La CONFIRMACIÓN (del lat. confirmatio: fortalecimiento, consolidación) junto con el Bautismo y la Eucaristía, es uno de los tres sacramentos de iniciación de la Iglesia Católica. Así como en Pentecostés el Espíritu Santo descendió sobre la comunidad de los discípulos reunidos, el Espíritu Santo viene también sobre cada bautizado que pide a la Iglesia el don del Espíritu Santo. Este sacramento le afianza y le fortalece para dar testimonio con la vida en favor de Cristo.
Es el Sacramento que completa el Bautismo y en el que recibimos el don del Espíritu Santo. Quien opta libremente por una vida como hijo de Dios y bajo el signo de la imposición de las manos y la unción con el Crisma pide el Espíritu de Dios, recibe la fuerza de ser testigo del amor y del poder de Dios con sus palabras y obras. Es entonces un miembro pleno y responsable de la Iglesia católica. [CIC, 1285-1314]
¿QUIÉN PUEDE RECIBIR LA CONFIRMACIÓN?
Todo cristiano católico que ha recibido el Sacramento del Bautismo que está en «estado de gracia», tiene la intención de recibirlo y se compromete a prepararse para el compromiso que implica, puede ser admitido a la Confirmación. [CIC, 1306-1311, 1319]
¿QUÉ SUCEDE EN LA CONFIRMACIÓN?
En la Confirmación el alma de un cristiano bautizado queda marcada con un sello indeleble que sólo se puede recibir una vez y que marca a esta persona para siempre como cristiano, le confiere el don del Espíritu Santo y lo configura como «testigo» de Cristo. [CIC, 1302-1305, 1317]
Recibir el don del Espíritu Santo implica recibir sus dones: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Con ellos «dota» el Espíritu Santo a los cristianos; es decir, más allá de sus disposiciones naturales, él les regala unas fuerzas determinadas y les da la oportunidad de convertirse en instrumentos especiales de Dios en este mundo. [CIC, 1830-1831, 1845]
La Iglesia recomienda que, en la medida de lo posible, tenga el confirmando un padrino o madrina (convenientemente el del bautismo), con capacidad para esta misión e intención de desempeñarla.
El padrino o madrina debe ser católico, estar confirmado, recibir regularmente el santísimo sacramento de la Eucaristía y llevar, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir. (CDC 872-874)