Desde la economía política se recorre la historia de Chile a lo largo del pasado siglo. Su transformación se origina en la mutación de las formas de vida y trabajo de su pueblo, que se liberó de las viejas ataduras a la tierra, y al hogar las mujeres, para convertirse en una moderna fuerza de trabajo, razonablemente sana y educada. Fue el parto de un siglo. Conducido por el Estado, empujado desde abajo por sucesivas irrupciones populares y desde arriba por la burocracia civil y militar, y por un sistema de partidos políticos que ha mostrado flexibilidad para generar alianzas capaces de abordar los desafíos en forma singularmente pacífica, legal y democrática, durante la mayor parte del tiempo. Un parto de similares características, constituyó antes el fundamento de la grandeza de los países pioneros. En América Latina aún se halla en pleno curso y globalmente se encuentra exactamente a medio camino. En este trance, algunas sociedades pergeñaron una reacción criminal y en definitiva suicida: es lo que se conoció como fascismo, el gran demonio del siglo XX. También la llamada “clase alta” chilena. Actuó por mano ajena. Aliada a una potencia extranjera, logró que los militares se volvieran con saña contra la modernización que ellos mismos habían iniciado medio siglo antes. Destruyeron parte de lo que se había construido, distorsionando la economía, la sociedad y retrasando el verdadero progreso del país, que hoy el pueblo reclama nuevamente en las calles.

Manuel Riesco Larraín, es ingeniero y economista, consultor de NN.UU., profesor y director de universidades chilenas, fundador y vicepresidente del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo, CENDA, de Santiago. Autor de numerosos libros, ensayos y artículos, ha tenido una activa participación en la política chilena, como líder estudiantil durante el gobierno de Salvador Allende, dirigente del Partido Comunista durante la dictadura, candidato a diputado y senador. Durante los dos mandatos de la Presidenta Michelle Bachelet, participó en comisiones asesoras presidenciales de educación (2006), Litio (2014) y el Consejo Asesor Presidencial contra los conflictos de interés, el tráfico de influencias y la corrupción (2015), y tuvo destacada participación en las comisiones de reforma de pensiones (2006 y 2014).

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La ilustración de la portada es el fragmento “La Vacunación” del mural “Homenaje a la Medicina” (1957), del gran pintor chileno Julio Escámez, Premio Municipal de Arte de Concepción en el año 1956 y en 1968 Ciudadano Ilustre de su Antihuala natal. Exiliado en 1974, actualmente reside en Costa Rica, donde la embajada chilena exhibe esta imagen en su sitio web.

En el preciso momento en que el autor intercambiaba opiniones acerca de la portada del libro con Luis Felipe Figueroa, Director de la Editorial USACH, acertó a pasar por allí el escritor Jorge Montealegre. Se conversaba que el gran protagonista del libro es el pueblo chileno. Relata como la modernización del país a lo largo del pasado siglo ha sido la consecuencia más que nada de la larga marcha en que dejó atrás su pasado campesino para convertirse en precarios asalariados urbanos, dirigida por el Estado, impulsado a su vez desde abajo por la recurrente movilización popular. ¡Julio Escámez! - exclamó Montalegre - ¡He visto un mural suyo que resume precisamente esa idea! ¡Está en una farmacia de Concepción y en él aparece nada menos que la Violeta Parra, con la cual tuvo amores y ella le reprochó su abandono en una canción!

En efecto. Es una hermosa e impresionante escena épica del desarrollismo, donde el protagonista es el pueblo, pero también el Estado. Entremedio se puede ver a Violeta y también a varios destacados médicos, entre ellos nada menos que el propio Alejandro Lipschutz, que se mencionan en el libro.

Sin embargo, la coincidencia más significativa es que el mural se encuentra en la antigua Farmacia Maluje, de Concepción. La misma a la cual Carlos Contreras Maluje pedía a gritos que avisaran, a los transeúntes atónitos que lo vieron lanzarse bajo las ruedas de un microbus, para intentar escapar de sus captores de la DINA, al mediodía del 3 noviembre de 1976. Pocos días antes, Carlos había compartido durante toda una tarde una reunión clandestina con el autor de este libro, que sólo gracias a su heroismo pudo llegar a contar el cuento.