Autores:
Profesro PhD Josemaría Manzano-Jurado. UNIVERSIDAD DE GRANADA
Profesor PhD Santiago Porras Álvarez. KOREA UNIVERSITY
Abstract:
Es desconcertante percibir cómo un acontecimiento sanitario hace tambalear conceptos históricamente tan aceptados como lo público. La ciudad hasta ahora considerada una solución inteligente a los retos del crecimiento demográfico, la sostenibilidad medioambiental y la racionalización energética, se ha convertido en una trampa. La escala humana que nos sirvió para ver que las soluciones urbanas pasan por ser soluciones humanas, se ha visto cuestionada por la irrupción del espacio individual, como solución ante el imponente reto pandémico. La ciudad como conjunto de ciudadanos se ha convertido en conjunto de individualidades, obligadas a convivir, pero distanciadas. La burbuja proxémica que calibrábamos a voluntad, dependiendo de los factores emocionales y de la hostilidad externa, ha cristalizado en unos radios determinados, infranqueables, coartando el contacto personal e íntimo. Se hace más relevante que nunca la dimensión oculta descrita por Edward T. Hall. Para tener conciencia del mundo necesitamos tener contacto sensorial con nuestro alrededor.La calle como prolongación de lo doméstico, la calle en la que se come, según Xavier Monteys, en la cultura contemporánea, está en cuestión, se ha vaciado, es solo lugar de tránsito de individualidades. En pocos días, la calle se ha convertido en lo que Jan Gehl combatía energéticamente, y que se negaba a aceptar: el espacio vacío entre los edificios.En el anterior Congreso reflexionamos sobre nuestra adaptación a nuevos territorios, nuevos paisajes, saltando gravitatoriamente a Marte. Nos damos cuenta de que el concepto es el mismo. El lugar está condicionado por la hostilidad externa. La ciudad actual, la calle en particular, donde vivimos, está sometida a presiones y tensiones nunca tan extremas. Debe ser objeto de una profunda reflexión, con sus prolongaciones en el modelo de ciudad que queremos, cómo la adaptamos y transformamos. Hacerlo es una necesidad.Dos ciudades muy distintas, Seoul y Granada, pero con puntos comunes reconocibles en su patrimonio arquitectónico y paisajístico, su atractivo turístico, la percepción de lo público, reflejan su nueva imagen y sus problemas.Insadong, una de las primeras calles peatonalizadas en Seúl, centro de artistas, galerías y tiendas de caligrafía, artesanía, restaurantes y tabernas tradicionales, enlaza la vía principal este-oeste de la ciudad, con los palacios reales al Norte. Hasta 2019 lugar favorito de turistas, hasta el extremo de haberse desnaturalizado en un híbrido entre centro comercial de souvenirs, y parque temático.Carrera del Darro, una calle que se resiste a ser peatonalizada y borde urbano entre lo tradicional y lo patrimonial. Flujo de turistas y de folklore mal entendido. A un lado un barrio que se transforma expulsando a los residentes y al otro un patrimonio que se resiste a ser un museo vacío.Dos ejemplos, una ciudad gigantesca e hiperactiva y una ciudad media y conservadora, donde las intervenciones urbanas han minado el carácter de dos de sus barrios más tradicionales y auténticos. Una epidemia que ha cortado súbitamente el flujo de turistas y que ha puesto en crisis la economía de estas dos áreas. ¿Es una tragedia, o una oportunidad