Familias

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

jueves SANTO 9 DE ABRIL DE 2020

JUEVES SANTO 9 de Abril del 2020 La Cena (Jn 13, 1-17)

“Sabiendo que venía de Dios y que a Dios volvía…” (Jn 13, 4)

Petición: Conocimiento interno del Señor, que por mí va a la Pasión, para que más le ame y le siga.

Composición de lugar: El cenáculo. Jesús cenado con los suyos. Primera Eucaristía.

Puntos para la oración:

· Nos adentramos de lleno en la Pasión del Señor. Y el pórtico es la Cena del Señor. Sin la Cena no se puede entender la forma de vivir la Pasión del Señor. La Cena es la entrega sin reservas… “los amó hasta el extremo”, como ya lo venía haciendo. Porque si los llamó a su seguimiento no fue por sus cualidades, sino porque los amaba.

· Jesús no improvisa su entrega. Era hombre creyente, el CREYENTE. Nunca fue brújula a merced del viento que soplara. Sabía de dónde venía y adónde iba. Lo que Jesús hizo y cómo lo hizo, sólo se puede entender desde su referencia al Padre. Sabía que en su origen estaba Dios, venía de Él. Y sabía hacia dónde iba, a las manos del Padre. Una de las mayores gracias a pedir es saber de dónde venimos y hacia dónde vamos. Tener una vida orientada, centrada y con sentido. Esto a Jesús le viene de ser creyente.

· Jesús lava los pies. También a Judas, no lo olvidemos. Así es el Dios que se refleja en Jesús. Sirve sin distinciones de cómo es el interior de cada uno. Por eso, en cada Eucaristía somos invitados a participar en ella, porque así de bueno es el Anfitrión que convoca y reúne.

· En cada Eucaristía Jesús nos vuelve a convocar (también en las online) para quedarse con nosotros como alimento para el camino (esto es mi cuerpo… comed). En estos días con deseo hondo de la comunión espiritual. Si de la Eucaristía no salimos mejor que hemos entrado… algún fallo humano se ha dado. Porque la Eucaristía es el abrazo del Señor a través de su perdón, su Palabra, su alimento que nos con-forma cada vez un poco más a Él y nos nutre para caminar por la vida. Es descanso del que lava en nosotros lo cansado, lo que no huele bien. A mayor dificultad en la vida, Eucaristía. Cuando haya que tomar decisiones, Eucaristía. No es “pecado” ir a misa entre semana, si se puede.

Coloquio: Después de lo contemplado y vivido en el cenáculo, como si presente me hallare, dejar que hable mi corazón creyente. Como el que aprovecha la ocasión para dialogar sin prisa y a solas con el Señor. Dialogar con Él su llamada y la respuesta, que con su gracia, debo tener.

Siempre ayuda, tras la oración, hacer el examen de lo que ha pasado en ese tiempo.

José Antonio Ruiz Cañamares Sj

MARTES SANTO 7 DE ABRIL DE 2020

MARTES SANTO 7 DE Abril del 2020

Jn 13, 36-38: Jesús predice la negación de Pedro

Texto muy conocido. A veces lo conocido pensamos que ya no puede arrojar ninguna luz sobre nosotros. La Palabra siempre es viva y novedosa. Acerquémonos al texto como si fuera la primara vez que lo escuchamos.

Petición: Dame Señor el valor para seguirte en los momentos de dificultad, de no entender…

Composición de lugar: El cenáculo. Jesús conversa con sus discípulos en un tono de despedida y de dificultad.

· “Como si presente me hallase”. Entro en la escena. Fijarse en el tono de la pregunta y en la cara de Pedro: “Señor, ¿adónde vas? Ya sospecha Pedro que las cosas no están fáciles. Que las tensiones tras la expulsión de los mercaderes del Templo han aumentado. Y que Jesús no es bien visto por los que tienen el poder.

· “Por ti daría la vida”. No está mintiendo. Habla con sinceridad. Ya hace tiempo que están juntos. Ha experimentado que Jesús lo sacó a flote cuando se hundió en el lago. Que otro día curó a su suegra. Fue testigo de la transfiguración. Si por alguien se puede dar la vida es por el Señor Jesús. Pase lo que pase.

· “Antes de que cante el gallo me habrás negado tres veces”. Y es que Jesús conoce a Pedro y sabe que habla desde el corazón pero contando con sus propias fuerzas. Para sacer la red con peces se necesitan unos brazos fuertes, para el seguimiento del Señor se necesita de su Gracia. No es cuestión de fuerzas, sino de pedir la Gracia del seguimiento y de la perseverancia, de estar con Jesús cuando lo normal sería salir corriendo. Como sabemos lo que luego le ocurrió a Pedro. Todavía tiene Pedro que aprender esta lección: con el Señor todo, sin Él nada.

Coloquio: Termina la oración con un coloquio con el Señor. Trata con Él las dificultades que experimentas para seguir actuando como creyente cuando las cosas (por dentro, o por fuera) se ponen feas, difíciles, conflictivas, etc. Dile que nunca acabas de aprender que “con Él todo y sin Él nada”. Porque con frecuencia quieres hacer el seguimiento desde tus propias fuerzas. Y así te va… Deja que el Señor te diga: vamos juntos.

José Antonio Ruiz Cañamares Sj

DOMINGO DE RAMOS 5 DE ABRIL DE 2020

Domingo de Ramos 5 de Abril del 2020 (Mt 21, 1-11)

No tengo datos de cómo está la situación hoy en Jerusalén con el tema del coronavirus. Pero de estar como en España no se hubiese permitido ningún tipo de manifestación pública. Posiblemente la gente que acompaña a Jesús en su entrada en Jerusalén para celebrar la Pascua no es tan numerosa como nos imaginamos. Pero sin miedo a equivocarnos sí que podemos afirmar que le acompañan los que siempre le han seguido: gente vulnerable, pobre, enfermos, los de vida no “digna”, etc. Es decir, Jesús va rodeado de personas que en algún momento de su vida se han encontrado con Él y los ha salvado. En mi contemplación personal de la escena me imagino que en este grupo de personas van: su Madre y sus discípulos y discípulas más cercanos, la mujer encorvada, la hemorroisa, el ciego de nacimiento, Bartimeo, algún que otro endemoniado, la samaritana, Marta y María, Zaqueo, la Magdalena, etc. Y… hasta el joven rico que seguía con la inquietud de volver a charlar con Jesús porque seguía revuelto ¿por qué no?

Con este séquito de gente entusiasmada y con Jesús subido en un pobre borrico (quizá mal alimentado), no es extraño que el Evangelio de Mateo diga que la gente que los veía se preguntaba “¿Quién es este?”. (Mt 21, 11) y la respuesta de sus seguidores no puede ser más sincera: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Y de Galilea parecía no podía salir nada bueno.

Comenzamos la Semana Santa. Especial para todos. Desde nuestros hogares haciendo lo que podemos para vivirla con profundidad. Como seguidores de Jesús tenemos “permiso de la autoridad competente” para en nuestra contemplación (como si presente me hallase) salir a la calle y unirnos al grupo de seguidores entusiasmados, que sin ninguna vergüenza, anuncian que siguen a uno de Galilea, que se llama Jesús (que significa Dios salva) y que no viene de la ciudad, sino de un rincón desconocido: Nazaret.

Sólo nos uniremos a esta “comitiva” si tenemos experiencia de haber sido salvados en nuestra vida por El Profeta Jesús. Sin esta experiencia nadie se suma a un grupo de gente así, y que como te descuides te contagian el virus porque van sin lavarse las manos.

Pedimos la gracia del seguimiento, lo más cerca posible, del Profeta de Nazaret. Sabemos a quién queremos acompañar en esta Semana Santa: al que pasó la vida abajándose siendo Dios (Flp 2, 6-11) y que en lo más alto que lo encontramos es subido en un borrico (animal siempre para el trabajo y nunca para el recreo). Pedimos la gracia de “saber decir al abatido una palabra de aliento” (Isaías 50, 4). Sin estar con el Profeta de Nazaret será muy difícil saber pronunciar una palabra de aliento verdadero para nadie. Y si algo necesitamos todos ahora, aunque unos más que otros, es recibir una palabra de aliento que venga de Dios porque sólo Dios sabe consolar de verdad y enjugar las lágrimas.

Que tengamos una buena Semana Santa. Desde casa. Con la mirada fija en el Profeta de Nazaret y con el corazón puesto en el dolor del mundo.

José Antonio Ruiz Cañamares SJ


V DOMINGO DE cuaresma 29 DE MARZO DE 2020

La resurrección de lázaro

En estos momentos de aislamiento físico en nuestros domicilios y de noticias sobre las muertes producidas por el coronavirus, es muy posible que la palabra “resurrección” la asociemos con el final de la pandemia y con restablecer la vida ordinaria que teníamos antes. No habría que esperar a ello para vivir resucitadamente como creyentes en el Dios que da la Vida.

El tema del Evangelio de este domingo es la resurrección de Lázaro. Sin embargo, antes quiero hacer mención del último párrafo de la segunda lectura de Pablo a los Romanos:

“Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros” (Rom 8,11)

No voy a hablar de la certeza que nos da la fe de seguir viviendo tras la muerte de este mundo por participar también de la resurrección de Cristo. San Pablo afirma que estamos habitados por el Espíritu, y de la vida que da este Espíritu a nuestros cuerpos mortales. Y Ezequiel se atreve a decir, de parte de Dios: “pondré mi espíritu en vosotros y viviréis” (Ez 37, 14)

La pandemia mata a los más débiles por edad avanzada o enfermedad. Pero de alguna forma está produciendo la “muerte” en todos. Estar habitados por el Espíritu nos da la posibilidad, desde la fe, de vivir las circunstancias de “muerte” de manera resucitada. No digo que sea fácil. Pero a esto apunta San Pablo. Es gracia a pedir.

No es verdad que no tenemos tiempo para orar. Es cuestión de prioridades. Se puede rezar tendiendo la ropa o haciendo la comida. Quizá ahora podemos tener tiempo suficiente para hacerlo individualmente o en familia. Encender una vela… poner música que ayude al recogimiento… y escuchar las palabras de Jesús a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida: el que tiene fe en mí, aunque muera, vivirá; y todo el está vivo y tiene fe en mí, no morirá nunca” (Jn 11,25-26)

Regalarnos un rato de oración, Biblia en mano y poner delante del Señor lo que en nosotros hay de muerte, las dimensiones de nuestra vida necrosadas, la desesperanza, los miedos… y pedirle el don de la fe para que, allí mismo, surja la vida y podamos vivir resucitadamente. Esto es “buscar y hallar a Dios en todas las cosas” que machaconamente Ignacio de Loyola repite.

Que el Señor nos conceda encontrarnos con Él en medio de esta situación tan extraña y dura para todos para poder caminar con vida en medio de tanta muerte. Amén.

José Antonio SJ



25 de marzo Fiesta de La Anunciación “Alégrate…” Lc 1,28

La PALABRA de Dios viene sobre cada persona en unas coordenadas de espacio y tiempo concretos. Sobre María vino “A los seis meses… en Nazaret”. Y Gabriel (=fuerza de Dios) entra en su presencia. Y la primera Palabra de parte de Dios es “alégrate…”

El ángel no dice quién es Dios, sino que “está contigo”. Los que se dejan salvar por Dios son liberados de la tristeza, dice el Papa Francisco. Dejarnos mirar por el Padre, acallar tantos ruidos, incertidumbres, miedos, etc. que estamos viviendo en estos días de la pandemia y pedir escuchar “estoy contigo”.

El Papa Benedicto XVI decía que la fuente de nuestra alegría está en saberse hijos amados por Dios. ¿Cuál es la fuente de nuestra alegría? Situarnos, y sabernos bajo la mirada de Dios debería ser lo que nos nutre y alimenta. Ser creyente no es afirmar que Dios es existe, es saberse en presencia de un Tú amoroso que es la fuente de nuestra existencia.

Las noticias continuas que recibimos a lo largo de cada día nos llevan a la tristeza. Por eso, hoy, más que en otros momentos, necesitamos orar para poder oír de parte de Dios: alégrate, yo estoy contigo, no estáis solos.

LUZ EN MEDIO DE LA TINIEBLA

Comentario al Evangelio del ciego de nacimiento Jn 9, 1-39. Domingo IV de cuaresma. 22 de marzo del 2020

Vivimos días de “tiniebla”: incertidumbre, aturdimiento, inseguridad, fragilidad, vulnerabilidad, miedo, desconcierto… Creo que no puede ser de otra manera. Las noticias del sufrimiento que ocasiona esta pandemia nos van llevando del chiste de los memes al silencio y a la oración.

En el Evangelio de Juan “la noche” es la ausencia de Dios. Y la “ceguera” es la falta de fe. Hay que pararse. Dejar el wasap en silencio. Encender una vela a solas o en familia, para poder oír al Señor decirnos “yo soy la luz del mundo” (Jn 9,5). Es la PRESENCIA de Dios en medio de lo que está pasando. Dejar que estas palabras del Señor empapen nuestro corazón encogido. Es como oír: no estás sola/o. Tampoco mueren de espaldas a Dios los que lo están haciendo en la habitación vacía de un hospital.

Pedimos a Jesús (que significa Dios salva) que ponga el colirio de la fe en nuestros ojos. El ciego del evangelio se lavó y le volvió la vista. Nosotros nos vamos también a lavar los ojos, orando, para que podamos descubrir a Dios en medio de tanta “tiniebla”.

Termino con unas palabras de Etty Hillesum, recluida en un campo de concentración para judíos: “Me gusta mantenerme en el calor y la seguridad, pero no me revelaré cuando tenga que afrontar el frío, con tal que Tú me lleves de la mano”. Nuestra situación no es tan dramática como la de ella; pero sí la necesidad de caminar, hoy y siempre, de la mano de nuestro Dios.