He continuado escribiendo en Wordpress un blog más actualiado: Pensamientos dispersos. http://javiergalvezm.wordpress.com/ Te invito a visitarlo.
ESCRIBIR ESTÁ EN CHINO
Cuenta una leyenda oriental que había un estudioso de los textos del Budismo, al grado que para todo lo que se le preguntara él tenia una respuesta. Pero el maestro le dijo
- Bueno, eso dice Buda, y ¿tú que dices?
El discípulo nuevamente volvió a proporcionar otra colección de textos que sabía de memoria. El maestro insistió:
- Y ¿tú que dices?
El discípulo se quedó callado.
Eso pasa al escribir. Podemos repetir dichos, leyendas, teorías y hasta textos completos, eso ya es parte de la divulgación del trabajo intelectual. Pero lo más importante es la creación de esos dichos, teorías, leyendas y textos. Y eso no es fácil. A ratos pareciera que escribir está en chino.
Lo que pasa es que para escribir se requiere partir de la experiencia personal, de la reflexión, y de llegar a decir lo que UNO quiere decir. Aquí es importante señalar que
tal vez se tengan muchas experiencias y cada vez la gente las busca de manera frenética, y mientras más raras y extrañas es mejor, pero sólo porque hay un vacío en su interior; pero de lo que se trata es de reflexionar sobre esas experiencias y de ahí obtener algún provecho. En este sentido el escribir conlleva un compromiso muy fuerte porque es la proyección del yo, y para lograrlo se requiere poder entrar a ese yo, conocerlo, y entonces habrá algo qué proyectar.
Por otro lado el acto de escribir requiere disciplina personal de hacer ese esfuerzo de introspección, de armar las ideas en el interior, aunque sean historias tan sencillas como la muerte del gato, y después proyectarlas en la letra impresa. Y sólo así se aprende a escribir.
Hay manuales para hacerlo, pero saberse de memoria el libro no significa que ya se sepa escribir, falta la otra parte, la concreción de la grafía. Me gustó el libro La cocina de la escritura porque es muy sencillo y práctico. Tiene ejemplos muy claros. Pero hasta que uno se compromete a hacerlo y a revisar una y otra vez lo escrito es que cobra sentido lo que ahí dice. Ese es mi objetivo en este blog.
Uno de los temores al escribir, en este caso para el público, es que “el que escribe se expone”, o sea, me proyecto en el texto y por tanto puedo ser objeto de crítica, no siempre positiva, pero que de otro modo, todo pasaría desapercibido. Aquí juega un papel importante la autoestima, y este es un modo de fortalecerla. Si tengo buenas ideas y no las digo nada pasa. Pero si alguien más las comparte y las reparte, entonces toman otro giro.
Creo que ya es hora de dejar de repetir a lo que otros dijeron y escribieron y de arriesgarme a formular ideas plasmándolas en textos propios, de compartir lo que sé, de exponerme a la crítica, de fortalecer mi autoestima y de ensayar el arte de escribir de manera ya más sistemática. En algunas ocasiones habrá limitaciones por la falta de tiempo pero por otra hay decisión, y esto es lo que cuenta.
Woo en chino significa perfección, tolerancia. Indica más un proceso que una meta lograda. El escribir es un camino de perfección, así lo entienden los chinos con su caligrafía, donde la belleza está en el trazo. Pero como no se logra de manera inmediata ni al primer intento, requiere la tolerancia de parte del aprendiz hacia sí mismo. Esto significa, entre otras cosas, el ideograma chino que encabeza esta página. Y yo me comprometo en ese camino.
EL OMBLIGO
Javier Gálvez Mora
Julio 2004-07-28.
El río
Cuenta el compadre Goyo que el martes por la mañana se presentaron sus trabajadores como siempre, a trabajar. Pero debido a que el campo estaba muy lodoso y de momento no tenía apuro alguno, decidió darles el día. Desde luego que ellos festejaron el evento, y como no tenían nada qué hacer, decidieron ir a la orilla del río para ver lo que sus oídos captaban: la creciente del río.
Ordinariamente uno lo cruza con un par de saltos con una piedra en medio del arroyo. En eso estaban y decidieron llamar al patrón. Debido a la distancia sólo en coro lograron atraer la atención del dueño, quien después de terminar de recoger unos instrumentos de labranza, montó a “Paquiau” y llegó a todo galope hasta donde estaba el grupo. Ellos festejaron que se les uniera a ver el extraordinario espectáculo que tenían enfrente.
El río estaba lleno, con una fuerte corriente que arrastraba tablas, tablones, polines, mangueras, basura, troncos, y estaba hasta el borde de su cauce. Don Goyo no se bajó el caballo, estaba prudentemente alejado de la orilla pero a buena distancia para ver con detalle lo que el río arrastraba.
- Hubiera sido bueno haber recuperado algunas cosas que llevaba el rio –le dije.
- No compadre, daba miedo con solo verlo –respondió.
En eso sintió que Paquiau estaba nervioso, azotando las patas y respirando de forma irregular.
- Calma –le dijo a su caballo. Y se quedó otro rato más.
Al poco tiempo se dio cuenta que comenzó a entrar agua a su terreno, atrás de ellos. No le dio importancia. Pero después se dio cuenta que la cantidad de agua había aumentado. Entonces alertó a sus trabajadores que seguían extasiados haciendo comentarios sobre la lluvia que había sucedido toda la noche desde las 12 noche y se había convertido en llovizna continua al amanecer. Decidieron retirarse a la casa, que quedaba a 800 metros, cruzando los campos pero se dieron cuenta que ya estaban rodeados por el agua del río que se había desbordado en la zona donde comenzaba el terreno y el paso del río.
Comenta el compadre que con dificultad se fueron por la orilla, por los carrizales, buscando las partes más elevadas, o las menos planas y hondas, puesto que ya conocen bien los desniveles después de 8 años de recorrerlo diariamente. Y así fue como llegaron a la casa. Para esto ya eran las 9 de la mañana y desde arriba vieron las 18 hectáreas inundadas como laguna. De pronto Mario dijo:
- Patrón, hay que sacar las carretillas del invernadero porque se las va a llevar el río.
- De veras, ¿cómo no me dijiste antes? ¡Vente, vamos a sacarlas! Traite al Pelón!
Y entraron en agua, primero les daba a las rodillas, llegaron al invernadero pero ya estaba totalmente inundado. –Esta cosecha ya se perdió- pensó.
- Compadre, -platicaba Don Goyo- el agua me llegaba hasta la cintura y hacía pequeñas olas adentro. Quise salir por la puerta pero estaba atascada. Quise desatar unas cuerdas para que se saliera el agua pero no las alcanzaba, ya todo estaba bajo el agua y seguía subiendo. Quise romper la malla pero no había con qué. ¡Estaba muy dura! Con todas las fuerzas de los tres jalamos la puerta y se abrió así, apenas lo suficiente para que alcanzáramos a salir. Recuerdo que había un tonel vacío de 200 litros y cuando lo busqué después de la inundación no estaba, no sé cómo se salió si nosotros apenas si pudimos escapar.
Don Goyo y sus ayudantes se fueron a la casa y platicaban como habían crecido las barrancas con la lluvia de anoche. Una hora más tarde llegó Martha y alcanzó a filmar el terreno inundado, pero a esa hora ya había bajado y se veía ya algunos montículos de hierba. Ante la angustia de mi compadre por haber perdido la cosecha ella le dijo de forma muy estoica que sorprendió al hacendado:
- No te preocupes Goyito. Eso tiene solución. Si se pierde la cosecha ya habrá otra oportunidad más tarde. Lo bueno es que estamos vivos y bien. Eso es suficiente.
Cuenta el compadre que el agua se retiró finalmente hasta las dos de la tarde, dejando encharcamientos, lodo, basura, lama de río. Y poco a poco llegaron las noticias.
- Compadre. En Huajuapan el río subió hasta faltando una cuarta, tantito así para que el río comenzara a brincar el puente, inundó el mercado Zaragoza. Había una bodega que estaba llenita de fertilizante y se inundó. También otra bodega de plástico. Dicen que una señora tenía su trocito de 20 vacas que tenía amarradas cerca de la orilla del río y se las llevó a toditas. La pobre señora llora de desconsuelo ¡pero qué le va a hacer!
Y continuó.
- No compadre. A mí me fue bien. Uno de los vecinos andaba escarbando por aquí y por allá para buscar su bomba de agua. La manguera se la llevó el río. Ahora ya no tiene con qué regar. Había sembrado pepino, había puesto manguera por goteo, su planta iba bien, ya iba a recoger la primera cosecha, había encargado doscientas cajas para empacar la fruta y ya le habían dado el anticipo. El día que iba a cortar, llegó el río y nada le dejó. Perdió la cosecha totalmente y ahora quedó endeudado. Nos amoló a todos.
- Oye compadre –le pregunté- ¿Y a poco sólo fue por la lluvia de anoche para que hubiera tanta agua? ¿Desde dónde amoló?
- Fue desde Cuyo pa’ acá. Quién sabe cómo le haya ido a tu suegro con sus terrenos. Seguro que también los arrasó el río. Dicen que se llenó la Laguna de Cuahutepec y que, como se formó por derrumbe del cerro hace ya muchos años, el agua se comenzó a desbordar y comenzó a rodar las piedras, dicen que fue una piedra grande la que botó y de ahí se vino el agua. Imagínate todo lo que habrá destruido en Suchitepec, Cuyo, Camotlán, Huajuapan y quién sabe hasta dónde haya llegado. Yo creo que los perros presienten estos hechos porque desde la noche anterior amarré al “chocolate” junto al árbol porque andaba haciendo mucho daño en el corral de las gallinas, ya se había comido a dos y también un guajolotito. Pero el “choco”, como le decimos de cariño se la pasó toda la noche aullando de forma lastimera, más que ladrando, muy inquieto. Yair me despertó a media noche y me pidió que mejor lo soltara porque el perro lloraba de un modo extraño, no le hice caso y mandé al niño a dormir. Ya lo solté hoy en la mañana al levantarme.
Al día siguiente se encontró con Chano, el único de sus trabajadores que estaba presente. Éste le dijo:
- Hoy no voy a trabajar, patrón.
- ¿Por qué?
- Pues porque está muy lodoso y no se puede trabajar.
- No importa que esté lodoso, quítate los huaraches y vete a cortar lo que quede del jitomate porque ahora sí tengo compromiso de entregar todas las cajas que salgan para mañana temprano.
- No. No quiero trabajar.
- Pues entonces desocupa el cuarto, recoge tus chivas y vete. Ya vendrán otros que quieran trabajar.
En eso llegaron los demás jornaleros que habían ido a comprar tacos. Se quitaron los huaraches, entraron al invernadero y comenzaron a cosechar, llevaban las cajas a la camioneta y patinando y todo manejaba la camioneta y llevaba la carga a la casa.
- Patrón –le dijo uno-. Mejor hágale como cuando se nos mojó el pepino. Extiéndalo en el suelo en el corredor para que se escurra y no pudra.
- -Gracias.
Y así le hizo.
- Mira compadre, a la mañana siguiente todo el jitomate estaba seco. Dame otro trago compadre, esto está muy bueno ¿dónde lo compraste? De seguro esta botella ha de valer unos ciento ochenta pesos.
- No compadre, es brandy español barato. Cuesta como ochenta pesos.
- Como te venía diciendo compadre, pude completar las 100 cajas que me habían encargado.
- ¿Y qué pasó con la planta? ¿No se te dobló?
- Fíjate que desde hace unos días le había quitado toda la hoja y había dejado la pura vara con el jitomate. Por eso no hizo resistencia al paso del agua. Y como está colgada del techo del invernadero, por eso no se me cayó. También así no retiene humedad y puede que aguante un poco más. Lo que sí me daño fue el invernadero, el de media hectárea. Reventó seis cables de acero así de gruesos –y señala el grosor de su dedo meñique-. El agua excavó y sacó dos anclas de cemento que estaban enterradas para darle estabilidad. Ahora mi invernadero está chueco, no se cae, pero está mal. Tengo que arreglarlo. Ahorita no se puede porque toda la planta está amarrada al techo y hasta que termine toda la cosecha, o lo que rescate, entonces voy a barbechar y enderezarlo. Ya hablé con el ingeniero, esos de la SAGARPA que nos apoyan, y me dijo que todavía es recuperable la cosecha. Sólo que tengo que echarle una medicina y mañana me la da temprano. Por eso ya me voy.
- ¡Quédate compadre! Ya son las 10 de la noche y está pesado manejar por la carretera así con tantas curvas y lluvia. Mejor mañana te vas al amanecer.
- No compadre, gracias, pero me voy. –Y se puso de pié, al mismo tiempo que se tomaba el último trago-. Mañana llegan a las siete mis trabajadores y vieras como está un cochinero, la casa está toda enlodada, va a llegar el ingeniero y no, no, no. Pa’ qué. Ahorita paso por Martha y Nos vamos. Gracias compadre. Allá te espero mañana, si quieres pasas por la casa y luego nos vamos al entierro del Tío César.
- Gracias. Compadre. Mejor nos vemos en Huajuapan porque mi carro topa abajo con las piedras en la entrada al rancho.
- Okey compadre. Gracias.
- Adiós compadre.
Arrancó su camioneta, encendió las luces y se fue. En eso me di cuenta de que levaba una cuerda suelta, le silbé, se detuvo, recogí la cuerda, y entonces continuó su camino.
Javier Gálvez M.
4 de julio de 2009.
La decisión
Cuento
Javier Gálvez M.
4 de agosto 2004.
Morfología del cuento
Análisis estructural del cuento maravilloso
El héroe: Ana
Antagonista: Roberto.
Donante o proveedor: Brozo
Auxiliar mágico: videocasette
El Bien amado o deseado: Fox.
Mandante: el corazón, el amor de Ana.
Falso héroe: Prigione, el Mochaorejas.
Una historia de horror
Debido al aumento indiscrimidado y sin planificación familiar de fauna nociva de roedores, fue necesario contratar los servicios de un felino apodado "El gato negro", llamado así debido a que hacía honor a su nombre. Fue localizado en la escuela normal donde convivía pacíficamente con sus otros 2 hermanitos con idénticas características.
Al llegar a la casa el gato se puso a maullar por extrañar su hábitat, los ratones escucharon y entendieron que ya no podrían salir a pasear como de costumbre. Los niños se pusieron felices de tener tal ejemplar y comenzaron a jugar con él. Al día siguiente de su llegada la señora de la casa andaba de compras en la calle vecina cuando encontró un gatito de poco tiempo de nacido, ya había abierto los ojos y al parecer ya comía solo. Decidió darle refugio en la casa, lo bañó con shampoo y perfume, roció con insecticida a ambos gatos para eliminarles el exceso de parásitos. Debido a su tremenda fortaleza a este gato amarillo fue bautizado religiosamente con el nombre de "Hércules". Al poco rato el minino negro inició la cacería de roedores, lograba atraparlos, pero por jugar con ellos se le escapaban, por eso los niños le apodaron "Tóntules".
Tóntules y Hércules convivían pacíficamente, dormían en la misma caja, jugaban, aunque al parecer el negro mordía al amarillo y éste solo se defendía dando algún breve manotazo. Esta relación se deterioró rápidamente de modo que fue necesario ubicarlos en patios distintos: Hércules en la cochera, con el peligro de ser atropellado por el auto, y Tóntules en patio trasero donde tenían su morada los ratones.
Fue necesario remover todos los muebles de la cocina, comedor y lugares circunvecinos para ir sacando a los ratones que ahí se ocultaban, Tóntules alcanzaba a detenerlos pero luego había que quitarle el ratón, matarlo y entonces dárselo para que se lo comiera, porque el gato había decidido aplicarles la LEY FUGA y varios ratones ya habían logrado escapar de las fauces.
Al cabo del tiempo se acabaron los ratones, la limpieza de la cocina fue profunda y se constató que no había más candidatos para los gatos. Hércules alcanzó a desarrollarse algo más y Tóntules embarneció. Se decidió juntarlos nuevamente a ambos en el patio trasero, ya que además era una pesadilla porque al abrir la puesta delantera o trasera de la casa, los mininos se escurrían inmediatamente con consecuencias graves para la salud de los niños, les causaba alergia.
Inicialmente ambos gatos se reconocieron, jugaron, volvieron a dormir juntos, comieron juntos... hasta que una mañana muy temprano, ante el horror de los moradores de este lugar, descubrieron que Hércules había fallecido, estaba recostado en su caja de dormir, pero algo terrible le había sucedido, le faltaba media pata delantera. Inicialmente las investigaciones se orientaron a culpar a gatos exógenos que alguna vez se les vió merodeando por el lugar e incluso uno tuvo tal atrevimiento que bajó a atacar a Tóntules para llevarse la comida que había en el costal de basura. Pero las evidencias no concordaban. El segundo sospechoso fue Tóntules, debido a que tenía algunos pelos amarillos en el hocico, pero era algo increíble. El misterio continuó.
Sin embargo, dos horas después del macabro descubrimiento, cuando el jefe de familia iba a salir para atender algunos asuntos, decidió recoger al infeliz difunto para darle cristiana sepultura en el basurero municipal, y descubrió que Tóntules se estaba comiendo a su compañero, es más ya le había comido toda la pata hasta el homóplato o lo que corresponda en la anatomía animal.
Los niños de la casa se enteraron y decidieron aplicar a Tóntules la LEY DEL HIELO y la primera dama optó por DESTERRARLO eternamente por los siglos de los siglos, amen. Al día siguiente, muy de madrugada, cuando aún no salía el sol, el jefe de la casa apresó al victimario, lo encerró en una caja, lo metió en la cajuela del auto, y lo trasladó sin que nadie se diera cuenta a la escuela donde había sido contratado, fue devuelto a los intendentes quienes se alegraron de verlo, pero se horrorizaron ante el macabro suceso, fue encerrado en la bodega mientras se le quitaba el susto de su fatal destino y ya a medio día, cuando no había ruido del alumnado, Tóntules decidió salir a reconocer sus terrenos, encontró a sus parientes cercanos y comenzó a jugar.
Actualmente es feliz de haber vuelto a su casa, la escuela, tal vez no aprenda a reconocer ni la “o” por lo redondo, pero ningún gato extraño a su familia podrá traspasar los límites de la institución.
Javier Gálvez M. 28 de octubre de 2003. Fin.