En el marco de la teoría pragmadialéctica de van Eemeren y Grootendorst (1992), la argumentación es un proceso en el cual se resuelve una diferencia de opinión. El modelo ideal para resolver dicha diferencia se denomina “discusión crítica” e, idealmente, posee cuatro fases de desarrollo: confrontación, apertura, argumentación y clausura. En el modelo retórico (Perelman y Tyteca, 1989), el hablante se dirige a un auditorio con la idea de presentar razones para influenciar en la opinión de este auditorio.
Guzmán-Cedillo, Y. y Flores-Macías, R. (2013) identifican: manifestar una posición, tipo de evidencia enunciada, evaluación de la evidencia, consideración de puntos de vista alternativos, presencia de contra-argumentos y de refutaciones, teorías epistemológicas, juicios sobre las opiniones de otros, cambios conceptuales, elaboración y organización de ideas, manifestación de desacuerdos, compromiso con una argumentación dialógica y uso del lenguaje disciplinar.
Hoyos Morales (2018) plantea los siguientes momentos: manera en que se comprende el problema, se toma posición frente al mismo y se plantea en forma de tesis; elegir los mejores argumentos que sostengan su tesis (inventio), tener en cuenta el contexto disponiendo los argumentos para persuadir o formar un juicio en su auditorio respecto a su tesis (dispositio) y presentarlo con la mayor calidad comunicativa (elocutio).
Deane y Song (2014) presentan un ciclo argumentativo que tiene cinco fases distinguibles que no necesitan ocurrir en un orden específico. El proceso real es flexible y fluido, se puede comenzar en diferentes puntos, se puede retroceder entre fases, e incluso pueden repetirse pasos cuando sea necesario.