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Antes de morir, Manuel Belgrano escribió su autobiografía -según confesó- no sólo para que fuera útil a sus paisanos, sino también para “ponerme a cubierto de la maledicencia”. Y es que no pocos enemigos se había ganado este criollo a lo largo de las luchas independentistas.
Nacido en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, con el verdadero nombre de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, estudia en el Colegio Real San Carlos (hoy Nacional de Buenos Aires), para luego trasladarse a Valladolid, junto a su hermano, para estudiar leyes. A su regreso a Buenos Aires, con apenas 23 años y recibido de abogado, asumió las tareas de secretario en el consulado porteño.
Interesado en que el consulado ofreciera cursos educativos en varias materias, las invasiones inglesas lo incorporaron de lleno en la cuestión militar y política. Desde entonces y por largos años participaría en batallas, debates, disputas y la gestión de una nueva realidad que nacía.
Vivienda de la Familia Belgrano Peri - González Casero. Fotografía histórica del solar donde nació y falleció el general Manuel Belgrano, antes de su demolición en el año 1909. Se erigía en la calle de Santo Domingo, sobre las actuales avenida Belgrano, y las calles Defensa y Bolívar en CABA. (Gentileza del Archivo General de la Nación).
Recordado como creador de la bandera, ingeniero del “éxodo jujeño”, comandante del Ejército del Norte y por haber destinado los 40 mil pesos oro de premios a la construcción de escuelas en las provincias del norte (que nunca se hicieron), Belgrano murió en la pobreza total, el 20 de junio de 1820, atacado por una agobiante enfermedad. “Pienso en la eternidad, adonde voy, y en la tierra querida que dejo…”, comentó antes de morir.
Pero fueron su audacia e ímpetu revolucionario los que comportaron sus méritos más recordados. En efecto, cuando apenas nacía el gobierno patrio, cuando todavía se llamaban a gobernar para Fernando VII, cuando recién comenzaban las fuerzas patriotas a emprender la guerra contra el enemigo realista, fue cuando se le convocó a Belgrano para dirigir las tropas del Regimiento de Patricios. El primer gran desafío se le presentó pronto, ante la inminencia de una invasión desde Montevideo, por lo cual se dirigió hacia Rosario para emprender la defensa. Entonces, febrero de 1812, instó al gobierno en Buenos Aires a que declarase la escarapela blanca y celeste de carácter nacional, en vistas a unificar los colores de los ejércitos sudamericanos. Logrado esto, al inaugurar dos frentes de artillería en esa misma defensa –llamados “Libertad” e “Independencia”-, hizo también enarbolar la bandera patria por primera vez, cuando todavía en la Fortaleza de Buenos Aires flameaba la bandera española.
Este acto desprovisto de especulación, ansioso por la emancipación, lo transformó en el primero en enarbolar la bandera nacional con vistas a la independencia americana. Así lo describe Bartolomé Mitre en su biografía sobre Belgrano –que aquí reproducimos-, al mismo tiempo que recuerda el historiador liberal la reprobación del gobierno central, que le exigió a Belgrano su disimulado arrío, puesto que creían que todavía no era tiempo de romper lanzas, lo que recién sucedió cuatro años más tarde.
El telefilme Belgrano se centra en los últimos diez años de vida del creador de la bandera argentina. cuenta cómo la vida personal de Belgrano quedó rezagada a su vida pública y cómo su virtud patriótica lo obligó a postergar lo privado, sinónimo de pasión individual.
Pablo Rago, testimonios:
"Me sorprendió y me sigue sorprendiendo que alguien –Manuel Belgrano en este caso–decida poner su piel, su salud y hasta su fortuna al servicio de “una revolución”. (P.R.)
"Nunca me sentí patriota y cuando iba a la escuela tampoco solía albergar ese sentimiento. Pero, ahora, después de protagonizar este papel, pude conocer de cerca la figura de Manuel Belgrano, las motivaciones y la dimensión del prócer, y sus vínculos más personales." (P.R.)
A los próceres que participaron en campañas militares siempre los asocié con los militares de los tiempos de la última dictadura… Y, justamente por no profundizar la lectura, nunca me “cayeron” demasiado bien, Pero luego de interpretar a Belgrano, le comenté a mi hijo: “Pensemos dentro de cien años, cuando se festejen los 300 años del nacimiento de la patria y se vea mi trabajo en la película hecha cien años antes…”Por eso estoy muy orgulloso. (P.R.)
Extractos de la obra de Belgrano:
“¿Cómo se quiere que los hombres tengan amor al trabajo, que las costumbres sean arregladas, que haya copia de ciudadanos honrados, que las virtudes ahuyenten los vicios, y que el Gobierno reciba el fruto de sus cuidados, si no hay enseñanza, y si la ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos? Hubo un tiempo de desgracia para la humanidad en que se creía que debía mantenerse al Pueblo en la ignorancia, y por consiguiente en la pobreza, para conservarlo en el mayor grado de sujeción; pero esa máxima injuriosa al género humano se proscribió como una producción de la barbarie más cruel, y nuestra sabia legislación jamás, jamás la conoció […]. Pónganse escuelas de primeras letras costeadas de los propios y arbitrios de las Ciudades y Villas, en todas las Parroquias de sus respectivas jurisdicciones, y muy particularmente en la Campaña, donde, a la verdad, residen los principales contribuyentes a aquellos ramos y a quienes de justicia se les debe una retribución tan necesaria. Obliguen los Jueces a los Padres a que manden sus hijos a la escuela, por todos los medios que la prudencia es capaz de dictar.”… En 1798, redactó lo que podemos considerar el primer proyecto de enseñanza estatal, gratuita y obligatoria presentado en lo que hoy es la Argentina. En él planteaba que era imposible mejorar las costumbres y «ahuyentar los vicios» sin educación, y proponía que los cabildos creasen y mantuviesen con sus fondos escuelas «en todas las parroquias de sus respectivas jurisdicciones, y muy particularmente en la campaña». Y al hacerlo sostenía que era «de justicia» retribuir de este modo la contribución que, con sus impuestos, hacía la población para el sostenimiento del Estado.
Belgrano Crea La Escuela De Matemáticas. Entre los distintos contenidos que se dictaban, aparece a la cabeza aritmética, geometría y trigonometría, pero también se estudiaba álgebra, mecánica y hasta un poco de geografía.
El primer defensor de la industria
Entre otras medidas, el secretario del Consulado proponía subvencionar a las artesanías e industrias locales, mediante «un fondo con destino al labrador ya al tiempo de las siembras, como al de la recolección de los frutos». Según señalaba, «la importación de mercancías que impiden el consumo de las del país o que perjudican al progreso de sus manufacturas, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación». A su entender, esta era la única forma de evitar «los grandes monopolios que se ejecutan en esta capital, por aquellos hombres que, desprendidos de todo amor hacia sus semejantes, sólo aspiran a su interés particular, o nada les importa el que la clase más útil al Estado, o como dicen los economistas, la clase productiva de la sociedad, viva en la miseria y desnudez que es consiguiente a estos procedimientos tan repugnantes a la naturaleza, y que la misma religión y las leyes detestan».
«Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio en un país agricultor»,
"Belgrano priorizaba la igualdad antes que la propiedad"
El 1º de setiembre de 1813, la Gacetapublicó un artículo que Belgrano había escrito unos años antes.. Allí señalaba: “La indigencia en medio de las sociedades políticas deriva de las leyes de propiedad; leyes inherentes al orden público, leyes que fueron el origen de esas mismas sociedades, y que son hoy la causa fecunda del trabajo, y de los progresos de la industria. Pero de esas leyes resulta, que en medio del aumento y decadencia sucesiva de todas las propiedades, y de las variaciones continuas de fortuna, que han sido un efecto necesario de aquellas vicisitudes, se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una, dispone de los frutos de la tierra; la otra, es llamada solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y riquezas, o a desplegar su industria para ofrecer a sus propietarios comodidades, y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra. (…) Una de las consecuencias inevitables de estas relaciones entre los diversos habitantes de la tierra es, que en medio de la circulación general de los trabajos, y las producciones de los bienes, y de los placeres, existe una lucha continua entre diversos contratantes: pero como ellos no son de una fuerza igual, los unos se someten invariablemente a las Leyes impuestas por los otros. (---) El imperio pues de la propiedad es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario. Esta ley de dependencia existe de una manera casi igual bajo los diversos géneros de autoridades políticas; y en todas partes el salario de las obras, que no exigen educación, está siempre sometido a unas mismas proporciones…”
Belgrano pensaba que debían fomentarse las vocaciones y darle a la gente la posibilidad de elegir su ocupación, para lo cual insistía en incrementar los establecimientos educativos: “Aparte de ser una abominable tiranía el querer sujetar el talento de los hombres a la marcha tarda y perezosa que prescribirían unos reglamentos uniformes, siendo por otra parte tan diversas las circunstancias, ¿no es el colmo de la preocupación y de la costumbre envejecida el prescribir reglas, dictar fórmulas, establecer preceptos sobre la conveniencia universal, sobre el interés siempre activo y vivo del hombre de trabajar para su propio sustento y conservación? Pero en mí no puede la autoridad sino el raciocinio. ¿Se oponen semejantes reglamentos a la libertad del hombre en elegir el género de ocupación que sea más conforme a sus designios? ¿Se ataca directamente en él a la primera y más principal obligación de trabajar que le impuso el autor de la Naturaleza? Se contrarían sus benéficas miras en cohibir y estrechar la industria y el talento de los hombres por medio de unas trabas que le sofocan y adormecen. Sí, señores: todo esto sucede, naturalmente, cuando por el deseo de lo que se llama orden se pisa y atropella la primera y más sagrada obligación que se conoce: la de trabajar”.