Entre unos cuantos amigos
Planearon una merienda
La dificultad estaba
En elegir lo que fuera,
Pues cada uno opinaba
De diferente manera.
—Guisaremos una LIEBRE
—Lo mismo da una CONEJA
—¡Quiá! Mejor sería un POLLO,
O un GALLO con TOMATERA
—Bueno, no seáis GASTOSOS,
Que todo eso mucho cuesta,
Yo propongo hacer un POTE
Con especies tan diversas,
Que tú te CHUPAS los dedos Ante tanta suculencia.
—A ver lo que éste propone,
Pues CALCULA lo que piensa.
—No es más que esto: se echa un TALLO
De LECHUGUINO, HABICHUELAS,
Unas cuantos PATAS LARGAS
De POTRA, y si no se encuentran,
De CABALLO, que es seguro,
Que el paladar no se entera;
Unos trozos de CALLITOS,
POCA PRINGUE, por si espesa,
Con REBANÁS de PAN DURO
Y que POCO PAN contengan,
Algo de anís MATARRATAS
Algún RANO, si se pesca,
AZAFRAN, COLES, VINAGRE, COMINOS, sal y PIMIENTAS,
Porque si el guiso no PICA
No sale bien la receta.
Y mejor si PICA EN CUATRO
Que en DOS; eso es cosa cierta.
Se pone todo a cocer
Y aunque al final aparezcan
Pelos NEGRETES o CANOS,
O unas BARBAS o guedejas,
No apurarse; al fin y al CABO.
A veces también se encuentran
PELOS en los restaurantes,
Y no digo en las tabernas,
Que son, según la costumbre
De las sucias cocineras;
Pero aquí serán los nuestros
Y hasta es posible que sean PELOS DE ORO,
con lo cual, Esa ventaja les llevan.
A todos les pareció
Tan excelente la idea,
Que creyéndola un MANA,
Sin encomendarse apenas
Al PADRE SANTO ni al DIABLO
Ni discutir más monsergas,
Convinieron en guisar
Aquella explosiva mezcla.
Llegó el día y tras comprar
Todas aquellas materias.
Las metieron en MORRALES
y se fueron a unas eras
También compraron BOTILLAS
De vino (o sea, botellas)
Que escanciaron en un CANTARO
De tres arrobas y media.
En un CACHARRO Con agua
Sumergieron las diversas
Viandas y comestibles,
Y para que se cocieran
Pusieron unas PAJITAS
Que encendieran bien la leña;
Pero aunque eran PAJAS LARGAS,
No teniendo CHIMENEA,
Yeso que las atizaban
Con TENACILLAS y ESPUELAS
Tardaron en hacer fuego
Bastante más de la cuenta.
Como la tarde avanzaba
Sin qué aquello se cociera,
Decidieron, uno a uno,
Dar al vino reverencia,
Haciéndole unas visitas
Frecuentes y duraderas;
Y con tantas libaciones
Parece que la cabeza
De todos, sin excepción.
Que antes estaba SUJETA
Después de ingerir el vino
Daba más de cuatro vueltas,
Lo mismo que un avión
Que hubiera entrado en BARRENA.
Vinieron las ALEGRÍAS,
Y se organizó la juerga;
Uno tocó el VIOLÍN,
Otro cantó una HABANERA
Mejor que el mismo GAYARRE,
Otro les contó leyendas
Del COYOTE, y se tocó
Un TAMBOR de traza vieja
Parecido a los TIMBALES
Que suelen verse en las ferias.
Total, que cuando acabó
De cocerse la menestra,
Con el hambre y lo bebido,
No hubo nadie que se diera
Cuenta exacta del guisado
Que salió de la CAZUELA;
Porque entre hacerlo en el campo
Donde hay bichos por doquiera
Y que los que lo guisaron
No estaban como debieran,
Aparte de lo que echaron,
Que no eran cosas muy buenas,
Salieron: alguna ARANA.
Varias MOSCAS BORRIQUERAS,
MOSQUITOS, VENCEJOS, GRILLOS,
Un trozo de PAJARERA.
TRES UVAS, una CURAÑA,
De una GARDUÑA una pierna,
Unas CASCARILLAS de algo
Que no se supo de qué era,
Un CULEBRO, cuatro BOLAS
De otra ignorada materia,
Una OREJILLA, tal vez
De una CABRILLA, unas LEZNAS,
Un TARUGO, que lo mismo
Podía ser su madera
De un GUINDO, de unos PINITOS
O de alguna RATONERA.
Una PELUCA COSÍA.
Y una MOÑITA pequeña...
Más, como el hambre no suele
Distinguir muchas finezas,
Ellos se engulleron todo
Y por poco si revientan,
Ya que de tantas BASURAS
La BARRIGA estaba llena.
Uno Se puso MOHINO;
A otro le salieron PECAS;
Otro vió que se volvía
Su panza en PANZA MORENA;
Otro notó que su TRIPA
LISA estaba muy repleta;
Otro creyó que sus remos
Eran: una PATA HUECA
Y la otra una PATA BOMBA,
Con las que andar no pudiera,
Salvo que con otras PATAS
DE PALO se las supliera;
Otro sentía el estómago
Un poco CORCHAO por fuera;
A Otro de ellos se le puso
De pronto la BOCA NEGRA.
Como si fuera LUMUMBA
Ese que dió tanta GUERRA;
Otro acudió a un BOTIQUÍN
Que habla por allí cerca
Para tomarse un JARABE
Que aliviara su dolencia;
Y uno se aflojó el CHALECO
Que le oprimía con fuerza;
Se quitó la CHAQUETILLA,
Y detrás de una gran piedra
Dejó caer los CALZONES
Clamando con voz muy recia
(Aunque es un hombre pacifico
Que casi nunca RENIEGA):
—Que... ¡MECAJO! Y continuó
Con todas las consecuencias...
El caso es que el desgraciado
Que estaba más a su vera.
Al ver que hasta las narices
Le llegaba una marea
De un olor nada agradable
Y de mucha persistencia,
Dijo: “Pero qué MAL HUELE,
Este se M UERE, ¡qué pena!”
Y echó a correr más aprisa
Que un DUENDE de los que vuelan,
Hasta que dió con un pozo,
Tirándose a él de cabeza.
Y así fué como acabó
La fatídica merienda.
J. MARINA