Ernesto Sábato. Una supernova argentina

Por Edgardo R. Minniti Morgan

Mayo de 2011

Ernesto Sábato e Itzigsohn en el Observatorio de La Plata

Una estrella muy masiva quema rápidamente su combustible nuclear, disminuye la presión de la radiación y colapsa gravitatoriamente para estallar, desplegándose como una brillantísima bengala que llega a superar en brillo a la galaxia que la alberga. Así era Sábato. Se había contraído hasta casi desaparecer, para volver de pronto a brillar superlativamente entre las luminarias que lo rodeaban.

Hagamos esquemáticamente esa contradictoria historia que no es sino la de la personalidad humana, de carne y hueso, ajena a las marmóreas abstracciones engañosas.

Ni demoniaco, ni divino, solo eso, una persona, un gran hombre que seguirá ayudándonos de alguna manera a abrir las puertas de nuestros infiernos, junto con esa pléyade de hombres y mujeres que mantienen viva la llama de una humanidad que transita las sendas de la era del espacio.

Fue un espíritu amplio y libre, que no impone, sino muestra. Cada uno aceptará o desechará libremente su mensaje, conforme sus convicciones o sensibilidad, respetando así una libertad no solo necesaria, sino fundamental. Por otra parte, y aunque nos duela reconocerlo, no siempre sabemos ser libres como lo fue él en su actuación, con equívocos y aciertos; a veces tenemos miedo de serlo. Grande es nuestra debilidad en ese sentido. Con plena conciencia y conocimiento, debemos de una buena vez intentar dejar de ser enredaderas trepando en torno de un tronco ajeno, para ser nosotros mismos irguiéndonos sobre nuestros propios pies aunque nos desconcierte o duela la debilidad inicial. Pero hablemos de Sábato, ese ilustre desconocido.

Ernesto Roque Sábato, nació el 24 de Junio de 1911 en la localidad de Rojas, Provincia de Buenos Aires. Fueron sus padres Giovannina Ferraro y Francesco María Sábato, de origen calabrés.

En 1929 ingresa a la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de Universidad Nacional de La Plata y al año siguiente se vuelca del anarquismo al comunismo. Se incorpora a la Juventud comunista. A partir del golpe militar de Uriburu, Sábato vive en la clandestinidad. Comienza a descuidar sus estudios, que luego abandonará.

Fue un activo militante del movimiento de Reforma Universitaria, fundando el Grupo Insurrexit en 1933, de tendencia comunista, junto con Héctor P. Agosti, Ángel Hurtado de Mendoza y Paulino González Alberdi, entre otros. Ese año fue elegido Secretario General de la Federación Juvenil Comunista. En un curso sobre marxismo conoció a Matilde Kusminsky Richter, una estudiante de 17 años, la cual abandonó la casa de sus padres para vivir con él. En 1934 el partido decidió enviarlo por dos años a las Escuelas Leninistas de Moscú. Matilde quedó oculta en la casa de Juana Ferrari, mamá de Sábato. Antes de Moscú, Ernesto tenía que ir al Congreso contra el Fascismo y la Guerra, en Bruselas. Allí cometió el error de comentarle sus dudas sobre el sistema propiciado a un compañero de cuarto que era dirigente del Comité Central de la Juventud Francesa. Supo de los “procesos” de Moscú, comprendió que si iba no volvería más – según sus palabras – y escapó a París.

En 1936 se casó con Matilde Kusminsky Richter por civil, con autorización de un juez de menores y en 1937 obtuvo su doctorado en Ciencias Físico-matemáticas.

Era miembro de la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía y mediante las columnas de la Revista Astronómica, enseñaba a los aficionados la técnica de construcción de telescopios reflectores. E. Minniti, gracias a esa ayuda, concretó su primer instrumento de 12 cm de diámetro con el cual inició su actividad provinciana en la materia.

E. Sábato, 1937 (Revista Astronómica, T. 9, N°3, p. 161, 1937)

La Asociación Argentina para el progreso de las Ciencias, mediante intervención del Dr. Houssay le otorgó una beca para trabajar en el laboratorio Jolliot-Curie de París. Viaja a la Ciudad Luz con Matilde y su hijo Jorge. Le sucedió una beca en el Tecnológico de Massachusset (MIT), donde publicó un trabajo sobre los rayos cósmicos después de su paso al surrealismo y de sus experiencias casi místicas con André Breton y Tristan Tzará.

E. Sábato junto a Matilde Kusminsky Richter en el Observatorio Astronómico de La Plata, cúpula del gran refractor. A la izquierda A. Wilkens (Revista Astronómica, T. 9, N°4, p. 276, 1937).

Retornado al país, se radicó aislado en una villa de las sierras de Córdoba llamado Pantanillo, a comienzos de la década del cuarenta, evocando a Henry Thoreau.

E. Sábato en esa época

En ese lugar, recibió la visita del Dr. Enrique Gaviola, amigo y director del Observatorio Astronómico de Córdoba, acompañado del Dr. Guido Beck, entonces también integrantes del mismo, quienes trataron de disuadirlo del mantenimiento de su actitud rebelde.

Ante la presión de los mismos e indudable debilidad económica extrema en que se hallaba, Sábato se avino a concluir un trabajo sobre termodinámica, en el que cuestionaba los principios de la misma; para ello concurría una vez por semana a la Estación Astrofísica de Bosque Alegre.

Retornado a Buenos Aires, su medio de vida fue el dictado de clases de Física, a la que había repudiado, junto con los trabajos de traducción del libro de Bertrand Russell “The ABC of Relativity”, hasta su retorno a París con un cargo en la Unesco.

Así devino después la etapa conocida por todos que llevó a la transformación del científico en artista e intelectual defensor de los derechos humanos, esa exitosa supernova de la constelación argentina, merecedora del Premio Cervantes. Es historia repetida con razón. La jalonan El Túnel y Sobre Héroes y Tumbas entre otros muchos trabajos que dicen elocuentemente de un intelectual luchador, sin claudicaciones ni posturas fáciles.

Con motivo de su desaparición física, vaya nuestro modesto y respetuoso homenaje a ese hombre batallador y controvertido que también dejó rastros en la astronomía nuestra. Historia de la astronomía no puede abrir juicio sobre ello, lo hará la Historia con mayúscula.