publicado noviembre 28, 2022


POESÍA Y MÚSICA 

(parte I)

Pedro Luis Ferrer Montes


Algunos colegas queridos -solo algunos-, que a ratos se inspiran e intentan una estrofita en verso –y deciden publicarla–, me piden lógicamente una valoración, casi siempre bajo la expectativa de la anuencia y el elogio. No es gente dedicada al arte de escribir,

ni presumen de ello, pero veo que les gustaría acertar... lo cual me parece loable. Es una situación delicada porque no les puedo mentir, ni quiero desestimularlos.


Me percato de que están en el punto en que me encontraba cuando llevaba mis primeros amagos poéticos a mi tío Raúl para que me los aquilatara, y él terminaba demoliéndomelos. Entonces yo tragaba en seco y me sentía incómodo, pero así –mediante esa «cura de caballo»– aprendí a no enamorarme a primera vista de los ripios que me nacían; así adquirí el hábito de someterlos al taller riguroso, y a no perdonarme nada. Sí, mucho taller, pues las palabras no son lo mismo que las esencias que representan. Y no siempre logramos echar nano a las palabras idóneas para expresar nuestro pensamiento. Y en el caso de los sentimientos resulta más complejo aún.


La percepción o inspiración poética, ese deleite emocional que experimentamos ante algo, no es exactamente idéntico al poema que intenta expresarlo. Existe la idea errónea de que un hermoso sentimiento es garante de la belleza de un verso. Cuando, en realidad, el renglón que escribimos podría resultar un desdibujo grotesco de nuestra sensibilidad. Y aclaro que un buen poema también puede expresar cosas horribles, pues su belleza radica en la capacidad de representar fielmente la percepción que lo originó.


Entiendo que la poesía es la percepción más sublime, sensitiva y conmovedora que tenemos del mundo circundante (incluido el que percibe, en toda su complejidad como ser individual, social, biológico y espiritual). Y el poema intenta ser la cristalización o exteriorización de esa percepción especial. Y digo «intenta» porque no siempre lo logra cabalmente.


He escrito estrofas poéticas incapaces de provocar en el lector el sentimiento que las hizo nacer. Un verso debe portar los resortes que dan vida a ese sentimiento (o pensamiento) que lo origina. Y para ello debemos saber escoger las herramientas idóneas: las palabras, las imágenes y las metáforas que hagan palpable y visible nuestra experiencia poética.


Hay quienes creen que al rimar y establecer una métrica ya están haciendo poesía: la poesía no necesita rima ni métrica. Las estrofas llamadas poéticas (décimas, sonetos, redondillas...) son solo recursos musicales  -rima y métrica- que se usan en la expresión oral y escrita. Pues, en su origen histórico, la poesía nació ligada al canto que casi siempre acompañaba la danza; y con el tiempo logró independizarse para adquirir su propio ámbito en la expresión oral y escrita, donde la musicalidad de las palabras y las frases es determinada solamente por la cristalización poética.


Construir estrofas bien rimadas te convierte, si acaso, en un buen músico, no en un buen poeta. Una vez llevé uno de mis primeros intentos «decimantes» a tío Raúl, y me dijo: «Pedrito, mijo, está perfecta, ya sabes hacer décimas. Podemos hasta bailar con ella. Ahora tienes que aprender a hacer poesía en la décima».


Lamentablemente, el público mayoritario padece la misma confusión.


(continuará)


25 de septiembre de 2021, Florida.

 

(publicado en FB a comienzos de 2022)