Experimentos Caseros

1. El universo en una gota de agua. Fabrica tu microscopio.

En nuestra casa abundan los microbios. Son tantos —¡varios trillones!— que pueden considerarse los habitantes más importantes del hogar. Construye un microscopio y explora este universo invisible.

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2. El aire hace presión. ¿Te has dado cuenta de que vivimos inmersos en un “océano de aire”?

Sólo necesitas una jeringa y plastilina para experimentarlo.

El aire, como todo fluido, ejerce una presión sobre los cuerpos inmersos en él. A la presión del aire en espacios abiertos la llamamos Presión Atmosférica. Esa presión se ejerce en todas las direcciones y es tan grande que podría sostener una columna de agua de 10 metros de altura. Estamos tan perfectamente adaptados a ella que, muchas veces, ni notamos su presencia. Cuando subimos una montaña, nuestros pulmones se expanden porque estamos acostumbrados a una presión mayor y eso nos dificulta respirar. Esta experiencia sencilla nos revela la presencia permanente de la presión atmosférica.

3. Tensión superficial. ¿Cuántas gotas de agua eres capaz de poner sobre una moneda?

Hoy en te retamos a jugar con la tensión superficial, un fenómeno físico que quizá hayas experimentado, por ejemplo cuando te lanzas a una piscina y sientes que el agua golpea con fuerza.

La tensión superficial del agua es como un tejido de croché, muy fuerte, que forman las moléculas en su superficie. Esta malla invisible es capaz de soportar el peso de objetos livianos, como la pimienta o insectos que reparten muy bien su peso. Con un gotero y una moneda podemos ver cómo actúa esta tensión.

4. Presión atmosférica. No es magia, ¡es la presión atmosférica!

Te invitamos a comprobar que una ligera capa de acetato o una hoja de papel, son suficientes para que un vaso lleno de agua no se derrame al voltearlo. ¿Por qué ocurre esto? Al enfrentar la fuerza que ejerce el aire (presión atmosférica) contra la del agua (presión hidrostática) sobre el acetato o papel que tapa el vaso, vemos que la primera es mayor y por esto el agua no cae. .

La presión atmosférica es muy fuerte, pero nos hemos acostumbrado tanto a ella que no la percibimos. Por ejemplo, cuando nos sumergimos en una piscina, sentimos una fuerza del agua sobre nuestra piel que se hace más fuerte al hundirnos. Sucede lo mismo con el aire: la atmósfera ejerce presión constante sobre nuestros cuerpos, pero como desde que nacemos estamos bajo su efecto, dejamos de percibirlo.