SEDE CANONICA

 

HISTORIA

 

La  parroquia de San Pedro, mayor y principal de la villa de Gijón.

            La primitiva iglesia parroquial, que fue eje de la vida religiosa de Gijón durante siglos,  inició su construcción sobre el año 1.500. Según algunas fuentes documentales se encontraba ya en construcción entre los años 1.510 y 1525. Siendo nuestra villa una localidad tradicionalmente marinera y de pescadores parece lógico que su templo y sus habitantes quedaran vinculados al patronazgo del apóstol San Pedro. Este extremo fue confirmado por el Decreto del Papa Urbano VIII, de 1630, por el que reconoce como verdaderos patronos, con carácter inamovible, a los que hubiesen venido venerándose como tales, por costumbre inmemorial o al menos centenaria, aunque nada constara ni se supiera de su elección. A finales del siglo XIX un Decreto del Obispo de Oviedo, a la sazón el dominico Martínez Vigil, dictado con fecha 31 de octubre de 1.893, desmembró la vieja parroquia en tres, con la creación de las nuevas parroquias de San Lorenzo Mártir y de San José Obrero, otorgándose a la parroquia de San Pedro el título de Mayor y Principal de la villa.

 

           El primitivo templo había conocido sucesivas ampliaciones, sin un estilo claramente definido. Tenía un pórtico de siete arcos, uno por cada una de las naves del templo, y una torre sobre el arco central cuya construcción finalizó en 1.646, con un primer cuerpo cuadrado, uno segundo octogonal y rematada por una pirámide. Entre las fundaciones más antiguas de la parroquia se encuentran la Hermandad de la Santa Vera Cruz (1.645) y las Cofradías del Santísimo Sacramento, Animas, Rosario, y San Antonio A las que vino a sumarse, en el año 1.784, la Hermandad de la Santa Misericordia, encargada en exclusiva de la promoción de los cultos públicos de Semana Santa e impulsora de la rica imaginería de la pasión que llegó a tener la parroquial. Entre las riquezas del viejo templo debe citarse también la custodia procesional, donada en el siglo XVIII por el gijonés abad de Santa Doradía, D. Fernando Morán Lavandera, que el historiador Pedro Hurle atribuyó a Andrés Garro Acebedo. Consistía en un templete en forma de baldaquino coronado por la Cruz, y soportado por cuatro columnas de orden corintio. Al iniciarse la guerra civil la antigua iglesia fue destruida en la noche del 24 de agosto de 1.936. Finalizada la contienda el solar que había ocupado el viejo templo fue señalado con la colocación de una cruz sobre sus ruinas, con una leyenda claramente evocadora grabada en su brazo horizontal: “Super hanc petram aedificabo eclessiam meam” (Sobre esta piedra edificaré mi iglesia).

 

            La construcción del actual templo no estuvo exenta de polémica, ya que algunos vecinos defendieron su traslado a una nueva ubicación, como el muelle local o la plaza Mayor, a fin de dejar libre en el paseo marítimo el espacio que hasta entonces había ocupado la parroquia mayor. Finalmente se optó, con acierto, por reconstruir el nuevo templo en su tradicional emplazamiento, aunque retranqueado hacia el interior para permitir la continuidad del paseo. A tal efecto se convocó un concurso al que concurrieron cuatro proyectos: “Casa de Oración”, “Hacia la nueva España”, “Oviedo”, y “Resurgit”. El concurso se falló en noviembre de 1.939, resultando ganador el último de los proyectos mencionados (“Resurgit”), debido a los hermanos Francisco y  Federico Somolinos, por su adaptación al lugar y al paisaje, dentro del sabor marinero y el peculiar ambiente local del entorno. La primera piedra se colocó el 20 de mayo de 1.945 por el Obispo Benjamín de Arriba y Castro, y el nuevo templo fue inaugurado el 16 de junio de 1954, en una celebración presidida por el entonces párroco, D. Marino Soria, siendo titular de la diócesis ovetense monseñor Lauzurica y Torralba, primer Arzobispo de la misma. En 1.955 se inauguró la cripta del templo, sucesora de su tradicional Capilla de Ánimas. En 1957 se colocaron las campanas con los nombres de San Ramón, San Alberto y Ntra. Sra. de los Dolores. En 1.960 se inaugura el altar mayor. Y finalmente, en 1.965. el templo es consagrado solemnemente por el entonces Arzobispo de Oviedo, D. Vicente Enrique y Tarancón.

 

            El nuevo templo es un revival ecléctico marcado por algunas trazas románicas,  que tratan de enlazar con la arquitectura regional de Asturias (Santa Cristina, San Miguel de Lillo, Santa María del Naranco, etc), pero buscando siempre amoldarse a los volúmenes y silueta de la anterior edificación. El templo consta de cinco naves y girola, algo que pone de manifiesto que las referencias a los estilos prerrománico y románico no pasan de ser más que acertadas inspiraciones anecdóticas. Su estructura es de hormigón armado revestida de piedra arenisca. El incremento de precios y la escasez de materiales de la época hizo que en el año 1.949 el proyecto sufriera algunas modificaciones; así las bóvedas en vez de ser de piedra arenisca se hacen de tablero de rasilla revestido con mortero de arena y cemento, despiezado en imitación de sillería.

 

            Accediendo al templo por la puerta lateral situada en el lado del Evangelio, y al fondo de la nave más externa, encontramos el altar de , el Santo Cristo de la Misericordia y de los Mártires, obra maestra del escultor bejarano Francisco González Macías, que fue bendecida por el Obispo de Oviedo Arce Ochotorena, junto con la bandera y la imagen de San Juan, en abril de 1.943. La imagen no tiene potencias, ni corona de espinas, y representa un Cristo que acaba de expirar y aún no ha recibido la lanzada en el costado, y es escoltada en su altar por un retablo con pinturas del gijonés Gallego. Durante las semanas de cuaresma la imagen del Cristo se ve acompañada también, en su altar, por las veneradas imágenes de la Dolorosa y San Juan Evangelista (San Juanín de la Barquera). La imagen de la Dolorosa, inspirada en la antigua destruida en 1.936, es obra del escultor guipuzcoano Julio Beobide Goiburu, cuya obra, entre la que se encuentra el Cristo que preside el presbiterio de la Basílica de la Santa Cruz del valle de los Caídos o la Dolorosa de Villaviciosa,  se basa en la fuerza de la expresión tratando de causar la emoción en el espectador. La talla de San Juanín de la Barquera, imitación igualmente de la destruida que era obra de Fernández de la Vega, fue realizada en 1.943 por Irurozqui, autor también del Cristo de la Expiración venerado en el Convento de San Francisco el Real de León. En la base del altar se venera, en el interior de una urna de plata salvada de la destrucción del anterior templo, el Cristo yacente, tallado en 1.939 por el escultor santiagués Magariños, que recorre las calles de Gijón en la tarde del viernes santo.

 

            Al escultor gijonés Rubio Camín se deben los altares de la Virgen de Covadonga y de la Virgen del Carmen, ambos situados en la nave más exterior del lado de la epístola. El primero de ellos es presidido por una talla de la Santina, realizada en piedra caliza,           y rodeada por nueve relieves en bronce y cobre en chapa con motivos alegóricos de advocaciones del Rosario. El altar de la Virgen del Carmen tiene como fondo un  mosaico que representa escenas del puerto local gijonés, sobre el que se encuentra la imagen es de piedra caliza, pudiendo admirarse bajo ella un relieve con los ángeles portando el emblema del Carmelo.

 

            Al mismo autor se debe el altar del titular de la parroquia, el apóstol San Pedro, situado en el lado del Evangelio, los ambones, el baldaquino y el Cristo del altar mayor; así como los mosaicos de advocaciones marianas existentes en la girola, donde se encuentra ubicada la Capilla del Santísimo. El ábside del altar mayor está presidido por cinco murales de Cristo y los cuatro evangelistas obra de Magín Berenguer.

 

Al escultor Gerardo Zaragoza se debe la imagen de la Virgen del Rosario, que sobre un mosaico de Lavilla, preside el altar dedicado a esta advocación, así como las imágenes de la Virgen del Pilar y de San José con el Niño Jesús, que se veneran en el templo.

 

El Baptisterio, situado en el acceso al templo, en la nave más externa del lado de la Epístola, ha sido completado recientemente con sendas obras de factura contemporánea debidas al gijonés Antonio López y al religioso franciscano Oteiza.              

 

En sus proximidades puede completarse también la Custodia procesional de la villa de Gijón. Se trata de una custodia de asiento, realizada en 1.950 por el insigne orfebre sevillano Fernando Marmolejo Camargo, gracias a las gestiones realizadas por el entonces Comisario de Cultos de nuestra Hermandad de la Santa Misericordia, D. Hermenegildo Rodríguez –La custodia tiene metro y medio de altura, y se inscribe en la mejor tradición del barroquismo sevillano. Reposa sobre una base de madera cuadrada, decorada en su  parte más baja con relieves de símbolos alegóricos de la Eucaristía, y dejando en su parte alta huecos para adornos florales que antes fueron ocupadas por finas guirnaldas de plata. El cuerpo metálico se inicia con un basamento trabajado ricamente en estilo plateresco con un frontal de la imagen de San Pedro, los cuatro extremos están decorados con cuatro ánforas o jarrones coronados por trabajados adornos florales. La custodia tiene forma de un templete de cuatro cuerpos de planta cuadrada, el primero es el más amplio acoge el viril u ostensorio, una custodia portátil en forma de solo, y en su parte superior la decoración se compone de guirnaldas y campanillas de plata. El segundo cuerpo es de menor tamaño, adornado en las esquinas con las figuras de los cuatro evangelistas, y acoge en su interior la imagen de la Asunción. E tercer cuerpo acoge una campanilla de mayor tamaño, y el cuarto y último una figura del cordero eucarístico. La custodia es coronada por la Cruz de la Victoria.

 

En la Cripta, sucesora de la antigua Capilla de Ánimas y construida bajo la mitad delantera del templo, reposan los restos mortales de los dos grandes benefactores de la reconstrucción del templo, D. Alberto Paquet y Dña. Dolores del Campo, en una capilla presidida por una mosaico de la Crucifixión debido a Clavo.