La segunda mujer de su padre Serafín falleció al poco tiempo. "Mi padre enviudó dos veces, se casó dos veces y las dos veces se habían muerto las mujeres. Eso lo heredé yo. Es lo único que heredé de mi padre"
"La gente pobre de antes no podían dar estudios a sus hijos y muchos se iban a América para ganarse el pan y esperar un futuro mejor, pero en Santander había costumbre de enviarlos con 13 o 14 años a Cádiz, a San Fernando o al Puerto de Santa María; allí empezaban como recaderos y chicos para todo y terminaban como encargados o dueños de sus propios negocios"
Yo le había prometido a la virgen del Carmen la patrona de mi pueblo una peseta que no tenía si me llamaban para venir a Cádiz, y al poco tiempo me llamaron... Me trajo en tren un señor que tenía una tienda en Cádiz. Yo no lo conocía, solo sé que se llamaba Isidoro. Éramos cinco chiquillos, todos con catorce años, cuatro iban a Cádiz y yo a San Fernando.
En Madrid nos quedamos en un hotel, que estaba al salir de la Estación del Norte. Se llamaba "Casa Revertito". Después me enteré de que allí paraban todos los montañeses.
Estuvimos allí varios días sin saber porqué. Uno de los chavales dijo, " a este hombre le habrán quitado la cartera y está esperando a que le manden dinero de Cádiz, para continuar el viaje"
Cuando llegué aquí, me enteré de los motivos: se había sublevado la guarnición de Jaca (12 diciembre de 1930)y en una columna marchaban hacia Madrid, para derrocar a la Monarquía. Uno de los sublevados, era de San Fernando, se llamaba Fermín Galán y había sido capitán de la Legión. Cuando entró la República a la Plaza del Rey le pusieron la Plaza de Fermín Galán.
Yo venía colocado a una tienda que había en la calle Real. Se llamaba "Las Camelias", en la esquina de calle real con la calle Velázquez. Su especialidad era el café. El dueño era mi tío Manuel, casado con una hermana de mi padre. Mis tíos vivían en la parte de arriba de la tienda y yo vivía también con ellos... los chicucos dormían detrás del mostrador, pero yo nunca lo hice" Entre la colonia de montañeses había lazos de amistad y paisanaje. Una organización sin leyes escritas con costumbres que todos ellos seguían
"Cuando llegué, había cinco empleados. Antes los bares se llamaban "tiendas". Los mostradores eran muy chicos y los salones muy grandes." El trabajo de Pedro era el más pesado y a la vez el de menos responsabilidad. Lo que más hacía era lavar vasos, platos y cucharillas y hacer todos los recados. Gracias a lo cual fue conociendo la ciudad. Su jornada de trabajo hoy nos parecería inhumano, y con mucha razón.
"En el San Fernando de los años 30 el alumbrado de la calle real, era de farolas de gas. Las encendían por la tarde una por una y por la mañana, las apagaban. Eso era en la acera de la derecha, la otra acera no tenía luz. El paseo era desde la Mallorquina a la Alameda. A la acera de la izquierda, se iban a pasear los que no podían presumir y le decían "La acera de los tramposos".
Los hombres cuando iban al trabajo, iban andando y todos llevaban una taleguita que se llamaba el costo.
Los parados, se sentaban en la Plaza del Rey, a esperar a el Alcalde, para que les diera trabajo. Los mandaba a limpiar los callejones y por la tarde les daba un duro a cada uno. Cuando había elecciones, venían por las casas, pidiendo el voto. Entregaban la candidatura y un duro.
Los parados, venían por las tiendas, pidiendo dinero prestado. Se lo pedían al dueño, pero no admitían limosna. Solamente, cuando se moría algún familiar que no dejaba para el entierro, se reunían los tres o cuatro hombres más representativos de la familia y uno de ellos, llevaba colgado del brazo un pañuelo negro, en forma de bolsa, pidiendo para pagar los gastos. Pero le pedían al dueño. Se decía en aquel tiempo que las mejores influencias que había en San Fernando, eran los montañeses y los curas..."
La primera velada que yo vi en San Fernando, la vi en la Plaza del Rey. Los puestos estaban colocados alrededor de la Plaza. A mí me habían dado para la Feria, una peseta. Di un par de vueltas y entré en el 44, a tomar algo y dándomela de hombre del norte, pedí un vaso de vino tinto. Un chaval de aquí, de mi edad, pediría una gaseosa que eran unas botellitas como las de Coca-Cola. Pues que cara me vería a mí el hombre que lavó el vaso, se fue a la canilla, llevando medio vaso de agua. Yo dije para mí, aquí no entro más"
Los hombres que trabajaban en las salinas, desde que salían de su casa, iban andando descalzos. Estos hombres, regresaban por la tarde y en la tienda donde yo trabajaba, el capataz les pagaba. No cobraban siempre lo mismo. Yo los veía discutir, hablaban de reales y ajustaban las cuentas con los dedos, pero al final, todo quedaba claro. A esos hombres se les podía aplicar el dicho de que "eran pobres, pero honrados"... era habitual...
...Yo no tuve mi primer par de zapatos hasta que me vine se Santander. De niño solía llegar tarde a la escuela después de llevar las vacas al prado y ayudar a mis padres con la hierba. Como castigo el maestro me daba con una vara de avellano en las corvas y yo dejaba las huellas de los pies del sudor en la tarima...
"Cuando me vine a la isla fui a despedirme de don Eutiquio, (que así se llamaba el profesor), y me dijo, mándame una foto que me gusta tener una foto de mis mejores alumnos, y entonces me enteré que yo era uno de sus mejores alumnos...después de todas las veces que me dio con la vara".
"Estando yo ya trabajando en San Fernando, le dije a mi tío que me diera dinero para hacerme una foto y mandársela al maestro, pero me dijo que eso eran tonterías y que no. Siempre me quedé con la pena de no haberle mandado al maestro una foto...
Después de que me hirieran, y terminara la guerra para mi, regresé a la montaña, a recuperarme a Valdecillas. Solía dar un paseo, y una tarde me encuentro con Don Eutiquio , yo iba vestido de soldado pero él me rehuyó, me gustaría haberle dicho que no pude enviarle la foto.... luego me explicaron que había luchado en el bando contrario y no se fiaba mucho de la gente"