En nuestro entorno vivimos en un momento en el que la urgencia de la acción nos lleva en muchas ocasiones a la dispersión. Y esto, que vivimos los adultos, lo viven de igual manera nuestros niños, adolescentes y jóvenes.
Con frecuencia hablamos muchas veces de la oración de la mañana en el aula, pero en algunas ocasiones, transformamos esta oración en algo totalmente mecánico y rutinario, sin prestar la mínima atención al momento presente que estamos viviendo; por lo tanto, deja de ser oración, para convertirse en unos rezos automáticos, vacíos de sentimiento o significación.
Necesitamos parar, encontrarnos en la presencia de Dios y entrar en relación íntima con Él. Si algo quiere Dios, es comunicarse con cada uno de nosotros y es, en la oración consciente, donde esto se hace más palpable. La oración es la fuente de la que mana todo compromiso en la Iglesia y la sociedad.