45. Este rito se usa cuando las circunstancias aconsejan una celebración más breve, sobre todo cuando hay uno o dos comulgantes y, por consiguiente, no se puede ordenar una verdadera celebración de la comunidad.
46. Cuando los fieles se han reunido, el ministro saluda a los presentes:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
Hermanos, bendigamos al Señor, que bondadosamente nos (los) invita a la mesa del Cuerpo de Cristo.
Todos:
Bendito sea Dios por siempre.
47. El ministro puede decir una de las siguientes antífonas u otras semejantes:
¡Qué bueno es, ¡Señor, tu espíritu! Para demostrar a tus hijos tu ternura,
les has dado un pan delicioso bajado del cielo. Él está en nosotros y nosotros en Él.
48. Enseguida se hace el acto penitencial. El ministro invita a los que van a comulgar, diciendo:
Hermanos, reconozcamos nuestros pecados y pidamos el perdón del Señor
para que seamos dignos de participar en esta sagrada celebración.
Se hace una breve pausa de silencio.
El ministro dice:
Señor, ten misericordia de nosotros.
R. Porque hemos pecado contra ti.
El ministro prosigue:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Y danos tu salvación.
Y, el ministro concluye siempre:
Dios todopoderoso, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
49. Omitiendo luego la celebración de la palabra de Dios, si se juzga oportuno, uno de los participantes o el mismo ministro lee un breve texto de la Sagrada Escritura en que se hable del pan de vida, por ejemplo uno de los siguientes, el cual se puede introducir con estas palabras o unas semejantes:
Esto dice el Señor:
Jn. 6,51
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. el que coma de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida.
O bien
Jn. 6, 54-58:
El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre.
O bien
Jn. 15,4:
Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid. Así tampoco ustedes si no permanecen en mí.
Si es oportuno, se puede hacer un breve silencio sagrado.
50. El ministro se acerca al lugar donde se reserva la Eucaristía; toma el Copón o recipiente que contiene el Cuerpo del Señor, lo deposita sobre el altar y hace genuflexión. Luego invita a recitar el Padre Nuestro, con estas palabras u otras semejantes:
Fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
Y todos en común prosiguen: (NOTA: recordar que el ministro laico, no eleva las manos)
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
51. Terminada la oración dominical, el ministro hace genuflexión, toma el Pan consagrado, y sosteniéndolo un poco elevado sobre el copón o recipiente, de cara a los que van a comulgar, dice:
Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Los que van a comulgar dicen:
Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
52. Si el ministro va a comulgar, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
y come reverentemente el Cuerpo del Señor.
53. Después toma el copón o recipiente, se acerca a los que van a comulgar, presenta a cada uno de ellos el Cuerpo del Señor, elevándolo un poco y dice:
El Cuerpo de Cristo (o: la Sangre de Cristo).
R. Amén.
54. Terminada la distribución de la comunión, el ministro recoge en el copón las partículas que pudiese haber en el platillo de la comunión, y también se purifica los dedos. Si queda Pan consagrado, guarda el Sacramento en el tabernáculo, y hace genuflexión.
Luego, si se cree oportuno puede guardarse silencio durante unos momentos, o entonan un salmo o cantico de alabanza.
55. Después el ministro dice la oración conclusiva:
Oremos.
Señor nuestro, Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
O bien:
Dios y Padre nuestro, que llevaste a cabo la obra de la redención humana por el medio del Misterio Pascual de tu Hijo, concédenos que, al anunciar llenos de fe, por medio de los signos sacramentales, su muerte y resurrección, recibamos cada vez con mayor abundancia los frutos de la salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.
O bien:
Dios y Padre nuestro, infúndenos el Espíritu de tu caridad, para que, alimentados todos con el mismo pan del cielo, permanezcamos unidos en el mismo amor. Por Jesucristo nuestro Señor.
O bien:
Dios y Padre nuestro, te damos gracias, porque al darnos en este sacramento el cuerpo glorioso de tu Hijo, nos permites participar ya, desde este mundo, de los bienes eternos de tu Reino. Por Jesucristo nuestro Señor.
57. El ministro que no es sacerdote o diácono, invocando la bendición de Dios y signándose, dice:
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Finalmente, el ministro dice:
Pueden ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.
Luego, hecha la debida reverencia, el ministro se retira.
RITUAL DE LA SAGRADA COMUNIÓN Y DEL CULTO A LA EUCARISTÍA. FUERA DE LA MISA.