FRAGMENTO A B D O N C A L D E R O N

A B D O N C A L D E R O N

¿Cómo se llama aquel oficial a quien, en unas parihuelas, conducen sus soldados malherido, exánime y cubierto de sangre? ¿Quién es aquel joven, cuyo rostro desencajado por el dolor aún se esfuerza por sonreír? ¿De quién son aquellas palabras entrecortadas que averiguan si la victoria ha sido conseguida y, al saberla afirmativa, exclama con renacientes fuerzas: «¡Bendito sea Dios! ¡La Patria es libre! ¡Ya puedo morir en tranquilo!»? ¡Quién, sino el heroico abanderado del Batallón «Yaguachi», que a pesar de cuatro graves heridas sucesivas no ha querido retirarse del combate y ha permanecido en la montaña, alentando a los suyos en medio del dolor que aniquila sus músculos, jóvenes aún de diez y siete años?

Y ahora, ¿por quién están doblando las campanas de Quito, con lúgubres sones en la madrugada del 29 de mayo de 1822? ¿Por quién bajan a media asta las banderas en edificios públicos y privados? ¿Por quién se colocan negros crespones en balcones y puertas? ¡Ha muerto el heroico abanderado del Pichincha: los médicos del Hospital de la Misericordia no han podido salvarle! ¡Ante Sucre, que acudió a visitarle, ha recordado el martirio de su padre, el coronel Calderón; ha enviado postrer adiós a su madre, doña Manuela Garaicoa; ha recordado a Cuenca, donde nació, y a Guayaquil, donde estudió y se consagró a la libertad; ha pedido perdón al Dios de las batallas por las faltas que pudo haber cometido en su corta vida! Y murió en Quito. No pudo sobrevivir cinco días a la batalla que regó 40 cadáveres realistas y 200 patriotas en los declives del Pichincha. Pero murió como un héroe: su cadáver mostraba, como flores de sangre, las cuatro heridas con que las balas enemigas hicieron voraz impacto en su cuerpo; rotos estaban, además, los huesos de uno de sus brazos; fracturado el fémur.

¿Qué documento es ése que Bolívar firma en Quito, días después, en el antiguo Palacio de Carondelet? ¡Es el póstumo ascenso a capitán del teniente abanderado del Yaguachi!

¿Qué dicen los soldados de aquel batallón, desde entonces, al pasar revista diariamente? ¡Con patriótico fervor repiten palabras que el Libertador ordenara!:

-»¿Capitán Abdón Calderón?»

-»¡Murió gloriosamente en Pichincha, pero vive en nuestros corazones!»

Fragmento de la Conferencia pronunciada por el Dr. Jorge Salvador Lara el 16 de mayo de 1972, en el Salón de la Ciudad, con ocasión de celebrarse el Sesquicentenario de la Batalla del Pichincha.