Qué pasa
si no leo?
Es fundamental que los docentes de distintas asignaturas reconozcan el rol modelo que tienen en la incorporación progresiva de los estudiantes en la cultura escrita.
“Si bien se tiende a asociar el desarrollo de la lectura con la asignatura de Lenguaje y Comunicación, lo cierto es que, por su carácter transversal, los docentes de las diversas asignaturas también son fundamentales a la hora de brindar experiencias y oportunidades múltiples de lectura”.
Hay un dicho que puede servirnos para empezar este artículo: “Cura Gatica, predica pero no practica”. Este dicho popular plantea una exigencia, o más bien, algo que se espera como mínimo, pero que muchas veces, lamentablemente, no se da: que la palabra vaya acompañada de actos que sean coherentes. Ser una persona “de palabra” significa que sus actos pueden deducirse de sus dichos, que no habrá entre ellos una diferencia que lo haga caer en contradicción.
Ahora bien, no es que pidamos no ser contradictorios: todos somos, como bien dijo Nicanor Parra, embutido de ángel y de bestia. Sin embargo, en el periodo de formación de los estudiantes, es importante que exista cierta coherencia entre los valores y principios que se enseñan y el comportamiento de quienes los encarnan a sus ojos.
En la incorporación del niño en la cultura escrita, el rol de los adultos es fundamental. Muchas veces, es a través de los padres que el niño tiene su primer acercamiento con narraciones orales, la lectura en voz alta, o con libros. En otras, será un adulto, del círculo familiar o escolar, el que hará alguna recomendación que acercará al niño a los libros. Las distintas experiencias y encuentros en torno a la lectura van configurando una disposición hacia la cultura escrita. En la medida en que esas experiencias y encuentros, a lo largo del desarrollo del niño, sean diversas y ricas, este tendrá mayores oportunidades para aprender a desempeñarse en la cultura escrita en el futuro.
En cambio, un niño que crece en un entorno en que no se valora la lectura, verá reducidas esas oportunidades y tendrá mayores dificultades para convertirse en un lector autónomo y crítico.
Es la escuela la que puede nivelar las diferencias debidas al contexto de origen del estudiante. Esto implica que esas oportunidades de lectura deben ofrecerse a lo largo de toda la formación escolar del niño, experiencias de distinto tipo y con variados tipos de texto.
El rol de los docentes como mediadores de la lectura
Los docentes, por su rol formador, son fundamentales en este proceso. Ellos representan, para el estudiante, modelos de lectura o, en otras palabras, modelos de cómo relacionarse con la cultura escrita. Si bien se tiende a asociar el desarrollo de la lectura con la asignatura de Lenguaje y Comunicación, lo cierto es que, por su carácter transversal, los docentes de las diversas asignaturas también son fundamentales a la hora de brindar experiencias y oportunidades múltiples de lectura.
A esta actividad de brindar instancias motivadoras de lectura se le llama “animación a la lectura”, mientras que la persona que participa en actividades que acerquen a los estudiantes a la lectura, con objetivos definidos, se considera un “mediador de la lectura”.
Los docentes son, entonces, mediadores de la lectura. Un docente que no lee, o que no habla de la lectura, que no brinda oportunidades de lectura motivadoras o experiencias de acercamiento a la cultura escrita, falla como mediador de la lectura. Su estudiante no habrá tenido el modelo lector que tanto necesita para ir aprendiendo las complejidades de leer y escribir en la sociedad. En cambio, el docente que se asume como mediador de la lectura toma la iniciativa: conversa con las familias de los estudiantes para hablarles sobre la importancia de leer, comparte sus lecturas, tanto entre sus pares como con los estudiantes, e incorpora actividades de lectura diversas, así como una gran diversidad de textos, que le permiten ser un aporte en el largo camino formativo de los estudiantes. Estas actividades se enfocan en preparar a los estudiantes en la interpretación y conversación sobre los textos, aprendiendo a relacionar lo leído con distintos contextos y experiencias, siempre apoyándose en evidencias de lo leído.
Meek, Margaret. En torno a la cultura escrita. Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2004.
Mineduc. La Comunidad que lee. Guía de uso de la biblioteca escolar CRA y la biblioteca de aula. Mineduc, Santiago, 2015, p. 36.
FUENTE: http://www.educarchile.cl/ech/pro/app/detalle?id=227853&utm_source=mailing&utm_medium=Email&utm_content
YO LEO, TÚ LEES, ÉL LEE…
NOSOTROS LEEMOS
Los comienzos de un lector, una experiencia personal
Febrero, 2016.
“La lectura es una de las actividades más importantes y útiles que el ser humano realiza a lo largo de su vida. En primer lugar, la lectura, del mismo modo que todas las restantes actividades intelectuales, es una actividad exclusiva de los seres humanos, únicos seres vivos que han podido desarrollar un sistema intelectual y racional de avanzada. Esto quiere decir que la lectura es una de aquellas actividades que nos define por lo que somos frente al resto de los seres vivos. La lectura es una actividad que por lo general comienza a adquirirse muy lentamente desde temprana edad y se mantiene de por vida, es decir que no se pierde con el tiempo”. http://www.importancia.org/lectura.php
Llegaron a mis manos las primeras revistas de caricaturas, llenas de colores, dibujos y episodios divertidos. Recuerdo a "Pato Donald", "Tribilín", "Disneylandia", "Variedades", "Tío Rico", "Tom y Jerry"… luego vendrían "Tarzán", el "Llanero Solitario", "Batman", "Superman" y tantos otros héroes olvidados por un largo tiempo, hasta que la TV y el cine los revivieron. Todos ellos se unieron para transformar a ese lector de imágenes en un lector de palabras.
Al ingresar al colegio, leer el silabario Hispanoamericano no fue más que una rutina, pues mis silabarios verdaderos, los de las revistas infantiles a las que se sumarían en su tiempo “Barrabases” y “Condorito”, habían anticipado la tarea.
En la Básica, en ese tiempo llamada preparatoria, descubrí el tedio de la educación formal. Y decidí salir a recorrer el mundo ("cimarras" de por medio), descubriendo un lugar de cobijo, un sitio misterioso, silencioso, que despertó mi curiosidad de lector en ciernes: las bibliotecas públicas. Allí descubrí, primero, los innumerables “Papelucho”, que divertían al púber naciente en sus incursiones ilegales. Posteriormente, las revistas de Zig-Zag completaron mis intereses lectores: "Okey", "El Jinete Fantasma", "Ruta 44", "Intocable", "El Zorro", “Guerra”, “Doctor Mortis”, “Trinchera”, “SOS”. Mi gusto por los deportes y la lectura se sintió en plenitud con el descubrimiento de la revista “Estadio”. Lo musical me llevó a ser lector de revista "Ritmo", primero, “Onda”, después. Uno que otro pequeño libro "Billiken" llegó a mis manos.
Fue a fines de esos tiempos iniciales que me encontró la historia. Y llegaron a mis manos nuevas revistas de caricaturas (Rocket, que hablaban de planetas, asteroides, robots, alienígenas llamados marcianos -estábamos en 1969, el hombre llegaba a la luna-). Poco tiempo después nació la editorial Quimantú: por sus bajos costos, llegaron hasta mí nuevas revistas que abrieron mis ojos a un mundo nuevo y nacional: "El Manque", "Delito", "Guerrillero". Un buen día mi madre me trajo mi primer ejemplar de la colección Minilibros de Quimantú, que salía calentito del horno del kiosco de diarios. Durante un largo tiempo leí semanalmente los diversos libros de esa colección, hasta que unos aviones bombardearon La Moneda y oscurecieron la imprenta pionera.
El recuerdo de mis primeras lecturas, me llevan a los 4 ó 5 años de edad, eran los comienzos de la década del 60, cuando tener una radio era tarea familiar onerosa y la televisión aún no existía.
Desde mis 15 años me transformé en un ansioso lector, de introspección forzada. Por fuera pasaba la historia, la oscura noche. Entonces me refugié en los textos completos de Dostoievski ("Crimen y Castigo", "Los Hermanos Karamasov", "Humillados y Ofendidos", "Noches Blancas"), de Tolstoi ("La Guerra y la Paz", "Ana Karenina" , "La Muerte de Iván Ilich"), Balzac ("Papá Goriot", "La Comedia Humana") Gogol ("El Inspector"), Ostrovski ("Así se templo el acero") y del checo Anton Chejov ("La Dama del Perrito"). En la secundaria descubrí a Saint-Exupery ("El Principito"), a Richard Bach ("Juan Salvador Gaviota"), a Unamuno ("Nada menos que todo un hombre"), a Guy de Maupassant, a Manuel Rojas, a Julio Cortázar. Eran los pre-inicios del profe de castellano en que la vocación me convirtió. Un verano me encontré con Agatha Chistie y la literatura policial. También estuvieron, poniéndome algo coloradito, las revistas "Pepe Antártico", "Pingüino" y "Viejo Verde" (uff!)
La U me entregó el salón natural de lectura de las playas Las Torpederas, Carvallo y hasta el mítico cementerio numero 3 de Playa Ancha: por entre rocas y mausoleos surgieron Maritaine, Sartre ("La Náusea), Kafka ("El Proceso", "El Castillo", "La Metamorfosis"), Jorge Luis Borges ("Ficciones", "El Aleph") y una vez más don Miguel de Unamuno ("Niebla").
El curriculum formal me dio a conocer los clásicos medievales del Cid, Arcipreste de Hita ("Libro de Buen Amor"), Gonzalo de Berceo ("Milagros de Nuestra Señora"), don Juan Manuel ("El Conde Lucanor"), Jorge Manrique ("Coplas a la muerte de su padre"), Fernando de Rojas ("La Celestina"); los renacentistas de Miguel de Cervantes ("El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha", "Novelas Ejemplares"), Lope de Vega, Tirso de Molina; y barrocos (Calderón de la Barca, Quevedo, Góngora). Gusto aparte lo constituyeron los españoles Federico García Lorca ("Yerma", "La Casa de Bernarda Alba", "Romancero Gitano", "Bodas de Sangre"), Antonio Machado, Pérez Galdós ("Doña Perfecta", "Marianela"). Imposible no recordar la profunda influencia que ejercieron sobre mí Goethe (particularmente “Werther”) y Emil Zolá ("Naná).
Fue recién en tercer año de pedagogía cuando profundicé en las letras hispanoamericanas. Desde los Diarios de Pedro de Valdivia, pasando por Bartolomé de Las Casas y arribando a los precursores de la literatura chilena como lo fueron Albrerto Blest Gana, Vicente Pérez Rosales, Lastarria, Jotabeche, Daniel Barros Grez, Luis Orrego Luco y Baldomero Lillo. Posteriormente me nutrí de las obras de Daniel Belmar, de los argentinos José Faustino Sarmiento y José Hernández, del venezolano Rómulo Gallegos, Benjamín Subercaseaux (y su "Niño de Lluvia") Víctor Domingo Silva, Pedro Prado, José Eustasio Rivera.
La historia de la literatura hispanoamericana de Cedomil Goic iluminó mi deambular por nuestras letras continentales: Pablo Neruda ("Incitación al Nixonicidio y alabanza de la revolución chilena", "Fulgor y muerte de Joaquín Murieta", "100 Sonetos de amor", Residencia en la Tierra", "Confieso que he vivido", "Para nacer he nacido", "Crepusculario"), Gabriel García Márquez ("Cien Años de Soledad", "El Otoño del patriarca", "Relato de un Náufrago", "El Coronel no tiene quién le escriba", "La Increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada", "El Amor en los tiempos del cólera", "Noticia de un secuestro", "Crónica de una muerte anunciada") Manuel Rojas ("Hijo de ladrón"), Mario Vargas Llosa ("La Ciudad y los Perros", Vicente Huidobro ("Mío Cid, Campeador"), Alfonsina Storni, José Donoso ("Coronación"), María Luisa Bombal; Pablo de Rokha, Guillermo Blanco ("Gracia y el Forastero", a quien, entre otras razones, debe su nombre mi hijo Gabriel), Fernando Alegría.
Con la etapa de ejercicio docente vendrían luego J.K.Rowling, Tolkien, Óscar Castro ("La Vida simplemente"), Ray Bradbury, Albert Camus ("El Extranjero", "La Peste"), Conan Doyle, Shakespeare ("Romeo y Julieta" "Hamlet, príncipe de Dinamarca", "Macbeth"), Hemingway y Edgard Allan Poe.
Termino estos recuerdos de mis “comienzos de un lector, una experiencia personal” con tres conclusiones: la sintetizadora, la reflexiva y la agradecida. La “sintetizadora” hace referencia a mis conclusiones como lector diverso que me llevan a "rankear" los mejores textos leídos (que aparecen más abajo) y a auto-definirme como cervantino, nerudiano, garciamarqueciano. La reflexiva, que me lleva a concluir que lo que somos definitivamente es en gran parte producto de lo que hemos vivido y de lo que hemos leído. Finalmente la agradecida, que rinde un sincero homenaje, profundo, a todos y todas esas personas que, en su circunstancia y en su tiempo, se vieron impelidos a testimoniar su propia vida en la ardorosa tarea de escribir, a los autores de esta maravilla que es la literatura.
Ya vendrá el momento en que pueda explayarme en cada una de estas tres conclusiones.
MIS 115 OBRAS FAVORITAS
(Literatura Universal)
Estimados Amigos:
El siguiente listado corresponde a los 115 libros que mayor relevancia han tenido en mi caminar por este mundo. Se constituyeron en compañeros significativos en la historia de mi vida, de ahí su variedad: libros leídos en el amanecer a la vida, durante la adolescencia y otros ya en la vida adulta. Varios, inclusive, fueron leídos en más de una etapa.
La idea es compartirlos, por si algún "cibernauta" se interesare en su lectura.
La numeración no indica orden de preferencia, con excepción de los 6 primeros.
Fraternalmente, un simple lector.