Nuestra estancia en las instalaciones de Etopía se prolongó durante tres días:
En nuestra ardua tarea de hacer funcionar aquel artilugio, se pusieron en nuestro camino gente maravillosa. Compartíamos la desesperación de ver que nada iba como esperábamos. Eso nos unió y a partir de ahí, la experiencia fue cada vez mejor.
Antes de irnos a trabajar a la habitación sobre las tres de la madrugada, al jurado no se le ocurrió mejor idea que empezar nuestra fabulosa entrevista. Nos os imagináis nuestras caras...
Esa noche fue dura, la recordamos con gran nostalgia. Caras de dormidos, ojos rojos, la habitación ahumada por la leve brisa gris del soldador, cerebros quemados, el suave aleteo del cierzo zaragozano pero, sobre todo, muchas ganas de dar lo mejor de nosotros. El día siguiente sería el gran día, y nosotros.... muertos de sueño.
Lanzamos el cohete y nada, la suerte no estuvo de nuestra parte. Ese día no se alinearon los astros, así que para celebrarlo, nos comimos un bocata de vegetales con atún. Agotados, exhaustos, con ansias de dormir, conseguimos dormir durante los diez minutos del trayecto en autobús. Esa tarde fue increíble. Todos saltando de alegría mientras aportábamos nuestras ideas para la presentación del domingo, a pesar de que teníamos el estómago vacío. El MERCADONA nos salvó...
Dado que nuestro vínculo se fortaleció cada vez más con nuestros compañero del TeamRocket y TeamOmega, les hicimos un Quick Tour por el centro de Zaragoza, aprovechando para comernos un helado bajo la tenue luz de la luna. La vuelta en taxi fue increíble, los diez euros mejor invertidos de la historia. Como toda buena aventura, llegó el momento de celebrar. Hicimos una pancarta anunciando la GRAN FIESTA DEL HUERTO, en la habitación 24.