En casa contigo

UNA PROPUESTA PARA SEGUIR CONFIANDO DESDE CASA

En casa contigo es una propuesta pastoral para mantener viva la confianza en que todo saldrá bien; para alimentar nuestra fe cuidando a lo largo del día algún momento de oración; y poder agradecer al final de nuestra jornada, en un tiempo de pausa, lo mucho vivido.

servir juntos 2020 #sjv2020

Atenta a la situación que la pandemia ha creado, la Compañía de Jesús organiza SERVIR JUNTOS 2020.

Es la respuesta a la llamada a hacerse presente allí donde sea necesaria una ayuda. Se trata de ponerse al servicio de organizaciones que trabajan con colectivos que sufren las consecuencias de la emergencia sanitaria.

Se desarrollará durante el mes de julio y se ofrece a mayores de 16 años (jóvenes y adultos).


DOMINGO VII DE PASCUA Mt 28, 20 24 de mayo de 2020

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

“Yo estoy con vosotros” (Mt 28, 20)

Nos vamos aproximando al final del tiempo Pascual. Tras un tiempo de apariciones del Resucitado, Jesús vuelve al Padre. Es un irse para quedarse, como vamos a ver.

En el final del Evangelio de San Mateo que hoy escuchamos, en la última aparición de Jesús a sus discípulos, se dice que “algunos al verlo… dudaban”. No era la primera vez que Jesús se aparecía a sus discípulos. Pese a ello, algunos dudaron. Y es que la duda forma parte de la fe. Con ella hay que caminar, y cuando aparezca no hay que inquietarse. Tener fe es tener la capacidad de soportar la duda y no abandonar.

Dos mensajes últimos del Resucitado antes de ascender al Padre. El primero es el envío: “id y hacer discípulos, bautizarlos para que se consagren a Dios y enseñarles los que os he mandado”. Es algo así como decirles: la fe y el estilo de vida que lleva consigo es algo muy importante, y no es sólo para vosotros. Es “para todas las naciones”. Id. Envío. Salida. Misión.

El segundo mensaje es el repetido constantemente a lo largo de la Biblia cada vez que Dios llama y da misión: “Yo estoy con vosotros, cada día, hasta el fin del mundo”. El Evangelio de Mateo comienza hablando del “Enmanuel” (Dios con nosotros) y acaba con el mismo mensaje: no estáis solos ningún día. Quizá es la mejor manera de empezar y de terminar un Evangelio, la Buena Noticia.

Ser creyente es saberse acompañado por Dios cada día, en el presente: “yo estoy..”. Y es una promesa para el futuro: “hasta el fin de los tiempos”, independientemente de cómo seamos y nos comportemos. No dice “y si te portas bien te ayudaré”. Así de bueno es Dios, y de esa promesa vivimos. Jesús se vuelve al Padre pero se queda con nosotros. Podemos vivir tranquilos, agradecidos y entregados.

José Antonio SJ

DOMINGO V DE PASCUA Jn 14, 1-12 10 de Mayo del 2020

…no perdáis la calma”


Un compañero jesuita dice que el COVID nos quitó “la liebre” tras la que corríamos hasta antes de la pandemia. Algo de razón hay que otorgarle porque en general la mayoría vivíamos deprisa, corriendo de un lugar a otro, de una actividad a otra. Casi siempre con prisas y con sensación de no llegar a tiempo a casi todo. Algunos comentan que al menos antes de año y medio no volveremos a la situación que teníamos previa al COVID.

El Evangelio de hoy es de mucha densidad. No se narran hechos. Son palabras de Jesús a modo de testamento final antes de irse al Padre. Si lo leemos con prisa y sin detenimiento no captaremos casi nada de lo que Jesús nos quiere transmitir. El perro que persigue a la liebre está incapacitado para percibir otras realidades. También nosotros. Las prisas y la inquietud interna nos impiden captar la hondura del Evangelio de este domingo. Puede que la situación que estamos viviendo nos permita acercarnos al Evangelio con más reposo y con menos sensación de que le estamos robando el tiempo a otra actividad (otra vez la dichosa “la liebre”).

Escuchemos con el oído y con el corazón creyente: “no perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí” (v. 1) y apartemos, al menos por un rato, lo que puede esperar. Sin habernos matriculado estamos todos haciendo un máster en “aprender a convivir con la incertidumbre”. El futuro no está en nuestras manos. Tampoco nunca lo estuvo, pero lo creíamos. Y los efectos colaterales de la pandemia no han hecho más que empezar.

Jesús, frente a nuestras prisas por el hacer y el actuar, nos advierte de algo importante: lo primero es creer en Él y en Dios. Esta fe-confianza nos lleva a no perder la calma cuando hay motivos claros para perderla, porque “no todo va a ir bien”. Creer en Él es acogerlo como “Camino – Verdad – Vida” (v. 6). Es liberarnos de que no somos ni el camino, ni tenemos la verdad, ni depende de nosotros tener la vida plena que nos regala el Señor a través de la fe.

Y ahora sí: las obras, el hacer, el construir, la entrega, tener una manera cristiana de vivir en el mundo. “El que cree en mí, también hará las obras que yo hago, y aun mayores” (v. 12). Nuestra primera reacción ante tal consecuencia de la fe puede ser la de pensar que Jesús se pasa cuando afirma que “¡y aun mayores!”.

Que el Señor aumente nuestra fe para que creamos y acojamos esta Palabra de Jesús, en donde el “protagonista” del bien que podamos hacer es el Señor, porque nosotros siervos inútiles somos. Estemos siempre agradecidos de haber descubierto al Señor de nuestras vidas con el cual podemos hacer cosas grandes, aunque casi siempre poco brillantes.

José Antonio SJ

ECOS DE LA SEMANA IGNACIANA

Pasada ya la Semana Ignaciana, hacemos una recopilación de trabajos de 3º de Infantil, 1º y 2º de Primaria sobre lo que hemos aprendido acerca de Ignacio de Loyola. Esperemos que disfrutéis viendo cómo aprendemos a escribir y a expresarnos.

Nosotros estamos muy contentos por todo lo que hemos aprendido y de seguir siendo amigos de Jesús y de Ignacio, formando parte de la gran familia de los jesuitas en el mundo.

AQUÍ TENÉIS UNA MUESTRA. SI QUERÉIS VER TODOS LOS TRABAJOS HACER CLICK EN EL CURSO

DOMINGO IV DE PASCUA 3 de Mayo del 2020 (Jn 10, 1-10)

“… escuchan su voz” (Jn 10,3)


Muchas voces oímos en estos días. De los políticos de un lado o del otro. De una nación de Europa y de lo que ocurre en otro continente. De médicos acreditados y fiables, y de otros no tanto. Noticias de números de afectados, de fallecidos y de altas, de curvas en ascenso o descenso. De caminar a la “normalidad” y de peligro del repunte. Muchas palabras.

Seguimos sin poder hacer planes a corto plazo, ni a medio plazo. No pensar qué vamos a hacer este verano porque “vete tú a saber…”. Hay que convivir lo mejor posible con la duda y la incertidumbre. Y quizá lo más difícil: aprender a convivir con el miedo al contagio, a pesar de tomar todas las medidas de seguridad.

Necesitamos, quizá más ahora que en otros momentos, poder oír una voz que nos dé confianza, que disipe nuestros miedos, que nos dé seguridad, que oriente nuestros pasos, que sustente nuestra incertidumbre… que pacifique nuestro corazón. Para que en medio de todo esto que estamos viviendo por la pandemia nos podamos mantener en pie y con esperanza.

Toda bondad es bella. Por eso algunas traducciones del Evangelio de este domingo hablan del “pastor bello” en vez del “pastor bueno”. Me gusta más el calificativo de “bello” porque integra lo de “bueno” y lo amplía y ensancha.

Jesús en el Evangelio de este domingo se define como “el Pastor bello”. Que llama a sus ovejas por su nombre, y estas le siguen porque conocen su voz. Para conocer la voz del pastor se necesita familiaridad con Él. Sin trato con el pastor no se distingue su voz de otras voces.

Si siempre la oración y el cultivo de la vida espiritual es necesaria, en momentos de crisis como el actual se hace imprescindible. Necesitamos orar, para escuchar nuestro nombre de los labios del Pastor bello. Nuestro nombre es lo que nos hace distintos a cualquier criatura de este mundo. Somos únicos para el Señor. Y a ese que somos cada uno de nosotros, El Señor, hoy y siempre, nos dice una Palabra que nos salva. Escuchémola.

José Antonio Ruiz Cañamares SJ



CELEBRACIÓN DE LA SEMANA IGNACIANA

DOMINGO III DE PASCUA 26 de Abril de 2020

El Resucitado nos sale al encuentro Lc 24, 13-35: Emaús


Los relatos de las apariciones del Resucitado coinciden en dos elementos importantes: El Resucitado se hace presente sin ser invocado, por tanto, se le puede ver. Y además habla, se comunica con aquellas personas a las que se les aparece. María Magdalena irá a sus amigos a comunicarles: “he visto al Señor y me ha dicho esto y esto” (Jn 20,18)

El relato lucano de la aparición a los de Emaús narra que “mientras conversaban, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos” (v. 16). Estos discípulos andan en desolación, desanimados, frustrados. Desando atrás la comunidad de la formaban parte. La buena noticia del Evangelio de hoy es que el Señor Resucitado sale a nuestro encuentro cuando caminamos por senderos de huida y de desánimo que no nos llevan a la plenitud. Al Resucitado, comprobamos que se le puede ver.

Y como en todos estos relatos, el Resucitado habla. “Entonces Jesús les dijo…” (v 17). Toda Palabra que viene de parte del Señor tiene el efecto en nosotros de hacer “arder el corazón”. No es que se nos aclaren las ideas. Es algo más profundo. Es volver a ilusionarnos con la vida, con nosotros mismos, a recuperar aquello que hemos perdido y que lo necesitamos para estar vivos. El Señor siempre nos habla al corazón.

Las comidas con el Resucitado son frecuentes en estos relatos, aunque no en todos. Y son un referente claro a la Eucaristía. “Sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, pronunció la bendición y se lo iba dando” (v. 31). En cada Eucaristía es el Señor el que nos convoca. No es el cura. Para escuchar su Palabra y para comer su mismo Cuerpo, alimento siempre inmerecido y necesario para los creyentes. Los de Emaús lo reconocieron ahí. Es una invitación a re-conocer al Señor en cada Eucaristía.

La experiencia de encuentro con el Resucitado que tuvieron estos hombres y mujeres les llevó, en medio de dificultades serias, a no callar. Y proclaman que han visto al Señor y que son testigos de ello. El que vive una experiencia de salvación no se puede callar. Y si se calla pierde él y los demás. A mayor ausencia de Dios, mayor necesidad de testigos.

En estos tiempos recios que estamos viviendo, y con las dificultades no solo sanitarias que ya empiezan a emerger, nos puede ayudar el final de la segunda lectura de la Liturgia de la Palabra de este domingo: vuestra fe y vuestra esperanza esté puesta en Dios” (1Pe 1, 20). Sólo desde aquí, como creyentes, encontraremos la fuerza para colaborar. Que el Señor nos ayude a ayudar. Amén.

José Antonio Ruiz Cañamares Sj

BENDICIÓN DEL PAPA FRANCISCO

AVES ENJAULADAS-ROZALÉN

Sólo agradecer. Esta Semana Santa no me he detenido a hacer oración ni he asistido a ningún oficio virtual. Sin embargo ha sido la Semana Santa que con más intensidad he vivido. Sólo dos oraciones, el Padre Nuestro y el Tomad Señor y Recibid (Ignacio de Loyola), nacían de lo más hondo de mi corazón para dirigirme al Padre.

Y mientras caminaba, en el que probablemente ha sido el momento más duro de nuestras vidas, Y en el que no podía dejar de pensar en los más sufrientes de esta tierra, se produjo el milagro. Un montón de Cirineos se dispusieron a sostenemos, acompañarnos, arroparnos... Nunca había sentido tanto amor desde la unión de todos. Pude sentir a Dios en cada uno de vosotros, sentí su abrazo en cada gesto de cariño recibido. Y desde el dolor y el miedo, sólo podía agradecer profundamente al Padre tanto bien recibido a través vuestro y proclamar el hágase.

Tanta gente unida en oración, consiguió el milagro de que pudiéramos seguir avanzando desde la plena confianza de que Jesús está vivo y nos sostiene con fuerza.

Sólo agradecer a nuestra familia y amigos, a la Compañía de Jesús, a CVX, a las religiosas de Jesús Maria, Escolapios...que con su oración nos ha ayudado a no desfallecer. Mi agradecimiento también al equipo sanitario del Miguel Servet que le ha cuidado y curado. Agradecida al Señor de la Vida por tanto bien recibido.

¡GRACIAS! #CONFIAR

De una familia del colegio.

DOMINGO II DE PASCUA

19 de Abril del 2020

Con mucha frecuencia la segunda lectura de la liturgia de la Palabra de los domingos no es comentada ni orada. Es verdad que su lenguaje, a veces, muy teológico, la hace no fácil de entender. Hoy, sin embargo, en vez de comentar el Evangelio cuyo personaje relevante es Santo Tomás, voy a comentar la segunda lectura tomada de 1Pe 1, 3-9

En estos apretados siete versículos se nos habla de las consecuencias que la resurrección tiene en nosotros, los creyentes. Tres consecuencias:

  1. La resurrección crea en nosotros la viva esperanza de nacer de nuevo (v. 3).

A todos nos gustaría “nacer de nuevo”, como a Nicodemo. Quitar de nosotros lo que sabemos que no nos ayuda y que, de alguna forma, también hace daño a otros. La fe en el Cristo resucitado crea en nosotros la esperanza de que todavía Dios puede hacer algo por nosotros.

  1. La resurrección nos regala una herencia: gracias a la fe estamos custodiados por la fuerza de Dios (v.5).

No hay nada peor que sabernos solos en la vida. La fe nos dice que caminamos en la vida acompañados, custodiados, cuidados, protegidos, por la fuerza de Dios. Sin la fe en la resurrección esto no sería creíble.

  1. La resurrección produce en nosotros un gozo indecible, una alegría radiante, porque vuestra fe os lleva a ser personas salvadas. (v.9)

La persona salvada no es la que está protegida de enfermedades y de las dificultades de la vida. La persona salvada es la que sabe de dónde viene, cómo vivir la vida con sentido, y hacia dónde va. Es vivir la vida con plenitud y con sentido. Muchas veces de forma muy anónima.

Reflexión

Quizá nunca hemos vivido con tanta incertidumbre el presente y el futuro próximo. Quizá nunca nos hemos sentido tan amenazados por un virus que se cuela por donde menos lo esperamos a pesar de las muchas precauciones que tomamos. Quizá nunca nos hemos sentidos tan vulnerables.

Son momentos de fortalecer nuestra fe en la Resurrección. Con el Resucitado hay futuro. El nos acompaña, nos sostiene, nos conduce, nos custodia, nos salva… Si tenemos esta fe en la resurrección, en medio de esta situación mundial que nos empuja a la tristeza y la desesperanza, podremos experimentar la alegría (no el jole-jole que no mira a la realidad doliente) de sabernos salvados y de que Dios nos puede dar lo que necesitemos para afrontar con garbo y esperanza el día a día.

Pidamos la gracia de reconocer al Resucitado, que “se nos aparezca”, que le veamos, y nos diga la Palabra que nuestro corazón creyente más necesita. Amén.

La cantante y activista Rozalén ha compuesto un nuevo tema, “Aves enjauladas”, en el marco de la crisis global causada por el COVID-19. Un tema solidario, optimista, en el que pone en valor aprender de lo que estamos viviendo “para volver con más fuerza”, y que ha querido dedicar a Entreculturas.

Cada reproducción en Youtube, Spotify y otras plataformas nos permitirá apoyar la red de pisos de acogida del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) para familias, mujeres e infancia en situación de vulnerabilidad y, en concreto, a la red de cuatro pisos situada en Valencia.

¡ÉL VIVE! ¡FELIZ PASCUA!

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

DOMINGO DE RESURRECCIÓN 12 DE ABRIL DEL 2020

Esta Semana Santa ha sido distinta. La pandemia del coronavirus nos ha obligado a que “la procesión haya ido por dentro”. En vez de contemplar los pasos de las procesiones, hemos tenido la noticia repetida de las personas que, como Cristo, están muriendo solas, sin el calor, la compañía y el ánimo que da una mano que te agarra en esos momentos.

Ranher escribía hace años: “¿Se puede seguir teniendo fe el viernes santo?; sí, -añadía- por la gracia de Dios” En estos tiempos de pandemia hemos caído en la cuenta de que o nos salvamos todos o ninguno, que somos más vulnerables de lo que pensábamos, a nivel personal y global… y nos preguntamos: ¿Se puede seguir teniendo fe en la resurrección cuando palpamos tanta muerte y sufrimiento? SÍ, por la gracia de Dios.

En el Evangelio de San Mateo, en la mañana de resurrección, el ángel les dice a las mujeres dos mensajes: “no temáis” (Mt 28, 5) y “decidle a sus discípulos que ha resucitado de la muerte y que va delante de ellos a Galilea, allí lo verán” (Mt 28, 7)

No temáis. Ocasiones para el temor y el miedo casi siempre las hay. En estos momentos más. Miedo al contagio, miedo a la muerte, miedo a lo que vendrá después de superada la pandemia, etc. Necesitamos orar para poder escuchar del Señor Jesús: “no temas, yo estoy contigo”. La fe nos dice que el Resucitado acompaña nuestras vidas liberándonos del miedo y de la angustia. No caminamos solos. Ningún ser humano está solo. El Resucitado está –en presente- con nosotros cada día hasta el fin del mundo (Mt 28, 20).

Galilea: lugar del encuentro con el Resucitado. “Galilea” es el lugar en donde vivimos y en las circunstancias que nos toca vivir. Ignacio de Loyola no se cansaba de insistir que hay que “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”. En todas, es en todas. Debemos orar insistentemente y pedir esta gracia: Señor, que en esto que estoy viviendo me encuentre contigo. Al Resucitado solo se puede reconocer con los ojos de la fe. Y en medio de lo que estamos viviendo pedimos que se nos iluminen los ojos de la fe para poder reconocerlo, en el aquí y el ahora de nuestras vidas. Dios no es visible pero no se oculta para los que tenemos fe. Pedimos descubrirlo allá en donde se encuentra.

Se hace necesario, quizá hoy más que en otros momentos, saber a qué fuentes acudir para vivir con ilusión y con sentido. Dónde alimentarnos para seguir construyendo esperanza, dadas nuestras pocas fuerzas y vulnerabilidad personal. Nos salvaremos todos o ninguno. La fe nos empuja a aportar lo nuestro, que quizá sea muy poco, pero necesario. Isaías nos da la pista y apunta bien y con sabiduría de un buen creyente:

“El es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.” (Is 12, 2-3)

Sigue habiendo razones desde la fe para desearnos ¡FELIZ PASCUA!

José Antonio Ruiz Cañamares SJ

PROPUESTAS PARA EL sábado santo

PERMANECER EN EL SILENCIO

El entierro de Jesús

De la muerte a la Resurrección no se pasa instantáneamente. Se necesita tiempo. Los procesos de cambio son lentos. Necesitamos saber esperar. Esperar orando. En silencio. Donde parece que nada sucede. “Es bueno esperar en silencio la salvación de Dios” (Lm 3,26)

[Ej 208.9] “considerando la soledad de Nuestra Señora con tanto dolor y fatiga. Después la de los discípulos”. Tras sepultar a Jesús.

Hay tiempos en donde somos puestos por la vida en mayores silencios, incertidumbres y soledad. El misterio pascual no es magia barata. Vivimos con demasiados ruidos externos. Necesitamos el silencio del corazón si queremos ser personas con profundidad. El silencio y la soledad elegidas son imprescindibles para recuperar la libertad que desde distintas instancias nos quieren quitar, y necesarios para tener una vida espiritual recia. Jesús buscaba estos momentos de silencio y soledad para relacionarse con Dios al que descubrió como Padre. El silencio es un bien muy escaso. Tan escaso como necesario.

Petición: Te pedimos Señor el don de la fe en los momentos de dificultad y de oscuridad para abrirnos a la esperanza de que en todo te podemos buscar y encontrar.

El vacío de la ausencia

Acoger la resurrección pide de nosotros pasar por sentir el peso de la losa que cierra la fuente de nuestras expectativas, esperanzas, y, en cierto modo, ser sepultados con Él. La losa se cierra. Todos se van. Es el tiempo del silencio, de ausencia.

“Nosotros esperábamos…”, decían los de Emaús. Hay cosas que se acaban, procesos que terminan, relaciones que se mueren, personas que mueren, misiones que se deben dejar en las que habíamos puesto nuestra mayor ilusión… El misterio pascual pasa por integrar estas experiencias de despojamiento.

Cumplir años es ir despojándonos de lo que fuimos y ya no somos. Es crecer en sabiduría de vida y en pobreza teologal. El despojamiento, la poda, se debe convertir en experiencia de Dios. Esto es vivir el misterio pascual.

Hacer memoria amable

Cuando la losa se cierra y solo queda el silencio y el vacío, ayuda hacer memoria amable de lo que el Señor ha hecho con nosotros. En estos momentos hay que vivir de la experiencia religiosa vivida. No fue un invento creado por nosotros. Dios no se muda. Jesús debió de hacer memoria amable en la cruz de su experiencia religiosa gozosa de saber Hijo. También la debió de hacer Nª Sª: Dios no puede permitir que esto acabe así.

Por la memoria recomponemos el deseo y nos abrimos a la esperanza. De no hacer esto la muerte nos ancla en la desolación, el desánimo, el pesimismo. Y aquí el mal espíritu encuentra terreno abonado para instalarse y crecer.

Cuando la losa se cierra y se sella ayuda recordar la vida de Jesús. Porque es una manera de mantener viva la esperanza. Los tres días de Jesús sepultado, más allá del alcance de nuestros sentidos, nos ayudan a reorganizar nuestros deseos (nosotros esperábamos…) y nuestra propia esperanza.

Hacer memoria creyente de nuestra vida es para crecer en agradecimiento, no para suscitar nostalgias que nos paralizan.

Textos para la oración:

Mt 27, 57-66: Lo pusieron en el sepulcro… rodó una losa grande… la sellaron. Todos se van. Se hace el silencio.

Jn 20, 1-10: No aparición, no visión, sólo constatación de lo ocurrido.

Lc 24, 13-24: Los de Emaús: “Nosotros esperábamos…”

"A menudo me digo a mí misma que ya he saldado mis cuentas con la vida. Con lo cual quiero decir que la eventualidad de la muerte está integrada en mi vida. Mirar la muerte de frente y aceptarla como parte integrante de la vida es tanto como ensanchar esa vida. […] Puede parecer paradójico: excluyendo la muerte de nuestra vida, no vivimos en plenitud: mientras que, cogiendo la muerte en el corazón mismo de nuestra vida, ensanchamos y enriquecemos ésta.”

Etty Hilessum

José Antonio Ruiz Cañamares Sj

LA FE EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS – UNA REFLEXIÓN DE JUEVES SANTO-

Por Ana, madre del colegio.

Vivimos un momento ciertamente extraño, aislados en nuestras casas no podemos acudir a una celebración de Jueves Santo, no podemos acompañar una procesión…Estamos encerrados y nuestra Semana Santa queda como oculta. Y, a la vez, surgen muchísimas iniciativas para compartir la fe, se establecen canales nuevos -como este- y se tuitea el amor fraterno a los cuatro vientos. “Abrazaos millones de seres, ¡que un beso una al mundo entero!” me whatsapeaban esta mañana, recordando la novena sinfonía. Florece, en lo extraño y difícil de esta circunstancia, una fe más fresca y nueva, más compartida y difundida, más cantada y proclamada.

Me hace pensar en las veces que nos quejamos y tememos por nuestro cristianismo en crisis, por nuestras iglesias medio vacías, por el mensaje que pocos oyen. Y recibo de esta situación un soplo de esperanza porque donde hay dificultad la llama se hace más viva, la fe más original y personal.

Recuerdo que ya nos dijo el Maestro que estamos bien en lo pequeño y en lo escondido: que somos el grano de mostaza, que somos la levadura y también la sal -que basta con un poquito-.

Y no siento preocupación sino esperanza porque celebramos este Jueves Santo más en comunidad que nunca.

¡Feliz día del amor fraterno! Todos estáis en nuestra oración.

PARA EMPEZAR LA SEMANA SANTA

El significado de las Cofradías, el Domingo de Ramos y

una explicación para hacernos nuestra propia palma.

VIVE LA SEMANA SANTA EN CASA CON LA PROPUESTA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

La propuesta empieza ya este viernes, 3 de abril, hasta el Domingo de Pascua. Quiere fomentar el espacio del hogar y las relaciones familiares para vivir este tiempo de Semana Santa, recuperando el espíritu de las iglesias domésticas.

La iniciativa se dirige a toda la familia y se compone de una actividad diaria sencilla, de unos 30-45 minutos, con símbolos y gestos. Se incluyen también actividades pensadas para los más pequeños. Se trata sobretodo de potenciar el espacio físico del hogar, prescindiendo de lo online, tan presente estos días, y buscando la calidez de una comunicación más cercana.

NOS ESTAMOS SOLOS

Y no queremos nadie se sienta solo en estos momentos tan duros. Por eso te animamos a participar del proyecto "CARTAS QUE CURAN" que nos ha llegado desde el Hospital San Juan de Dios de Zaragoza; para escribir y enviar cartas a sanitarios, pacientes, hermanos de la comunidad de San Juan de Dios… Como os podéis imaginar lo están pasando muy mal. Tu apoyo en estos momentos tan complicados puede darles ánimo y fuerza.

Ojalá que todo esto nos enseñe a ser más humildes y más humanos. Hace tiempo que este mundo frenético y superficial debía parar. Algo tan minúsculo como un virus microscópico, además con un nombre que casi parece de mascota olímpica “Covid”, ha puesto en “jaque” a toda la humanidad.

Somos vulnerables, muy vulnerables, aunque pensemos que somos la raza superior y la más inteligente. ¡¡Nada más lejos de la realidad!!.

Aquí, en casa, la fe nos da fuerza para continuar, para estar fuertes psicológicamente y llevar esta situación de confinamiento de la mejor manera posible. Algo positivo de todo esto es que tenemos más tiempo para comunicarnos, compartir y estar juntos.

Esta mañana escuchaba en la radio que en Italia habían fallecido, entre otras muchas personas, 50 sacerdotes. Bien pues uno de esos sacerdotes, párroco de una comunidad Cristina, había renunciado a usar un respirador para que otro enfermo más joven pudiera sobrevivir. Este sacerdote ha fallecido. Tenía 72 años, no era tan mayor pero era enormemente generoso. Es muy emocionante saber que todavía queda calidad humana tan grande, en este mundo tan loco.

Me despido con esta fotografía de Nuestra Señora de la Virgen del Pilar para que les acompañe siempre, especialmente durante el tiempo de confinamiento de esta pandemia.

Madre de un alumno del colegio.

NO ESTAMOS SOLOS

Cuanto más hay que hacer por mantenerse aislado más patente se hace que no estamos solos. Nos lo recuerdan los aplausos de las 8 de la tarde; los mensajes de ánimo que, a través de las redes, nos llegan a decenas cada día. Percibimos la soledad de otra manera. Es tiempo de quedarnos en casa y ponerla en manos de Dios.

En casa contigo es una propuesta pastoral para mantener viva la confianza en que todo saldrá bien; para alimentar nuestra fe cuidando a lo largo del día algún momento de oración; y poder agradecer al final de nuestra jornada, en un tiempo de pausa, lo mucho vivido.