Lectura del santo evangelio según san Marcos (1:40-45):

Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.» Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente:

«Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.» Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor.

DEJARSE QUERER

La idea de dejarse querer y permitir que nos ayuden es esencial en la vida, independientemente de la edad que tengamos. A menudo, nos hemos formado la idea de que ser independientes y resolver todo por nosotros mismos es signo de fortaleza. Sin embargo, la verdadera fortaleza radica en reconocer que todos necesitamos ayuda en algún momento.

Imagina tu vida como un viaje. Aunque seas una persona capaz y resolutiva, hay momentos en los que enfrentas circunstancias que te superan. Aquí es donde permitir que otros te ayuden se vuelve crucial. No hay debilidad en pedir ayuda; al contrario, demuestra mucha madurez. Dejarse querer es abrirse a los demás y reconocer que todos necesitamos afecto. Negarse a recibir amor y cuidado puede llevarnos a la soledad y el desanimo. Todos estamos en este viaje que es vida, y compartir la carga con aquellos que nos rodean hace que el camino sea más llevadero, bonito y enriquecedor.

¿Te cuesta dejarte querer?

¿Te es fácil pedir ayuda o dejarte ayudar por los demás?

Gracias, Señor por este día, especialmente por aquellos que poner cerca de mí para quererme y ayudarme. Concédeme la gracia de poder mirarles con amor y de cuidar a cada uno de ellos.

Amén.

Si pude hacer el propósito de ayer lo apunto en un papel y lo meto en la Tinaja.

Para hoy, voy a pedir ayuda si necesito algo a algún amigo o compañero o compartir con él algo que me preocupa, necesito o me intranquiliza.

Oh señora mía, oh madre mía, yo me ofrezco enteramente a ti.

En prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos,  mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser.

Ya que soy todo tuyo, oh madre de bondad, guárdame,  defiéndeme y utilízame  como instrumento y posesión tuya.

Amén.