H U A Y N A - C A P A C J.

H U A Y N A - C A P A C

Luego de vencer la valerosa y heroica resistencia de los Huancavilcas, pudo finalmente Huayna-Cápac subyugar a este pueblo que desde los inicios de la conquista de los Incas había logrado mantener su independencia, rebelándose incluso contra el juramento de sumisión que habían hecho a Tupac-Yupanqui.

Y así, el poderoso Huayna-Cápac, envuelto en cólera avanzó al frente de sus huestes vencedoras para aniquilar totalmente a los Huancavilcas.

«¡Desgraciados Huancavilcas!

¿Cómo aplacar la justa cólera del Inca?

Comprendiendo que no podrían contrarrestar el poderoso empuje de sus tropas, sálenle al encuentro, en embajada de paz. La componen los jefes y sacerdotes de cada tribu, una centena, llevando, de avanzada, una legión de plañideras que, en yaravíes, acompañados de lamentos, confesaban la falta pasada y suplicaban la compasión del augusto príncipe, asegurándole, de nuevo, leal tributo.

Le tropezaron en los campos de Yaguachi. Los imperiales, hicieron alto al divisar la embajada y formaron alas para darle acceso hasta su ilustre jefe. Con la cabeza pegada al pecho, avanzaron hasta él, luego, postráronse a sus plantas, tocando el polvo con la frente. Entonces, una india joven y bella, púsose de nuevo en pie, y con lágrimas en los ojos y en discurso cortado por los sollozos que brotaban de su pecho, díjole así:

-¡Oh Gran Señor, depón la saña que revelas en el rostro y óyeme. No en vano te proclaman tus súbditos, en mil lenguas distintas, Huac-Chacuyac (Amador de Pobres). Disípese tu ira y enojo, malos consejeros cuando se trata del castigo. Advierte que vas contra tu misma clemencia y piedad, y que, los rigores que extremes hoy con un pueblo que se acoge a tu magnanimidad, han de quitarte el sueño mañana. Ten lástima de estos pobres de juicio, pues, sabes, que es la mayor pobreza y miseria de las humanas, y, aunque ellos no lo merezcan, acuérdate de ti mismo, que eres hijo del Sol; no permitas que un arranque de violencia manche tus glorias pasadas y presentes, por ejecutar un castigo inútil, derramando sangre de gente rendida. Reflexiona que, cuanto mayor sea la falta, tanto más resplandece la piedad y la clemencia. Muéstrate digno de tus antecesores, que siempre se preciaron de ellas. Yo te imploro, por quien eres, perdones a estos pobres; mas, si no te dignas acordarme esta petición, a lo menos, acuérdame, pues soy hija de esta provincia, que te ha enojado, ser yo la primera en quien caiga el hacha de tu justicia, porque no vea el exterminio de los míos.

El Inca quedó asombrado ante arenga tan conmovedora, sus naturales instintos pudieron más que su enojo; no en vano llamábase el Magnánimo. Reflexionó un rato, levantó pausadamente la mano y la dejó caer sobre la cabeza de la joven, que permanecía rendida ante su trono.

-Levanta, hija, eres la salvadora de tu pueblo. Bendígate eternamente en sus cantares; seré benigno y justo con los culpables.

Y, en efecto, lo fue. Perdonó la vida a todos, contentándose con hacer reunir a aquellos que habían sido autores y ejecutores de la muerte de sus ministros, y después de echarles en cara su traición, ordenó que fuera degollada la décima parte de ellos, para lo cual les hizo echar suerte, porque no hubiese quien dijera que con rencor había elegido a los más odiosos. Así mismo, mandó que los caciques y nobles, se sacasen, ellos y sus descendientes, para siempre, dos dientes de arriba y dos de abajo, en testimonio de que habían mentido en el juramento de vasallaje, hecho a su padre Tupac-Yupanqui».

J. Gabriel Pino Roca «Leyendas, Tradiciones y Páginas de Historia de Guayaquil»