REFLEXIONANDO

En esta sección encontrarás tanto fragmentos de textos y vídeos como reflexiones personales propias que queremos compartir con vosotros y que dan que pensar.

RELATO DE RIZAL IMRAN

A continuación les dejamos un texto en el que Rizal Imran, refugiado sirio, cuenta su historia.

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Tienes 29 años, una mujer, dos hijas y un trabajo. No vives mal. Puedes incluso permitirte algunos lujos y vives en una casita en la ciudad.

De pronto la situación política de tu país cambia y unos meses más tarde tienes a unos soldados plantados delante de tu casa. Y delante de las casas de tus vecinos. Dicen que si no luchas por ellos, te disparan. Tu vecino se defiende. Un tiro. Ya está.

Escuchas como un soldado le dice a tu mujer que abra bien las piernas. No sabes como, consigues librarte de los soldados por esa vez y pasas media noche reflexionando sobre ello.

De repente escuchas un impacto. Tu casa ya no tiene salón. Corréis fuera y veis que toda la calle está devastada. No queda piedra sobre piedra. Metes a tu familia en casa y corres al lugar en el que estaba la casa de tus padres. Ya no está. Tus padres tampoco. Rebuscas y descubres un brazo con el anillo de tu madre en el dedo. Del resto de tus padres no encuentras ni rastro.

"¡Pero si estos que buscan asilo viven rodeados de lujos! ¡Smartphones, ropa de marca y esas cosas! ¿No?"

Ya no piensas más. Corres a casa y gritas: tu mujer debe vestir a las niñas. Coges una bolsa pequeña, ya que no podéis cargar más durante la huída, y metes lo indispensable. Solo caben dos mudas por cabeza en la bolsa.

¿¿Qué te llevas?? Probablemente no volverás a ver tu hogar nunca más. Ni a tu familia, ni a tus vecinos, ni a tus compañeros de trabajo... ¿Cómo vas a mantenerte en contacto con ellos? Inquieto, tiras tu smartphone junto con el cargador en la bolsa. Junto con las dos mudas por cabeza, un poco de pan y el peluche favorito de tu hija pequeña.

"Pueden costearse el viaje. ¡Pues no serán tan pobres!"

Como se veía venir, habías reunido hasta el último céntimo que tenías, para emergencias. Gracias a tu relativamente bien pagado trabajo has ahorrado algo. El viaje cuesta 5.000 euros por cabeza. Tienes 15.000. Si tienes suerte, vais todos. Si no, te tienes que separar de tu mujer. La quieres y rezas por que os lleven a todos. Si no antes, ahora estás completamente arruinado y no tienes nada. Sólo a tu familia y la bolsa.

La huida hasta la frontera del país dura dos semanas a pie. Tienes hambre y hace una semana que apenas has comido nada. Estás débil, exactamente igual que tu mujer. Pero lo importante es que las niñas tengan bastante. Se pasan llorando las dos semanas. La mitad del tiempo tienes que llevar a tu hija pequeña en brazos. Sólo tiene 21 meses.

Tras dos semanas, llegáis al mar. En mitad de la noche os cargan en un barco junto a cientos de otros refugiados. Tienes suerte. Toda tu familia puede subir a bordo. El barco está tan lleno que amenaza con volcar. Rezas por que no os ahoguéis. La gente a tu alrededor llora, grita. Unos niños han muerto deshidratados. Los contrabandistas los tiran por la borda. Tu mujer está sentada apáticamente en una esquina. Hace dos días que no bebe nada.

Cuando se ve la costa, os reparten en botes. Tu mujer y la pequeña en uno, la mayor y tú en el de al lado. Os exhortan a permanecer en silencio, para que nadie os oiga llegar. La mayor lo entiende. La pequeña en el bote de al lado no. No para de llorar. Los demás refugiados se ponen nerviosos. Le dicen a tu mujer que haga callar a la niña. No lo consigue. Uno de los contrabandistas coge a tu hija, la arranca de los brazos de tu mujer y la tira por la borda. Tu saltas inmediatamente a por ella, pero no consigues verla.

Nunca más.

En tres meses hubiera cumplido dos años.

¿¡Todavía no tienes suficiente?! ¿Aquí lo tienen muy fácil y se les da todo hecho?

Ya ni te explicas como tú, tu mujer y tu hija mayor habéis conseguido llegar al país que os ha acogido. Todo está como entre algodones. Tu mujer no ha vuelto a hablar desde la muerte de vuestra hija. La mayor lleva desde entonces el peluche de la pequeña bajo el brazo y se muestra completamente apática. Tú debes aguantar. Casi habéis llegado al punto de acogida. Son las diez de la noche. Un hombre, cuyo idioma no hablas, os lleva a un pabellón con camas plegables. Están unas pegadas a las otras. Hay 500. En el pabellón el ambiente es pesado y ruidoso. Intentas orientarte. Entender que quieren de ti las personas que están ahí. Pero realmente a penas te tienes en pie. Realmente casi deseas que te hubiesen disparado. En lugar de ello, sacas tus pertenencias. Sólo dos mudas por cabeza, y tu smartphone. Y entonces pasáis la primera noche en un país seguro.

A la mañana siguiente os reparten ropa. Incluso hay ropa de marca entre las donaciones. Y un juguete para tu hija. Recibes 140 euros. Para todo el mes.

“¡Si aquí están seguros! ¡Deberían alegrarse!”

Fuera, en el patio, vestido con tu ropa nueva, levantas tu smartphone y buscas cobertura. Necesitas saber quien sigue con vida en tu ciudad. Entonces pasa un “ciudadano preocupado” y te regaña. No entiendes por qué. Entiendes algo de “¡vuelve a tu país!”. Fragmentos de “smartphone” y “dártelo todo hecho”. Alguien supo traducirlo.

Y ahora dime: ¿qué sientes y qué tienes? La respuesta a ambas preguntas es: “¡NADA!”

Xenofilia

José Antonio Hernández Guerrero

Si la “xenofobia” es el odio o la hostilidad hacia los extranjeros y, más exactamente, el miedo al extraño o el temor al diferente, la “xenofilia” es el respeto a los distintos, el aprecio a los diferentes y la valoración positiva de los otros. Ordinariamente se la suele valorar desde una perspectiva social, pero, en nuestra opinión, también deberíamos analizarla desde una óptica personal. Estamos convencidos de que esta virtud humana es la vía más directa y la senda inevitable para adentrarnos en nosotros mismos y para, allí, en ese espejo secreto, descubrir las vetas más ricas de nuestra personalidad y las fuentes más fecundas de nuestro bienestar personal. Y es que partimos del supuesto de que las relaciones con los demás constituyen un foco central de una vida verdaderamente humana.

Hemos de tener claro, sin embargo, que para lograr esta relación positiva debemos cultivar, en primer lugar, una sensibilidad especial que nos descubra los valores que atesoran las personas que nos rodean, y, a tal fin, es necesario que realicemos una tarea de aproximación física y de sintonía afectiva: no es posible conocer verdaderamente a los otros sin acercarnos a ellos. Aunque parezca contradictorio, vivimos en el mundo de las comunicaciones y, al mismo tiempo, echamos cada vez más en falta una auténtica comunicación entre las personas. Vamos hacia un mundo de la comunicación total mientras que crece la incomunicación o aquélla se reduce a contactos superficiales.

La recepción cordial al extranjero, la atención al desconocido, la acogida al marginado y a todos los que han sido golpeados por la desgracia sólo son posibles si los incluimos en los territorios de nuestros cotidianos afanes. La acogida de los otros, los que son distintos, no sólo pone en juego la jerarquía de nuestros valores éticos y sociales, sino que, además, mide nuestra capacidad de cordialidad y de solidaridad.

En mi opinión, estos lazos interpersonales nos sirven, sobre todo, para establecer unas relaciones más auténticas y más gratas con nosotros mismos. La Psicología actual nos aporta muchas e interesantes reflexiones sobre esta aparente paradoja: para acercarnos a nosotros mismos y para descubrir el fondo de nuestras entrañas, el único camino es relacionarnos con los demás; siendo sensibles a los otros logramos conocernos y desarrollar nuestros valores más personales. Para buscar en las aguas de nuestro propio torrente y llegar al interior más profundo de nuestro espíritu, es necesario el diálogo y no la enfermiza confrontación o el rechazo sistemático. No podemos vivir sin absorber las bocanadas de aire limpio que nos llegan cuando descubrimos lo bueno y lo malo de los otros, esa conjunción de desventura y de belleza, de fango y de sol interior que hay en otras vidas: las pequeñas luces que hacen guiños en la noche y los pedazos de cielo que se divisan en las miserias, las flores que, inesperadamente, crecen en los ambientes grises y en los recintos cerrados. Por muy convencidos que estemos de lo contrario, la experiencia cotidiana nos demuestra que el bienestar no lo logramos si ignoramos u ocultamos las desgracias ajenas.

(Diario de Cádiz, 12-03-2006)

¡Es la xenofobia, estúpido!

El recién elegido jefe de la política exterior europea, Josep Borrell, ha dicho en varias ocasiones (la última que yo lo oí fue en un debate televisado de la campaña para las elecciones europeas en la que fue primer candidato por el PSOE) que la inmigración es un serio problema que puede acabar desmembrando la Unión Europea. Creo que Borrell debería ponerse un gran cartel en su nuevo despacho de Bruselas, parecido al que se puso Bill Clinton con el propósito de no olvidarse del elemento fundamental de su campaña presidencial de 1992, pero en lugar de hacer mención a la economía, el de Borrell debería rezar: ¡Es la xenofobia, estúpido!

El problema no es la inmigración (a menos que le quitemos la acepción negativa al término problema). Los todavía 28 países de la Unión Europea, con 509 millones de habitantes, tienen una población inmigrada de 55,4 millones, pero 20,5 millones proceden de otros países de la misma UE, de modo que la inmigración recibida de fuera de la UE es de 34,9 millones de personas, el 6,9% de la población total. No es, ciertamente, un porcentaje alto. Y menos alto lo es para aquellos Estados de la UE que están magnificando “el problema de la inmigración”. En Polonia, la inmigración recibida de fuera de la UE es el 1% de la población, en Hungría es el 2%, en Eslovaquia es el 0,6% y en la República Checa es un poco mayor, el 2,8%, pero en este caso la mayoría procede de Ucrania, otro país europeo.

Por otra parte, la inmigración no sólo no es un problema negativo, sino que más bien es la solución (o parte de ella) a algunos problemas estructurales de la UE. La población nativa europea disminuye y envejece, al tiempo que crece un sector servicios muy necesitado de mano de obra (a ser posible joven). Europa sin inmigración está abocada a un suicidio demográfico, como ha dicho Lant Pritchett, execonomista del Banco Mundial y profesor de Harvard, que ha estimado que hasta el 2050 necesitaremos unos 200 millones de inmigrantes, es decir, seis veces más de los que tenemos ahora (1).

Lo que nos dice ese economista es que, ya en la próxima década, deberíamos triplicar el número de inmigrantes que ahora tenemos. Puede que esas estimaciones sean exageradas, pero van en la línea de lo que todos los estudios sobre mercado laboral, incluidos los de la Comisión Europea, señalan desde hace tiempo: que recibimos muy poca inmigración y necesitamos ampliarla notablemente.

¿Por qué la UE no se pone manos a la obra para abrir ampliamente las vías de inmigración? Sencillamente, porque hay algo que aún crece más deprisa que nuestros problemas demográficos: la xenofobia. Europa está enferma de xenofobia, enferma de nacionalismos excluyentes, enferma de supremacismos que deshumanizan a las personas de cualquier otro origen. Las políticas de inmigración de la UE están guiadas por esa xenofobia: cada vez que la Comisión Europea ha querido hacer un poco más racional la política de inmigración, cada vez que ha propuesto abrir vías de algún tipo, se ha encontrado con la firme oposición de unos cuantos Estados miembro.

Y, finalmente, todas las directivas y reglamentos europeos sobre inmigración están sobrecargados de prevenciones y medidas restrictivas, cuando no represivas; están hechos para hacer difícil la entrada legal de inmigrantes. El eje central de nuestras políticas es lo que llaman “lucha contra la inmigración ilegal”. Primero se hace difícil la entrada legal de personas inmigrantes y después se contenta a los sectores xenófobos (y se busca su voto) centrando las políticas en la “lucha contra la inmigración ilegal”. Y con ello se alimenta más la xenofobia y crecen los votantes xenófobos que demandarán más medidas xenófobas. Así de trastornados estamos.

Pero el arquetipo de la “lucha contra la inmigración ilegal” requiere otra reflexión más. ¿Es la inmigración laboral lo que estamos tratando de frenar? En parte sí, pero esa lucha antiinmigratoria esconde otra cosa: la voluntad de cortar el paso a los refugiados que tratan de llegar a Europa. Se dice que luchamos contra la inmigración ilegal, pero utilizamos esa lucha contra la entrada de refugiados, algo que los gobiernos no pueden decir, porque sería como reconocer que están actuando ilegalmente, ya que impedir la entrada de refugiados contradice la Convención de Ginebra de 1951 que todos los Estados europeos han suscrito. Lo cierto es que todas las vallas y muros construidos en las fronteras, los sistemas militarizados de vigilancia y los acuerdos con países terceros (como Turquía, Libia, Marruecos, etc.) están ubicados en la frontera sur y sureste europea, que es por donde nos llega el mayor número de refugiados.

Los datos de inmigración lo dejan bastante claro. De esos 34,9 millones de personas que están en la UE venidas de otras partes del mundo, 9,5 millones han venido de otros países europeos (Turquía, Rusia, Ucrania, Bosnia, Serbia, Suiza, Moldavia, Noruega, etc.), y muchos han tenido dificultades para migrar a la UE, pero no se han tropezado con las concertinas ni han sufrido los naufragios en el Mediterráneo. Lo mismo podemos decir de los 4,1 millones que ha venido de Latinoamérica y de una parte de los 9 millones venidos de Asia, y aún han sido menores las dificultades para el millón que ha venido de Norteamérica (2). En realidad, toda la maquinaria fronteriza que los Estados de la UE han puesto en marcha para dar satisfacción a cuantos exigen medidas de “lucha contra la inmigración ilegal” está mirando hacia África, Oriente Próximo y Sur de Asia, las zonas en las que se produce la mayor parte de los conflictos bélicos y, por tanto, de las que huye la mayor parte de los refugiados.

A esto nos ha llevado la xenofobia: a incumplir con nuestra obligación legal (y por supuesto humanitaria) de dar acogida a los refugiados que huyen de los conflictos bélicos y las persecuciones. Estamos vulnerando la Convención de Ginebra sobre Refugiados y, además, nos hemos convertido en países bastante cicateros en la acogida de refugiados.

Esa segunda afirmación puede sorprender, ya que mucha gente cree que los países europeos están entre los que mayor número de refugiados reciben. La realidad es totalmente la contraria: sólo el 15% de los refugiados que hay en el mundo está acogido en los países del Norte Global (Europa, Norteamérica, Australia, Japón y Nueva Zelanda). Los diez países que mayor número de refugiados acogen son: Turquía (3,5 millones, de los que la inmensa mayoría son sirios), Pakistán (1,4 millones, la gran mayoría afganos), Uganda (1,4 millones, de los que casi un millón son de Sudán del Sur), Líbano (1 millón, casi todos sirios), Irán (1 millón, el 96% afganos y el 3% iraquíes), Alemania (1 millón de procedencias diversas: sirios, afganos, eritreos…), Bangladés (0,9 millones, rohinyás procedentes de Myanmar), Etiopía (0,9 millones, principalmente de Sudán del Sur), Sudán (0,9 millones, la mayoría procedente de Sudán del Sur), Jordania (0,7 millones, casi todos sirios) y la República Democrática del Congo (0,5 millones, de varias procedencias). Como vemos, sólo un país de la UE está en ese top 10, y no en uno de los primeros puestos.

Definitivamente, aunque gestionar bien la inmigración es un asunto muy importante, el mayor reto que tiene Europa no es ése, es la lucha contra la xenofobia. En esto es en lo que deberían estar empleándose a fondo los gobiernos y las instituciones comunitarias.

Miguel Pajares

Un artista en las redes.

Fotografías que impactan, historias que conciencian

Uğur gallenkuş es un artista turco que publica en la red social instagram imágenes editadas que muestran dos realidades completamente diferentes contrastadas: la belleza del mundo y el ser humano, y su destrucción y devastación.

Uğur no solo busca impactar con sus imágenes, sino contar una historia, porque sí, a veces pone rostros de personas, protagonistas de la imagen que merecen ser recordadas como todos y habla sobre sus vidas, sus calamidades... su historia en un mundo alejado para nosotros, imposible si no es en una pesadilla, y es que a veces hay quien vive en una despierto.


Pensamos: ¡Qué suerte haber nacido aquí y no ahí!


Lo reducimos todo a la suerte; reducimos su deplorable situación a que han tenido mala suerte a la hora de nacer. Lo que hacemos con esto es quitarnos carga. Nos limitamos a pensar que no podemos hacer nada contra una situación que lleva igual muchísimo tiempo, que no somos suficientes para ayudar o simplemente, que es “imposible” cambiar. La verdadera realidad es que es difícil salir de nuestra zona de confort y ponernos a hacer algo más que compadecerles; es complicado pero no imposible. El decir esto es sólo una excusa más, ya que todos individualmente tenemos algo que aportar y unidos podemos hacer muchas cosas.


Si todos pensamos que no tenemos ninguna forma de contribuir, nunca nadie haría nada en ningún campo, porque total, si no está inventado ya, ¿cómo lo voy a inventar yo?, si esto lleva tanto tiempo sin mejorar, ¿cómo voy a hacer algo yo?, nos decimos.


Pero la verdad es que sí que podemos hacer cosas; todos juntos somos capaces de mucho. Es cierto que igual no podemos cambiar el mundo de un día para otro, pero sí que podemos poner de nuestra parte para ir mejorándolo un poquito cada día, y así, con el tiempo, iremos avanzando. Aunque tú creas que no estás haciendo nada, toda aportación, por pequeña que sea, es importante; las playas están hechas de pequeños granos de arena.

Aida Rodríguez



¿SABÉIS QUÉ SE SIENTE CUANDO TUS OJOS NO DIVISAN TIERRA?

"Cerrar los ojos y ahora imaginar: ¿Sabéis qué se siente cuando tus ojos no divisan tierra?...

Yo puedo explicarlo.

¿Sabéis qué se siente cuando el oleaje empieza a crecer?...

Yo puedo explicarlo.

¿Sabéis qué se siente cuando divisas a cinco y sólo puedes salvar a tres?

¿Sabéis cómo es el mar a diez millas de la costa?… No lo sabéis, ¿verdad?

¿Sabéis cómo es el infierno?... No lo sabéis.

Es parecido a un mar con olas de cuatro metros en la oscuridad de la noche, cuando el 99,9 % de vosotros no tiene cojones de entrar a 20 metros de la orilla.

¿Sabéis cómo retumban los gritos de socorro en mitad del mar cuando no divisas a la persona?...

¿Sabéis cómo es un cuerpo flotando boca abajo, por el que ya nada se puede hacer?

¿Sabéis a qué velocidad se traga el mar un cuerpo, cuando diez segundos antes te miraba pidiendo ayuda?...

¿Sabéis qué es el frío y la soledad?... No lo sabéis.

Ojalá vuestra imagen del mar sea siempre la del verano, el sol y el chiringuito, porque si algún día os veis en esta otra situación, rezad para que en los despachos de un gobierno den la orden de ir a buscaros."

Chema Monreal, patrón de barco, marinero, rescatador y técnico en Salvamento.

Os dejamos aquí la desgarradora reflexión de Chema Monreal, rescatador en el mar años atrás y actual escritor. En ella explica lo que siente un rescatador cuando se enfrenta a la crueldad de un naufragio en mitad del mar.



¿EN QUÉ PARTE DEL CAMINO PERDIMOS LA EMPATÍA?


¿En qué parte del camino perdimos la empatía?

¿Cuántas cifras apabullantes más hay que escuchar?

¿Cuántos rostros sollozantes más hay que ver?

¿Cuántos cuerpos interfectos más hay que ignorar?

¿Cuántos niños lánguidos más hay que ocultar?

¿Cuántos pulmones inundados más hay que callar?


Sempiterna letanía de trágicas historias,

interminables caminos,

quebradas pateras,

agrietadas manos,

sedientas bocas,

suplicantes ojos,

a los que preferimos no mirar,

aún sabiendo que ellos nos miran

cargados de esperanza;

hermetizamos pupila y corazón

y nos vamos alejando hasta que

ya no los vemos.

Y entonces nos cuestionamos

en qué parte del camino

perdimos la empatía.


Mar Fernández Calvo


Hoy es el día mundial de la poesía y, por ello, queremos compartir este poema a fin de incitar a la reflexión (¡ahora que tenemos tiempo para pensar!) sobre este interrogante: ¿En qué parte del camino perdimos la empatía?



"UNA IMAGEN VALE MÁS QUE MIL AHOGADOS"

2ªPARTE

El Roto

EL ROTO

FORGES

OTROS AUTORES


Carola Rackete: la belleza de la dignidad, es un artículo escrito por Patricia Simón, reportera especializada en derechos humanos y enfoque de género para el diario La Marea.

CAROLA RACKETE: LA BELLEZA DE LA DIGNIDAD

El significado de la detención de la capitana Carola Rackete la trasciende a ella, a los rescates en el Mediterráneo y a la ola fascista que recorre el mundo: nos devuelve un reflejo de nuestra sociedad, de nosotras y de dónde fijamos la atención, y por qué, nada edificante.

Algún día, la escena será recreada en una película. Y nuestros hijos e hijas llorarán y se preguntarán cómo fue posible, cómo lo permitimos; como ya lo hicimos nosotros viendo La lista de Schindler o La lengua de las mariposas.

La joven capitana descendiendo por la escalerilla, el policía que la agarra del brazo, las decenas de guardias, hombres, custodiando la rampilla en el pantalán, cruzándose miradas entre ellos ante los gritos de los que fueron a insultarla –»¡Espero que te violen cuatro negros!», «¡Ponedle las esposas!», «¿Te gustan las pollas negras?», «¡Primero los italianos! ¡Primero los italianos!»–. El fotógrafo del cuerpo policial registrando el momento, corriendo para tomar una nueva instantánea, como si fuese una escena de acción. Ella avanzando en silencio con paso sólido y el gesto serio hacia el coche patrulla; entonces ese instante en el que todo se suspende mientras espera a que abran la puerta. Aparece una mano sobre su brazo desnudo: una mano masculina, de alguien no uniformado, quizá de su tripulación, parece que quiere arroparla, con timidez, y de repente, otra mano, ahora claramente de un policía, sobre su espalda, desplegando los dedos bajo su cuello, impulsándola a introducirse en el coche, un gesto de milésimas de segundos en los que se intuye la aspiración de ser parte de la detención de la decencia, aunque sin convencimiento; quién sabe si sabiéndose indigno de rozar esa piel dorada por el sol, crujiente de juventud, salitre y valores, el acuerpamiento de lo que un día no tan lejano proclamó Europa como su norma y sentido: la defensa de la vida, la justicia y la esperanza en el futuro. Sus naciones sabían que fuera de ahí sólo cabe la autodestrucción y la desolación.

Todo eso encierra los instantes en los que Carola Rackete, la capitana del barco de rescate Sea Watch-3 es arrestada por la Guardia Financiera de Lampedusa. Da igual lo que pase después, si finalmente es condenada a prisión o no; si el proceso judicial se dilata en el tiempo y no llega a nada y esta indignación se borra en el maremágnum de indignación perpetúa en el que vivimos. Es la Teoría del shock, que tan bien conceptualizó Naomi Klein. Nuestro imaginario de lo que está bien y de lo que está mal está siendo bombardeado a través de la guerra que el Norte Global libra contra las personas que huyen del Sur. Ellas son sus víctimas colaterales, pero el objetivo a abatir son nuestras conciencias. Cuantas menos personas queden como referentes de que existe la posibilidad de la resistencia, más engrasada estará la maquinaria del despojo de derechos y vidas.

Por eso necesitamos urgentemente muchas Caloras Rackete. Porque sin ellas estas vidas extenuadas por el cansancio de trabajos cada vez más precarios e insatisfactorios, y entristecidas por la falta de lazos comunitarios desde los que construir afectos sociales, la impotencia terminaría cristalizando en cinismo, apatía y egoísmo. Porque han conseguido que el hecho de que una joven decida poner sus conocimientos al servicio de salvar vidas, aun a sabiendas de que le pueda costar la cárcel, se convierta en una heroicidad, como si hubiese algo más lógico y bello a los que dedicar los minutos y horas de vida. Porque los hombres de gris que nos están volviendo grises al resto pensaban que con sus leyes ilegítimas nos estaban poniendo en la encrucijada de elegir entre el bien y la libertad, cuando sabemos que ser libres es la elección de dar sentido a nuestras vidas, vivir adrede, vivir para y por algo que nos trascienda. Por eso, los hombres grises siempre terminan encontrándose Carolas a su paso, porque su concepción de la libertad es un mojón de miedos, odios y avaricias a los que se encaraman para mirar por encima del hombro a los demás.

Sin embargo, el reflejo que nos devuelve la decencia de Carola Rackete no sólo salpica a los representantes de la putrefacción. También nos habla del machismo que sigue orientando dónde fijamos nuestra mirada. En las últimas semanas, además de su caso, ha acaparado la atención mediática el de la también capitana Pia Klemp, que se enfrenta a 20 años de prisión acusada en Italia de fomentar la inmigración ilegal. Su foto en la sala de mandos de la embarcación de la ONG alemana Iuventa ha sido ampliamente compartida en las redes sociales. Su evidente belleza, su cuerpo fuerte y tatuado, su mirada firme, sosegada y traslúcida son de una fuerza comunicativa incontestable. Concilia todo lo que puede abominar la ola fascista, conservadora, misógina y clasista que recorre el mundo: una mujer liberada de corsés, con determinación y hermosura dinamita el estereotipo que los neomachistas quieren construir de las feministas.

Pero junto a Pia Klemp están acusados de los mismos cargos nueve miembros de su tripulación, que en el verano de 2017 salvaron a cientos de personas. Sin embargo, ha sido ella la que ha acaparado nuestra atención después de que concediese una entrevista a un medio alemán, del que se hicieron eco agencias y cabeceras internacionales. En muy pocas de las crónicas publicadas se habla del resto del equipo. Una de las personas que le acompañaba es Miguel Roldán, un bombero malagueño que durante los 22 días que duró la misión rescató a cientos de personas a nado.

Entrevista a Miguel Roldán en el programa de M21Radio La Ciudad de los Derechos y la Memoria

“Respetamos las normas, sólo rescatábamos cuando recibíamos la autorización de la torre de control italiana. Hubo situaciones en las que tuvimos que esperarla mientras veíamos cómo la gente se ahogaba a 50 metros de distancia. No saben lo duro que es ver a gente gritar, muriéndose sin poder actuar”, explica con una voz cargada de verdad y emoción.

“Si hubiese sido por mí, hubiésemos actuado sin el permiso. Pero no, cumplimos con las normas, y encima nos piden 20 años de cárcel por salvar vidas”, añade este hombre de 32 años que durante aquellos días se sintió juez, en lugar de rescatador. “Cuando tienes a 300 personas ahogándose delante de ti, no hay medios materiales ni humanos para salvarlas a todas, tienes que elegir a quién rescatas y a quién no”, espeta con tanto aplomo como ausencia de narcisismo.

El abogado que lleva la defensa de los diez acusados les cuesta 150.000 euros, a los que hay que sumar los gasto de su abogado particular y de los desplazamientos que están teniendo que realizar.

Sin embargo, lejos de desistir, Roldán llama a la desobediencia masiva. “Hablan de respetar las leyes cuando son ellos los que no respetan los derechos más universales. Si la única opción que nos dejan es la desobediencia, habrá que tirarse al mar de nuevo y que nos detengan. Si somos 200, ¿nos van a detener a todos?”.

Y si en vez de 200, ¿fuésemos dos mil, cinco mil, veinte mil? ¿Qué nos pasa? ¿A qué tenemos tanto miedo? ¿Qué más tiene que ocurrir para que decidamos de qué bando queremos estar: si de la mano indigna del policía que conduce a Carole Rackete al coche patrulla o de la mano que ella, Pia o Miguel tienden al que se ahoga ? Mientras nos decidimos, los que nos hundimos en la infamia somos todos y todas.

Enlace: https://www.lamarea.com/2019/07/01/carola-rackete-la-belleza-de-la-dignidad/


POEMAS DE UN REFUGIADO

Muhannad es sirio, tiene 31 años y huye de su país. Su destino es el mismo que el de casi todos: Alemania. Salió de Alepo hace dos años y durante ese tiempo ha esperado en Turquía a su oportunidad para cruzar a Lesbos.

El mar ha sido parte fundamental de su viaje, como el de prácticamente todos los sirios que buscan asilo en Europa: "llegué a Grecia en un bote con 38 personas a bordo, unos 20 eran niños. Nuestra balsa se averió, pero no nos ahogamos gracias a que los guardacostas griegos nos rescataron". Así lo relata esforzándose por hablar en inglés ya en suelo serbio, pero en su propia lengua su poesía lo dice así.

(Cuelga sus poemas en Instagram y en Facebook)

Mi pueblo en la oscuridad del mar,

dibujado por el tiempo de la costa;

Habrán pasado al otro lado,

si son más fuertes que el océano.

(...)

La muerte no duele a los muertos

sino que daña a sus parentescos.


La muerte no daña a sus sujetos

sino a los que les rodean.


¡Oh! Mar traidora,

tomamos el último aliento antes de la ola.


¡Oh! Mar, que robas las flores

escupiéndolas después en las costas.


¡Oh! Mar, gracias por este viaje.

Gracias por el océano delirante.


DÍA MUNDIAL DE LOS REFUGIADOS

¿Por qué ponemos nombres a los días?, ¿por qué se decide celebrar el Día Internacional de la mujer el 8 de marzo, o el Día Mundial contra la Esclavitud infantil el 16 de abril o el 20 de junio el Día Mundial de los Refugiados? Existen 332 días oficiales y, pese a que son muchos los escépticos ante tanta celebración, todos existen por un motivo: para llamar la atención sobre temas de interés como los derechos humanos, el desarrollo sostenible o la salud; para sensibilizar al público; para difundir la existencia de problemas sin resolver; para que los medios de comunicación pongan el foco, al menos por unas horas, en cuestiones a las que habitualmente no les dedican todo el tiempo que debieran; para instar a los gobiernos a tomar medidas pero, sobre todo, para crear conciencia y conseguir que sean los propios ciudadanos los que presionen a las instituciones y luchen para lograr que estos días dejen de tener nombre.

Según fuentes oficiales de las Naciones Unidas, el número de desplazados forzados a finales de 2018 fue de 70.800.000 de personas, el doble que hace 20 años y 2,3 millones más que en 2017. O lo que es lo mismo, cada dos segundos, una persona se ve obligada a abandonar su hogar.

Si bien es cierto que estas cifras nos ayudan a comprender la magnitud de la situación, también pueden hacernos olvidar que detrás de ellas hay personas y vidas concretas que no pueden ser reducidas a simples números.

“Una noche, rebeldes armados irrumpieron en nuestra casa con el objetivo de matar a alguien. Vimos cómo asesinaban a nuestra madre. Ella se sacrificó para protegernos a mis hermanos y a mí.”

“Estábamos en el Mediterráneo. Lo habíamos conseguido. Mientras corría hacia la playa, busqué la embarcación que había imaginado: un barco grande y bonito con camarotes y cuartos de baño. En vez de eso, lo que vi fueron tres pequeños botes de pesca alineados en la orilla”.

“Yo quería una vida mejor con toda nuestra familia en Yemen.(...)Quiero acabar mi formación para regresar a ese maravilloso hogar y traer justicia conmigo. Quiero reconstruirlo. Tengo grandes sueños. Quiero que mi hermana y todas las personas que han pasado por esos tiempos tan duros también tengan grandes sueños.”

Jennifer, Sabreen o Zaynab, a quienes pertenecen estas citas, son solo tres de los más de 70 millones de refugiados que hay en el mundo. Sus historias, recogidas por Malala Yousafzai en “Todas somos desplazadas”, son solo tres de los 70 millones de vidas, sueños y esperanzas marcados para siempre por la guerra o la persecución.

“Nunca deja de asombrarme que la gente dé la paz por supuesta. Yo doy las gracias por ella cada día.”

Malala Yousafzai



A modo de resumen, esta noticia cuenta como un medico sirio realizó una llamada de emergencia a Italia explicando que eran 400 personas en una lancha y se estaba hundiendo. A esta primera llamada les respondieron que llamasen a Malta ya que estaban más cerca (dato que era totalmente falso) (se encontraban a 112 km de la isla italiana de Lampedusa y a 218 km de Malta) Al obtener esta respuesta llamaron a Malta y estos les dijeron que estaban más cerca de Italia. Como último recurso, volvieron a llamar a Italia gastándose así todo el saldo que quedaba en el teléfono y a pesar de haber informado a los servicios de emergencia italianos de la respuesta de Malta, de que no les quedaba más saldo y de que literalmente se estaban muriendo con más de 150 niños a bordo, la única respuesta de Italia fue:

"Sí, sí, le entiendo. Llame a Malta, llame a Malta."

Tras leer esta noticia totalmente indignante he decidido escribir este breve poema, "Llame a Malta" donde he intentado reflejar esta realidad.


"Llame a Malta"

Llame a…

Llame a…

Llame a Malta.


Si Malta fuera una de esas refugiadas,

Malta yacería ahora en el fondo del mar,

Malta sería el agua de nuestras playas,

Malta ya no aspiraría a tener un futuro,

porque este ha desaparecido,

al igual que ella.


La familia de Malta no ha podido enterrarla,

aunque probablemente ella sí que lo esté,

bajo los pedazos de un barco naufragado,

en el fondo del mar,

al lado de otras Maltas,

que al igual que ella,

han sido víctimas de una injusticia,

de la que todos formamos parte.


En el fondo del mar,

podría haber mucha vida,

tanta vida como Maltas,

podría haber una familia,

disfrutando una tarde de domingo,

podría haber una mujer,

haciendo una gran revolución,

podría haber un niño,

jugando con su nuevo peluche.

Pero en el fondo del mar,

solo hay muerte,

solo hay indiferencia,

solo hay olvido.


Mientras tanto, a unos pocos metros,

hay playa,

hay sol,

hay aire,

pero sobretodo hay ignorancia,

ignorancia sobre todo lo que hay,

al otro lado de aquello que llamamos costa.


Quizás deberían de compartirse menos mojitos,

y más manos.

Así que cuando este verano estés en la playa,

disfrutando del Mediterráneo,

acuérdate de Malta.

Ella ya no puede tomar el sol,

porque los muertos no lo hacen,

pero al menos no la dejes caer en el olvido,

porque Malta no es solo una persona,

son miles,

miles de personas que ya no están aquí,

y todos tenemos la responsabilidad de ello,

todos somos ese “Llame a Malta”.


Mar Fernández


Ser conscientes nos puede hacer felices a nosotros mismos , pero también puede llevarnos a hacer felices a otras personas. El desconocimiento no da el bienestar, solo nos aleja de la realidad.

Agua para los refugiados

¿Cuántas horas duermes al día? ¿Cuántas horas trabajas? Intenta pensar en una tarea a la que dediques seis horas diarias... ¿La encuentras? Seguramente, y por suerte, hay una que ni se te ha ocurrido: conseguir agua.

Niñas como la de la foto no tienen tanta suerte. Los refugiados pasan una media de seis horas al día recolectando agua para sus familias, una tarea vital de la que suelen encargarse mujeres y niñas y que a menudo se convierte en una condena para ellas.

Porque por ir a buscar agua, muchas niñas no pueden ir al colegio. Porque por ir a buscar agua, muchas mujeres no pueden trabajar. Porque por ir a buscar agua a puntos lejanos, muchas niñas y mujeres sufren ataques sexuales.


Cada vez menos humanos

En esta foto podemos ver como dos personas están pasando un día en la playa, el cual podría ser como cualquier otro, no están haciendo nada malo, hasta que nos fijamos en la parte de atrás de la foto. En ella podemos ver a un inmigrante muerto, tirado en la arena. Es en este momento cuando nos tenemos que para a pensar y preguntarnos que estamos haciendo mal para que nos de totalmente igual una vida humana igual de importante y valiosa que la nuestra. La indiferencia es el gran problema del siglo XXI. Nos da todo igual, nada nos interesa o importa, aun teniéndolo delante nuestro como ocurre en la imágen. Solo nos importa cuando nos afecta. La indiferencia nos endurece el corazón, dejamos de ser empáticos, de sentir algo por alguien desconocidos; dejamos de ser humanos.


HOGAR


Nadie abandona su hogar, a menos que su hogar sea la boca de un tiburón.

Solo corres hacia la frontera cuando ves que toda la ciudad también lo hace.

Tus vecinos corriendo más deprisa que tú. Con aliento de sangre en sus gargantas.

El niño con el que fuiste a la escuela, que te besó hasta el vértigo

detrás de la fábrica, sostiene un arma más grande que su cuerpo.


Solo abandonas tu hogar

Cuando tu hogar no te permite quedarte.

Nadie deja su hogar

A menos que su hogar le persiga,

Fuego bajo los pies,

Sangre hirviendo en el vientre.

Jamás pensaste en hacer algo así,

Hasta que sentiste el hierro ardiente

Amenazar tu cuello.


Pero incluso entonces cargaste con el himno bajo tu aliento,

Rompiste tu pasaporte en los lavabos del aeropuerto,

Sollozando mientras cada pedazo de papel te hacía ver

Que jamás volverías.


Tienes que entender que nadie sube a sus hijos a una patera,

A menos que el agua sea más segura que la tierra.

Nadie abrasa las palmas de sus manos bajo los trenes, bajo los vagones,

Nadie pasa días y noches enteras en el estómago de un camión,

Alimentándose de hojas de periódico, a menos que

Los kilómetros recorridos signifiquen algo más que un simple viaje.


Nadie se arrastra bajo las verjas, nadie quiere recibir los golpes ni dar lástima.

Nadie escoge los campos de refugiados

O el dolor de que revisten tu cuerpo desnudo.

Nadie elige la prisión, pero la prisión es más segura que una ciudad en llamas,

Y un carcelero en la noche es preferible

A un camión cargado de hombres con el aspecto de tu padre.


Nadie podría soportarlo, nadie tendría las agallas,

nadie tendría la piel suficientemente dura.

Los: “váyanse a casa, negros”, “refugiados”, “sucios inmigrantes”,

“buscadores de asilo”, “quieren robarnos lo que es nuestro”,

“negros pedigüeños”, “huelen raro”, “salvajes”,

“destrozaron su país y ahora quieren destrozar el nuestro”.

¿Cómo puedes soportar las palabras, las miradas sucias?


Quizás puedas, porque estos golpes son más suaves

Que el dolor de un miembro arrancado.

Quizás puedas porque estas palabras son más delicadas

Que catorce hombres entre tus piernas.

Quizás porque los insultos son más fáciles de tragar que el escombro,

Que los huesos, que tu cuerpo de niña despedazado.


Quiero irme a casa, pero mi casa es la boca de un tiburón.

Mi casa es un barril de pólvora,

y nadie dejaría su casa a menos que su casa le persiguiera hasta la costa,

a menos que tu casa te dijera que aprietes el paso,

que dejes atrás tus ropas, que te arrastres por el desierto,

que navegues por los océanos,


“Naufraga, sálvate, pasa hambre, suplica, olvida el orgullo,

tu vida es más importante”.

Nadie deja su hogar hasta que su hogar se convierta

en una voz sudorosa en tu oído diciendo:

‘Vete, corre lejos de mí ahora.

No sé en qué me he convertido, pero sé

que cualquier lugar es más seguro que éste’.


Este poema fue escrito por Warsan Shire. Esta mujer somalí emigró desde su país de origen en dirección a Londres, donde actualmente vive. Desde pequeña se interesó por la poesía; leyó durante parte de su vida sus obras en algunos locales alrededor del mundo, transmitiendo sentimientos a todo quien le escuchaba.

Actualmente trabaja en lo que le gusta, habiendo podido estudiar lo que siempre le había interesado desde siempre, y por lo que luchó durante su vida hasta el día de hoy.


"PRIMERO VINIERON..."

Martin Niemöller fue un pastor luterano alemán que escribió el poema que hemos decidido publicar esta semana en la página. Erróneamente se le ha atribuido su autoría a Bertolt Brecht, poeta y dramaturgo alemán. Sin embargo fue el primero el que, como reacción a la actuación de los intelectuales alemanes durante el régimen nazi, creó está composición, de la que él mismo extendió varias versiones que presentan ligeras variaciones. Pese a que el poema fuese creado como crítica a una situación muy particular, su contenido puede extrapolarse a otras muchas. La indiferencia o la responsabilidad son algunos de los temas que aparecen reflejados en el mismo.


"Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada,

porque yo no era socialista.

Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada,

porque yo no era sindicalista.

Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada,

porque yo no era judío.

Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí."




"UNA IMAGEN VALE MÁS QUE MIL AHOGADOS"

El Roto

A veces, una imagen y unas pocas palabras puedan dar para mucho. Aquí os dejamos algunas reflexiones que el drama de los refugiados y migrantes ha inspirado en diversos artistas gráficos.

EL ROTO

FORGES

OTROS AUTORES


INDIFERENCIA

Indiferencia: “estado de ánimo en que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado.”


Para nosotras esta palabra va mucho más allá que una simple definición de la RAE. En realidad, esta entrada del diccionario explica una de las causas del sufrimiento de millones de seres humanos. Indiferencia hacia las personas que parten desde Libia para llegar a Europa; indiferencia hacia las personas sirias que huyen de la guerra; indiferencia hacia las personas atrapadas en Serbia intentando alejarse de las tragedias de su pasado, pero sin tener un futuro hacia el que avanzar; indiferencia hacia las personas que son perseguidas y torturadas en sus países de origen; indiferencia hacia las personas que mueren en el Mediterráneo luchando por una vida digna; indiferencia hacia nuestros iguales; en definitiva, INDIFERENCIA HACIA EL SER HUMANO.


La indiferencia es consecuencia de la normalización de situaciones que nunca han sido normales. Parece que el interés por cambiar las cosas, por alcanzar un futuro mejor no individualmente, sino a nivel colectivo, se ha esfumado. ¿Para qué intentarlo si no depende de nosotros poder solucionar los problemas de la humanidad?, ¿para qué esforzarse si lo que sucede a nuestro alrededor es casual, consecuencia de la suerte o las casualidades? La aceptación de realidades ante el convencimiento de que no está en nuestra mano conseguir mejorar ha llevado a que se permitan situaciones como estas. Se puede señalar también el efecto del gran egoísmo postmoderno en el que vivimos sumergidos. Nosotros cada vez vivimos mejor, a costa de que otras personas están yendo a peor, siendo cada vez más pobres, cada vez más esclavizados, cada vez más torturados, y cada vez más personas asesinadas; porque sí, a esa persona que se acaba de ahogar en el Mediterráneo mientras estás leyendo esto la hemos matado entre todos; ya que todas y cada una de las personas que no estamos haciendo nada para impedirlo, les estamos matando, día a día, minuto a minuto, segundo a segundo…


Los europeos cada vez vivimos con mayor comodidad. Vivimos en la abundancia, pero esto se está volviendo algo negativo. Estamos ganando en cosas materiales, pero estamos perdiendo humanidad, que al fin y al cabo, es lo más importante. Supuestamente, cuanto más tienes más fácil debería de ser compartir, pero parece que esa no es nuestra realidad. Pero, ¿Por qué este egoísmo? Creemos que en cierto modo una parte es debida a los medios de comunicación que o bien no informan de la gravedad de estas situaciones o lo cuentan de una manera totalmente subjetiva haciéndonos creer que salvar vidas supone un problema para nosotros, una molestia. Sin embargo, con esto no queremos quitar responsabilidad a las personas que toman la decisión de no hacer nada para acabar con estas injusticias y con esta indiferencia, porque la acción de no actuar, también tiene consecuencias.


En conclusión, en nuestra sociedad de apariencias, se suele decir: “hay gente pa´tó”, sin embargo, parece increíble que con los millones de personas que hay en el mundo haya tan poca gente dispuesta a salvar vidas.

Mar Fernández, Ángela Pérez, Claudia Ramos