Queréis a vuestros padres? Quererlos mucho, con todas vuestras fuerzas y quererlos siempre. Esas fueron las palabras que nos dirigió un deportado(Alcubierre) que a sus 14 años estuvo en Mauthausen, su padre fue asesinado por los nazis en Gusen. Su historia nos conmovió profundamente a todos los jóvenes , estuvo en el campo de concentración con la misma edad que nosotros, tal vez un poco menos, soporto la gran barbarie, él y su padre como muchos españoles exiliados tuvieron que hacer trabajos de esclavitud, sin apenas alimentación , con la muerte a sus espaldas día y noche. No puedo describir con palabras el sufrimiento que transmitía Jose Alcubierre al contarnos su situación en aquél infierno, como un fatídico día lo separaron de su padre y como al tiempo se entero de que este había muerto en Gusen tras una paliza.
Mis compañeros, al volver a clase me han preguntado : como ha ido? Como ha ido...no puedo explicar y resumir en un minuto todo lo que he visto, todo lo que he escuchado y sobretodo todo lo que he sentido, por eso estamos aquí, para hoy poder explicar nuestra experiencia. Porque no se puede condensar algo tan intenso en una sola palabra.
Os podría ahora explicar todo lo que visitamos: la estación, las duchas, las cámaras de gas, los hornos...Pero creo que no seria suficiente, como puedo explicar lo que se siente al estar en frente de unos hornos crematorios? Las piernas me temblaban, sentía como me faltaba el aire y una sensación de angustia, incomprensión, incredulidad y pánico se fundía delante de mis ojos. Una cosa es ver fotografías y otra es estar allí, ver que todo aquello fue verdad, que esa realidad a existido. Lo peor de todo es ver aquello, escuchar los testimonios y darte cuenta de que es verdad, y que esas atrocidades las han cometido seres humanos.
Durante este viaje hemos tenido mucho tiempo para pensar, continuamente nos preguntábamos: Pero es posible que personas humanas, como tú y como yo, hechos de carne y hueso pudieran cometer esa gran barbarie? No podíamos entender como puede llegar a ser tan cruel y perversa la mente humana. También nos ha sorprendido el paisaje de Austria que realmente es hermoso, como puede ser que en un lugar tan idílico hayan sucedido tales atrocidades? Y una de las preguntas más inquietantes...En nuestra sociedad, puede volver a ocurrir?
Puede volver a ocurrir?? este viaje personalmente me a servido para darme cuenta de lo que significa realmente la moral, la dignidad, el valor de la vida, y me he dado cuenta de que hay comportamientos en el hombre que pueden acabar con todo lo anterior(lo cual es esencial para los humanos), Mi respuesta es Si, puede volver a ocurrir tal vez no a gran escala pero continuamente veo a mi alrededor racismo y desprecio. Por eso me duele cada vez que veo en mi instituto, en mi barrio, en mi ciudad un comentario racista, una mirada de desprecio, una falta de inmoralidad, la perdida de respeto hacia otras personas, me duele ver todo esto. La igualdad, el respeto y la convivencia empieza por uno mismo.
Quiero dar especial importancia a los deportados que nos acompañaron a lo largo del viaje, ahora son ya ancianos pero que en su día fueron jóvenes como nosotros y tuvieron una juventud amarga, a pesar que han pasado muchos años la quisieron compartir con nosotros para que no quedara en el olvido, creo que lo mejor del viaje sin duda era ver los campos de concentración y escuchar las vivencias de un en aquel entonces joven.
Creo que los deportados se sintieron profundamente orgullosos de todos los estudiantes que asistimos al viaje, todos y cada uno de nosotros sin importar su procedencia nos implicamos de una manera intensa, quiero decir que iba más allá de los estudios, todos compartíamos el mismo interés y las mismas ganas. Más que un viaje de enseñanza histórica a sido una lección moral.
Nos sentimos realmente satisfechos de haber participado en homenajes por la justicia de la humanidad.
Estamos estudiando para ser profesores, médicos, científicos, abogados...Pero en este instituto también estamos aprendiendo una cosa esencial mucho más importante que los estudios, aprendemos el varadero significado del valor de la vida.
Ester Arroyo Cárdenas.
Lunes, 1 de noviembre de 2010
La verdad es que me resulta muy difícil expresar todo lo que sentí durante estos días, ya que hay sentimientos que tan sólo con palabras no se pueden explicar; para comprenderlos en su mayor medida hay que vivirlos. Por ello, para empezar me gustaría contar uno de los momentos más relevantes para mí en este gran viaje.
Me encontraba sentada junto a muchos otros compañeros en uno de los 186 peldaños que guardan aún pasos inseguros y fatigosos, en muchas ocasiones los últimos, de personas a las cuales se les había arrebatado la dignidad, la felicidad, la libertad, y en definitiva todos los derechos que merece alguien por el mero hecho de pertenecer a la clase humana…
En aquel momento alguien estaba leyendo unas palabras referidas a lo todo el dolor que sufrieron en los días tortuosos miles de personas que un día abandonaron sus hogares con un hilo de esperanza en busca de un mundo mejor… un mundo mejor -estas últimas tres palabras retumbaron en mi mente bien fuerte-. A medida que su discurso avanzaba, sentí como aquel cúmulo, aquella oleada de sentimientos y recuerdos tan variopintos que yacían dentro de mí desde que llegamos a Linz y, quizás, desde que escuché por primera vez acerca de semejantes atrocidades cometidas… sentí como todos ellos empezaban a empujarse unos a otros hacia fuera. Y entonces fue cuando creció en mí la impotencia, la rabia y el deseo de volver en vida a los nuestros, a los que lucharon por un mundo mejor para sus hijos y sus nietos… para poder así agradecerles su lucha y su implicación. Pero sabía que aquello era imposible. Entonces me di cuenta de que estaba llorando, sentí como el mundo se me echaba encima y ya nada importaba (pero estaba muy equivocada en esto último). Y entre todo, miré a mí alrededor y me sorprendí al ver que no era la única a la que le caían lágrimas por las mejillas: muchos de mis compañeros estaban llorando en silencio la muerte de los nuestros.
Viví momentos muy tristes a lo largo del viaje pensando en el alto precio que tuvieron que pagar nuestros antepasados para que hoy vivamos en un mundo un poco más justo y libre, pero por otro lado a partir de esta tristeza me di cuenta de que nuestros homenajes hacia ellos valían la pena, de que cada uno de nuestros movimientos y palabras no eran en vano. Y así, cada vez que nuestros compañeros dedicaban unas palabras, leían fragmentos escritos por dichos deportados o nos animaban a escuchar y cantar junto a Labordeta el Canto a la libertad crecían en mí unas gigantescas ganas de seguir luchando por un mundo mejor. Además, sentí algo en mi opinión muy bonito: sentía que estaba en mi lugar, que estaba con mi gente, a pesar de que a la mayoría de ellos los conociera desde hacía escasas horas, pero todos nosotros compartíamos –y seguimos compartiendo- un sueño, un anhelo, un deseo, un sentimiento… un ideal de mundo, y eso ya me bastaba.
Este viaje además nos brindó la oportunidad de poder escuchar de primera mano los hechos. Entablar una conversación con personas como José Alcubierre o Edmon Gimeno fue para mí uno de los más grandes regalos de este viaje.
Me di cuenta del arduo esfuerzo que les suponía explicarnos los momentos vividos ya que a la vez por su cabeza aparecían imágenes de todos ellos… las cuales no eran nada agradables de volver a ver. Por ello, al principio muchos nos preguntábamos ¿por qué razón volvían a Mauthausen sabiendo el dolor que les conllevaba? Pero entonces supe que ellos aún siguen luchando por la justicia y el bien y me di cuenta de que para explicar nuestra historia, para comprender todo lo que ocurre estos días a nuestro alrededor y para no recaer, así, en el error, primero hay que mirar hacía atrás, por muy duro o doloroso que nos pueda parecer. Tenemos que conocer y divulgar la historia de los que caminaron antes por este mundo de locos corrompido por el poder. Tan sólo así podremos escoger y luchar por el camino correcto, ese largo camino hacia algo mejor, en el que aún queda mucho por hacer.
Este viaje me ha ayudado a saber apreciar las pequeñas cosas de la vida y a querer mejor a los míos, a pesar de que aún tengo mucho que aprender.
Para acabar, me gustaría agradecer a la asociación Amical de Mauthausen y a mi instituto por brindarme la oportunidad de vivir esta experiencia tan bonita, la cual ha marcado un antes y un después en mi vida y me ha hecho crecer como persona. Además, quiero darles las gracias por haberme dado la ocasión de conocer a todas las personas con las que conviví esos intensos días. Difícilmente las olvidaré. Y estoy segura de que este viaje permanecerá en un valioso rincón de mi mente y del baúl de mis recuerdos.
Anna Pulido
IES Josep Puig i Cadafalch (Mataró)
Carlos Rincón
Estudiante del IES Josep Puig i Cadafalch de Mataró participante en el viaje a Mauthausen 2010.
Sin ningún tipo de duda y ahora que ya hace unos meses que volvimos del viaje puedo comentar y asegurar que pasar por los campos de concentración y exterminio y por un centro de eutanasia que fue utilizado por los nazis para cometer su particular masacre es toda una experiencia que toda persona debería ser capaz de realizar, y más si es a la edad en la que nosotros hemos podido visitarlos.
Recorrer cada rincón de Mauthausen por alguien que estuvo allí y que te muestra en cada momento la cara de sufrimiento que tuvo durante cinco años y todo lo que en aquél terrorífico lugar aconteció hace que el vello se te erice, te sea imposible tragar saliva e incluso que las lágrimas te caigan por las mejillas de las sensaciones que notas en tu cuerpo.
Este fue un viaje de los que volvería a repetir porque sé que cada vez que volviese allí entendería mejor el mundo, de igual manera que después de aterrizar en Barcelona a la vuelta no supe entender el por qué de muchas otras cosas que suceden en este salvaje planeta. Este viaje te hace persona, persona del mundo.
Y además de llevarme ese conocimiento y esos razonamientos conocí a un grupo de jóvenes de muchos sitios diferentes los cuales nunca olvidaré y con los que muchos aún mantengo el contacto y sé que será muy difícil perderlo.
Un viaje contra el olvido
Pau Torres Bravo
No podemos negar que hay veces en las que la historia hace que nos avergoncemos de las acciones que ha realizado la humanidad. Podemos poner como ejemplos más actuales la masacre de Ruanda (año 1994) o la guerra en Afganistán. No obstante, muchos historiadores defienden que la mayor aberración humana que se ha visto jamás se vivió en la Segunda Guerra Mundial, y más concretamente en el holocausto nazi. Aunque este conflicto, que implicó a muchos países y que causó la muerte de millones de vidas humanas, pasara hace poco más de 60 años, parece que el hombre actual haya olvidado su existencia, sin poder valorar a aquellas personas que lucharon por su nación o el sufrimiento de más de millones de judíos y otras etnias en los campos de concentración. Es por eso que hoy en día existen instituciones que intentan conservar y dar a conocer lo poco que la historia nos ha dejado sobre la barbarie nazi.
El pasado mes de mayo tuve la oportunidad de conocer parte de los restos que quedan sobre el holocausto. Viajé a Austria junto con cinco compañeros del instituto para visitar el campo de concentración de Mauthausen en un proyecto organizado por la asociación internacional de Amical de Mauthausen. En un principio creí que el viaje sería meramente de visita turística y conocimiento histórico, pero también supuso para mí toda una lección de convivencia y de intercambio de ideas y experiencias, ya que en este proyecto participábamos jóvenes de diversos lugares de España. Además de otras muchas personas, al viaje también asistieron José Alcubierre y Edmon Gimeno, dos exdeportados españoles. Convivir con ellos supuso una vivencia de recuerdo imborrable, pues nos explicaron personalmente sus experiencias en los campos y todo lo que habían dejado atrás al entrar en ellos.
Durante el viaje visitamos muchos lugares: el castillo de Hartheim (donde experimentaban con judíos y discapacitados), los túneles de Ebensee…, pero la atención del viaje se centraba en el campo de concentración de Mauthausen-Gusen. Éste era un campo donde la mayoría de las víctimas, muchas de ellas españoles, morían de desnutrición, y por eso abarcaba solamente algunos crematorios y una pequeña cámara de gas como método de exterminio. Las instalaciones del campo me sorprendieron todo y que no eran las más mortíferas que había creado el nazismo. Nos enseñaron unas duchas donde los prisioneros del campo acababan muriendo por un cambio brusco de temperatura, hornos capaces de convertir un cuerpo humano en cenizas y una pequeña sala con una máquina creada para refrigerar personas. Para acabar, en el campo también visitamos un museo con artilugios y restos que han quedado de la época. Me causó un gran impacto ver ante mí algunos objetos que conocía a través de los libros o de la televisión como los instrumentos que utilizaban los prisioneros para cargar piedras o grandes jeringuillas con las que los nazis inyectaban gasolina a aquellos que ya no podían seguir trabajando. Al salir del campo vi caras muy diferentes. Algunas mostraban simplemente tristeza, otras dudaban si aquella barbarie había sido llevada a cabo por seres humanos. Por mi parte, no podía creer que un grupo de personas almacenaran tanto odio como para querer exterminar una raza ni ser tan prepotentes como para defender sin justificaciones que su raza era la mejor, la que tenía que reinar sobre las otras, exterminando o esclavizando a todas las demás. Resultaba difícil de creer que este intento de exterminio estuviese tan bien planificado y estructurado a escala mundial. Durante la visita en el campo llegué a pensar que todo se trataba de las ambiciones de una persona poco cuerda que era capaz de persuadir a un pueblo para realizar una venganza contra las humillaciones que otras naciones le habían hecho en el pasado. Quizá esto sea cierto, pero también es verdad que tanto Hitler como sus seguidores nazis estaban en sus cabales. Si así sucedió, el nazismo y el holocausto se expresaron a través de un fuerte sentimiento de odio y venganza colectivos, que llegó a hacer pensar a Hitler que lo que estaba haciendo entraba dentro de una conducta racional. Volvimos a visitar el campo una segunda vez el día del regreso. Mauthausen celebraba el día de su liberación y me asombró ver cómo gente de todas las naciones, grupos étnicos y autoridades de cada país se reunían para dar un homenaje a los caídos.
Debo decir que deseo repetir la experiencia de este viaje en un futuro. Los propios estudiantes protagonizamos los actos conmemorativos y los homenajes a las víctimas del holocausto. Me emocionaba ver cómo todos lo hacíamos con motivación y empeño. En estos días he podido ver de una manera más directa los horrores de los campos de concentración, me he relacionado con personas de mi edad que compartían mi mismo interés por conservar la memoria histórica y, sobre todo, he podido aprender de la historia viva, de personas como José Alcubierre y Edmon Gimeno que han compartido con nosotros unas vivencias que deben servirnos de aprendizaje para el futuro. Puede que no lleguemos ni a imaginarnos cuánto sufrieron las víctimas del holocausto, pero al menos ha sido una manera de ensalzarlos, valorar su esfuerzo y no olvidar lo que pasó para que no vuelva a repetirse jamás.