Existen ciertos tipos de plásticos, de aparición reciente en el mercado, usado por ejemplo en bolsas y envases, que a menudo se consideran biodegradables. Es el caso de los denominados “bioplásticos” que, si bien proceden de recursos renovables, no son necesariamente biodegradables. Para poder considerarse “biodegradable”, un material debe descomponerse en sus partes constituyentes (dióxido de carbono, agua, compuestos inorgánicos y biomasa) por la acción de organismos vivos en condiciones específicas. Estas condiciones pueden darse en las plantas de compostaje industrial, pero no en el océano, por lo que muchos plásticos “biodegradables” no se descomponen en el océano antes que los demás plásticos. Los plásticos verdaderamente biodegradables, como el ácido poliláctico (PLA), tienden a ser más costosos y no son adecuados para muchas aplicaciones que requieren durabilidad.
La mayoría de los residuos de plástico que llegan a los mares y océanos provienen de fuentes terrestres, pero también existen fuentes en los océanos, como buques y plataformas petrolíferas, y actividades de pesca o acuicultura.