2. El Pueblo de Pajares


Web de José Ramón Francia Silva

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El Llano

Si por algún sitio del pueblo querías encontrarte a alguien, ver a los niños jugar o a los ancianos descansar en los bancos, era en El Llano: La única parte del pueblo encementada al lado de la escuela.

Allí comenzaban a reunirse las cabras que cada vecino soltaba por la mañana, después eran los niños los que se reunían antes de entrar a la escuela, posteriormente eran los vendedores ambulantes los que vendían sus productos..

Entre los dos puentes podemos ver "El Llano".

El puente sobre el río Piqueras (RTVE)

Aunque esta vez era en la sombra del árbol en el puente, muchas veces la venta era en "El Llano" (Elías, V.)

D. Agapito y D. Juan en el puente

El Llano era el sitio por excelencia para el juego, por entonces (años 60) no había llegado todavía la pasión por el fútbol, por ello era “la pelota a mano” tanto para niños como para jóvenes, el deporte preferido. Las pelotas, fabricadas por uno mismo, generalmente de goma enrollada en el centro, y con lana rodeando ampliamente esta goma, le daban al juego una dimensión personal y especial: Los niños fabricábamos el objeto con el que jugábamos: La pelota.

Además “La roncha”, “El bote”, “El tejo”, “La tanga”, “La bandera”, “El hombre negro”, “Trenavíos en el mar”,... eran otros juegos que gustaban y que se iban alternando en las diferentes épocas del año.

Vista desde el suroeste (Fot u2miguelturf)

La fuente

En Pajares no se podía romper el cántaro en la fuente. Y no porque no hubiera cántaros, sino porque no había fuente. Aquella fotografía que tiene cada persona del pueblo en la fuente, no pudo hacerse nunca.

En Pajares siempre se bebió agua del río. Se bajaba con "el caldero", como el de la imagen, aunque hasta los años 60 que empezó el plástico eran de latón.

La gran esperanza del pueblo era la construcción de una fuente. Sin embargo, la futura construcción del pantano que nunca llegaba la iba demorando. Desde 1920 que se empezó a hablar de su construcción, esta idea iba siendo la objeción más importante para evitarlo.

No pudimos hablar de agua corriente, de no ser la de arroyos y rios. El agua del río que bajaba de la Sierra era la que bebía todo el pueblo. En invierno, muy buena, pero la bajada del nivel del agua en verano hacía que se bebiera con precaución. Podemos ver en la fotografía siguiente el gran arrastre de materiales que durante las crecidas de otoños y primaveras se produce, por los socavones de las orillas.

El río Lavieja (Iregua) en verano, encima del "Pontón" según baja de la Sierra.

Alejandro Francia en el río de Pajares, antes de hacer el pantano.

Además, dependiendo de la fuente, como en todos los pueblos, faltaba el “lavadero”. Todas las primaveras cada familia tenía que volver a poner las piedras adecuadas para formar la “pica” de lavar para ese año. Cuando hacía buen tiempo, a pesar de la incomodidad de tener que lavar de rodillas al lado del agua, no había problema; pero el invierno era demasiado largo y frío para ir a lavar. La lavadora llegó casi cuando el pueblo ya dejaba de existir.

No obstante, la blancura de la ropa con el agua y el sol del Pajares, era difícil de igualar si no era con un buen detergente.

La fuente fue la gran asignatura pendiente del pueblo.

La casa típica

La entrada a la casa por el portal, nos indica que estamos hablando de otros tiempos. A veces, un “rimero” de leña para protegerla del agua y bien colocada, llenaba parte del portal empedrado a ras de calle. Un poco más adentro, entre el portal y la cuadra solía estar el gamellón, con la teña al lado.

Casa de D. Modesto Estepa, como vemos con la leña al lado para el invieno (Iniesta, M.).

Casa de "Nisio" y familia, al Este del pueblo. (Iniesta, M.)

Como sabemos, el portal era para la entrada de las personas, pero también de los animales, que estaban un poco más adentro, en la cuadra: Las gallinas; los cerdos, en su habitáculo particular; vacas; caballos; e incluso conejos.. Toda esta planta baja era un combinado heterogéneo: Animales, piensos, olores..

En el primer piso se desarrollaba la vida familiar, la cocina, habitaciones y el salón en el lugar más importante. En el segundo piso el desván o payo, donde se guardan provisiones para la familia y animales.

Tres tipos de puertas de entrada a las casas:

Dintel doble de piedra

Puerta en arco y único escudo del pueblo.

Puerta de madera de roble, y como la mayoría de puertas, de dos hojas.

Con la puerta de dos hojas, casa de D. María Encarnación García. En la puerta su hija Mª Isabel Hernández y su marido Eusebio Sánchez-Lollano, residentes en Chile (Fot. Mª Pilar Hernández Sánchez)

En la calle, al lado de las puertas de las casas solía haber una ventana. Si la había ¿qué mejor que atar el caballo a la reja durante un rato de espera?. Si no, una herradura clavada entre las piedras de la pared hacía el mismo servicio. Además recordemos que con frecuencia había mantenerlos atados al herrar a las yeguas o caballos.

La escuela

Desde mediados del XIX existía la posibilidad de que asistieran a clase los niños de Pajares, eso si, tenían que ir a Lumbreras para ello. Así lo revela el historiador Ramón Ojeda San Miguel en su artículo “Aproximación al estado de la educación a mediados del siglo XIX a través del diccionario de Madoz: el caso de La Rioja”.

Con planta cuadrada y tejado a cuatro vientos, en una esquina del pueblo, se encontraba la escuela. Con un piso en la parte superior, deshabitado gran parte del siglo XX, para vivienda del maestro y con un desván en la parte alta.

Desde el puente vemos la escuela, a la izquierda y "El Llano".

Alfonso Sánchez Hernández, en la escuela de Pajares, poco antes de emigrar a Chile en 1956; (Gracias a su hermana Mª Pilar podemos disfrutar de esta foto).

Sería difícil relatar la gran cantidad de vivencias, anécdotas y aprendizajes que cualquiera en mi situación pudiera expresar. La lista de compañeros de clase del pueblo que en aquella escuela mixta íbamos cada día a la escuela. Todos en la misma clase desde los 6 a los 14 años y aproximadamente alrededor de 40 alumnos en la clase, en las décadas de los años 50 y 60.

Creo que todos recordamos aquella enciclopedia “Alvarez”, que servia para varios años, y que parecía imposible aprenderla. También, aquella cantidad de “señoritas” que cada curso escolar dirigían la escuela, porque la adaptación al pueblo les era insatisfactoria: Pocas comenzaban y acababan el curso escolar. Para personas jóvenes de la capital y recién salida de estudiar, era duro Pajares en invierno. El trabajo en una escuela unitaria (todos los cursos y edades juntos), era una carga adicional importante a la que costaba hacer frente.

Puestos a recordar, podemos traer a la memoria aquellas frías mañanas nevadas de invierno que había que afrontar prendiendo fuego en la estufa de la escuela, a las 9,30 de la mañana, para que cuando vinieran todos no hubiera humo y comenzara a mejorar la temperatura interior. Además se había de calentar el agua para hacer la leche en polvo que en Pajares, como en otras escuelas rurales, los americanos nos compensaron por “Las Bases”.

Pajares en invierno. (Fot. Elorza, F.)

Aquellas mesas en las que todos los alumnos estabamos colocados generalmente por edad: Los pequeños delante y los mayores detrás. Con un aprendizaje bastante uniforme, memorístico y con una enseñanza rígida, producto del tiempo, fuimos aprendiendo posiblemente tantos conocimientos como ahora (excepto lenguas), pero sobretodo respeto y educación. También aquellos recreos jugando en el “llano”, mientras pasaban por el puente las yuntas en dirección hacia las eras.., las mujeres hacia el río, o los rebaños a pastar a la Sierra. Nadie pensaba por entonces que los niños acabarían en la Concentración Escolar de Ortigosa.

Matrícula escolar: Niños en la escuela de Pajares en 1961

Los niños de Pajares en 1954

La maestra de la Escuela de Pajares hacia el año 1954, con los alumnos de esta población en período escolar, nacidos entre los años 1939 y 1948, desde los 6 años, que empezaba la escuela, hasta los 14 (aunque alguno ya tenía más, como por ejemplo los nacidos en el año 1943 y anteriores, aunque son pocos):

De Izquierda a derecha, empezando por la fila que está al final y con la fecha de su bautismo:

Una fotografía, en el Llano de Pajares, digna de comentario.

Última fila:

Manuel García Pérez (2/11/1946); Pedro Las Heras Ceña (8/04/1947); Alfonso Sánchez Hernández-Campo (19/09/1948); Julio Orden Marín (25/08/1947); Alejandro Escolar Cámara (18/05/1947); José María Palomar Carnicero (18/08/1946); Francisco Antonio Merino Pérez (22/07/1945); Alfredo Merino Pérez (31/12/1946); Gregorio Félix Carnicero Las Heras (8/03/1947); Luis Escolar Cámara (11/09/1944); Gregorio Estepa Cámara (7/12/1946); Germán Estepa Martínez (1/06/1947).

Segunda fila:

Mª Rosario Estepa Ceña (16/10/1941); Mª Celia Delgado del Santo (26/05/1946); Mª Ángeles Delgado Escolar (8/12/1944); Rosalía Las Heras Ceña (31/03/1941); Mª Teresa Gómez Palomar (11/09/1945); Mª Dolores García Carnicero (6/12/1942); Mª Pilar Estepa Cámara (16/10/1941); Mª Ángela Estepa Martínez (27/09/1942); Mª del Carmen Emilia de Diego Sanz (31/12/1946); Mª Concepción Magdalena de Diego Sanz (28/12/1942); Vicenta Candelas Estepa Martínez (18/02/1945); Mª Magdalena Estepa Ceña (20/06/1945).

Primera fila:

Alejandro Jesús Moreno Sáenz (29/01/1944); Eduardo Gómez Palomar (12/02/1948); Ángel Miguel Palomar Carnicero (28/11/1948); sin identificar; José Antonio Jesús de Diego Sanz (12/01/1939); Demetrio Delgado Estepa (28/04/1940); Emilio Daniel Orden Marín (6/12/1942); Rafael Ángel de Diego Sanz (1/11/1944); Jesús Delgado Estepa (5/09/1943); Andrés Estepa Cámara (6/03/1944); Cecilio Manuel Muro Cillero (14/05/1944); Fernando Orden Marín (27/01/1945).

También hay algunos, de estas edades, que al no asistir aquel día a la escuela, por estar enfermos, ayudar en los trabajos a la familia.., no aparecen en la fotografía: Jesús Carnicero Las Heras (6/06/1948); Mª Teresa Delgado Escolar (30/05/1948); Jesús Velilla Estepa (6/11/1947); Isabel García Carnicero (13/07/1946); Gloria Delgado Estepa (11/09/1945); Mª Luz Delgado del Santo (10/02/1945); y otros nacidos en 1941 y años anteriores (si hay alguna equivocación espero recibir vuestro correo para corregirla).

Los encerraderos

Además de los sonidos de los niños por el pueblo, a primera hora de la mañana y al atardecer eran los animales los que con sus sonidos guturales y con los cencerros nos recordaban el momento del día: Cabras, ovejas.., salían y regresaban con una gran puntualidad.

Una de las actividades más corrientes era ir al río a por agua para los pequeños animales del encerradero. Vemos a D. Modesto Estepa (Fot Elorza, F.)

Por las tardes sobre todo, desde los diferentes ángulos del pueblo se podía escuchar el sonido de los animales, dentro de los corrales o encerraderos, que eran unos anexos de las casas. Otros estabanan en las antiguas casas no habitadas que habían quedado como establos para los animales, la mayoría de las veces. En los corrales se llevaba a cabo el esquileo: La víspera los pastores tenían especial cuidado de que no se mojara el rebaño. En ocasiones venían de fuera para esquilar. Era una fiesta y en torno a la caldereta se reunían todos. Sin embargo, con la bajada del precio de la lana y la disminución del ganado ovino, a partir de 1960 esta costumbre se fue perdiendo.

Marca específica que cada propietario tenía en hierro para señalar a sus animales con pez caliente.

Pero el trabajo no se había acabado con el verano, además de la atención diaria del ganado, la alfombra de basura en el suelo de los corrales iba creciendo poco a poco hasta que llegaba el otoño. Era entonces cuando se sacaba utilizando los caballos y se formaban con ella grandes montones (muladares) al lado de la era. Allí acabaría transformándose en el abono adecuado, que se esparcería en las fincas para alcanzar una buena cosecha al año siguiente. No había descanso.

Los muladares de cada año, en las eras.

Las tiendas

Logroño, que ahora está tan cerca, entonces estaba muy lejos. No había ningún coche en el pueblo. Había que comprar, y para ello 2 tiendas vendían a todos. Antiguamente había habido otras, pero era "La Tienda" la de Dª. María Sanz, descendiente de D. Pantaleón que vino de América con “la plata” suficiente para montar un buen negocio, y la de D. Gumersindo Palomar. A veces al contado y otras a porfío, solucionaban las carencias, principalmente alimenticias de los habitantes.

Casa de D. Pantaleón y descendientes (Elorza, F.).

Jardín de "La Tienda", como se decía.

La puerta de la derecha era la del bar de Pajares, y a la vez tienda, en la Plaza de la Iglesia (Elorza, F.).

Sobretodo esta última era también el bar del pueblo, donde a veces los forasteros hacían una parada para charlar o acabar algún “trato” relativo al ganado. Sin olvidar las partidas de mus, brisca, tute u otros juegos de cartas.

El horno

En el centro del pueblo y en un edificio pequeño se encontraba el horno del pueblo para hacer sobretodo el pan. Aunque alguno tenía horno en su casa, todas las familias iban determinados días a la semana a cocer el pan. Era también lugar de reunión, de charla.., ya que muchas veces se hacía el pan en grupos. A partir del año 1955 D. José Santana, en Lumbreras abrió una panadería y poco tardó en traer el pan a Pajares. A partir de entonces el horno se utilizó principalmente para hacer el zurracapote durante las fiestas..

El toril

Era obligado que hubiera en el pueblo un establo para el toro y el caballo: Sementales que se encargaban de la permanencia de estas especies en el pueblo, el resto del año permanecían en La Sierra. Los encerraban en un edificio al lado de la escuela, pero solo estaban aquí en pleno invierno. Cada ciertos años se renovaban.

Podemos ver (en este recorte de foto) el edificio del toril al lado de la escuela.

Para la alimentación, cuando no estaban en la Sierra, se les suministraba, entre otros alimentos, la hierba del “prado del toro”, que cada año se segaba en primavera por los ganaderos del pueblo. Estaba situada esta pradera en el margen izquierdo del rio Iregua, en el paraje de “La Cola” a unos 3 km. del pueblo.

En el Prado del Toro de Pajares, Francisco Gómez Cuevas y otros, a principio de los años 60 del siglo XX. (Fot. J. Luis Palomar)


El prado del toro, a principios del siglo XXI.

Luz, radio y televisión

Llegó la luz al pueblo por el año 1930. Fue D. Inocencio Ruiz, en Lumbreras, el propietario de la central hidroeléctrica que suministraba la corriente. La fuerza era de 125, fue un primer paso para la modernización del pueblo y para la posterior entrada de los primeros electrodomésticos. Un gran adelanto para la población que, no obstante, la nieve y la fuerza del viento hicieron que las líneas, instaladas con postes de madera, dieran problemas en el suministro durante los inviernos, y la bajada del nivel del río en verano también fuera otra fuente de problemas para la central.

Se construyó un transformador en “la cuesta”, encima del pueblo, que posteriormente, cuando llegó la luz a 220 ( la de Lumbreras era de 110) tuvo que dejar paso a otro más moderno.

Al fondo, en la Cuesta (ladera encima del Pueblo) se ven los dos transformadores de la luz.

A la izquierda en piedra el antiguo y a la derecha en blanco el más moderno (para 220 v.).

Otra foto desde encima de los chopos (Fot. Campmany, M.).

En 1951 fue D. Julián Francia quién compró la primera radio del pueblo. Muchos fueron los que escucharon por vez primera las noticias y algunos programas de las emisoras. Sin embargo no fue posible ver la televisión. Los técnicos ensayaron instalarla, pero la falta de cobertura hizo que fuera imposible. Tampoco llegó el teléfono hasta los años 80.

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