconocer o incluso rechazar o enmascarar la realidad. Pero los hechos son los hechos.

 

El periodismo y la realidad

Para el periodismo resulta cardinal distinguir entre la realidad y sus interpretaciones. Las noticias son su materia prima. La noticia, en el periodismo profesional, es el relato de un hecho de la manera más completa y precisa que sea posible. El periodismo no puede estar supeditado a la idea de que la realidad es la construcción que se hace de ella. El incendio, cuando ocurre, es un hecho. Noticia es algo que ha ocurrido. El hecho de que a estas alturas del siglo XXI el periodismo tenga que volver a lo básico explica la crisis en la que se encuentra. 

 

La discusión sobre la realidad y su relación con el periodismo no es ociosa. 

 

Actualmente se extiende la tendencia a considerar que la verdad, o la realidad,8 están sujetas a las impresiones acerca de ellas. En un interesante documento sobre la necesidad de enfrentar las noticias falsas, Reporteros sin Fronteras ha dicho:

La verdad, que puede tener múltiples formas, se basa en la correspondencia de la realidad con las percepciones, así como en pruebas, lo más fidedignas posibles, obtenidas a través de métodos científicos, académicos, periodísticos o de otras prácticas profesionales para producir información confiable y conocimiento.9 

Antes de esas líneas, el documento de la Comisión de Información recuerda que “la libertad de opinión se garantiza con el libre intercambio de ideas y de información basada en hechos reales”. Sin embargo, la supeditación de la verdad a sus percepciones, lejos de constituir un reconocimiento de la pertinente diversidad de puntos de vista que aprecian la realidad, resulta ser una innecesaria concesión a cierta corrección política que sostiene que no hay una sino diversas verdades en cada asunto.

La manera como entendamos y reconozcamos la verdad afecta al corazón del periodismo. Los periodistas trabajan antes que nada con hechos. Si esos hechos no son sólidos, el periodismo tampoco lo es. Los periodistas cumplen con cuatro funciones: 1) Recogen noticias y las narran. Para ello, tienen que distinguir una noticia de aquello que no lo es. 2) Jerarquizan esa información. De la importancia que le asignen dependerá el espacio que tenga esa noticia y su ubicación en el periódico o en el noticiero donde se transmita. 3) Publican la noticia. El proceso de edición y publicación está ceñido a consideraciones profesionales y no es meramente técnico. 4) Ofrecen elementos de contexto para que los destinatarios de la noticia puedan evaluarla.

La miga de ese proceso es la noticia. Su fortaleza radica en la exactitud que tenga, es decir, que se encuentre anclada en la verdad. Por eso, a diferencia de las informaciones que muchos internautas colocan en las redes sociodigitales, el periodismo tiene necesidad de ser riguroso en la recolección de hechos para, a partir de ellos, narrar los acontecimientos de la manera más escrupulosa posible.

El periodismo profesional es el mejor recurso que tenemos ante las noticias falsas. Las versiones improvisadas o falsas no resisten la prueba de una investigación periodística rigurosa. En medio del torrente de datos e informaciones que recibimos todo el tiempo, los medios de comunicación profesionales, cuando hacen su trabajo, distinguen las noticias auténticas de las falsas, les asignan la relevancia que ameritan de acuerdo con sus criterios editoriales (que desde luego varían de un medio a otro), difunden tales informaciones y aportan datos, documentos u otras notas que permitan aquilatarlas.

 

Filtros en las redes sociodigitales

El periodismo profesional es más necesario que nunca. Sin embargo, nunca antes ha enfrentado tantos desafíos y desventajas como los que padece hoy en día. La profusión de datos que recibimos en las redes digitales ha desplazado, o al menos amenaza, la centralidad que los medios de comunicación tenían en nuestras sociedades. Cada vez más personas se enteran de las noticias acerca de asuntos públicos en Facebook, Instagram o Twitter. En esas redes, como bien sabemos, las notas de la prensa establecida se confunden con informaciones de los más variados orígenes. 

Actualmente, Facebook es fuente de noticias para el 45 % de los estadunidenses. En 2016 fue la principal fuente de informaciones políticas para el 8 % de los electores en la elección presidencial.10 Más recientemente, el Pew Center indagó qué porcentaje de personas, entre los mayores de 18 años, consultan noticias en las redes sociodigitales al menos una vez cada día. Nos detenemos sólo en los datos para América Latina. En Argentina es el 51 %, en Brasil 41 %, en Chile 44 %, Colombia 35 %, México 37 %, Perú 33 %, Venezuela 34 %.11

Entre los jóvenes, el empleo de redes sociodigitales para enterarse de noticias al menos una vez al día se incrementa aproximadamente 20 % en cada país. Los jóvenes de 18 a 20 años buscan noticias en esos espacios de acuerdo con los siguientes porcentajes: Argentina 76 %, Brasil 66 %, Chile 73 %, Colombia 51 %, México 58 %, Perú 49 %, Venezuela 47 %.

La amplia oferta de contenidos que hay en tales redes les quita audiencias a los medios convencionales. Pero además, esos medios pierden la confianza entre sus públicos cuando defienden intereses empresariales o políticos en perjuicio de la escrupulosidad de sus contenidos periodísticos. El reclamo contra los sesgos que los medios imponen a sus informaciones a menudo es incitado por gobernantes a quienes afectan los cuestionamientos o revelaciones de la prensa. El término fake news, como bien sabemos, ha sido aprovechado por el presidente Donald Trump como bandera en su campaña contra los medios que le disgustan.

La lectura de periódicos antes constituía una costumbre un tanto elitista, pero su pertinencia era socialmente aceptada. Ahora se ha convertido en extravagancia de algunas minorías. Cuando miramos el diario tal y como ha sido diagramado y editado, nos asomamos a una concepción del mundo y de los segmentos de la realidad que sus editores han considerado adecuado que conozcamos. Cada página y cada sección, comenzando por la primera plana, es una propuesta de jerarquización de acontecimientos a partir de esa concepción que no es únicamente política sino además social, cultural, estética. En cambio, las noticias a través de ligas de hipertexto que hallamos en Facebook o que nos envían por WhatsApp han pasado por varios filtros adicionales a los que determinan la confección del periódico: la preferencia que nuestros amigos o interlocutores en línea tienen por un asunto y no otro, las fuentes en las que se informan, así como la posibilidad (quizá resuelta por un algoritmo) para que encontremos esa información en nuestra red.

 

Una costumbre arcaica (pero civilizada)

La lectura común del periódico era (hay que hablar en tiempo pretérito para admitir ese desplazamiento del diario convencional por el inventario discrecional que recibe cada uno de nosotros en sus respectivas redes) un ejercicio que implicaba dedicación, gusto y tiempo. Los consumidores de información constante e inquietante no están para esas parsimonias. Cuando llegan al sitio web de un periódico lo hacen, por lo general, para enterarse de una o dos notas.

El tiempo diario que, en promedio, destinan los visitantes del sitio web de The New York Times es de 3 minutos con 44 segundos. Los lectores de The Guardian en línea, 3’ 22” cada día. Los visitantes de El País, 4’ 28”. El Universal de México tiene un promedio 6’ 47”.12 En comparación con el tiempo que destinábamos a la lectura de la prensa en papel, esos tres o seis minutos son casi nada. Pero lo son todo en la industria del periodismo en línea cuyos lectores quieren poco, rápido y directo.

Los medios en línea se nutren, fundamentalmente, de clicks. Cuando no se trata de contenidos por los que nos cobran una cuota, el negocio radica en muchas visitas y, sobre todo, abundantes clicks. En busca de ellos y de espacio en los muros de Facebook y de ligas en Twitter, la mayor parte de los diarios en línea apuesta por las preferencias más espontáneas y emotivas de los internautas: asuntos extravagantes, escándalos de la farándula, muchachas guapas con poca ropa o sin ella. El modelo de negocio, pero sobre todo la organización de la información en línea y su imbricación con las redes sociodigitales, han reforzado la proclividad a la estridencia, con el consiguiente abatimiento en la calidad del periodismo.

En los minutos que dedican a The New York Times, sus lectores en línea alcanzan a ver un promedio de 2.37 páginas web. Los visitantes de The Guardian, 2.56 páginas. De El País, en los minutos antes mencionados, los lectores recorren 2.35 páginas. En El Universal, 2.33 páginas.13 Cada día, la edición en línea de un diario ofrece centenares de páginas. Quienes consumen esos contenidos apenas se asoman a algo más que dos de ellas, en promedio.

Al mismo tiempo, es una paradoja que nunca se ha hecho mejor periodismo como ahora. El afán de periodistas que de manera personal o en equipo investigan y develan asuntos incómodos para el poder político o económico o incluso para grupos criminales, el resurgimiento del reportaje en extenso en algunos de los diarios de referencia internacionales, así como en revistas y libros, la disponibilidad de grandes bases de datos que propician incluso indagaciones a cargo de equipos multinacionales de periodistas, la transparencia forzada o reglamentada que en distintos países permite el acceso a documentos que de otra manera hubieran permanecido ignorados, propician el desarrollo de un periodismo de hechos, afianzado en datos pero sobre todo en una pertinaz búsqueda de la verdad. Ese periodismo es minoritario frente al sensacionalismo ordinario que ofrece la mayor parte de los medios, pero sus consecuencias políticas y sociales son notorias.

El desarrollo de ese periodismo inquisitivo y profesional permite asegurar que la prensa no está en crisis ni en decadencia. La que está en crisis, y desde luego le afecta, es la lectura de periódicos y por lo tanto el respaldo social a la prensa. No estamos ante un modelo de negocios insuficiente, sino ante un problema cultural y civilizatorio. La prensa de calidad siempre ha sido fundamentalmente consumida por las élites. Pero hoy en día, en el contexto de una contundente abundancia de información, el periodismo en la mayor parte de los medios no prefiere buscar la verdad sino ceñirse a las percepciones de sus públicos.

La prensa profesional es el mejor recurso para enfrentar versiones falsas. Para eso resulta indispensable que haga periodismo. Ni más, ni menos.

 

Notas

1 Nicolás de Maquiavelo, El Príncipe, capítulo XVIII, “De qué modo los príncipes deben cumplir con sus promesas”.

2 Lee McIntyre, Post-Truth, The MIT Press, Cambridge, 2018, p. 62.

3 Siva Vaidhyanathan, Anti-social Media. How Facebook Disconnects Us and Under-

mines Democracy, Oxford University Press, New York, 2018, p. 131.

4 Amanda Robb, “Anatomy of a Fake News

Scandal”, Rolling Stone, 16 de noviembre, 2017. Disponible en: https://www.rollingstone.com/politics/politics-news/anatomy-of-a-fake-news-scandal-125877/

5 Ibid.

6 Ibid

7 McIntyre, op. cit., p. 7

8 La distinción entre realidad y verdad puede llevar a discusiones semánticas y filosóficas pero en el habla común se mantiene la definición del Diccionario de la RAE que describe Realidad como “1. Existencia real y efectiva de algo; 2. Verdad, lo que ocurre verdaderamente”. 

9 Reporteros sin Fronteras, El espacio global de la comunicación y la información: un bien común de la humanidad, documento de la Information & Democracy Comission, 2 de noviembre, 2018. Disponible en https://rsf.org/es. Subrayado nuestro. 

10 Jeffrey Gottfried, et. al., “Trump, Clinton Voters Divided in Their Main Source for Election News”. Pew Research Center, www.pewresearch.org, 18 de enero, 2017.

11 Amy Mitchell, et. al., “Publics Globally Want Unbiased News Coverage, but Are Divided on Whether Their News Media Deliver”. Pew Research Center, www.pewresearch.org, 11 de enero, 2018.

12 www.alexa.com, datos recabados el 11 de diciembre, 2018.

13 Ibid.

 

De Suplemento El Cultural N. 181, Diario La Razón de México.

 


La comunicación política entre el ágora y el Whatsapp

Por Adalid Contreras Baspineiro

Comunicación para el poder y la hegemonía

No hay, definitivamente, una sola manera de conceptualizar ni de operativizar la comunicación política. Su comprensión depende de la articulación que resulta entre procesos históricos, concepciones comunicacionales y propuestas políticas. Con la finalidad de ponernos de acuerdo sobre lo que vamos a hablar en este artículo, propongo entender la comunicación política como las batallas discursivas por las resignificaciones para el poder y la hegemonía. La acepción de batalla está relacionada con la noción de campo político que Bordieau emplea para entenderlo como un microcosmos o sistema de distancias entre polos relacionalmente opuestos y distintos, que se confrontan por cambiar, o conservar, las relaciones de poder que estructura cada campo. Esto supone la lucha por el poder y la hegemonía considerando ideologías, actores políticos, fuerzas sociales y medios. A su vez, la noción de las construcciones discursivas para las resignificaciones tiene que ver con las representaciones y sentidos que se le dan a las producciones discursivas, esto es, los procesos comunicacionales que se generan en -y alimentan- las luchas o prácticas sociales y políticas por el poder con un proyecto político y una ideología definidos y la hegemonía con gobernabilidad de una propuesta de sociedad.

 Más operativamente, la comunicación política abarca la totalidad del proceso de comunicación (producción, intercambios, interacciones, resignificaciones) de sentidos de sociedad, cultura, política y espiritualidad. Se trata de trabajar argumentaciones discursivas (mensaje) y sus formas de enunciación (géneros, formatos, estética) en situaciones de cotidiana disputa discursiva del campo político, ya sea para fortalecer y confirmar militancias; o desenraizar y/o deslegitimar seguridades, imagen y discurso de los opuestos; o generar empatías con los indecisos.

 Esta disciplina se apoya inexcusablemente en procesos de investigación cuantitativa y cualitativa múltiples (de contexto, de sujetos, de escenarios, de instituciones, de discurso, de tendencias…) y se expresa mediante rigurosos sistemas de planificación de estrategias, que deciden el sentido de los discursos y sus dispositivos para ganar la batalla por las resignificaciones en función de objetivos claramente definidos, además con la flexibilidad cotidiana de la definición de las tácticas más adecuadas, sean de ataque o defensa, diseñados en el marco de escenarios posibles.

 Dicho esto, en este documento vamos a analizar someramente las principales formas de comunicación política en el mundo occidental, a saber: la retórica, la interrelación, la videopolítica, y la ciberpolítica. Estas formas, si bien tienen un surgimiento secuencial en el tiempo, no se anulan aunque a veces se nieguen, sino por el contrario se combinan en sistemas multidiscursivos cada vez más complejos. Esta clasificación tiene el sesgo de su legitimidad en la cultura occidental, por lo que queda pendiente el reconocimiento y sistematización de otras formas de comunicación política en otras civilizaciones que, si bien no están relacionados con procesos electorales, son decisivos en las batallas por la resignificación.

 Sólo a modo de ejemplo mencionemos la estrategia de la maniobra propuesta por Sun Tzú, hace cinco mil años, y que sirve como fuente de inspiración y de referencia para el diseño de estrategias políticas, porque aun siendo una propuesta militar, no tiene su eje de desplazamiento en la fuerza, sino en la inteligencia mediante el cálculo, la astucia, el truco y la sorpresa con estratagemas de presión psicológica apelando a señales visuales, acústicas y gestuales que operan como factores de posicionamiento, de identidad y de poder para ganar las batallas fuera de ellas, no atacando los ejércitos sino las estrategias del enemigo.

 

La retórica entre el ágora y el balcón

 El referente occidental fundante de la comunicación política es el ágora o plaza pública que operaba en la polis griega como el centro de las relaciones comerciales, políticas y culturales. Es el espacio de comunicación donde la retórica de los oradores se asienta en la palabra exquisitamente argumentada y semánticamente fabricada para deleitar, conmover y convencer, haciendo de la capacidad expresiva un arte. El discurso se construye cuidadosamente considerando dos momentos: el del inventio o establecimiento de los contenidos y el del dispositio o las formas de organización de esos contenidos.

 El objetivo de esta forma comunicacional era (y sigue siendo) la persuasión, cuya lógica metodológica sigue una sucesión ordenada de pasos que se inician en el exordium o inicio del discurso, con el hablante convocando la atención del oyente (un chistecito, una anécdota o unos versos son buenos recursos); luego la narratio que procede con la exposición de la tesis; la argumentatio profundiza los sustentos del mensaje y la peroratio que resume lo expuesto enfatizando en los argumentos clave que se busca se fijen (posicionen) en las mentes y los corazones de los interlocutores.

 Este sistema, conocido también como aristotélico, funciona estableciendo una relación centrada en el campo de la emisión, pero cuidando el enganche del discurso con las creencias, los estados de ánimo, las percepciones, los temores y las esperanzas de los oyentes, con la finalidad de generar empatías con sus almas o sus sentimientos en tránsito a sus razonamientos.

 Los grandes oradores del ágora y los superdotados de la palabra de los siglos siguientes, son los representantes de este género sin duda cautivante no sólo, o no tanto, por lo que se dice, sino por los giros, entonaciones, énfasis y pausas de cómo se lo dice. Esta es la expresión de comunicación política que siglos después de la polis griega domina gran parte de nuestra era republicana. Su finalidad es convencer con grandes discursos desde el balcón, en los sindicatos, en el parlamento, en las plazas y en los recintos universitarios, donde los “pico de oro” o los spickers (hablantes, parlantes, oradores) saben cautivar con la palabra bien entonada siguiendo el hilo de un mensaje coherente, que se expone enfatizando palabras, con pausas que capturan la atención, el gesto bien estudiado, la mueca acompasante, la anécdota oportuna, la arenga convocante, la concentración delirante y la mirada contundente que se traduce en complicidades logradas con empatías que sintonizan persuasivamente los espíritus.

 

La palabra de los pueblos: ¡Ahora es cuando!

 Con la emergencia ciudadana y el tejido de reivindicaciones sectoriales y otras estructurales que demandan como derechos con sus movimientos y luchas, la política combina las construcciones discursivas de los balcones con las demandas de las calles. Los pueblos dejan de ser sólo oyentes, y protagonizan historias organizándose, visibilizándose, ejerciendo su derecho a la palabra, desde su vida, en sus términos que no tienen la estructura de la retórica ni el carisma de las elites políticas ilustradas, sino la fuerza de la palabra postergada y de las gentes que visten overoles de trabajadores, ojotas campesinas, ponchos indígenas, melenas estudiantiles, lentes académicos y polleras anarquistas.

 Las voces de protesta aparecen investidas de los rostros y palabras de quienes habitan los bordes de las historias oficiales y quieren meterse en ellas con sus pasquines, sus manifiestos y la fortaleza de sus movilizaciones y andares en las calles, en los mercados, en los cerros, en las carreteras, en los intercambios puerta a puerta, en las tertulias de café, en las vocerías, en las radios militantes. Es el tiempo comunicacional de la participación, de la concientización, de la comunicación popular y de la construcción discursiva política que combina en un orden ideológico irrenunciable de transformación la consigna, la demanda, la propuesta, el testimonio, la marcha, la dinamita o la onda y la movilización. No tiene un período fijo de aparición, convive en distintos momentos históricos con la sed ciudadana de reconocimiento, de equidad, de sociedad de derechos y de justicia.

 La lógica de su construcción discursiva parte de la praxis o práctica organizada, la exposición, la interpelación y debate de los discursos que significan las reivindicaciones populares, y contemplan necesariamente mensajes de negociación y fortalecimiento organizativo, en una dialéctica en la que los pueblos le exigen a la comunicación formas de interrelación y a la política espacios de participación. Las estrategias se diseñan desde las voces de los pueblos para retumbar en un solo grito en los centros de los poderes.

 Son este tipo de experiencias que le hacen afirmar a María Cristina Mata que además de considerar las dimensiones institucionales de la política (organizaciones, momentos de deliberación y decisión), hay que pensarla como esfera y práctica de la vida colectiva en la cual se diseñan y discuten los sentidos del orden social, es decir, los principios, valores y normas que regulan la vida en común y los proyectos de futuro. Así mismo, la comunicación se asume en complejos intercambios de producción de significaciones en permanente tensión y confrontación. En otros términos, no puede pensarse el quehacer de la política sin actores políticos que construyen proyectos de futuro colectivizando intereses y propuestas.

 

La marketización de la política. Campañas massmediáticas y videopolítica

 Con el proceso de globalización la comunicación sufre un proceso de desenraizamiento paradigmático, liberalizándose en estilos que aligeran la vida. En concordancia, la política se entroniza en las superficies de los discursos, a la par de la sociedad de la imagen, entendida así no sólo por lo que se ve sino también por lo que se aparenta ser.

 

Es en este contexto que la comunicación política se legitima como disciplina, paradójicamente en su reduccionismo a procesos electorales y a campañas, cuando la expansión comercial incorpora en la política el marketing electoral que posiciona la imagen de los candidatos y las promesas electorales reducidas a eslóganes. De refilón, y prácticamente como excepción, como un elemento que incomoda a los estrategas y publicistas, la aplicación del marketing político, trabaja programas políticos pero no para profundizarlos en debates, sino para traducirlos en frases convocantes.

 La academia se encarga de consagrar este proceso comercialista de la política en los cánones del sensacionalismo, provocando que, al ritmo de la dinámica de los medios que dependen del rating y la primicia, se trasladen a la política –y a los políticos- de las plazas y las calles a los sets de radio y televisión, donde en nombre de la sagrada popularidad, se hacen parte del show y de los reality, cantando, bailando o colocándose narices de payaso que contribuyen a banalizar la vida, la democracia y, por supuesto, también la política. Para muchos políticos, el objetivo es aparecer en los medios más que hacer política. Y el objetivo comunicacional, de este proceso conocido como de la videopolítica o de la telepolítica, es persuadir, convencer y generar complicidades para elegir telepresidentes.

 Empaquetados los mensajes en spots televisivos, cuñas radiofónicas, artes de prensa, carteles y gigantografías que se organizan en campañas malconfundidas con estrategias, invaden la vida saturando mensajes que dizque se posicionan en las mentes de las poblaciones a las que, por lo general, se las cree manipulables, al más crudo estilo de las teorías hipodérmicas de la comunicación que con la ayuda del feed back venden la creencia que son ilusionistas capaces de convertir las masas en ardientes militantes.

 La lógica de su construcción discursiva, amparada en encuestas de preferencia electoral que parecen destinadas a decidir los destinos de la vida, sigue un curso lineal de sensibilización (afectar los sentimientos de la gente), persuasión (superar indecisiones o encandilar), y posicionar mensajes para convencer y sostener la decisión lograda. A pesar de la variedad de sus formas de exposición, es un sistema entrópico que no deja su carácter difusionista, vertical, manipulador que ilusoriamente se cree lograr con saturación de mensajes.

 Las propias limitaciones de este sistema generaron con su estilo la predominancia efectista de la guerra sucia, relegaron el debate político, relievaron la forma por sobre el contenido, confundieron estrategia con campaña y convirtieron a los ciudadanos en clientes consumidores de los avatares de los partidos que juegan con los imaginarios y las ilusiones de la gente.

 Es en este sistema que se acuñan conceptualizaciones instrumentales de la comunicación política, como ésta tomada de Wikipedia: “[…] es una disciplina de la ciencia política y de la comunicación, que se ocupa de la producción, la difusión, la diseminación y de los efectos de la información, tanto a través de los medios de comunicación masiva, cuanto de los interpersonales, en un contexto político. Esto incluye el estudio de los medios de comunicación, el análisis de los discursos de los políticos y aquellos que están tratando de influir en el proceso político; así como de las conversaciones formales e informales entre los miembros del público, entre otros aspectos”. Difusionismo total en un esquema ganado por la forma y por la instrumentalización de la comunicación reducida a medios y donde los publicistas y los creativos se autoatribuyen roles de estrategas.

 

La ciberpolítica. Entre la web y el whatsapp

 La generalización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, con la incursión de la internet, la web y las redes sociales sacan a las poblaciones de su marasmo oyente y las ponen en la posibilidad de ser productores de mensajes, con lo que protagonizan las construcciones discursivas que ya no giran en torno a grandes proyectos y reivindicaciones, sino a demandas puntuales y pragmáticas, y a “historyboards” de narrativa cotidiana, más emocional que racional.

 Tejida de interconexiones en el ciberespacio, se mueve virtualmente a la velocidad de la luz porque está constituida por las formas comunicacionales en tiempo real del internet, los repositorios de información infinita en los sitios web, y la dinámica frenéticamente incontrolable de recepción, recreación y producción de mensajes en las redes sociales arrimadas al WhatsApp. Las noticias circulan al mismo tiempo que los hechos, pero saturando con multiplicidad de notas paralelas que truenan dispersas como las granizadas, y duran lo que dura un rayo sin necesariamente iluminar el ambiente.

 La política realizada en estos sistemas, o mejor dicho la ciberpolítica, tiene hasta ahora dos formas de expresión: una organizada en un centro o cerebro establecido en la web y que se asienta en el uso de computadoras con un ritual selectivo de acceso y apropiación a la exposición de un mundo infinito de datos; y otra despelotada, explosionada en la multiplicidad de centros, o el no centro del WhatsApp facilitado por los celulares cuyo acceso no radica en los cerebros sino en los pulgares.

 Es de reconocimiento generalizado que la experiencia fundante de la ciberpolítica es la campaña electoral de Obama el 2008, porque acudiendo a la “política 2.0” vía internet, plantea un sistema multidiscursivo basado en las bondades de las estructuras digitales: la página web que opera como el cerebro o centro de información de los mensajes cuidadosa y rigurosamente manejados por los estrategas siguiendo un plan que considera elementos de “captología” o producción coordinada de mensajes con identidad, y la “usabilidad” que se refiere a la apropiación, reproducción y/o reconstrucción de estos mensajes.

 En un inconfundible sistema multimediático o multidiscursivo, los mensajes generados en el cerebro se interconectan proactivamente con la multiplicidad de usuarios mediante el uso de emails o mensajes de texto a servidores y/o celulares con soportes en Facebook, Twitter, Youtube y otros. Este sistema es conocido también como “ciberactivismo”, porque acude con frecuencia a la potencialidad que tiene de auto-convocatoria, así como de movilizaciones mediante “tuitazos” que sumados hacen multitudes. Por otra parte, el cerebro nutre de información a los medios tradicionales, con productos a veces en lenguaje de medios masivos y muchas otras con la levedad telegráfica de la internet. Es un sistema combinado además con la retórica, que en sus propios espacios consagró a Obama como a un gran orador, capaz de seguir cautivando con la fuerza de la palabra combinada con la energía del ciberespacio.

 En las experiencias más recientes de ciberpolítica, el WhatsApp encamina a las redes sociales hacia tácticas de comunicación que se mueven en los límites de la anomia abusando de la libertad de expresión, y que se convierte en terreno propicio para los “fake news” o procesos de posverdad. Entre los rasgos característicos de esta forma de ciberpolítica están los factores de autoafirmación, de voluntarismo inorgánico, de desentornillamiento, de reensamblaje social y de entropía comunicacional. Es un sistema de campaña virtual sin centro que invade las vidas las 24 horas de todos los días, originándose en múltiples lugares de referencia que desde incontables escenarios invaden con noticias, fotos, avisos, memes e información de archivo, por Netflix, Snapchat o Facebook, sin la pretensión ya de buscar adhesiones militantes ni confianzas, sino para medirse en las cantidades de likes o emoticones favorables que provocan sus mensajes.

 La “autoafirmación” se relaciona con la conceptualización que hace Castells de sistema de autocomunicación por la capacidad ilimitada que tiene de generar/recibir mensajes y definir receptores en burbujas o redes que habitan el ciberespacio. Son estallidos de creaciones multidiscursivas de ingenio desbordante, que reflejan una necesidad compulsiva de los cibernautas por expresar, participar y hacerse protagonistas, rubricando con identidad o anónimamente creaciones acumulativas de memes, videos, afiches, fotografías, canciones, grafitis, infografías y artículos que circulan y se reproducen a la misma o mayor velocidad que los acontecimientos, estableciendo hipervínculos interactivos, con su particular lenguaje chat o SMS (short message service) telegráfico, abreviado, irreverente, lúdico, a la vez que directo y contundente; y que transita de las promesas a las vivencias, del eslogan al testimonio y de la palabra a la imagen, con formatos en los que las historias contadas por sus protagonistas reemplazan las discusiones abstractas.

 El “voluntarismo inorgánico” es el reflejo de la fábrica de reiteraciones, intoxicación y dispersión de mensajes en una vorágine inacabable de información, que además opera en una dinámica de “desentornillamiento” o desplazamiento de las redes sociales desde las tradicionales formas de comunicación hacia tácticas explosionadas de “casi interacción”, en palabras de John Thompson, porque no obedecen a los cánones de las reciprocidades interpersonales ni masivas, sino que desarrollan procesos de intercambio simbólico-digital en comunidades virtuales donde prima la demanda inmediata y la respuesta pragmática, cuestionando la existencia de las ideologías o de las izquierdas y las derechas políticas.

 El “reensamblaje social”, término acuñado por Bruno Latour, expresa la capacidad de “hacer tendencia” que tienen las redes y el WhatsApp, cuando se articulan las individualidades en un funcionamiento de complementariedades comunitarias. De todas maneras, viralizar mensajes o hacer tendencia son procesos que no están exentos de un sentido de “entropía comunicacional”, o pérdida de energía y de comunicación, porque tiende a confundirse con un efecto de ilusión autocomplaciente por la que cada cibercomunario se cree “el” autor de resultados, que sin duda se explican en una multiplicidad de otros factores.

 La ciberpolítica se dinamiza en cada punto donde con un click nos conectamos al mundo virtual en hipervínculos de redes que operan como factores de movilización y (auto)convocatoria. Un factor a tomar en cuenta es que los algoritmos de las redes generan burbujas cerradas en las que nos autoafirmamos sintiéndonos cómodos y seguros, pero cuando salimos y nos topamos con quienes piensan distinto, no sabemos qué hacer. Así manejado, el algoritmo genera filtros de consecuencias devastadoras para el debate y la interacción con otros, especialmente con los distintos. Se convierte en un camino a la polarización y la confrontación, cuando tiene amplísimas potencialidades tecnológicas y lúdicas para el diálogo, el debate y la construcción colectiva de discurso.

 

Estrategias multidiscursivas

 El pantallazo que hemos mostrado de características que suponen tipologías de la comunicación política, sugiere trabajar estrategias multidiscursivas o multimediáticas, ciertamente organizadas en planes coherentemente estructurados. Esto supone, como una primera condición, combinar adecuadamente los distintos tipos de comunicación política, aplicándolos allá donde sea factible hacerlo, con el cuidado de construir discurso, en cada caso, estructurándolo en sus propios lenguajes y sentidos. Así por ejemplo, la ciberpolítica tiene un lenguaje que no es el del libro, ni el de la oratoria, tampoco el de la televisión, ni el de la calle y, más específicamente, el lenguaje del WhatsApp no es el de web por su temporalidad relámpago, su naturalidad, su derroche participativo y su calidad técnica con las fotografías o filmaciones con celular, que hacen prescindibles las grandes productoras. En la actualidad una estrategia de comunicación política se basa en las capacidades de la ciberpolítica, lo que no debe significar dejar de lado las interrelaciones en la calle, los espacios para la oratoria, así como los roles de reconocimiento social que tienen los medios masivos.

 Se trata de trabajar estrategias, no planes operativos de mensajes o de medios, ni meras campañas persuasivas y de posicionamiento. Las estrategias de comunicación deben ser asumidas en el sentido riguroso que plantea Sandra Massoni, de entenderlas como dispositivos de inteligibilidad y de interpelación de la realidad en dimensiones múltiples, habida cuenta que el conocimiento es también acción y no sólo comprensión del mundo, lo que implica considerar las prácticas sociales y políticas de quienes intervienen en los procesos históricos ya sea como militantes, adherentes o simpatizantes o, en el otro polo, como los opuestos, los enemigos y en un limbo difuso y por lo general amplio, los indecisos. La estrategia define escenarios y programa de todo lo que se debe y no decir y de todo lo que se debe o no se debe hacer, señalando caminos y metas para llegar a resultados en el corto, mediano y largo plazo.

 Por lo general, las estrategias se suelen concentrar en la fase electoral o de disputa del poder, dejándose de lado el momento del ejercicio del poder o de la hegemonía. Esta separación es sin duda perniciosa, puesto que son procesos concatenados y convivientes, por lo que trabajar programa electoral y programa de gobierno de manera articulada, resulta un ejercicio impostergable que contribuye a superar la improvisación a momento de definir las políticas estatales.

 Para la construcción de estrategias una base fundamental es la investigación, que tiene diferentes alternativas, no sólo las encuestas tan cacareadas como factores de verdad en los procesos electorales. Son útiles, es cierto, pero deben complementarse con sondeos, con observación participante y con investigación cualitativa permanente. Las estrategias no pueden basarse en los mandatos y ocurrencias de los líderes, ni en las referencias de otros procesos por más exitosos que fueren, y ni siquiera en el olfato político que da la experiencia. Toda decisión tiene que ser sustentada en un riguroso y permanente reconocimiento de la realidad y, dentro de ella, de la praxis o los procesos políticos, que son tan dinámicos como la construcción discursiva y sus resignificaciones.

 Tiene razón Jaime Durán Barba cuando afirma que, si los políticos incorporaran a su trabajo el método científico, serían menos delirantes y podrían conseguir mejores resultados, así como tendrían menos conflictos con el sentido común de los electores. Definitivamente, la investigación en comunicación política es el factor que permite desentrañar con rigor los procesos históricos, estableciendo los decursos de las coyunturas; sigue las idas y venidas de los discursos subyacentes tanto en las expresiones como en las prácticas de los sujetos que intervienen en los procesos históricos; establece las tendencias discursivas que anidan en los sentipensamientos, temores, necesidades y esperanzas de las ciudadanías; y mide con claridad las acciones y las estrategias de todos los participantes, en particular de los oponentes, recordando que la comunicación política es una batalla discursiva por las significaciones, es decir, que es cuestión de dos o más que se confrontan por el poder y la hegemonía.

 Las demandas y propuestas ciudadanas deben formar parte de las agendas discursivas, partiendo también de ellas y no sólo desde las aspiraciones partidistas en la definición colectiva del orden político, social y cultural que se aspira para nuestras sociedades. No se trata de innovar formas comunicacionales sino de construirlas en pertinencia indisoluble con los proyectos políticos y las utopías de sociedad. Son ellos los que acomodan el orden innovativo o renovador de la comunicación y de la política.

 Con la ciberpolítica, la comunicación política se está (re)descubriendo en los cánones de la comunicación participativa, asumida como una superación del sentido unidireccional de la información y la difusión característica de la retórica y, especialmente, del marketing electoral. Pero es necesario hacer notar que no se está inventando la participación, como lo quieren dar a entender algunos ciber-estrategas-políticos. El saber escuchar para hablar es tan antiguo como el origen de la humanidad y, de manera más sistemática, la comunicación participativa tiene sus orígenes prácticos con la radio educativa en los años cincuenta del siglo pasado, y su apropiación académica está enraizada en la iniciativa latinoamericana de los años sesentas con la comunicación educativa, la comunicación para el desarrollo y la comunicación popular, de cuyo bagaje teórico y metodológico la comunicación política se tiene que saber nutrir.

 Hemos afirmado que la comunicación política es la batalla de las construcciones discursivas por las significaciones para el poder y la hegemonía, lo que supone un acto comunicacional relacional, donde las personas son sujetos históricos, no votantes; son actores políticos, no clientes; son ciudadanos, no consumidores ni clientes. Son, en definitiva, protagonistas de la historia, por eso los sentidos de la comunicación no pueden detenerse en persuadir, o posicionar, o sensibilizar, o informar, o retroalimentar, se trata de establecer mediaciones con los sentipensamientos y la capacidad ciudadana de apropiarse del discurso, procesarlo y re/construirlo desde sus prácticas sociales y políticas, a la luz de ideologías que no se agotan, aunque los agoreros del fin de la historia quisieran que no existan, sin darse cuenta que éste deseo y esta lectura de la realidad, de hecho son ya una construcción ideológica que raya en la insignificancia apolítica, cuando hacer política es, bajo cualquier circunstancia, un acto de emancipación desde una particular forma de percepción, representación y proyección del mundo.

 

Adalid Contreras Baspineiro es sociólogo y comunicólogo boliviano. Ha sido Secretario General de la Comunidad Andina – CAN. De Alainet.


"En tiempos de noticias falsas, el periodismo profesional es más necesario que nunca": 

Javier Darío Restrepo

 Por Alejandro Jiménez

Reproducimos con autorización del autor la entrevista concedida por el maestro Javier Darío Restrepo, director del Consultorio Ético de la FNPI al periodista Alejandro Jiménez, coordinador de opinión en el diario El Sol de México

 En los tiempos de las fake news los medios de comunicación profesionales y con credibilidad son más que necesarios, independientemente de los formatos de su publicación: periódicos impresos, páginas web, cuentas de redes sociales. “Siempre ha sido y será necesaria la credibilidad en los medios informativos, hasta el punto de que se puede afirmar que un medio sin credibilidad es prescindible”, asegura Javier Darío Restrepo, periodista colombiano de vasta experiencia, especializado en analizar los aspectos éticos de la información.

Sin satanizar a las redes sociales, Restrepo identifica que el poder de lo digital ha ido a la par con el debilitamiento de la credibilidad periodística porque el uso de esta tecnología ha fomentado el inmediatismo y la desaparición de las fuentes; dos factores que conspiran contra la credibilidad.

"El inmediatismo no deja espacio ni tiempo para la confirmación, ni para el análisis de los hechos; la ausencia de fuentes, a su vez, propicia las informaciones caprichosas, subjetivas, y sin apoyo en el hecho real", considera. 

Todo esto le parece que son condiciones que se convierten en un reto ético y técnico para el periodista que quiere hacer uso de esta tecnología para aprovechar sus fortalezas y evitar lo que debilita su identidad profesional.

Aun así, no ve que todo esté perdido: “Está comenzando a multiplicarse esa clase de información con valor, como reacción creadora frente a la crisis que lo digital ha traído consigo. Son estimulantes ejemplos eldiario.es, huffingtonpost.eu; mediapart.fr, lasillavacia.com”.

Asegura que se trata de diarios digitales que han descubierto la necesidad, por un lado de 1.- una financiación que no ponga en peligro su independencia y, por tanto, su credibilidad; 2.- una reinvención de la información noticiosa, distinta en todo de la tradicional, convertida en mercancía; y 3.- Una relación nueva con el receptor de la información, que de vertical llega a ser horizontal.

En este proceso percibe que tampoco las audiencias son ya del todo crédulas respecto a informaciones carentes de ética.

"Los lectores en quienes se da el proceso de buscar información, dudar, creer, confiar y ser influidos, no son una mayoría, pero existen. La tendencia general es la de la lectura rápida de titulares, sin preguntas ni análisis; es en esta clase de lectores en donde cunde el engaño. Las prácticas informativas en el mundo digital multiplican esa clase de receptores", afirma Restrepo añadiendo que “en cuanto a los que hacen reflexión y juicios éticos a la prensa, los percibo como una minoría dentro de la minoría”.

 

Más o menos éticos

Coordinador de uno de los consultorios éticos más respetados de los medios de comunicación latinoamericanos desde la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, Darío Restrepo ve que el dilema de lo correcto y lo incorrecto en la prensa de la región es un debate que por fortuna se sigue dando.

“Desde sus orígenes el periodismo, en el mundo, recibió una impronta mercantil. Informo para vender. Sin embargo en esos remotos orígenes se pueden encontrar testimonios de periodistas que entendían y practicaban el periodismo como agente social. El desarrollo de una conciencia ética de la profesión ha planteado desafíos como el de subordinar lo económico a lo profesional periodístico", asegura el colombiano, para quien “la crisis actual provocada por la emergencia de lo digital, tomada como una oportunidad, ha orientado al periodismo latinoamericano que quiere sobrevivir a revisar los criterios sobre la noticia que de sensacional y comercial, debe llegar a ser influyente e integral. Esta revisión deja atrás la visión elemental y primitiva de lo sensacionalista y da lugar a la aparición de la noticia que estimula la participación del lector transformado en sujeto de la historia”.

Restrepo divide a los profesionales de los medios de manera tajante, pues conoce a los periodistas y directivos de todo el continente. “Hay quienes ejercen el periodismo como una pasión y una misión, por lo que los años les traen consigo una madurez ética en el ejercicio profesional. Si, por el contrario, es una profesión para obtener dinero o fama, se envejece con una costra de cinismo.”

Sobre la enseñanza de la ética en las escuelas de periodismo continentales, asegura: “La información que tengo es que muchas facultades de comunicación- periodismo lo abordan y se acercan incluso al Consultorio Ético de la FNPI como instrumento auxiliar. Lo que es cuestionable es la metodología utilizada, con frecuencia aplicada por profesores que creen que la ética se enseña como una materia cualquiera: matemáticas, inglés, o ciencias. No se trata de dar un conocimiento sino e crear una sensibilidad. Allí está la diferencia y el gran desafío para las universidades.

 

Autoritarismo y libertad de expresión

Cuestionado sobre cómo la llegada de gobiernos autoritarios a la región, aun en Estados Unidos, ha impactado a los medios de la región, el periodista colombiano considera que en esas condiciones los periodistas y los medios se han resignado y han incurrido o en la indignidad de plegarse, o en la debilidad de silenciarse; otros han visto la oportunidad de afinar las armas del oficio para ponerse al servicio de la sociedad y servir como fiscales y voceros de toda la población.

Sobre si siente amenazada la libertad de expresión en el mundo, refiere que ésta siempre ha estado amenazada porque donde alguien ejerce un poder necesita silenciar o controlar la información.

“Ejercen ese poder: los gobiernos que, quiéranlo o no, sienten la necesidad de controlar la información; esto vale por igual para políticos, empresarios, publicistas, militares, religiosos o intelectuales. Cada uno de ellos, desde su plataforma de poder, ve la libertad de expresión como una amenaza, o como un límite. El propio periodista o empresario de comunicación también quiere valerse de la información para su beneficio; esto lo convierte en un peligro, real o potencial, para la libertad de expresión", sostiene Restrepo. 

Y remata: “Hay que recordar que la libertad no la da ni la quita nadie. Cada uno la construye o la destruye. La libertad nunca está ahí, siempre está en construcción. Una persona construye al tiempo su ser ético y su ser libre, no se puede dar lo uno sin lo otro.”

 

Del Consultorio Ético de la FNPI. 

 


Hora de reflexión para la izquierda

Por Marcelo Colussi

El triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil –un exponente de la más recalcitrante expresión política de la derecha– debe abrir un urgente debate en la izquierda.

 

Dejamos de lado aquí la exacta precisión semántica de qué entender por “izquierda”, sabiendo que allí nos encontramos con un muy amplio abanico de expresiones, desde la socialdemocracia más conformista hasta grupos radicales que levantan la lucha armada como vía, desde posiciones favorables a la participación en las elecciones democráticas en los marcos burgueses hasta variadas manifestaciones de contestación antisistémica que, a su modo, abren críticas contra el capitalismo (“progresismo” amplio: movimientos feministas, reivindicaciones étnico-culturales, expresiones de la diversidad sexual, grupos ecologistas). En un sentido muy general, todo eso es izquierda, en tanto crítica al modelo hegemónico vigente.

 

Pues bien: desde la izquierda, cualquiera que ésta sea, es imperioso reconocer que la derecha está ganando la lucha ideológica. ¡Y está ganando agigantadamente! ¿Cómo es posible que poblaciones hundidas en la miseria, violentadas, alejadas de los logros del desarrollo social que trae el mundo moderno, opten por estar con su verdugo? ¿Cómo es posible que una persona afrodescendiente [10] vote a favor de un blanco racista? ¿Quién puede explicar casos como la llegada a la presidencia de un Mauricio Macri en Argentina, o un Jair Bolsonaro en Brasil? El “fracaso del «progresismo», en Brasil como en otros países, abre grandes las puertas a gobiernos ultraconservadores y fascistoides que aprovechan la frustración y la desesperanza de la gente, deslumbrada y enceguecida por las promesas brutales de un gobierno «fuerte» que resolverá todos los problemas”, apunta el analista Alejandro Teitelbaum. Algo parecido sucedió en Argentina con el actual presidente, un neoliberal multimillonario admirador de la dictadura. La explicación arriba citada no se equivoca: las grandes masas aturdidas, asustadas, desesperadas, buscan salidas mesiánicas. Ese es el principio de las religiones. Y también del nazi-fascismo.

 

Fenómenos así se repiten con mucha frecuencia: triunfo de un racista xenófobo, machista y homofóbico como Donald Trump en Estados Unidos, una derecha anti-inmigración de corte neofascista que va ganando posiciones en Europa, poblaciones atemorizadas que votan por opciones de “mano dura” en distintos países, británicos que apoyan el Brexit para salirse de la Unión Europea –como respuesta racista– o candidatos con posiciones de ultraderecha visceral que ganan elecciones apelando a mensajes religioso-apocalípticos. ¿Cómo entenderlo? ¿Síndrome de Estocolmo? Quizá la explicación psicológica no termina de dar cuenta de la complejidad del fenómeno.

 

Lo dicho por Teitelbaum es sumamente coherente. Lo cual nos lleva a profundizar preguntas que se hacía Edgar Borges, y que hago mías aquí: “¿Son estos sujetos ultraderechistas marcianos que ganan elecciones en la Tierra, o son interpretaciones de lo que piensa una mayoría?” (manipulada y asustada, deberíamos agregar), “¿Acaso el avance mundial de la ultraderecha no se debe a que la izquierda, desde los años 80, quedó desubicada de la actual metamorfosis del capitalismo?

 

Todo ello nos plantea dos ámbitos: 1) la derecha está manejando con mucha solvencia la lucha ideológica, y 2) la izquierda no tiene claro su rumbo. Ambas cuestiones son básicas, se interpenetran e interactúan.

 

La derecha está manejando con mucha solvencia la lucha ideológica

También al decir “derecha” tenemos un campo muy amplio de opciones político-culturales. Son de derecha, pro-capitalista, tanto la socialdemocracia nórdica como los halcones belicistas de Estados Unidos, los empresarios industriales como aquellos que medran (mafiosamente) con la especulación financiera, el Opus Dei como sectores modernizantes que pueden permitirse, por ejemplo, el matrimonio homosexual mientras no se toquen los resortes económicos básicos. Pero a todas estas expresiones une algo en común: defienden a muerte la propiedad privada, “su” propiedad privada. Ser de derecha, en definitiva, es eso: tener algo que perder. Los trabajadores, siguiendo el Manifiesto Comunista de 1848, “no tienen nada que perder, más que sus cadenas”.

 

Suele decirse que es un inveterado vicio de la izquierda estar fragmentada y desunida. Gran verdad, por cierto. Pero no lo es menos para la derecha. Acaso las guerras –donde ponen el cuerpo los pobres del mundo, no olvidar– ¿no son una expresión de las luchas mortales entre los grupos de poder? ¿No hay lucha entre distintas facciones de poder político de derecha dentro de los países? Lo remarcable es que, ante la posibilidad de un cambio real en la propiedad privada de los medios de producción, la derecha se une. Como clase sabe claramente, y no lo olvida ni por un instante, que su enemigo mortal es la clase trabajadora (proletariado urbano, obreros agrícolas, pobrerío en sentido amplio –“pobretariado [11]”, para utilizar la correcta caracterización que realiza Frei Betto–). Ante la más mínima muestra de protesta y posibilidad de cambio real en lo social, la derecha, cualquiera sea ella, reacciona. Y reacciona cerrando filas, impidiendo los cambios justamente.

 

Derecha e izquierda, como grandes polos de la sociedad humana, están continuamente enfrentadas, en guerra mortal, tratando por todos los medios de derrotar al enemigo. No hay ninguna duda que la derecha (el sistema capitalista) tiene mucha ventaja en esta guerra. Siglos de acumulación le permiten disponer de toda la riqueza, saber, fuerza bruta, mañas y demás ingredientes para perpetuar su situación de privilegio. La prueba está en lo difícil, terriblemente difícil que se hace cambiar algo de verdad en el aspecto económico-político-social. Cambios superficiales, cosméticos, por supuesto que son posibles. Gatopardismo: cambiar algo para que no cambie nada en sustancia. La derecha lo sabe, y se lo puede permitir. Pero cuando las luces rojas de alarma se encienden, reacciona airada. Si es necesario, reprime, mata, tortura, arrasa poblaciones completas, olvida las enseñanzas religiosas de bondad y piedad y no le tiembla la mano para disparar las más mortíferas armas.

 

En esa guerra ideológica total que disputa minuto a minuto, no escatima esfuerzos para derrotar a su enemigo de clase. Por tanto: miente. Miente mucho, tergiversa las cosas, embauca. Logra hacer que el esclavo piense con la cabeza del amo; y para eso tiene a su disposición una monumental parafernalia de herramientas, cada vez más sofisticadas y poderosas: medios masivos de comunicación, especialistas en imagen, en manejo de masas, psicología publicitaria, iglesias fundamentalistas de corte neoevangélico, una clase política psicópata dispuesta a todo, profesionales de la mentira. “Miente, miente, miente. Una mentira repetida mil veces termina convirtiéndose en una verdad”, enseñaba hipócrita el Ministro nazi de Propaganda, Joseph Goebbels. No se equivocaba: la derecha es exactamente eso lo que hace a cada instante; la ideología capitalista encubre la verdad del sistema, es decir: la explotación.

 

Últimamente esa derecha ha encontrado un nuevo “nicho” de maniobra ideológica con el tema de la “corrupción [12]”. Puede decirse que lo hecho por la estrategia estadounidense durante el 2015 en Guatemala fue su laboratorio. A partir de ahí, con resultado exitoso –se consiguió movilizar a parte de la población, básicamente clase media urbana, con lo que pudo desplazarse del poder al por entonces presidente, Otto Pérez Molina, acusándolo de hechos de corrupción– se repitió la maniobra en otras latitudes. Los casos de Argentina y Brasil fueron los más connotados. Aprovechando hechos reales de corrupción, se magnificaron las denuncias consiguiendo “indignar” a buena parte de la población, lo cual sirvió de base para frenar propuestas medianamente progresistas. Y así surgieron, respectivamente, un Macri –aliado servil del FMI y del Banco Mundial– y un impresentable Bolsonaro –un ex militar ultraderechista–.

 

¿La gente es tonta por aplaudir esas propuestas? La explicación resulta más compleja: la “tontera” no explica nada. El ser humano es, en términos colectivos, parte de una masa. Las operaciones psicológicas [13], es decir, las groseras manipulaciones de pensamiento y sentimiento de las masas, existen. Y por cierto: ¡dan resultado! “La masa no tiene conciencia de sus actos; quedan abolidas ciertas facultades y puede ser llevada a un grado extremo de exaltación. La multitud es extremadamente influenciable y crédula, y carece de sentido crítico”, anticipaba Gustave Le Bon a principios del siglo XX. Si las religiones por milenios estuvieron haciendo eso, las modernas técnicas de manipulación masiva (¡ingeniería humana se las llama!) no hacen sino llevar a grados superlativos esa tendencia, con precisión científica. El tema de la corrupción, indudablemente, posibilita esos manejos.

 

¿Cómo es posible, por ejemplo, que en un país como Brasil, con una de las distancias entre ricos y pobres más insultante del planeta, con millones de personas desocupadas, viviendo en condiciones indignas, con niveles de violencia cotidiana monstruosos, hayan permeado tan significativamente las denuncias de corrupción? Porque, sin dudas, ese manejo está muy bien hecho. La corrupción es una lacra, desde ya, pero ni remotamente constituye la verdadera causa de esa situación estrepitosa del país carioca. ¿La gente es tonta y solamente piensa en fútbol y el carnaval, como maliciosamente se ha dicho? No, en absoluto. Pero la ingeniería humana del caso apunta a que así sea.

 

La izquierda no tiene claro su rumbo

Junto a esta avanzada ideológica de la derecha, la izquierda parece estar sin rumbo. La represión sufrida en décadas pasadas paralizó grandemente al campo popular. El miedo aún está incorporado. Las montañas de cadáveres y ríos de sangre que enlutaron toda Latinoamérica en años recientes han dejado secuelas. La “pedagogía del terror” hizo bien su trabajo.

 

Por otro lado, el discurso mediático sin precedentes que va teniendo lugar a través de los medios comerciales y toda la parafernalia comunicacional (consiguiendo resultados evidentes), es una marea incontenible. La izquierda, además de no disponer de todos los medios de que sí dispone la derecha, no puede ni debe apelar a la mentira como método. “En política se vale todo”…, para la derecha. La izquierda mantiene posiciones éticas irrenunciables. La guerra de cuarta generación (guerra mediático-psicológica con operaciones encubiertas) no puede ser, nunca jamás, un medio de acción política revolucionaria. Si de algo se trata en el ideario mínimo de la izquierda, es la pasión por la verdad.

 

Pero ¿qué pasa que las poblaciones parecieran rechazar las propuestas de izquierda? ¿Será cierto que la misma “quedó desubicada de la actual metamorfosis del capitalismo”? Porque, sin dudas, el sistema capitalista se va reciclando a una velocidad fabulosa. Décadas atrás, con el auge de un capitalismo industrial, Estados Unidos entronizaba la imagen de “buenos” (acérrimos defensores de la propiedad privada) castigando a “malos” (quien osara enfrentar a esa propiedad). Hoy, con un desaforado capitalismo financiero y guerrerista, el mensaje cambió: se entroniza al “exitoso”, no importando cómo logre su éxito. De ahí que la nueva tendencia es vanagloriar al “que la supo hacer”. “Mate, robe, viole, transgreda, estafe, haga lo que sea… ¡pero conviértase en el Number One!”, pasó a ser la actual consigna. El capitalismo cambia, encuentra nuevas caras, atrapa con sus luces de colores. O, mejor dicho, enceguece. En otros términos: vive transformándose, ofreciendo nuevas mercancías.

 

Tomado literalmente eso de “saber adecuarse a la metamorfosis del capitalismo”, podría hacer pensar en la necesidad de “actualizarse” siguiendo los tiempos que corren, con lo que dejaríamos de hablar de lucha de clases para centrarnos en buscar paliativos, amansar al sistema, hacer un capitalismo de rostro humano. Pero ello no es así. Hoy como ayer, “no se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva”, como dijera Marx hacia 1850. Pero no caben dudas que el llamado de la izquierda no termina de cuajar. Impactan más las iglesias neopentecostales y un llamado apocalíptico que la consigna de luchar aquí en la tierra.

 

Ahora bien: estos progresismos, supuestamente a la izquierda, que atravesaron varios países de Latinoamérica en años recientes, no constituyeron, en sentido estricto, propuestas de transformación real. Fueron buenas intenciones (matrimonio Kirchner en Argentina, el PT en Brasil, etc.), pero no tocaron los resortes estructurales de sus sociedades. Por tanto, no hubo ningún cambio sustancial. Y sumado a ello, no dejaron de moverse con las prácticas corruptas y clientelares de cualquier partido político de la derecha. En otros términos: resultaron una muy mala –quizá pésima– propaganda para la izquierda.

 

Llegados a este punto, la izquierda –la que sienta que aún la revolución socialista sigue siendo posible y necesaria, aquella que sigue fiel al ideal marxista de “no mejorar la sociedad existente sino establecer una nueva”– debe formularse una profunda autocrítica. Es hora de reflexión. ¿Por qué puede ganar una propuesta de ultraderecha en las favelas más pobres? ¿Qué está pasando?

 

Además de los golpes sufridos, además de las más refinadas técnicas de manipulación de masas de que dispone la derecha, ¿qué se está haciendo mal en la izquierda?

 

Por lo pronto, y como mínimo, tener claro que las propuestas tibias, de progresismo superficial, de socialismo sin socialismo, más que contribuir a avanzar en la justicia social, terminan siendo un tiro por la culata. Valen palabras de Rosa Luxemburgo de 1917 cuando analizaba la naciente revolución bolchevique: “No se puede mantener el «justo medio» en ninguna revolución. La ley de su naturaleza exige una decisión rápida: o la locomotora avanza a todo vapor hasta la cima de la montaña de la historia, o cae arrastrada por su propio peso nuevamente al punto de partida. Y arrollará en su caída a aquellos que quieren, con sus débiles fuerzas, mantenerla a mitad de camino, arrojándolos al abismo”.

 

Quizá la peor atadura que pueda tener la izquierda es su miedo, su propio temor a autocriticarse, su conformismo. Si “ser realistas es pedir lo imposible”, tal como rezaban las consignas del Mayo Francés de 1968, pues habrá que ser un soñador con los pies sobre la tierra, ser utópicamente realistas.

 

Sin dudas luego de la derrota sufrida en las pasadas décadas por parte de la izquierda y el campo popular, luego de años de silencio y dolor, una propuesta medianamente progresista que hablara de redistribución de la riqueza –tal como empezó a suceder en varios países de América Latina en estos últimos años– parecía ya un fenomenal avance. Pero luego del deslumbramiento inicial, ahora podemos ver que la izquierda sigue ausente, golpeada, secuestrada. Hay que reflexionar [14] tranquila, serena y muy profundamente sobre estos tópicos. Quizá es momento de revisar supuestos básicos, no para negarlos, sino para enriquecerlos.

 

La mentira de la derecha, aunque se pavonee victoriosa, está sentada sobre una bomba de tiempo, pues sabe –aterrada– que en algún momento las clases oprimidas, que nunca desaparecieron de la lucha, pueden volver a tomar la iniciativa. La cuestión es cómo encontrar los caminos que devuelvan la posibilidad de tomar esa iniciativa. El debate está abierto.

 

De Alainet.org

 


La epidemia de las faltas de ortografía escala hasta la universidad

Los lingüistas achacan los fallos a las redes sociales y la falta de lectura y escritura

 

Inés Fernández-Ordóñez, miembro de la Real Academia Española (RAE) y catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid, detecta errores de ortografía en su aula. “Es terrible, pero incluso es muy común entre mis alumnos de Filología que pongan faltas. Y, lo peor de todo, no saben redactar. Creo que tiene que ver con que no se lee, faltan prácticas de redacción, dictados…”. Relatos como el de Fernández-Ordóñez, que baja la nota a sus alumnos, explican que la ortografía sea uno de los motivos de que el 9,6% de las plazas de profesor de secundaria hayan quedado desiertas en las oposiciones del pasado julio. Nunca había habido un volumen educativo en España como el actual —el 41% de los jóvenes de 25 a 34 años tiene estudios superiores, frente a un 43% en la OCDE—, pero el nivel ortográfico de los graduados es muy mejorable. Y si los que enseñan cometen fallos, los escolares los repetirán.

 

El ministro del PP José Ignacio Wert introdujo de forma expresa los dictados en el desarrollo curricular de la Ley Orgánica para la Mejora Educativa (Lomce) en 2013, al igual que hizo Francia con este ejercicio y el cálculo mental. Hay especialistas que sostienen que es leyendo como se ataja el problema de las faltas porque se visualizan los signos, pero los defensores del dictado arguyen que entrena la atención sostenida, la concentración y sirve para descubrir los errores.

 

El dilema de la escabechina de suspensos

Un argumento extendido entre los profesores de secundaria es que no se suspende más a los niños —y no solo por la ortografía— porque la Inspección Educativa actúa y no lo permite. Javier Herrera, de la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía, asegura que la inspección toma decisiones en contra de los criterios académicos. El año pasado, la Asociación de Inspectores de Educación pidió en el Congreso que se aprobase el bachillerato con un suspenso.

 

La académica Inés Fernández-Ordóñez se plantea cómo reaccionar ante las faltas y unas redacciones a veces “bastante flojas”. “Si fuésemos estrictos mucha gente no aprobaría. Los niveles de exigencia han bajado mucho. Rafael Lapesa suspendía al 60% de la clase y no pasaba nada, pero ahora eres mal profesor”.

 

“Creo que muchos profesores de secundaria, y a veces de universidad, pasan por alto en los exámenes las faltas cuando entienden que el contenido es correcto”, se sorprende el académico Ignacio Bosque, catedrático de Lengua en la Complutense. “Yo no lo hago. Es un error hacerlo. No estoy tampoco de acuerdo con dejar pasar las faltas graves de redacción. 

 

Algunos profesores piensan que las faltas las corrigen los procesadores de texto, y entienden que la sintaxis es poco importante. Opino lo contrario. Mi maestro, Fernando Lázaro Carreter, decía que si la expresión es pobre, el contenido también lo es, se quiera o no”.

 

La académica Carme Riera penaliza “muchas faltas” de sus alumnos de Literatura en la Autónoma de Barcelona. “La gente no practica las normas ortográficas, y muchas veces hacen ese trabajo los correctores del teléfono y los correos electrónicos y no se fijan”, sostiene Riera. También lamenta la influencia “nefasta” y continua del inglés.

 

El docente de Historia Javier Herrera, de la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía, reconoce que las faltas ortográficas son un problema persistente que sale a relucir en casi todos los claustros, pues su solución debe ser una tarea común de todo el profesorado. En primaria con la Lomce se ha aumentado un 20% las clases de Lengua. La clave está en ese periodo educativo. “Nosotros diferenciamos perfectamente de qué centro proceden los niños por su madurez en este campo. Si tuvieron un maestro o maestra que se empeñó en que escribieran bien”, sostiene Herrera.

 

El prestigio de la lengua

“No todo se consigue con más clases de Lengua, sino con un prestigio social de la buena expresión y la buena escritura. Y el problema viene de que la gente joven, sobre todo, y en redes sociales, escribe voluntariamente mal porque si no le mira mal el entorno”, afirma el escritor Julio Llamazares.

 

En las últimas oposiciones a profesor de secundaria, FP o escuelas de idiomas, a las que se presentaron 200.000 personas, los tribunales se encontraron con aspirantes que escribían acortando palabras (tb, pq) o que empleaban términos coloquiales (“rollo de”, “en plan”…). Las academias de preparación madrileñas alertaron a sus alumnos de que perderán 0,10 puntos por cada abreviatura o por poner la barra inclinada en los adverbios que terminan en ente (por ejemplo, completa/), de la misma manera que tomaban apuntes en clase. “Si no manejas los instrumentos de la expresión, terminas empobreciendo tu pensamiento o al menos su transmisión. Escribir y hablar bien sirve para expresar mejor tus ideas, no es un capricho”, alerta Llamazares.

 

El Ministerio de Educación pretende reformar el sistema de oposiciones tras la última convocatoria, que dejó 1.984 plazas sin cubrir. Pero son las comunidades las que publican los criterios de evaluación y luego los tribunales tienen potestad de incluir otros propios como el penalizar las faltas. “Me parece correcto que se exija eso a los aspirantes a profesores. Hay que tener una exigencia con los profesores de secundaria grande, que quizá no se ha tenido durante unos años”, subraya Fernández-Ordóñez.

 

De El País, España.

 


Entrevista a Jaime Abello, director de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI)

 

"El periodismo debe cambiar del poder hacia el servicio, de la arrogancia a la humildad"

Por José Antonio Luna. De El Diario, España.

Diciembre de 1993. Jaime Abello, por entonces director de TeleCaribe, recibía una llamada que marcaría su futuro profesional. Al otro lado del teléfono, como él mismo recuerda, estaba "el más famoso de los colombianos": Gabriel García Márquez. "Voy a Barranquilla. ¿Me invitas a comer?", le propuso el Nobel de Literatura. En realidad, aquel fue el inicio de algo mucho más grande.

 

Al máximo representante del realismo mágico, autor de libros como Cien años de Soledad o El amor en los tiempos del cólera, le preocupaba algo más que dejar un legado marcado por obras ejemplares. También quiso promover la calidad del que consideraba "el mejor oficio del mundo": el periodismo.

Precisamente por ello, tras una larga temporada de preparación, en 1995 abría sus puertas la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). La intención del maestro de la literatura no era otra que desarrollar una institución imparcial e independiente, dedicada a formar a jóvenes periodistas a través de los debates y la experimentación. "Averiguar la verdad en este caos de mentiras y fantasías en el que vivimos", recoge la organización en alusión a Gabo. 

Tras la muerte del escritor en 2014, aquel proyecto cambió de nombre para honrar la figura de quien le había dado forma. La ahora llamada Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano continúa formando e inspirando para conseguir historias capaces de transformar la realidad, ya sea a través de talleres o de premios a los que cualquier profesional puede presentarse.

En plena época de las fake news, de las redes sociales y de la (todavía) transición total al modelo digital, Abello ofrece algunas claves de lo que ha cambiado y de lo que todavía está por cambiar. También de aquello que, a pesar del tiempo, permanece.

 La Fundación ofreció su primer taller en 1995. ¿Cómo se ha transformado desde entonces?

El proyecto había nacido de una serie de ideas de Gabriel García Márquez. Lo habíamos planificado, pero ante todo lo que queríamos era hacer talleres de periodismo. Era una organización mínima y, 23 años después, lo que tenemos es una institución con más de 30 empleados a tiempo completo. Trabajamos a lo largo de todo el año y tenemos presencia en todo el continente.

Aunque los talleres siguen siendo muy importantes, ahora también poseemos un premio de periodismo, un festival, varias publicaciones, y un proyecto de ética periodística muy activo. Además, nos hemos metido en un proyecto nuevo que se llama Centro Gabo, que tiene que ver con el legado en movimiento de Gabriel García Márquez.

Nos hemos diversificado, nos hemos ampliado y, lo más importante de todo, el periodismo ha cambiado. Los planteamientos, las búsquedas, se han modificado en alguna medida, aunque hay otras muchas cosas que se mantienen. Por ejemplo, la claridad que Gabriel García Márquez nos planteó acerca de la importancia esencial de la ética periodística. 

Desde la Institución animan a "abandonar la teoría y pasar a la práctica" para aprender periodismo. Pero en las universidades normalmente ocurre lo contrario. ¿Se está haciendo mal entonces?

No, pero a la universidad le iría mucho mejor si incorporara más formatos prácticos. De hecho, nosotros el tipo de formación que ofrecemos es: primero, para personas que son profesionales que están en activo; y segundo, basado en oportunidades de compartir experiencias.

Si tenemos un veterano como Jon Lee Anderson, él mismo puede instruir a los periodistas más jóvenes a raíz de su propia experiencia. No seguimos un plan curricular, ni damos certificaciones. No tengo interés en descalificar a la universidad, pero tampoco cabe duda de que les convendría un tipo de formación más práctica.

De todas las líneas de investigación propuestas por la organización, ¿cuál cree que es más importante para el periodismo actual?

Pienso que la búsqueda y verificación de los hechos es un tema esencial. También es muy importante cómo se cuentan, ya que hoy día existen más dispositivos y posibilidades narrativas. El otro aspecto que diría es la ética, porque es la que al final da claridad y enfatizar en ella es hacerlo en la independencia del periodista.

Pero hay una cosa bastante nueva, y es que hoy en día al periodista le toca trabajar en captar, mantener y desarrollar la audiencia, ahora más fluida, fugaz y huidiza. Antes se permitía el lujo de hacer algo y no pensar en cuál iba a ser la recepción, y yo creo que hoy es fundamental. No solo se trata de hacer un reportaje, sino a estar dispuesto a dialogar con ese reportaje. 

Y ese periodismo que usted menciona, ¿ha empeorado o ha mejorado su calidad?

Creo que, si me baso en los hallazgos del Premio Gabriel García Márquez, que es una buena manera de monitorear el estado del periodismo en lengua española y portuguesa, te diría que lo que estamos viendo son ejemplos formidables de buen periodismo. Puede que no sea masivo, que no sea mayoritario, pero hay unos reportajes extraordinarios.

Además de eso, el periodismo hoy en día es mucho más plural y diverso. Son cosas totalmente nuevas. Por ejemplo, premiamos a un hondureño que publicó una crónica de su propia experiencia vital en medio de las maras [unas pandillas criminales] en forma de historieta, como cómic. Eso no existía antes, el periodismo en cómic es algo de nuestra época.

¿Cómo no reconocer que el periodismo hoy ofrece muchas más posibilidades y muchas más oportunidades? Ya sabemos que los problemas de los proyectos periodísticos son de financiación y sostenibilidad, porque la publicidad se ha retirado del negocio de los medios o parte de esos ingresos se están yendo a plataformas digitales. 

Entonces, ¿cuál es el futuro del papel?

Creo que va a seguir siendo una opción minoritaria, para publicaciones de fin de semana o revistas y para quienes se nieguen a seguir los contenidos periodísticos por vía digital. Pero será una minoría, cosa distinta al libro. La lectura a través de medios digitales de libros está instalada, sin embargo, claramente es más cómodo hacerla en papel. Pero el periódico diario, con ese problema de la tinta y los costos, creo que sí está destinado a reducirse a esos nichos que he mencionado.

¿En qué situación estaría España? Porque hay periódicos de papel y medios digitales.

La impresión que tengo es que España posee empresas de medios digitales más maduras y más grandes que las que he podido encontrar en otros países de habla hispana. Por ejemplo, obviamente pienso en eldiario.es y en El Confidencial. Son empresas de una magnitud y con unos niveles de indicadores empresariales que son comparables a los de periodismo en papel.

En América Latina se pueden mencionar ejemplos excelentes como el diario digital El Faro en El Salvador, La Silla Vacía en Colombia o Animal Político en México. Todos son importantes y tienen incidencia, pero el grado de madurez empresarial que han conseguido medios como El Confidencial o eldiario.es todavía no lo veo.

Gabo mencionaba que la función del periodista era averiguar la verdad en el estado de mentira y fantasía en el que vivimos. ¿Es eso compatible con el periodismo actual, basado en la última hora y en la actividad frenética de las redes sociales?

Aunque en el momento en que García Márquez plantea eso no se refería a las redes sociales, perfectamente se podría aplicar al problema de estas: un verdadero caos de mentiras y falsedades. En ese contexto, se pone en relieve el papel del periodismo como un validador de hechos en los cuales el público debería confiar como información que sea confiable. 

Creo que el periodismo es más necesario que nunca, pero al mismo tiempo el periodismo debe cambiar el chip del poder hacia el servicio, de la arrogancia a la humildad. Asimismo, los medios se juegan su credibilidad todos los días y no pueden dar por sentada la lealtad de sus lectores, hay que ganársela en cada momento. Otro problema es que no sólo se compite contra el caos de mentira, fantasía, sino por la atención de los lectores, de la audiencia.

Pero, a veces, por entrar en ese juego de atraer a la audiencia puede caerse en criterios alejados del periodismo.

Pues el que lo haga se equivoca. Eso ha ocurrido siempre: la frivolidad y el sensacionalismo han existido continuamente. Los medios que quieran ser reconocidos como fiables, si están buscando un público serio e importante, lo mejor es que no se metan a hacer ese juego porque les puede costar muy caro.

"No basta con ser el mejor, sino que se sepa", bajo esa premisa de Gabo nacen los premios de la Fundación. ¿En qué ayudan al periodismo?

Los premios tienen que ser útiles para que la sociedad distinga el buen periodismo de todo lo demás. Como estamos en un escenario de cambio, esta es una época en la que el periodismo forzosamente debe ser innovador. Sirven para proponer modelos, para proponer referentes, para visibilizar logros… Y, además, para estimular cuando las condiciones del trabajo periodístico son adversas.

Sabemos que estamos en una época donde hay menos recursos en las redacciones, en que existe precarización laboral, y en muchos países también hay peligro físico, de riesgo para los periodistas. Es importante reconocer y estimular el periodismo que desafía, que es crítico y que va al grano. 

Además, y lo digo con orgullo, es el único premio que culmina en un festival de periodismo. Hacemos un gran esfuerzo no solo para convocar gente en la ciudad de Medellín, sino para transmitir todo esto.

¿Qué echa en falta del periodismo en España?

El periodismo de Madrid debe ser menos partidista, y pienso que le va a ir mejor cuando eso ocurra. Por otro lado, creo que tiene que hablar más de América Latina. Compartimos tantas cosas, hay tantos relatos, que ojalá intercambiáramos más. 

Por último, echo en falta una cosa que se practica mucho en América Latina: la crónica, y valdría la pena que esa narrativa periodística enriquecida tuviera más espacio en el periodismo español.

Y en la parte contraria, ¿qué se hace bien?

España logró forjar importantes empresas periodísticas que hemos respetado y querido mucho en América Latina. Igualmente, me encanta ver cómo han encontrado modelos muy interesantes para estructurar empresas en la era digital.

Ya mencionamos ejemplos como eldiario.es y El Confidencial, que son los que más conozco, aunque sé que existen otros. Cómo lo han hecho, cómo han logrado desarrollar, en el caso de ustedes, una gran base de socios… Yo creo que todo son oportunidades de aprendizaje.

¿Qué buscaba Gabo en un buen periodista y cuáles serían sus criterios a la hora de conceder este premio?

García Márquez amaba profundamente el periodismo. Creo que un premio que se de en su honor tiene que partir de la pasión por el periodismo, que significa la pasión por la investigación de los hechos, asumir la ética, respetar al público y tener la claridad de que ante todo es un servicio a la gente. Esos periodistas apasionados, éticos y creativos son los que estamos buscando.

 

De El Diario, España.

Defragmentación de la información, contrapeso a la inmediatez

 Por: Hugo Augusto, Director de Pulso Glocal.

En un esfuerzo por revelar la verdad, el periodismo en tiempos de información superabundante requiere discriminar lo insignificante y superfluo, valorar, jerarquizar y verificar. 

El trabajo del periodista es rehacer historias y devolver a los hechos su valor informativo, enmarcados en un determinado contexto presente, retomando su pasado y adelantándose a escenarios posibles en un futuro. Timothy Garton Ash (2017) se refiere al buen periodismo como aquel que “comprueba los hechos y hace juicios explícitos acerca de la calidad de las pruebas (…) después, el buen periodismo trata de contar la historia, de escribir, mostrar, explicar y analizar, tan clara y vívidamente como sea posible, haciendo que la materia sea accesible a públicos que de otra forma no la conocerían”.

Hace 90 siglos, la tradición oral conformaba la visión propia del mundo. Esto cambia con la introducción de la escritura. La palabra escrita es muy importante por su precisión, al transmitir conocimientos, al permanecer y dar acceso a más personas, gracias a la imprenta. Posteriormente, el descubrimiento de la radio permite una extensión informativa. Le siguen el cine y la televisión, con cuyas imágenes se interpreta de manera diferente la realidad. Comienza a ser más determinante el efecto que el significado. “El significado de un mensaje es el cambio que produce en la imagen”, apunta Kenneth Bouling, en The image (McLuhan, 1969 ). Los grandes cambios tecnológicos brindan la capacidad de compartir significados y producen una comunicación de masas.

Con el surgimiento de internet se incrementa la posibilidad de divulgar información hasta alcanzar volúmenes estratosféricos. Cada pieza informativa nos llega, una tras otra, en milésimas de segundos, en una dinámica de la inmediatez: fragmentada y descontextualizada. Somos arrastrados por un caudal informativo con constantes actualizaciones en las páginas web, donde se pierde la verificación de los hechos y donde lo valioso pasa a ser lo emotivo, aquello que llega al corazón y es sensacionalista. Su condición es lo novedoso, por lo que las redes sociales premian la difusión viral urgente. El escándalo pasa a ser uno de los grandes incentivos de los medios de comunicación para hacer y deshacer imágenes públicas. “El cotilleo digital en red constituye un amplificador de enormes proporciones que difunde acusaciones de escándalo en cuestión de horas”, apunta el estudioso de la comunicación, Manuel Castells (Castells, 2012).

Escribimos y leemos en la era digital, en tiempos en que un lenguaje multimedia satura los sentidos. El discurso pierde importancia y los medios moldean el pensamiento, con lo cual adquiere certeza lo dicho por Marshall McLuhan: “el medio es el mensaje, debido a que es el medio lo que conforma y regula la escala y la forma de asociación y la acción humanas” (McLuhan, 1969 ). Y por supuesto, hay una extensión en términos de poder, explicado por Castells (2012), como aquél que construye significados por medio de las redes multimedia globales-locales de comunicación de masas.

En esta infinidad de información, los fragmentos informativos nos alejan de lo esencial, del entendimiento del desarrollo de historias, aunque el bombardeo informativo dirigido puede tener otra aplicación. Así lo descubrió el sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays, al aplicar a los medios de comunicación la teoría psicoanalítica a principios del siglo XX, con la finalidad de controlar a las masas a voluntad, sin que ellas siquiera se enteraran, como lo expone en su libro Propaganda (2008). A partir de él adquiere forma el uso de la mercadotecnia en las relaciones públicas, convertido a la postre en marketing político. La propaganda insertada en los medios de comunicación es ajena a la ética y desvía la finalidad de informar. Al navegar en un caos informativo, la intencionalidad propagandística hace uso todo tipo de manipulación de datos, de la historia, de sentimientos y de la opinión pública. Inmersos en la dinámica de la inmediatez y lo sensacionalista, los hechos se juzgan con valores morales, mientras las pasiones sustituyen al razonamiento. Al irse perdiendo el oficio de hilvanar historias, la idea de una prensa comprometida con la verdad, se va relegando a lo utópico.

Además, en estos tiempos hay un encanto por el entretenimiento, por coberturas tipo show, conocido como infotainment, también alejado de la ética periodística.

Asimismo, los medios de comunicación tienen la capacidad de cambiar los sistemas de valores y generar consensos. Naief Yehya (2003) nos recuerda el papel que jugaron los medios para justificar la guerra de Estados Unidos contra Irak en 2003, a pesar de que el programa iraquí había sido desmantelado por la Organización de las Naciones Unidas. El mundo de las imágenes estuvo controlada e hicieron sentirnos testigos de una supuesta defensa de la paz regional y mundial.

Es necesario para nuestra sociedad volver al periodismo puro y de calidad, basado en la integridad ética y en la sistemática comprobación de datos. Los medios de comunicación deben apegarse al ideal de servir al bienestar social y de reproducir verdades.

Es imposible regular todas las prácticas, más aún las sutilezas en el uso del lenguaje -como apunta Hugo Aznar (1999)-, en imágenes distorsionadas, incompletas, en estereotipos o en la ignorancia misma. Sin embargo, los códigos deontológicos son muy importantes, como lo son también los estatutos de redacción, los códigos internos y hasta los defensores del público, agrega Aznar. Las normas pasan a manos de la audiencia, misma que no debe ser complacida, sino bien informada.

Resulta importante que una práctica periodística sea la de sistematizar la información. La mayoría de los periódicos cuentan con bases de datos y proporcionan búsquedas a los usuarios para encontrar noticias en cierto periodo de tiempo, por actor o alguna frase. La recuperación de las notas es por palabras clave. Sería de gran utilidad contar con noticias debidamente clasificadas a fin de poder extraer información temática, como en los grandes campos: político, económico, social, cultural y sus subdivisiones. Cualquier noticia de importancia puede ser acompañada de una investigación de sus antecedentes y posturas de actores importantes. Una línea de tiempo sin duda sería de gran ayuda para una lectura más completa de los acontecimientos. La discriminación y selección de la información, sus antecedentes, su contextualización, el ordenamiento sistemático de las piezas informativas y su reconstrucción en el todo, es un proceso que podemos denominar “defragmentación de la información”. Con esta metodología se puede rescatar el espíritu de búsqueda de la verdad con que todo buen periodista debe contar. La defragmentación de la información y la verificación son un contrapeso al caos informativo, a la inmediatez, al sensacionalismo y a la manipulación. El periodismo debe retomar su verdadero ritmo y su ética con la verdad.

La selección, primero, de los hechos relevantes para la sociedad. Su orden, en segundo momento, para apreciar cómo se tomaron decisiones políticas o económicas, como sucedieron actos pensados o fuera de control, cuáles las reacciones. Todo debidamente clasificado en los temas político, económico, social, cultural, medioambiental, para proceder en un tercer momento a la interpretación lo más objetivamente posible. Abstenerse en un primer momento de opinar, como sucede actualmente en la dinámica de las redes sociales, es un deber del periodista. Estamos llenos de opiniones en el ciberespacio, requerimos periodismo de investigación para aportar más a la comprensión de los acontecimientos. La reconstrucción de historias es la defragmentación de la información, el espíritu cartesiano de descomponer el todo en las partes y reconstruirlo resignificado. No importa, como nunca debió de haber importado en materia de información, la inmediatez. El manejo de la información en nuestra era, si bien es y debe ser acelerado, el ritmo de análisis y comprensión debe permanecer más pausado. Invertir en un segundo y tercer esfuerzo redituará en certezas en la información e interpretación que el periodista comparte con la ciudadanía.

 

Bibliografía

Aznar, Hugo. La autorregulación de los medios, Barcelona: Paidós, 1999.

Bernays, Edward. Propaganda, España: Editorial Melusina, 2008

Castells, Manuel. Comunicación y poder, México, Argentina: Siglo XXI Editores, 2012.

 Garton Ash, Timothy. (2017) ¿En qué consiste el buen periodismo? Revista Nexos, año XIX (220), 8-11.

McLuhan, Marshall. La comprensión de los medios como las extensiones del hombre, México: Editorial Diana, 1969.

Ramonet, Ignacio. El periodismo del nuevo siglo. http://www.cabuenes.org/03/documentos/cursos/globalizacion/bloque2/glob_blq2_04.pdf

Yehya, Naief. Guerra y propaganda. Medios masivos y el mito bélico en Estados Unidos, México: Editorial Paidós Mexicana, 2003.

 

Hugo Augusto, Director de Pulso Glocal.

 

Comprender la comunicación

Por Ángel González. Periodista venezolano.

Una y otra vez, se pueden leer y escuchar loas e himnos a los mecanismos y nuevas tecnologías de comunicación social. Las redes sociales y sus potencialidades son el centro de atención y celebración de los entusiastas del progreso.

Ciertamente, actualmente vivimos el centro de una época revolucionaria en cuanto a la industria tecnológica, no solo en la comunicación, sino en todas las áreas del quehacer humano. Estamos en el auge de la más reciente revolución industrial. Esta situación obliga, por supuesto, el análisis constante y la permanente referencia al movimiento e implicaciones de tal revolución, toda vez que el entendimiento de las condiciones del mundo presente procura el asimiento de la realidad para desarrollar los efectos más provechosos para las personas y las sociedades.

Pero tan indispensable como esto es mantener y alentar así mismo la visión crítica del desarrollo y las consecuencias que sobre la realidad tienen los avances tecnológicos, sobre todo desde el punto de vista de la pregunta por quién controla los beneficios y los productos de la utilización del aparataje industrial que hegemoniza la mediación de las relaciones económicas y culturales. La visión crítica no es más que el establecimiento de criterios de análisis que permitan abarcar todas las implicaciones, casos y consecuencias de la realidad que se estudia o se comenta, sin que se escape alguna dimensión en favor de los interesados en instrumentalizar el progreso tecnológico para fines de dominio social.

La cultura de las redes y tecnologías de información y comunicación ha llevado a algunos a resaltar, de nuevo luego de 50 años, los postulados del filósofo canadiense Marchall McLuhan (1911-1980), autor del famoso libro Understanding Media (Comprender los medios de comunicación, Paidós, 1996). Incluso circulan artículos y notas que lo colocan como "el profeta de la era digital", o "el visionario de la aldea global de la comunicación". De hecho, McLuhan adquirió a pulso su fama de “teórico de los medios”, fue toda una estrella de la intelectualidad de su época y se ganó un puesto en todas las facultades o escuelas de comunicación de nuestras universidades. “El medio es el mensaje”, fue su frase más difundida y repetida. Su tesis llamaba la atención sobre la necesidad de comprender los medios de comunicación ya que estos determinaban no solo el mensaje transmitido, sino que definían los modos de vida y relacionamiento social. Por lo tanto había que comprender los medios de comunicación para poder comprender la sociedad.

Hoy en día, con el auge de las redes sociales y el amplísimo centimetraje periodístico que han acumulado los éxitos de las empresas Google, Facebook, Twitter y similares, así como los relatos que colocan al mundo actual como una especie de “paraíso de la comunicación libre”, parece haberse impuesto la premisa ideológica mcluhaniana que le asigna un poder sobrehumano a los medios técnicos de transmisión de mensajes, convirtiéndolos en objeto de fetiche, idealizándolos al punto de invertir el principio de actividad en el proceso de comunicación para hacer que el elemento dinámico sean las nuevas tecnologías por sí mismas y no el ser humano. Tal encandilamiento conduce a olvidar, o al menos a relegar del centro de atención, el hecho de que siempre, detrás de cualquier aparataje comunicacional, están las personas y los poderes, con sus intereses, sus metas y sus deseos.

Pero para cuestionar el planteamiento de MacLuhan es mejor recurrir a un filósofo venezolano, Antonio Pasquali, quien le dedicó un libro entero como respuesta a la obra cumbre del famoso teórico de los medios. El texto se llama Comprender la Comunicación (Monte Ávila Editores, 1980) y fue publicado una década después de la primera impresión de Understanding Media. Allí Pasquali elabora un tratado acerca del proceso de comunicación humana y rebate la tesis del canadiense que coloca a los medios en el centro del proceso. A esta pretensión la acusa de movimiento ideológico, entendiendo el término ideología desde el punto de vista marxista, que lo define como la construcción de discursiva orientada a sustentar las condiciones materiales del sistema capitalista. Dice Pasquali:

"Understanding Media de McLuhan es la obra más profundamente ideológica y conservadora aparecida en escena desde los comienzos del crecimiento exponencial en Comunicaciones. Su propósito fundamental es el de distraer la atención científica de los vitales ingredientes éticos, políticos, sociales e históricos implicados en los procesos de comunicación social, para reducir el discurso a un elegante ‘análisis de los medios’, centrado además en sus menos comprometedores ingredientes: los semánticos, los estéticos y los tecnológicos. La obra tiende, pues, implícitamente a enterrar el siempre más pertinente análisis sociológico-político sobre controles, contenidos y efectos del mensaje difundido por los medios masivos, que tanto sueño está quitando a los amos y contralores de la gran industria cultural".

Actualmente se tiende a celebrar con euforia el supuesto hecho de que existe una “democratización del acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación y la información”. Según esta idea, todos los seres humanos tenemos la “posibilidad” de manejar algo así como un medio de comunicación y ejercer la función de emisores y ya no solo de receptores de mensajes. A esto se adelantaba Pasquali en su libro, no como “visionario” sino como analista de la realidad social de la comunicación. Explicaba cómo los adelantos tecnológicos, más que democratizar la comunicación, lo que hacían era ampliar la brecha entre comunicadores fuertes y débiles. La verdadera relación de comunicación amerita una relación de igualdad entre un emisor y un receptor que cuenta con todas las condiciones para convertirse en un emisor de la misma categoría. La comunicación debe realizar la categoría kantiana de "Relación" no en términos de causalidad, cuando un mensaje de un emisor privilegiado tiene efectos definitivos en el receptor, sino en la forma de la "comunidad", que es cuando se da la completa retroalimentación de la comunicación y esta ya no es más una relación de "información" sino de intercambio entre iguales.

Precisamente hoy en día se proclama que las redes sociales han logrado establecer este esquema, pero no se trata más que de una falacia. Ciertamente cualquiera puede publicar mensajes en las redes, pero no existe una relación de igualdad entre todos los emisores. La hegemonía de los contenidos sigue estando en manos de los grandes poderes, de las grandes cadenas informativas y de los "influencers" o comunicadores privilegiados cuyos mensajes tienen un alcance brutalmente mayor que un usuario promedio de las redes. La mayoría solo consume lo que aparece en las redes, y tiene la "oportunidad" de expresar que "le gusta" tal o cual mensaje o simplemente "repostearlo", lo que lo convierte más que en emisor en canal de reproducción de los mensajes emitidos por otros.

Otra de las ideas que circulan en torno a este tema es la que plantea que el común de los usuarios o consumidores de información ya no reciben pasivamente los mensajes sino que se relacionan de otra manera con ellos, de una manera más crítica. Esto puede ser cierto, aunque solo en parte, en una sociedad altamente politizada como la venezolana, por ejemplo. Y decimos que es en parte puesto que la audiencia crítica se reduce a un sector determinado de la sociedad, que depende de la calidad del acceso a la tecnología y al medio, y de la relación que tengan con el hecho informativo. En realidad, mucha de la actividad en Twitter y Facebook proviene de personas que se desempeñan como comunicadores sociales, periodistas, artistas, así como políticos y militantes de agrupaciones políticas, empresas e instituciones públicas y privadas. Ellos concentran la emisión de mensajes y la gran mayoría sigue estando en una posición receptiva, en una posición de "consumo de información".

MacLuhan pregonaba que "el medio es el mensaje", que dentro de un medio no podía haber sino "otro medio". A partir de esta figura literaria se propuso rebatir con decisión la tesis de que los contenidos de los medios tienen alguna influencia en la formación de las conciencias y en la determinación de la acción social de la gente. En su libro se encuentran frases como estas: "Los contenidos de estos media pueden variar, pero no ejercen ninguna influencia sobre las formas de asociación humana" (…) "En el estudio de los medios es aconsejable abandonar los juicios de valor, porque no es posible aislar sus efectos" (…) "Al propietario en cambio le interesa más el medio en cuanto tal, y para el resto no va más allá de fórmulas vagas como por ejemplo 'lo que el público quiera'. Ellos saben que los media son un poder y que ese poder poco tiene que ver con el 'contenido'". El señor McLuhan con su "teoría de los medios" sirvió para justificar a los dueños del negocio de la información y el entretenimiento, liberándolos de toda responsabilidad en cuanto al contenido ya que este no tendría ninguna influencia en la población. Más aún, los analistas que se dedican a elaborar sobre las dimensiones sociológicas, políticas y éticas de la comunicación, para MacLuhan ocupan "la opaca posición del idiota tecnológico". Como dice Pasquali, no extraña entonces que nuestro amigo fuese alabado desde los grandes centros mediáticos y sus frases sirvieran de epígrafes para los memorandos de los gerentes de las empresas comunicacionales.

En Venezuela tenemos mucha experiencia en cuanto al rol que juegan los medios de comunicación en la realidad social. No estamos para obnubilarnos ante los descubrimientos y desarrollos tecnológicos. Conocemos la importancia del estudio y la valoración de la comunicación en cuanto tal y no solo el estudio y el aprendizaje en torno a cómo manejar los aparatos e instrumentos comunicativos. La comunicación es el espacio de la política, por eso no hay que apartarse de la crítica de los discursos humanos que circulan por las redes ni dejarse encandilar por el fetichismo tecnológico.

 

Ángel González, periodista venezolano.


Tom Wolfe.

Punto final al viejo nuevo periodismo

 Por: Amanda Mars

Tom Wolfe, gran intérprete de la sociedad estadounidense, muere a los 88 años. Cáustico y brillante, creó escuela con sus artículos y triunfó con 'La hoguera de las vanidades'.

Tom Wolfe, el dandi de traje blanco que revolucionó el oficio de cronista en los sesenta, murió el lunes en Nueva York a los 88 años. Cáustico, brillante, demoledor, narró con audacia la sociedad estadounidense tanto desde la realidad como desde la ficción, con libros de gran éxito (La hoguera de las vanidades o Elegidos para la gloria) y artículos de leyenda. Su agente literario, Lynn Nesbit, informó del fallecimiento a causa de una infección, sin aportar más detalles. Con Wolfe se va uno de los últimos precursores del nuevo periodismo, ese club de reporteros que decidió aplicar a la prensa las técnicas de la novela.

Nació en 1930 en Richmond, la capital del Estado de Virginia, y era nieto de un carabinero confederado. Se doctoró en estudios americanos por Yale y, tras comenzar trabajando de redactor de un periódico de Massachusetts llamado Springfield Union, a mediados de los 60 dio el salto a revistas como New York y Esquire. Se lanzó entonces a explorar nuevas formas de narrativa periodística.

Un reportaje de Gay Talese de 1962, sobre el boxeador Joe Louis, le abrió esa veta: vio que se podían contar las noticias, las historias de las calle, de otra forma. Así comenzó a cultivar unos textos preciosistas en las descripciones, que desarrollaban los personajes y jugaban con el punto de vista. Importó, en definitiva, las fórmulas de la literatura de ficción a la crónica de los hechos. Junto a Talese, Truman Capote o Joan Didion, cimentó un nuevo estilo que plasmó en el libro El nuevo periodismo. En 1987 dio el salto a la ficción con La hoguera de las vanidades, su obra más conocida y aún considerada como la gran novela de Nueva York, que, a partir de un joven triunfador que atropella a un chico negro en el Bronx, cuenta las cloacas de la metrópolis.

Escribía con bisturí y mala sombra. Así diseccionó sin piedad la opulencia cínica de Nueva York en La hoguera, los conflictos raciales de Atlanta (en Todo un hombre) o, ya en su última etapa, descuartizó Miami para hablar de la inmigración (en Bloody Miami). Así se pronunciaba también sobre cualquier asunto político o social de actualidad, mordaz, penetrante. “Un intelectual es alguien que sabe sobre un asunto, pero que, públicamente, solo habla de otras cosas. Y cuando [ Noam] Chomsky empezó a denunciar públicamente la guerra, ¡de repente se convirtió en un intelectual! Aquí un intelectual tiene que indignarse sobre algo”, apuntó en una extensa entrevista con EL PAÍS, en 2005.

Su actitud literaria y vital, de pura sátira, le granjeó críticas y adversarios, como recuerda su legendaria enemistad con el también periodista y escritor Norman Mailer. Wolfe pisó muchos callos. Uno memorable fue el de la crónica de 1970 en The New York Magazine titulada Estas veladas radicales chic, en la que relató cargado de ironía la fiesta que Leonard Bernstein y unos amigos de la crema estadounidense habían organizado en la elegante casa del compositor en Manhattan, un dúplex de 13 habitaciones ubicado en Park Avenue, con el fin de recaudar fondos para los Panteras Negras. El texto destrozó a sus protagonistas y la expresión radical chic se popularizó. Según Wolfe, le empezaron a llamar conservador a partir de entonces. “Muchos me preguntaron: ‘¿Cómo pudiste hacerles quedar mal?’ ¿Yo? ¿Acaso invité yo a los Panteras Negras a mi casa para que me entretuviesen? Lo hicieron ellos, porque pensaron que era muy chic”, decía en otra entrevista en 2014.

 Burla de todo lo establecido

Había crecido en un ambiente religioso y conservador, no tenía problemas en defender su voto a George W. Bush y la decisión de atacar Irak ni en burlarse de todo lo establecido. Llevaba casado desde 1978 con Sheila Berger, que fue directora de arte de la revista Harper, con la que tuvo dos hijos. En los últimos años vivía bastante retirado de los focos en su lujoso piso del Upper East Side, pero nunca, ni en sus últimas apariciones, se le podía ver sin esos elegantes trajes blancos y sombreros, marca de la casa.

La puntuación hiperbólica y el uso histriónico de las onomatopeyas han envejecido peor, pero su forma de narrar la vida, en textos de largo aliento, prolijos en detalles, y aun así llenos de energía, es adorada en las facultades de periodismo, donde El nuevo periodismo sigue siendo un manual de referencia. El nuevo-nuevo periodismo, el que empezaba a adaptarse a la revolución digital, sin embargo, no acababa de gustar a Wolf de los últimos años, quien lo veía sinónimo de prisas y brevedad, incompatibles con su concepción del relato. También abominaba del uso de la primera persona.

Otros cambios sorprendían al viejo Wolfe. En 2013, en una presentación en Barcelona de su libro Bloody Miami, alguien preguntó por una posible independencia de Cataluña. “Si Nueva York tiene un alcalde blanco [Bill de Blasio] casado con una intelectual afroamericana que antes decía que era lesbiana y con un hijo con peinado afro quiere decir que el mundo está cambiando y también os podría pasar a vosotros”, dijo.

Y más sorpresas sacudirían Estados Unidos años después. Tom Wolfe ha muerto con Donald Trump, un personaje tan prototípico de La hoguera de las vanidades, la encarnación pura del yuppie Sherman McCoy, sentado en la presidencia de Estados Unidos. Es un epílogo perfecto para la sátira de Wolfe.

 De El País, España.

¿Qué tiene que decir Marx en el siglo XXI?

Por: Ángel Daniel González

Carlos Marx cumple hoy 200 años haciendo sentir con fuerza su presencia en el mundo. Podemos decir que la obra de este pensador marcó para siempre la historia de la cultura occidental. Todo el devenir de las sociedades europeas y americanas, y en otra medida del resto del mundo, llevan el signo del sacudón ejercido por la crítica de la sociedad capitalista inaugurada por el filósofo alemán. Sus escritos estuvieron presentes en todo el movimiento real de quienes pretendieron fundar sociedades "más allá del capitalismo" y también de quienes elaboraron y reelaboraron concepciones reivindicadoras del sistema social que rige nuestras vidas hasta la actualidad.

Marx fue un filósofo, entendido esto como aquél que practica la filosofía como energeia, tal como lo describiera el venezolano José Manuel Briceño Guerrero en su texto de 1961 Qué es la filosofía: "Esta toma de consciencia, que problematiza lo hasta entonces inadvertido por obvio (…) una reflexión crítica que se enfrenta a los problemas descubiertos y trata de darles una solución inteligible, orientada hacia una interpretación coherente de la totalidad, interpretación que se problematiza a sí misma y trata de justificarse racionalmente". Este hombre, nacido en Tréveris, Prusia (lo que es hoy Alemania) el 5 de mayo de 1818, dedicó la mayoría de su vida a comprender la dinámica del conjunto de las relaciones de producción que caracterizan a la sociedad capitalista, que en su tiempo estaba en pleno auge. De esta manera, desarrolló su trabajo bajo la forma de una "crítica" del régimen social. Descubrió que las "condiciones materiales de vida" de lo que Hegel llamó la "sociedad civil", son las que determinan las relaciones jurídicas y las formas de Estado, así como el conjunto de todas las formas de conciencia social. Y descubrió que la manera de acometer el proyecto de conocer esas condiciones materiales, lo que le permitiría aproximarse al entendimiento del sistema social como una totalidad, era elaborando un estudio crítico de la Economía Política.

El proyecto filosófico de Marx, su producción teórica, se corresponde con lo que Michel Foucault destacó de la actitud de Immanuel Kant, cuando éste escribió en 1784 un pequeño pero elocuente texto llamado Qué es la ilustración. Allí Kant procedió de manera negativa para determinar el momento presente, para identificar "¿qué diferencia introduce el hoy en relación con el ayer?" (Foucault, 1984). Es esta la tarea del filósofo, la construcción de la crítica sobre el momento del mundo que le toca vivir.

Es así que Marx propuso, mediante su propia práctica intelectual, un método para lograr aprehender la realidad social y establecer las formas en que los hombres y mujeres pueden incidir en ella para transformarla, a partir de las contradicciones identificadas entre las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas materiales de la sociedad. Esto es la lucha de clases: la contradicción entre las formas de propiedad de los medios productivos esenciales de la sociedad actual y las fuerzas esencialmente productivas del momento. Así mismo, entendió que "ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar".

Estas palabras de Marx abren el camino para que reconozcamos lo que su obra tiene que decirnos en el siglo XXI. Su método de estudio postula que nuestro modo de interpretación debe adaptarse al mundo social contemporáneo. Como lo comprendieron Antonio Negri y Michael Hardt, "seguir el método de Marx, por consiguiente, implica alejarse de las teorías de Marx, en la medida en que ha cambiado el objeto de su crítica, la producción capitalista y la sociedad capitalista en su conjunto. (Multitud, 2005).

Cuando Marx desarrolló su teoría, identificó que el cuerpo social productivo surgido de la forma central de la producción capitalista de ese momento histórico, el proletariado, tomaba una posición hegemónica entre las otras clases subalternas y merecía entonces el papel de determinar las formas de lucha contra la dominación del capital. La producción entorno a la fábrica permitía y promovía la comunicación y colaboración entre los miembros de la clase proletaria, lo que creaba las condiciones para que esta clase se constituyera en un cuerpo político, a partir del ejercicio de la resistencia contra la explotación. Hoy, el desarrollo de las tecnologías de producción muestra una sociedad cada vez más basada en la comunicación. En el centro del sistema capitalista actual, el modo de producción de caracteriza por el empleo cada vez más central de las tecnologías de la información y comunicación. La producción de discursos, la circulación de informaciones, la divulgación de formas de ver el mundo y formas de vida, juegan un rol central en el proceso de producción del capital. Esto es lo que se conoce como "producción inmaterial" y "trabajo inmaterial". El capitalismo financiero depende las informaciones que circulan y son asumidas como "discursos de verdad", de la forma cómo ciertas maneras de concebir y valorar los hechos sociales se reproducen y se instalan en la conciencia de hombres y mujeres. Hoy cada vez más, el mundo se mueve a través de las dinámicas de la "opinión pública”. La globalización ha permitido el establecimiento de conexiones entre grupos de distintas partes del mundo en torno a las mismas causas. Esto vale tanto para el proceso de producción de las corporaciones como para los movimientos de resistencia y acción política. La comunicación está en el centro de la vida social.

El capitalismo del siglo XXI tiende a establecer procesos productivos que involucran acciones en distintos lugares del globo. La comunicación, la producción y circulación de mensajes, se identifica con el proceso productivo. En estos días, la forma como tal o cual suceso de importancia es entendida y valorada en un país determinado, interesa altamente a la directiva de una empresa cuya sede central está en otro país. El capital establece redes comunicativas a escala global. Y de esta misma forma los seres humanos participamos de estas redes de comunicación; así, somos productivos para el sistema. Hoy este campo de trabajo, esta forma de producción, es la característica y la esencia del modo de producción capitalista. La comunicación es el lugar del "proletariado del siglo XXI". Y como la tendencia empuja a que cada vez "todos seamos comunicadores" y establezcamos redes de difusión y reproducción de discursos, entonces, cada vez, todos estamos llamados a formar parte de la clase que desarrollará su potencial productivo hasta el límite en que la contradicción con las relaciones de propiedad provoquen un cambio revolucionario.

Hoy vivimos este tiempo. Nos acercamos al momento en que Marx señaló que la sociedad capitalista abriría paso al socialismo. La centralidad del trabajo inmaterial requiere de formas colaborativas de producción. La comunicación incentiva y hace necesario el desarrollo de relaciones entre las personas. Y, como dijo nuestro filósofo, "de formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social".

Este entre otros muchos, es un aporte sociológico de suma importancia que Carlos Marx legó a la humanidad. El “viejo topo” demostró con su método que el desarrollo del capitalismo necesariamente conduce a la expansión de las fuerzas productivas, y que estas serán el germen de su propia destrucción. De la acción política de los pueblos, que hoy somos un ejército productivo al servicio del capital, depende que este escenario que llamamos "revolución" signifique el fin de las relaciones de explotación y la inauguración de una nueva época.

De Alainet.


Desafíos estratégicos que impone la cuarta revolución industrial 

Por: Mario Ramón Duarte

Cuando queremos detenernos a pensar solo por un momento las cuestiones atinentes al futuro de la humanidad, la mayoría de ellas tienen que ver o conducen a la parte tecnológica y sus consecuencias, no solo de dispositivos o aparatos electrónicos, sino también de su impacto en la vida de los seres humanos. El tiempo transcurrido es similar a la velocidad del sonido, al querer comprender las cosas que pasan, y mantenerse en un entorno atravesado por una tecnología que avanza a un ritmo frenético, es el verdadero desafío.

La cuarta Revolución Industrial, también denominada Industria 4.0, es el término que se atribuye para definir a la fábrica inteligente que está marcada por la tecnologías digitales, físicas y biológicas. Alemania fue el primer país en establecerla en su agenda de gobierno como “estrategia de alta tecnología”, a esta Cuarta Revolución. El comienzo de esta nueva era nos está anticipando que cambiará el mundo tal como lo conocemos y de hecho ello ya está ocurriendo en diversos aspectos, se trata de un nuevo paradigma de los medios de producción.

La Cuarta Revolución sigue a los otros tres procesos anteriores. Esta vez serán los robots integrados en sistemas ciber-físicos los responsables de una transformación radical, sin ir más lejos un dato más que interesante a tener en cuenta, es que en el mundo ya existen (según la Federación Internacional de Robótica) 1,63 millones de robots funcionando en todo el planeta.- En referencia a Latinoamérica son tres los países que cuentan con unidades robóticas, en primer lugar se halla México (33u), luego Argentina (16u) y por último Brasil (11u).

Por eso, los estados y principalmente los de nuestra región latinoamericana, considerados países en proceso de desarrollo, deben promover la innovación y preparar a las personas para que protagonicen el cambio y se beneficien de las transformaciones. Es necesario entender que las nuevas tecnologías, no son la amenaza en tanto y en cuanto los ciudadanos estén preparados para innovar y que ella se lleve adelante gradualmente. En países como Alemania, Corea del Sur o Suecia, con los más altos índices de robotización, son también los que tienen el mayor empleo industrial estructural y los que mejores pagan salarios y por eso la productividad es clave.

Estamos sin dudas frente a una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos entre los seres humanos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes, ya sea la forma en cómo funcionan nuestras economías, hasta lo que significa el ser humano; no solo debemos contemplar estos cambios sino que debemos dar forma al futuro en que queremos vivir, porque la desigualdad en el ingreso y sus coletazos impactaran de lleno en la Seguridad Geopolítica y en los marcos éticos, por ello es más que imprescindible estudiar y regular el espacio virtual, caso contrario estaremos dando vía libre al uso inadecuado de la internet, dejando en manos de quienes solo la utilizan para delinquir, o en mayor nivel provocar caos en la población mundial.

Solo las ciudades inteligentes podrán sobrevivir, y el elemento clave para llevar adelante esto con éxito es el control del territorio en toda su conceptualización; la compresión de sus límites y recursos es fundamental para garantizar que el mecanismo evolutivo no se detenga. Estas deberán ser capaces de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella, es decir ciudades conscientes de esta nueva etapa. Un ejemplo sería tomar medidas urgentes en: entender eco-sistemas de educación, identificar cuáles conocimientos y competencias serán necesarias, las brechas actuales y las que existirán en el futuro, hacer uso del Big Data para tener una constante retroalimentación entre las necesidades del mercado laboral y las instituciones de la educación, entre otras.

Existen tres razones por las que las transformaciones actuales no representan una prolongación de la tercera revolución industrial, sino la llegada de una distinta: la velocidad, el alcance y el impacto. La velocidad de los avances actuales no tiene precedentes en la historia, y este fenómeno se percibe ya en todos los países del mundo. Se basa, como dijimos, en sistemas ciber-fisicos, que combinan infraestructura física con software, tecnología digital de comunicaciones, es por eso que la internet de las cosas jugará un rol fundamental, ante este nuevo fenómeno mundial.

En el Foro de Davos realizado hace un año atrás, los académicos, al pronunciarse respecto a la industria 4.0, tenían ambiciosos proyectos en mente que hoy muchos de ellos son realidad: nanotecnologías, neurotecnologías, robots, inteligencia artificial, biotecnología, almacenamientos de energías, drones, impresoras 3D, entre otros que hoy ya son parte cotidiana de la vida de los seres humanos. Un ejemplo de ello en el área de la nanotecnologia, es la apuesta que se está realizando sobre un nuevo material llamado Grafeno, es una sustancia compuesta por carbono puro, con características realmente novedosas, su lamina de 1 M2 tiene un espesor de 0.77mm, es 200 veces más fuerte que el acero y 5 veces más liviano que el aluminio. En Suramérica, Brasil tomó la posta con el primer centro de investigación de este material en San Pablo y se encamina a poner en funcionamiento la primera industria de Grafeno en Suramérica.

Otro factor clave para que los países puedan sumirse de lleno en esta nueva revolución con posibilidades de éxito es la capacidad de innovación y adaptación, en palabras simples seria pasar de una economía de bienestar a una tecnología de bienestar. Pensar un nuevo contrato social es una imperiosa necesidad, principalmente para Latinoamérica, y dentro de los puntos claves y primordiales sobre los que debe girar es la inclusión social.

El futuro empleo estará hecho de trabajos que no existen, en industrias que usan tecnologías nuevas en condiciones planetarias que ningún ser humano ha experimentado. Si bien se avecinan tiempos tormentosos, la creatividad siempre va a ser irremplazable, y las habilidades blandas van a ser sumamente importantes en las nuevas tecnologías.

El Director del centro alemán de investigación de Inteligencia Artificial señaló que la robotización de la economía no significara una total desaparición de empleos, y agregó que “los robots tienen una gran capacidad lógica y de gestión del Big Data, pero la inspiración, la intuición y la creatividad quedan lejos de su alcance”.

Todas las cuestiones enunciadas precedentemente ponen en vilo a gran parte de la población mundial, y con razón porque aún se halla a la espera de las consecuencias de este ciber-modelo, del cual se espera las mejores respuestas a las demandas actuales. El entusiasmo no es injustificado, estas tecnologías representan avances asombrosos. Pero el entusiasmo no es excusa para la ingenuidad y nuestra historia está plagada de ejemplos de cómo la tecnología, pasa por encima los marcos sociales, económicos, legales, éticos y políticos, que necesitamos para hacer un buen uso de ella.

En el juego del desarrollo tecnológico, siempre hay perdedores. Y una de las formas de inequidad que más preocupa es la de los valores.

Es por ello que recomiendo la lectura un artículo que escribí el pasado mes de enero de este año en el sitio digital ALAI, donde hago mención a la imperiosa necesidad de tener más temprano que tarde un marco regulatorio del ciberespacio, porque en la actualidad la internet no cuenta sino con reglamentaciones precarias e inconclusas, con muchos baches a nivel mundial, contando solamente con un convenio-tratado al cual algunos países recién empiezan a suscribirse. Este vacío da lugar a delitos criminales cibernéticos, al abordar el tema de la cuarta revolución industrial que tratamos en este artículo se ve la necesidad de un marco regulatorio acorde a los tiempos actuales, que tenga como eje al ser humano sujeto de derechos y obligaciones, sin este marco la revolución será incompleta y solo para unos pocos, ensanchado aún más la brecha que hoy divide tristemente a la humanidad.

Resumiendo, la inteligencia artificial, la automatización, la realidad virtual y la robótica están aquí, y como lo expresé al comienzo del artículo avanzan a un ritmo astronómico, nada es permanente, ya que estamos evolucionando todos los días a un ritmo que se multiplica a perpetuidad. Pero tengamos en cuenta un dato muy importante: si trabajamos, nos adaptamos o innovamos y asumimos seriamente que el mundo cambió para siempre (los avances tecnológicos han creado más puestos de trabajos de los que se han destruidos) hoy en día hay una agenda de futuro muy atractiva e inspiradora.

La carrera tecnológica está en marcha, seamos artífices de ello, capital humano sobra, estemos a la altura de las circunstancias, y vayamos en busca de un futuro que cambie nuestra realidad por el bien de las nuevas generaciones.

 

Fuentes consultadas

Dr. Mario Ramón Duarte

Abogado. Juez de Faltas – Corrientes – Argentina. Especialista en Derecho Municipal de Faltas y Contravencional. Investigador/Consultor Seguridad. Integrante Equipo Dossier Geopolítico/Cees


Publicado en América Latina en movimiento (https://www.alainet.org)

Rossana Reguillo, antropóloga mexicana: 

“La oposición al retorno fascista pasa por Twitter y Facebook, pero ellos hacen su chamba por WhatsApp”

 Por Diego Milos S. 

 

Lleva décadas estudiando las culturas juveniles latinoamericanas, con mucho trabajo de campo en centros urbanos −y últimamente, en redes sociales− que la ha convertido en una académica y activista de creciente popularidad en su país. 

Sumamente crítica del actual estado de cosas, sostiene que a los jóvenes se los está sometiendo a una tormenta de precariedad, miedo y desencanto muy difícil de sortear. Pero que ellos, sin embargo, están oponiendo resistencia, fenómeno que hoy sigue desde el laboratorio SignaLab, en Guadalajara, dedicado al estudio de las culturas digitales juveniles. A días de viajar a Chile para participar en el festival Puerto de Ideas Valparaíso, y mientras la llegada de la caravana de migrantes “ha revelado el rostro más racista de México”, la antropóloga conversó con The Clinic sobre las batallas políticas y culturales en curso.

 La caravana de migrantes que avanza desde Centroamérica a Estados Unidos es un fenómeno nuevo y muy impresionante. ¿Crees que las ciencias sociales tienen herramientas para explicar lo que está pasando?

−Pero si lo hemos venido diciendo. Yo hice muchos trabajos en Centroamérica y otros colegas centroamericanos han hecho estudios brillantes sobre la violencia en esos lugares. Esta caravana, que parte de Honduras, tiene dos razones fundamentales. La primera es la intervención norteamericana y el apoyo que le dio Hillary Clinton [como canciller de Obama] a los tipos que tienen al país en la miseria absoluta, y en la violencia social e institucional, y que están en la más completa impunidad. La segunda es que el 3% de las familias ricas de Honduras posee el 80% de los recursos del país. Esta caravana es hija del extractivismo puro. Tienes mineras canadienses a tajo abierto que incluso contratan sicarios para desaparecer a defensores de la tierra, como fue el caso de Berta Cáceres. Entonces claro que tenemos herramientas y discursos para explicar esta caravana, ¡y además probadísimas!

Hace poco llegaron a México. ¿Cómo se está viviendo el problema desde allá?

−Bueno, es un éxodo masivo nunca antes visto en América Latina. Y es una crisis humanitaria de la que no sé cómo vamos a salir librados, ellos y nosotros, porque quizás qué locura sea capaz de cometer Trump. La caravana además ha revelado el rostro más racista de México, hay gente que ha reaccionado como los peores trumpistas frente a los migrantes, incluso frente a los mexicanos que se han sumado en el camino. Ese discurso de odio, ¿no?, que está poniendo a circular gente como Bolsonaro y que está calando hondo en los imaginarios. Algo muy hondo se rompió. Vamos a ver si López Obrador logra colocar en México un contradiscurso a todo esto.

¿Qué es eso que se rompió?

−Es lo que quisiera saber. No tengo una respuesta. Lo discutíamos en Princeton hace una semana, les decía que mi preocupación parte de que haya fracasado el socialismo pero luego también lo haya hecho el capitalismo, marginando y empobreciendo a quienes más les prometió, estas clases blancas pobres que son las que han radicalizado los odios. La gente está muy enojada, con heridas muy profundas, y gente tan loca como Trump logra sacar esos demonios. Trump no inventó a sus votantes, esos votantes estaban ahí y él supo canalizarlos, porque supo canalizar su odio. Y es lo que pasa también con Bolsonaro. 

Son como la bomba que nos está explotando en la cara.

−O la bomba que siempre está a punto de explotar y no termina nunca de explotar. Es una cosa terrible.

Y esta ultraderechización también incluye a muchos jóvenes. Se ha visto sobre todo en Europa, pero ahora está apareciendo en Sudamérica.

−Sí, es una derechización de la sociedad en su conjunto de la que numerosos jóvenes participan, como los que salieron a protestar contra el aborto legal. Ahí están los rostros más conservadores y derechizados. Pero también está el caso de México, con la reciente elección de López Obrador. Esta fue una elección histórica y hay grandes sectores muy esperanzados con este gobierno, que es de centro, no es nada del otro mundo, pero puede representar una llegada de aire fresco a un país que ha sido gobernado por esta bola de corruptos impunes durante tantos años.

Uno de los muchos defectos que les achacan hoy a los jóvenes es que no tienen conciencia política y están desvinculados de los problemas centrales de la sociedad.

−Pues no es así. La sociedad en general y la prensa en especial tienen un enorme problema para ver y entender las distintas culturas políticas de los jóvenes. Por ejemplo, cuando irrumpió el movimiento #YoSoy132, que en 2012 puso en jaque a las comunicaciones de Peña Nieto y terminó por politizar a la sociedad incluso más allá de México, muchos comentaristas se declararon sorprendidos de que los jóvenes mexicanos despertaran, como si hubieran sido unos amentes completamente dormidos. No aparecieron así de la nada, han estado en la micropolítica de la vida cotidiana todo el tiempo, y en sus luchas por los derechos reproductivos, o indígenas, o por la agricultura orgánica o por la paz. Y en estas grandes coyunturas se vuelven muy visibles. Lo que a mí me emociona y me mantiene con un cierto optimismo, es que veo mucha actividad de jóvenes en frentes clave, como la libertad de expresión, las comunicaciones o el medioambiente. Y con un posicionamiento hacia la izquierda, que por cierto no implica una garantía de que esto va a ser miel sobre hojuelas.

Tienen intereses que uno asocia a la izquierda, pero tal vez ellos no se identifican con la izquierda.

−Sí se califican como gente de izquierda, clarísimamente, y con un discurso muy bien articulado de derechos sociales y de libertades. Es la generación que que está pisando ya los treinta años y que viene de #YoSoy132, del proceso de luchas con las Escuelitas Zapatistas. Es una generación muy bien equipada intelectualmente y muy experimentada en la calle, y eso es muy bueno.

Pero les cuesta llevar esa experiencia a la política institucional, ganar elecciones, etc.

−Bueno, ahí hay un riesgo, porque son prácticas muy distintas. Muchos van a permanecer en sus espacios de resistencia cotidiana, pero otros –a algunos los conozco y aprecio mucho–  van a entrar en la lógica de que tal va a ocupar o entrar a tal puesto, porque esos espacios son campos minados. Fue lo que le pasó a la gente de Podemos, o del Polo Democrático en Colombia: pues llega un momento en que se plantean la “gestión” del poder y eso a mí me preocupa, porque tiendo a ser bastante anarquista, y cada vez más con el paso del tiempo.

Hablas de los frentes de izquierda, pero no del Estado como un espacio político en disputa.

−Es que México no tiene esa tradición como la chilena. La izquierda acá ha tenido tres grandes frentes: por un lado el zapatismo, que tiene que ver más con los derechos de los pueblos originarios, luego hay una izquierda intelectual muy dispersa y finalmente está la que se institucionalizó muy tempranamente, como el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Algo como una Unidad Popular en México no ha habido. Ojalá surgiera algo así. Lo más parecido vino del terremoto de 1985, en que la sociedad civil emergió con una fuerza enorme y surgieron todos estos movimientos urbanos y populares, pero el PRI –que es más rápido que las ratas– inmediatamente los fagocitó. Como sea, estamos en un momento muy interesante. Espero que López Obrador y su gente estén a la altura del movimiento social que los llevó hasta allí.


TORMENTA DE PRECARIEDAD

En la presentación que hace Puerto de Ideas de tu conferencia sobre los jóvenes  latinoamericanos, se habla de una tormenta “que engulle sus cuerpos y los vomita”. ¿Qué es esa tormenta?

−Es lo que hablábamos al comienzo: la crisis que ha producido la aceleración neoliberal, con sus extremos de acumulación del capital y extractivismo depredador. Porque los jóvenes son los cuerpos con que se alimenta esa maquinaria. Y el Estado, mientras tanto, ha reculado su brazo social pero ha levantado su brazo punitivo y policíaco, lo que en América Latina sucede como respuesta a la “desafiliación juvenil”, a su dificultad para integrarse al funcionamiento de estos engranajes. Cuando a los jóvenes se les hace responsables de sus biografías –y del fracaso de sus biografías− con toda esa narrativa culpabilizadora de que no consiguen trabajo porque son tontos o son flojos, lo que se hace es apartar la culpa de las instituciones y del modelo socioproductivo que nos hemos dado.

Eso de que no consiguen trabajo se mezcla con la sensación de que los jóvenes están llegando muy tarde a la vida adulta.

−A mí también me parece dramático que en América Latina la edad para salir del hogar esté superando los treinta años. ¿Pero eso ocurre porque no quieren trabajar? No. Ocurre porque las condiciones del mercado laboral que a mí me permitieron salir de casa a los 19 años ya no existen. Lo que experimentan muchos jóvenes hoy en América Latina y en el mundo no es producto de sus decisiones, sino de una falla social y económica brutal.

¿No compartes los diagnósticos de que los padres están fallando en el proceso de crianza?

−Prefiero no meterme en esos territorios. Me interesan, pero yo no hago psicología y no creo que sirva pensar esto en términos de modelos de educación, porque es un problema sistémico. Si nos quedarnos en el territorio que está trazando tu pregunta, podemos terminar acusando a una madre que tiene que trabajar doce horas al día y siete días a la semana para mantener a su familia. Lo que yo trato de hacer visible, de desnudar, es el funcionamiento del poder político, del poder económico, del poder militar y del poder policíaco que nos tienen viviendo al borde de nosotros mismos.

Usas el concepto de “precariedad subjetiva” para referirte a la autopercepción negativa y a la inseguridad que genera en los jóvenes este panorama social. ¿Es un malestar compartido por las distintas clases sociales? 

−En indudable que hay una angustia existencial generalizada por la ausencia de rumbo de esta sociedad, pero al hablar de “precarización subjetiva” me estoy refiriendo a la realidad que enfrentan los jóvenes en situaciones económicas vulnerables, no me sirve para entender a los jóvenes en privilegio. Porque si te enfocas en los sectores pobres, lejos de poder afirmar que la entrada de los jóvenes al mundo adulto se está posponiendo, te vas a dar cuenta de que la entrada al mundo adulto es sin tránsito. Son los otros los que se alargan en los estudios universitarios, los doctorados y los posdoctorados hasta no sé dónde. En un trabajo que hice para la primera Encuesta Nacional de Juventud que se aplicó en el 2000 en México, ya se podía ver muy claramente una separación entre dos Méxicos: un grupo de jóvenes precarizados, desconectados, viviendo la vida cotidiana como una gran adversidad, y otro grupo de jóvenes con conexiones y soportes institucionales. Esa brecha se ha agravado en América Latina en los últimos años. En el caso chileno, la deuda que tienen los estudiantes es tremenda.

 

BATALLAS DIGITALES

En los últimos años te pasaste del trabajo de campo en espacios urbanos al estudio de las redes sociales. ¿Por qué? 

−Fue una forma de seguir estudiando a los movimientos de los jóvenes. Era cada vez más que evidente que sus formas de agrupación, y los medios por los cuales construyen su subjetividad política, se estaban transformando, debido a la apropiación crítica de internet y de lo digital, en Twitter o Facebook. Y aprender a hacer análisis de redes ha sido fascinante pero también un desafío enorme, porque a estas alturas de mi vida he tenido que estudiar cosas que estaban muy lejos de mis preocupaciones. Hasta tuve que estudiar código, para poder articular preguntas antropológicas o cualitativas con herramientas como minería de datos o Big Data. Creo que es muy importante entender que lo digital no es diferente a nuestra vida off-line. Hay una continuidad entre ambas realidades y muchas de las discusiones contemporáneas clave están pasando por ahí.

También usas mucho las redes como espacio de activismo, y tienes disputas con pares intelectuales. ¿Eso también te ayuda a entender cómo funcionan?

−Por lo menos me acerca a entender procesos que a muchos de mis colegas les quedan muy lejos, porque no están presentes en las redes.

¿Como cuáles?

−¿Cuáles procesos o cuáles colegas? 

Cuáles procesos.

−Por ejemplo, lo que está pasando con Bolsonaro. La discusión que da la oposición a este retorno fascista está pasando por Twitter y Facebook, pero ellos están haciendo su chamba en los grupos cerrados de WhatsApp. 

¿La academia se está quedando un poco rezagada?

−Y fíjate… sí. Por un lado, la gente más directamente involucrada en estos temas viene de las ciencias matemáticas o físicas, y les cuesta trabajo hablar con nosotros, los científicos sociales. Y a la vez, hay una resistencia de las ciencias sociales y de las metodologías cualitativas para aproximarse a estos fenómenos de Big Data. Creo que es tan serio lo que está pasando ahí que no podemos dejarlo en manos solamente de ingenieros, y no porque no tengan capacidad, sino porque hay que hacer la pregunta cualitativa, la pregunta política, subjetiva, por el sentido, por los imaginarios que se están movilizando.

Juntar las dos cosas implica una mezcla bastante ecléctica entre las “ciencias duras” y las sociales.

−Y al principio fue complicado entendernos, porque pensar el lenguaje en código de programación es muy distinto a pensarlo en términos de subjetividad social. Pero ahora en el laboratorio tenemos una convivencia cotidiana de jóvenes becarios y becarias, donde oyes hablar al nanotecnólogo con la artista visual y ves que construyen cosas de una gran creatividad. En este momento estamos tratando de generar una teoría para distinguir cómo funcionan las disputas orgánicas en Twitter y las inorgánicas, que son las que están intervenidas con bots, trolls, etc. Como dices, no se trata de interdisciplinariedad entre saberes afines, sino entre los más lejanos: lo que tenemos que hacer es juntar la sociología con la biología o con la matemática. No va a ser sencillo, pero va a ser fundamental si queremos un conocimiento que dé cuenta del mundo actual. 

Cuando estudiaste las cuentas de blogs, decías que los jóvenes se posicionan desde un “Yo autor”, con sus propias formas de interpretar la realidad. Hoy al parecer tiene más presencia el “Yo imagen”, en Facebook o Instagram. ¿Hay ahí un viraje hacia el narcisismo o un retroceso de los discursos más comprometidos políticamente? 

−El mundo de Instagram no lo he estudiado bien todavía, pero creo que la selfie puede representar muchas cosas. Además, cada red tiene una gran diversidad de lógicas y usuarios. Si haces un recorrido por Instagram sin ton ni son, vas a ver mucho autoelogio, pero si buscas entre los estudiantes en Nicaragua, tienes usos políticos, y de todo menos individualismo. En el laboratorio creamos una herramienta para crear bancos de imágenes y de seguimiento de hashtags que nos ayuda a detectar esas cosas. Y claro, la propia lógica de Instagram hace más fácil que llegue gente más posera, pero eso ha existido siempre. Y no se puede generalizar. Ese ha sido mi pleito a lo largo de toda la vida:. Yo no digo que los jóvenes por ser jóvenes sean maravillosos, chidos, buena onda y democráticos. Al revés, pensar en esos términos es muy riesgoso. Pero hay que hacer análisis situados para entender bien estas cosas. Y al hacer esos análisis, hoy veo mucha efervescencia cultural entre los jóvenes y veo también una capacidad de resistencia −muy variable, por cierto− a las imposiciones del capital.

Al hablar de esa resistencia pones el énfasis en la creatividad, a contrapelo de los rasgos juveniles que suelen subrayarse: los patológicos, la depresión, o los destructivos, como la violencia en las manifestaciones. ¿Cuáles son esas resistencias creativas?

−Bueno, basta ver la batalla en las redes sociales, el lenguaje del meme se ha convertido en un espacio contundente de crítica política que no se puede no ver. Y hay colectivos de artistas, poetas, cantantes, que articulan su práctica artística con su práctica política en internet, eso no es nuevo. No sé muy bien a qué te refieres con resistencias destructivas, pero hay que hacerse la pregunta por la autoridad moral desde donde uno puede criticar que rompan unos vidrios durante una marcha, cuando este sistema se los está engullendo completos. Yo creo que bastante bien portados son para cómo está la situación del mundo.

 

De Theclinic.cl