En la sociedad azteca o mexica, los amantecas eran los artesanos que se dedicaban a la confección de atavíos y ornamentos compuestos de plumas finas. En el arte plumario mexica destaca el conocido penacho de Moctezuma.
El arte de trabajar con plumas fueron difundidos probablemente en Sudamérica y en Mesoamérica por las poblaciones amazónicas en una época antiquísima. Entre los aztecas había nacido una categoría de artesanos dedicados a este tipo de actividad. Los códices posteriores a la Conquista ilustran el método que empleaban para crear adornos y decorar vestidos, tocados y escudos: cada pluma era fijada con extrema delicadeza mediante un hilo de algodón sobre un soporte de mimbre o de tela, a fin de crear mosaicos coloreados de una extremada delicadeza.
Como una labor divina era considerada la tarea de los amantecas en la cultura mexica, pues eran los artesanos que ataviaban con plumas de quetzal, garza, loro o águila a los guerreros, y así ofrendaban a sus dioses. En huipiles, ropajes u ornamentación dejaron plasmado el arte plumario que igual sorprendió a los conquistadores en el siglo XVI que a los académicos del siglo XXI.