publicado noviembre 18, 2022
META
(décimas)
Pedro Luis Ferrer Montes
De no llegar a la meta
se alimenta mi tesón,
pues la raya de mi acción
no digiere la receta
del rumbo que se completa.
Mientras más camino, más
se aleja el punto veraz
que concibe mi ilusión...
Cada paso es combustión
hacia el infinito asaz.
Donde termina un pasillo,
otra hendija iniciará
el anhelo que le da
movimiento a mi tobillo;
desde el finísimo hilillo
que destila por la grieta
su luminosa pirueta,
hasta la gota que trulle
el techo por donde fluye
con la coz de su chaveta.
Cualquier atisbo me anima
a renovar mi horizonte,
aplicado en el apronte
que el minutero sublima
para que no me deprima.
Un destello es suficiente
en el eco transparente
que insiste en mi corazón,
para mover el tacón
y lanzarme a la vertiente.
Nunca llego, siempre falta
—en el punto del arribo
que en metáfora concibo
como herraje de callialta
que el espíritu peralta—
el paisaje imaginado,
porque soñar es pecado
cuando no se rectifica
la meta que falsifica
el propósito gestado.
Mi meta es no tener meta
—y al menos una concibo
en el universo vivo
donde «llegar» es baceta
en el juego de estafeta
que te regala el cartero
con la baraja del cero
de la ruta terminable—:
dejar atrás lo palpable
y continuar el sendero.