El 18 de Octubre del 2019 Chile entró en una vorágine de decadencia y descontrol como no se había conocido en nuestra historia reciente y en la cual, lamentablemente, aún se encuentra atrapado. Una tóxica y explosiva mezcla de adoctrinamiento político, una inexistente política pública de salud mental, malas condiciones del sistema educacional y de los servicios públicos, sumados a atropellos contra los derechos y dignidad de los ciudadanos fueron el caldo de cultivo perfecto para desatar una ola de violencia inusitada que causó profundas heridas que persisten hasta el día de hoy. Desde entonces Chile se ha convertido en un país más pobre, menos atractivo para las inversiones y también más inseguro y peligroso. La actual dirigencia, liderada por Gabriel Boric, no solo se muestra incapaz de ofrecer respuestas efectivas a estos problemas, sino insolvente para salir de esta debacle y repuntar el escenario decadente en que nos encontramos. La clase política, a su vez, ha demostrado no estar a la altura de los desafíos dando cuenta una vez más, de los mismos vicios que la tienen sumida en un profundo desprestigio. Aunque suene duro reconocerlo, aún queda tiempo y espacio para seguir cayendo en este vacío tal como advertimos tiempo atrás.